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Tres chicas van a un restaurante, piden vino y acaban ante el juez: así nace una leyenda urbana
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Tres chicas van a un restaurante, piden vino y acaban ante el juez: así nace una leyenda urbana

Anatomía de un bulo: de cómo una noticia del diario 'Bild' acabó señalando a Jordi Cruz como un estafador de comensales inexpertos

Foto: Fernando Arjona, del restaurante La Finca. (EFE)
Fernando Arjona, del restaurante La Finca. (EFE)

Tres mujeres jóvenes acuden a un restaurante con estrella Michelin para celebrar algo. Cuando les dan la carta de vinos, seleccionan uno con buena pinta que, creen, cuesta 22 euros. Al terminar la botella, el camarero les pregunta si quieren otra. Y después, otra. Tres botellas por las que esperaban pagar 66 euros, sin darse cuenta de que detrás del 22 no había una €, sino una K, la contracción anglosajona para indicar miles. Así, las jóvenes se encuentran con una factura de 66.000 euros que no pueden pagar. La cosa acaba con la presencia de la Policía y una demanda del restaurante.

Seguramente haya escuchado esta historia en los últimos meses. Quizá con cambios, como que el restaurante estaba en Madrid, en Barcelona o en Soria. O que las chicas celebraban una despedida de soltera, su ingreso en PriceWaterhouseCoopers o el divorcio de una de ellas. El vino puede costar 17.000, 20.000 o 22.000 euros.

Es igual: todas las versiones son mentira.

Se trata de una leyenda urbana que nació antes del verano y que ahora ha alcanzado su punto álgido. El vídeo superior tiene 1,4 millones de visualizaciones en TikTok y, pese a que algunos usuarios advierten a la influencer de que la historia podría ser falsa, es demasiado rentable como para prescindir de ella. La historia incluso ha llegado a los medios tradicionales, dando una pátina de veracidad a un suceso que no se sostiene por ninguna parte.

"En España no hay muchos restaurantes que tengan una referencia de 20.000 euros. Se trata de una circunstancia inusual, pero es que tener tres botellas de la misma añada, tan caras, es insólito", afirma a este periódico Jorge Dávila, jefe de sala del restaurante Volea y Premio Nacional de Gastronomía. Dávila también duda de que el sumiller les proporcionase a las chicas el vino sin advertirles del gasto. "Llevando el caso al extremo, me puedo llegar a creer que un sumiller te ponga un vino de ese nivel sin decirte nada. Si lo pides, te lo van a poner. Ahora, te aseguro que, a la segunda botella, les va a hacer entender lo que están haciendo".

"Si te descorcho un Romanée-Conti, no te lo voy a dejar encima de la mesa"

Dávila ha descorchado algunos vinos de este nivel, sobre todo Romané-Conti y Petrus, si bien describe la situación de una forma opuesta a la del bulo. "Uno no descorcha un vino de 20.000 euros y te lo deja en la mesa. A menudo hay que decantarlos y conlleva una ceremonia por la parte del sumiller. El hecho de que sea un vino único no implica que sea fácil de tomar; al contrario, son botellas que huelen muy fuerte al abrirlas, como una habitación cerrada, y que necesitan airearse. Son sabores complejos, con mucho aroma terciario a cuero y tierra húmeda, que no suelen gustar a los paladares inexpertos", explica el maître.

Tampoco le cuadra una carta en la que se lean K para indicar los miles de euros. "Nunca he visto algo así, ni siquiera en Ibiza, donde se trabaja con mucho cliente extranjero. Además, la carta de vinos suele ordenarse por precio: no es lógico encontrar un vino de 22 euros rodeado de varios que cuestan miles de euros".

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Como suele ser habitual, el bulo nace de una noticia publicada en otro país. En este caso de una publicada en el diario alemán Bild en mayo. El texto cuenta que un camarero del prestigioso restaurante Mon Amie Maxi, en Fráncfort, ofreció a un cliente una botella del champán Mathusalem, uno de los más caros del mundo, para una celebración con amigos. Según Bild, camarero y cliente no se habrían entendido, ya que uno dijo que costaba 13.000 euros y el otro entendió que eran 1.300. El caso, del que no se ha vuelto a publicar nada, habría terminado en los tribunales.

