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El invento que iba a matar el iPhone se estrella y revela un dilema que afecta incluso a Apple
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UN TIRO EN EL PIE NADA MÁS SALIR AL MERCADO

El invento que iba a matar el iPhone se estrella y revela un dilema que afecta incluso a Apple

Humane AI Pin es el primero de una serie de dispositivos físicos que quieren utilizar la IA para jubilar al smartphone y vuelve a poner el foco sobre el hecho de lanzar productos al mercado antes de tiempo o esperar más de la cuenta

Foto: Foto: Humane AI.
Foto: Humane AI.
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Aunque el ruido no había alcanzado al común de los mortales, lo cierto es que era uno de los lanzamientos más esperados de 2024 en la industria tecnológica, solo por detrás de las Vision Pro de Apple. El aparato en cuestión es el AI Pin, un dispositivo impulsado por inteligencia artificial que aspiraba a librarnos de la tiranía de la pantalla y reemplazar al smartphone como nuestro dispositivo fetiche. El cacharro tenía en mente la idea de matar, en algún momento, al iPhone. La cuestión es que, tras mucho hinchar el globo, han bastado apenas cuatro días en el mercado para que su lanzamiento sea considerado un fracaso.

Humane AI, que es la empresa que lo ha creado, ha dado mucho que hablar en los últimos meses. En realidad, lo hizo casi desde el principio porque sus fundadores eran un par de trabajadores de Apple que trabajaron en el primer iPhone. Y no eran soldados rasos precisamente. Bethany Buongiorno era responsable de Sistema Operativo. Su marido, Imran Chaudri, era director de diseño de Interfaz Humana. En esta aventura enrolaron a otro veterano de la casa, Patrick Gates, que en su momento ejerció como director senior de ingeniería en Cupertino.

Que tres nombres de tantos quilates se juntasen para crear un nuevo dispositivo tenía todas las papeletas para que las jaurías de inversores que andan escrutando todo lo que se crea en Silicon Valley le enchufasen una buena cantidad de dinero sin haber facturado ni un solo euro.

En el caso de Humane AI, en los últimos cuatro años ha conseguido más de 220 millones de financiación. El globo se fue hinchando progresivamente hasta el punto de desatar una cascada de prerreservas a pesar de que el invento costaba casi 700 dólares a lo que había que añadir el precio de la suscripción mensual que requería el aparato para ser plenamente funcional.

placeholder Foto: M. McLoughlin.
Foto: M. McLoughlin.

La expectación quedó patente en el pasado Mobile World Congress de Barcelona, cuando fue uno de los grandes protagonistas de la feria. Y lo fue a pesar de no tener stand propio (estaba oculto en un rincón del espacio de Qualcomm) ni ningún anuncio entre manos. Pero su simple presencia, una de las primeras veces que se mostraba en público, ya llamó la atención de analistas y especialistas que habían acudido al congreso de la capital catalana.

Este periódico pudo tener una pequeña demostración. Fue corta e insuficiente para hacer un juicio general sobre el dispositivo, pero suficiente para entender cómo funcionaba y también para ver que el producto estaba algo verde. AI Pin es una especie de broche pensado para colocarse a la altura del pecho. Cuenta con una cámara y un miniproyector.

Está conectado a internet y en su interior cuenta con una inteligencia artificial que da vida a un asistente de voz, al que se le puede pedir hacer llamadas, hacer fotos, qué identifique lo que hay delante, entre otras tantas cosas. También que traduzca en tiempo real. Si no se querían utilizar comandos hablados por la razón que sea, bastaba con estirar el brazo y abrir la palma para que se proyectase una suerte de pseudo pantalla por la que se navegaba haciendo diferentes gestos, como cerrar los dedos o alejar y acercar la mano. En general, dejaba el sabor de boca que más que de un producto comercial, la experiencia era la de un prototipo avanzado. El lanzamiento se había retrasado y todavía quedaba margen para arreglar problemas antes de su aterrizaje en el mercado. Pero las malas sensaciones se confirmaron. “El peor producto que he reseñado… por ahora”.

Así tituló Marques Brownlee, el Youtuber más influyente de tecnología del mundo, la prueba del dispositivo publicada hace unos pocos días. Si el dueño de un restaurante se agobia cuando aparecen dos malas reseñas entre cientos de ellas por el posible impacto que puedan tener, imagina el impacto que puede tener que MKBHD (como se conoce a Brownlee) suba un contenido de este tipo. No solo por 18 millones de suscriptores, sino por cientos de millones o miles de reproducciones que puede llegar a atesorar.

Pero este veredicto no ha sido el único que apuntaba en este sentido. Prácticamente todos los medios y expertos que han tenido acceso a una unidad han compartido las impresiones y todos han dicho que se trata de un invento con más fallos que aciertos. Algunas voces criticaron que estos juicios tan duros podían dar al traste con el futuro de la empresa, pero la propia compañía salió a la palestra a través de su cuenta de Twitter y agradeció las críticas justas y válidas.

