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WhatsApp es el nuevo 'e-mail': la pesadilla de tener que contestar mensajes sin parar
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WhatsApp es el nuevo 'e-mail': la pesadilla de tener que contestar mensajes sin parar

Durante los primeros meses de la pandemia, abundaron los estudios que mostraban cómo el uso de WhatsApp había disparado la ansiedad, debido al bombardeo de noticias

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“Antes me salía de los grupos del trabajo cuando comenzaba mi descanso de verano, porque el objetivo era desconectar completamente. Ahora lo hago en cuanto tengo tres días libres, por el simple motivo de que WhatsApp es como tener el correo en el móvil. Aunque silencies el grupo de trabajo, te siguen llegando notificaciones, entras y ves que tienes 60 mensajes pendientes. Es complicado convivir con una aplicación que cada vez uso más para hablar con mis amigos de Barcelona, mi madre que vive en Bilbao, mi hermano, mi sobrina, a los que no veo desde agosto. No puedo limitarme a desinstalar la 'app', porque la necesito”.

Una de las sensaciones más habituales y menos visibles de la nueva normalidad es la de que WhatsApp ha pasado de ser una herramienta de comunicación más al centro de todas las interacciones personales, laborales y, cada vez con más frecuencia, comerciales. No se trata únicamente de que el teletrabajo la haya convertido en la principal vía de diálogo en muchas empresas, sino que es cada vez más frecuente que se utilice, por ejemplo, para que las compañías trasladen información (como promociones comerciales), como vía de difusión (de eventos personales o consignas políticas) o como mero entretenimiento (del “¿qué tal estás?” de un amigo en plena jornada laboral al intercambio de 'memes').

"Estamos cansados y tenemos tropecientos chats. Las notificaciones pueden ser de curro o de familia… Me da ansiedad ver el globito rojo"

En resumidas cuentas, WhatsApp ha terminado convirtiéndose al mismo tiempo en la bandeja del 'mail', en el Messenger, en el chat IRC, en los foros de Yahoo, en Slack y en Forocoches. Hay razones tanto sociológicas como tecnológicas para ello. Por un lado, el confinamiento provocó una convergencia de tecnologías que favoreció la más accesible, la que todo el mundo usa. Por otro, la posibilidad de adjuntar archivos e imágenes y la irrupción de los audios y WhatsApp Web han provocado que pueda ser utilizado mucho más allá de la simple conversación banal. Como anunció Mark Zuckerberg en la presentación de resultados de finales de octubre, en 2020 se han enviado 100.000 millones de mensajes al día. Hace dos años, la media era de 54.000.

Como explica a El Confidencial Francesc Núñez Mosteo, sociólogo, director del Máster de Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya y parte del grupo de investigación Grecs, “cuando empezábamos a investigarlo, había una especialización de canales y medios (el teléfono era para una cosa más urgente, el WhatsApp para la gestión inmediata, el 'mail' para explicaciones largas), pero no percibimos que quizás hay otra ley funcionando en estas cosas, la de la simplificación, que nos lleva a la eficiencia y la efectividad, algo que está de acuerdo con el principio básico de las sociedades capitalistas de producir lo máximo en el menor tiempo posible. WhatsApp te permite hacer muchas cosas (o las mismas en más cantidad) en menos tiempo”.

Pero no todo son ventajas.

Las notificaciones que nunca llegan a cero

“A mí me generan mucho estrés los malentendidos. Toda tu comunicación es ‘online’, no te ves las caras, me rayo más con lo que escribo. Antes, al día siguiente o el finde, te veías y ya está. Estamos muy cansados y tenemos tropecientos chats. Ahora abro el móvil, veo notificaciones de WhatsApp y puede ser de curro, o de trabajo o de familia, o el casero… Me da ansiedad a veces solo ver el globito rojo. Todas nuestras relaciones están canalizadas por ahí, y no deja de ser un canal donde se pierden muchas cosas”.

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Foto: Reuters.

Durante los primeros meses de la pandemia, abundaron los estudios que mostraban cómo el uso de WhatsApp había disparado la ansiedad, debido al bombardeo de noticias. Sin embargo, la sensación parece haberse quedado entre nosotros, y a veces da la sensación de que tan solo va a peor. “Es una deriva de la velocidad a la que va la sociedad, antes el 'mail' te llegaba y tenías un cierto plazo para mirarlo, ahora hay una necesidad de que las cosas vayan rápidas, así que cualquier cosa te la mandan por WhatsApp”, confirma David Blay, profesor especializado en teletrabajo y autor de ‘¿Por qué no nos dejan trabajar desde casa?’.

Paulatinamente, el correo electrónico ha pasado a convertirse en un cubo de basura de 'spam' y WhatsApp se ha convertido en otro vampiro de tiempo, con la diferencia de que en él confluyen lo urgente con lo prescindible, el ocio con el trabajo, lo privado con lo público, pero todo espera una respuesta instantánea. “Creo que nos pasa más a los que tenemos trabajos desestructurados, en el sentido de que tenemos contactos múltiples con muchos actores distintos”, confirma Rosa Jiménez Pereda, que se dedica al diseño, la participación y la innovación social, y que comparte por completo la sensación. “Fantaseo con la posibilidad de tener todo lo personal en WhatsApp y lo laboral en Telegram, pero es imposible”.

"Si contestas 40 mensajes, no te vas a quedar a cero, es que vas a tener más"

De repente, la sensación placentera que era recibir un mensaje, por el grado de promesa implícito en el sonido de la notificación, se ha convertido en un elemento estresador más. “Otro efecto es esa saturación de ‘inputs’ que más que comunicación son información: en filosofía, se dice que la verdadera comunicación te transforma, la información la olvidas”, añade Núñez Mosteo. “Se juntan gritos de ayuda con declaraciones de amor y terminas por cerrar. Pensábamos que podríamos hacer más cosas en menos tiempo y basta que miremos nuestro móvil para darnos cuenta de que tenemos que gastar más tiempo para hacer menos cosas, y cuantas más cosas haces, más te exige. La situación dramática es que si contestas 40 mensajes, no te vas a quedar a cero, es que vas a tener más”.

Con un factor añadido. A diferencia del 'mail', donde es fácil (y barato) abrir distintas cuentas para separar distintas facetas de la vida, es mucho menos común que se disponga de dos (o más) números de teléfono para diferenciar ámbitos. ¿La solución de Pereda? “Yo he empezado a darme tiempos de correo electrónico en el WhatsApp y no contestar al momento”. Algo con lo que está de acuerdo Blay, que recuerda que lo más eficiente sería poder pactar con compañeros, jefes, familiares, amigos y desconocidos unos ciertos protocolos: “Tienes que hablar con tus clientes o compañeros y decirles: si me mandas un 'mail', puedo responderte en esta franja de tiempo, en WhatsApp en esta otra, y si me llamas y no te cojo, te responderé en una hora”. Suena a utopía.

¿Quiere una enciclopedia?

“Hay gente que abusa. Un chico de una agencia de comunicación utiliza WhatsApp para enviar las notas de prensa y las fotos que podría mandar por correo. Le envié un mensaje en el que decía 'por favor, evita este canal para este tipo de contenidos', y al minuto me estaba mandando otra cosa. Le bloqueé”.

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Foto: Reuters.

Lo confirma Blay, que también trabaja desde el otro lado, el de las agencia de comunicación: la migración del 'mail' a la mensajería instantánea es una decisión estratégica para ganar terreno en la guerra por nuestra atención. “Si la gente manda esas cosas por WhatsApp, es porque sabe que estamos todo el día con el teléfono en la mano, y sabes que lo va a leer sí o sí; que te conteste, es otro asunto”, explica. “Mandar un ‘mail’ es una tarea perdida, la única forma de saber que lo van a leer es mandándolo por WhatsApp. Intento no hacer ‘spam’, pero si veo que no me han respondido, al día siguiente mando un mensaje: ‘Oye, no sé si te ha llegado…”.

No es solo que no sepamos cómo utilizar cada medio y para qué, sino que parece haberse abierto la veda para utilizar WhatsApp para casi cualquier cosa, incluida la autopromoción entre conocidos. “Recibo tantas cosas que ni siquiera son profesionales, sino gente que te vende cosas, que te difunde cosas…”, valora Jiménez Pereda. “Yo también hago algo de difusión, pero poca, porque entiendo lo que es y no quiero más”. “Por ahora, no es muy popular, pero no creo que tarde mucho en darse la vuelta y que, con las automatizaciones, las notas que antes iban al correo salten al WhatsApp”, añade Blay.