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La duda es si esta ola de críticas por el mal estreno de Humane en el mercado afecta también al resto de las compañías que andaban intentando aprovechar el boom de la inteligencia artificial generativa para crear una nueva categoría de producto. Aunque el enfoque es bastante diferente, el mercado también lleva varias semanas a la espera de que la startup Rabbit estrene su R1. El concepto, el de sustituir el móvil por un dispositivo que funcione con IA, es el mismo pero el precio, el diseño y la forma de utilizarlo es radicalmente diferente. En este caso, esta compañía apuesta por un dispositivo cuadrado con pantalla y cámara giratoria que se puede llevar fácilmente en el bolsillo.

Lo que se pretende es darle un cuerpo físico a la inteligencia artificial. El panel sirve para obtener respuestas visuales generadas por la IA de turno. Aunque el panel LCD sea pequeño (de unas dos pulgadas) supone algo mucho más natural para el usuario, mientras que en el caso de AI Pin lo que se planteaba era pasar de una interfaz completamente táctil a una en la que la mayoría de las cosas se hacían por la voz.

placeholder Puede parecer una consola retro, pero el Rabbit R1 es el heraldo de una nueva generación de dispositivos de IA que acabará con iPhone y Android. (Rabbit)
Puede parecer una consola retro, pero el Rabbit R1 es el heraldo de una nueva generación de dispositivos de IA que acabará con iPhone y Android. (Rabbit)

Para activarlo y hacerle una petición solo hace falta presionar un botón y hablar como si de un walkie-talkie se tratase. No utiliza aplicaciones, pero tal y como se vio en el CES de Las Vegas, es capaz de reproducir canciones en Spotify o pedir un Uber solo con que se lo pidamos gracias. La compañía abrió las reservas en enero con un precio de 199 dólares (unos 180 euros al cambio) y en unos días habían alcanzado sus objetivos. Los envíos están previstos que empiecen en la primera mitad de 2024 si no hay retrasos frente a los plazos establecidos. Una demora que ahora podría antojarse fundamental y estratégico para refinar la experiencia y cerrar un puñado extra de servicios compatibles con el R1.

Humane AI o Rabbit no son los únicos que están en esta carrera. También están en la pomada Sam Altman, fundador de Open AI; y Jonny Ive, el legendario jefe de diseño de Apple. Pero la lista es larga. Uno de los lanzamientos más destacables es Limitless, un dispositivo de 99 dólares recientemente puesto en circulación. A diferencia del R1 o del AI Pin, no pretende, por ahora, ser un dispositivo de uso general. Está focalizado en un entorno mucho más concreto como es la oficina. Se trata de un pequeño gadget, como un pequeño clip, pensado para llevar encima durante reuniones o jornadas maratonianas y que luego ejecute resúmenes y lista de tareas. Además de comprar el dispositivo, el servicio cuesta 20 dólares mensuales.

El software que ha desarrollado la compañía es capaz de detectar cómo las personas presentes en cada entorno han dado su autorización para ser grabadas y no procesar la información o su voz hasta que eso no ocurre. El objetivo es que pueda hacer lo mismo en aplicaciones como Slack, Zoom o aplicaciones como Gmail y no se dedique únicamente a condensar encuentros de trabajos, sino que sea capaz de hacer planificaciones diarias o sugerencias de forma proactiva al poder analizar y comprender toda esa información.

“No estamos intentando reinventar la rueda poniéndole láseres”, decía el CEO de Limitless en una entrevista con The Verge. Puede ser una frase que puede pasar desapercibida, pero es más significativa de lo que parece. El móvil es la nueva rueda y reinventar algo tan arraigado no es en absoluto sencillo, por mucho que Silicon Valley lleve años rumiando esa idea. Pero a la hora de la verdad, si lo piensan, en lo que se refiere a electrónica de consumo, la mayoría de propuestas viables de la industria de los últimos años han sido dispositivos complementarios al móvil y que venían a consolidar su papel. Hablamos de relojes inteligentes o auriculares inalámbricos. Lo siguiente, los anillos inteligentes.

El smartphone se ha convertido en el centro de nuestra vida digital gracias a concentrar las herramientas de productividad y de comunicación que ya se demandaban antes de su existencia en un solo dispositivo, llevándolas a nuevas cotas. El problema de eso es que quien aspire a sustituirlo o a abrir una era en la informática personal debe conseguir convencer al usuario de que hay algo diferente o que puede hacer notablemente mejor que lo que ya existe. Muchos se preguntarán realmente qué aporta diferencial este tipo de asistentes a día de hoy y percibirán que hay más renuncias que beneficios en el hecho de cambiar su móvil por un Rabbit R1 o un AI Pin.

Este problema no afecta únicamente a pequeñas startups o empresas que pretenden irrumpir en la industria tecnológica con una idea que se sale del carril marcado por los grandes jugadores. La propia Apple lo ha sufrido en sus carnes recientemente con el estreno de las Vision Pro, sus gafas de realidad mixta o computador espacial como lo llaman en Cupertino.

El smartphone es la nueva rueda. Y reinventarlo, al igual que la rueda, no es fácil

Aunque hay muchos usos verticales y para audiencias concretas, todavía muchos están a la espera de conocer qué es exactamente la necesidad que cubre o la función que las convertirán en un producto masivo y de alcance mundial. “Es un gran producto a la búsqueda de un problema que solucionar”, así definían empleados involucrados en su desarrollo en declaraciones para el New York Times.

Las Vision Pro también ponen sobre la mesa otro asunto interesante. Es el gran proyecto de Tim Cook al frente de Apple y se han desarrollado en estricto silencio durante más de una década. Algo que les ha permitido irrumpir en el mercado más tarde que otros pero con una propuesta técnicamente sobresaliente, muy por delante de cualquier competidor. Eso sí, a un precio estratosférico. Aunque la producción de las primeras semanas no tardó en agotarse, sus más de 3.000 euros de coste de salida lo alejan mucho del público general. Algo que puede dificultar que se encuentre ese problema masivo que solucionar y que empuje a un mayor número de personas a abrazar esta nueva forma de interactuar con esta tecnología.

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Foto: Reuters.

En el extremo opuesto están casos como el de Humane y su AI Pin. En lugar de tener un producto pulidísimo, han optado por tener una base aceptable y ponerlo en manos de los llamados early adopters. No es un caso aislado. De forma habitual, las empresas tecnológicas, especialmente algunas startups, ven a los clientes potenciales como una extensión de sus equipos de investigación y desarrollo.

Aprovechan el entusiasmo de algunas personas para poner en sus manos productos llamados a ser revolucionarios para que los vayan probando y con su feedback lo vayan mejorando y encontrando nuevos usos. No son productos perfectos, pero siempre está la promesa de que se pueden mejorar. La cuestión aquí es si esto es tolerable o lógico en un producto de 700 dólares que exige una suscripción mensual para funcionar. Quizá ese, el de querer hacer un producto de lujo sin poder dar una experiencia a la altura, ha sido el primer fallo de la compañía. El segundo ha sido el de inflar las expectativas y no transmitir que la innovación y los grandes cambios llevan tiempo.

También es de justicia decir que Apple y una empresa emergente como Humane no juegan con las mismas normas. Los primeros se pueden permitir pasar doce años desarrollando una nueva categoría porque no es el centro de su negocio. Incluso si la primera generación del gadget en cuestión no triunfa como esperan, tienen margen y una red de seguridad para seguir trabajando y mejorarlo. Un buen ejemplo es lo que ocurrió con el Apple Watch en sus primeras versiones. A pesar de que dio que hablar, hubo que esperar un par de entregas para que el dispositivo empezase a carburar como es habitual en los productos de la manzana.

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Las startups muchas veces dependen de un solo producto o servicio y además no cuentan con la potencia ni la capilaridad de las grandes compañías para llevarlo a todos los canales de distribución. Esa dependencia es difícil de gestionar, porque parece que cualquier movimiento está abocado a acabar en la puerta grande o en la enfermería. Probablemente, en casos como el de Humane AI, la presión de los inversores puede ser decisiva para lanzar precipitadamente un producto.

Solo el tiempo dirá si el fracaso de Humane AI tiene solución o les pasa factura tanto a ellos como al resto de empresas que andaban persiguiendo el mismo objetivo. Hay que decir que no es la primera vez que se pone en circulación algo roto o inacabado desde el punto de vista del software y acaba brillando años después. Los ejemplos más claros son los de Cyberpunk 2077 o No Man´s Sky. Son videojuegos que fracasaron en su lanzamiento por no cumplir las expectativas o tener graves fallos de rendimiento que, sin embargo, con el paso del tiempo sus desarrolladores han logrado enmendar. Especialmente significativo fue el lanzamiento del primero, que estuvo a punto de llevar a CD Projekt a la ruina. Ahora, incluso, el juego gana títulos.

También puede ser que, por muy bueno que sea lo que haya entre manos, no haya más cera en esta vela y que estas empresas están intentando convertir en dispositivo físico lo que en realidad está llamado a ser una app o una herramienta más de nuestros teléfonos.

Aunque el ruido no había alcanzado al común de los mortales, lo cierto es que era uno de los lanzamientos más esperados de 2024 en la industria tecnológica, solo por detrás de las Vision Pro de Apple. El aparato en cuestión es el AI Pin, un dispositivo impulsado por inteligencia artificial que aspiraba a librarnos de la tiranía de la pantalla y reemplazar al smartphone como nuestro dispositivo fetiche. El cacharro tenía en mente la idea de matar, en algún momento, al iPhone. La cuestión es que, tras mucho hinchar el globo, han bastado apenas cuatro días en el mercado para que su lanzamiento sea considerado un fracaso.

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