"Que vuelva el puñetero 'mail'. Es agotador reaccionar emocionalmente a cada momento a los mensajes que te llegan"

Otro jinete del Apocalipsis: los mensajes de voz. “Cuando se implanten aún más los audios, será una locura, porque ahí no se puede ver qué dice”, dice Blay. A diferencia de los mensajes, que se pueden leer en diagonal, o los archivos adjuntos, en los que se puede adivinar su contenido con un simple vistazo, hasta que no se escuchan uno no puede saber si el contenido es una tragedia o un chiste viral. “Ahí estamos muertos y es factible que comience a generar rechazo. Eso me pasó con las ‘newsletters’, me apunté a tantas que me las quité todas. Aquí va a empezar a pasar”. ¿El siguiente paso? Cerrar el móvil y desconectarte.

Adiós al lenguaje

“Yo ya echo de menos el 'mail', porque he renunciado, quiero que las cosas vuelvan a otro espacio. Que vuelva el puñetero 'mail', pero esta cosa instantánea no. Aunque no responda al momento, sí vas a responder emocionalmente cuando te llega el mensaje, y eso afecta mucho. Por eso el efecto es de repliegue y por eso afecta a mis relaciones personales”.

Foto: Un estudiante de El Masnou, durante una clase. (Reuters)

Así sintetiza Jiménez Pereda una situación que ha llegado a perjudicarla personalmente. Cada vez son más las personas que desactivan los datos o apagan el móvil en momentos determinados del día para abstraerse del influjo negativo de la aplicación. “WhatsApp es un medio no especial y no temporal, te permite estar en cualquier tiempo, como un dios”, reflexiona Núñez Mosteo. ¿Y quién no querría ser un dios? “Ahora, tenemos en nuestra mano serlo, pero nuestra vida es espacio-temporal y vivimos en contextos sociales muy determinados. Al entrar en un medio descontextualizado, el peligro es la confusión. Así que puedes encontrarte a las 12 de la noche respondiendo al jefe mientras envías una declaración de amor o un vídeo divertido a los amigos. Esa confusión, que en teoría puede estar muy bien, nos confunde, nos puede hacer colapsar, porque no siempre sabemos transitar de un entorno a otro”.

Esta semana, un reportaje de ‘The Wall Street Journal’ apuntaba a un retorno de las llamadas de teléfono en entornos laborales, entre otras cosas, para solucionar algunos de los problemas que generan otros tipos de comunicación. Blay utiliza en sus clases el ejemplo de Enrique Dans, que muestra en su página web desde hace años su número de teléfono y establece una serie de criterios públicos para ponerse en contacto con él. “Si lo hace, siendo una persona pública que recibe muchas notificaciones, es porque aunque algún gracioso le habrá llamado, le funciona”.

"Cuando vas a hacer una llamada de teléfono, reflexionas un poco: piensas si ha terminado de trabajar, si le viene bien… En WhatsApp, no"

“Cuando vas a hacer una llamada de teléfono, reflexionas un poco: piensas si ha terminado de trabajar, si va a cogértelo o no, si le viene bien...”, añade Jiménez Pereda. “Por WhatsApp no, es algo que conlleva la propia herramienta. Está pensado para eso”. Cuando cuelgo el teléfono, miro el WhatsApp y me encuentro con tres conversaciones nuevas, una de las cuales comienza por un “¿has podido ver la nota de prensa que te envié…?”.

“Antes me salía de los grupos del trabajo cuando comenzaba mi descanso de verano, porque el objetivo era desconectar completamente. Ahora lo hago en cuanto tengo tres días libres, por el simple motivo de que WhatsApp es como tener el correo en el móvil. Aunque silencies el grupo de trabajo, te siguen llegando notificaciones, entras y ves que tienes 60 mensajes pendientes. Es complicado convivir con una aplicación que cada vez uso más para hablar con mis amigos de Barcelona, mi madre que vive en Bilbao, mi hermano, mi sobrina, a los que no veo desde agosto. No puedo limitarme a desinstalar la 'app', porque la necesito”.

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