En poco menos de un mes, el bulo llegó a España. En primera instancia se le adjudicó al Abac, el restaurante del televisivo Jordi Cruz en Barcelona. Esta primera iteración hablaba de tres botellas con un precio de "18 M", que en inglés significa millones, servidas en la sala por el propio chef. "Es una historia que me ha llegado por muchos sitios y que sigue sonando. En Abac tenemos una carta de vinos con más de mil referencias, pero no tenemos vinos de 18.000 euros. Y yo tampoco sirvo vinos, porque no soy un sumiller, sino un simple pelagambas. En resumen, que todo esto es mentira y me apetecía desmentirlo", explica Cruz en un vídeo en Instagram.

Tras el desmentido, el bulo se trasladó a Madrid. La historia ya no hablaba de una despedida de soltera en Barcelona, sino de tres jóvenes consultoras que se habrían endeudado sin darse cuenta. Lo difundió la influencer Natalia Palacios en TikTok y lo amplificó en Twitter la usuaria Pamela Barbera. Entre ambas suman más de ocho millones de impactos, lo que hizo que la historia llegase a las mañanas televisivas.

De nuevo, muchos usuarios advirtieron que la historia tenía lagunas y apuntaban a que era un bulo, de modo que volvió a saltar de ciudad. La última versión registrada, publicada por el emprendedor Tristán Elósegui, sitúa los acontecimientos en un restaurante de Soria. Se añaden nuevos detalles, como que el vino venía acompañado de jamón de bellota y queso, para dotarle de mayor credibilidad, aunque sigue cumpliendo con una máxima de la leyenda urbana: los protagonistas nunca son amigos del que lo narra, sino amigos de un amigo.

En resumen, nadie conoce a quiénes les sucedió, porque nunca sucedió.

Un sumiller de un restaurante con estrella Michelin de Madrid, que prefiere no revelar su identidad, lamenta que estos bulos sean tan habituales en la restauración de lujo. "Claro que me ha llegado esta leyenda urbana. Es curioso que España es uno de los países con mejor gastronomía del mundo, pero su población sepa tan poco de cómo se trabaja en los restaurantes de alto nivel", dice. "A mí me han llegado a decir clientes que saben que les cambiamos las etiquetas a los vinos baratos para venderlos caros. Es un comentario propio de quien no sabe nada. A estos siempre les respondo lo mismo: si no eres capaz de diferenciar un vino de 500 euros de uno de 20, quizá sería mejor que te quedases con el de 20".

Este experto enólogo considera que este tipo de bulos solo pueden prosperar entre una población que no conoce lo básico. "Lo primero que hay que comprender es que esas referencias tan caras es la forma en la que un restaurante saca músculo. Yo no compro un vino por 19.000 euros y te lo vendo por 21.000, porque para eso te lo compras tú, lo abres en tu casa y te quedan 2.000 euros para los canapés. Lo que los restaurantes hacen es comprar añadas y guardarlas durante años hasta que consideran que están para servir. Son tan caros porque son productos únicos que solo vas a encontrar en mi restaurante".

"Esto no pasaría en Francia", continúa el sumiller. "Mucha gente acude a nuestros restaurantes con miedo, pensando que te estamos entregando la misma comida que un sitio de menús, solo que en menor proporción y mejor emplatada. Creen que a la mínima la cuenta se va a despendolar, por eso todos tenemos menús degustación a precio cerrado que en muchas ocasiones incluyen el vino maridado".

"Esos vinos son tan caros porque no los vas a encontrar en otro sitio más que en mi bodega"

Por último, el sumiller indica que no es normal tener precios tan elevados escritos en la carta. "Se vería obsceno, sobre todo desde el covid. Tampoco quieres que todo el mundo sepa que tienes joyas en la bodega de ese precio, porque todos hemos aprendido con la historia de Atrio. Lo que vas a ver es un apunte al final de la carta en la que se indica que tenemos otras referencias para ocasiones especiales. Me tienes que preguntar y yo te orientaré. Y obviamente no te voy a servir un Château Lafite para una cena de empresa, porque no lo vas a apreciar y tengo clientes a los que sé que les voy a dar la alegría de su vida cuando se lo saque", concluye el sumiller.

Tres mujeres jóvenes acuden a un restaurante con estrella Michelin para celebrar algo. Cuando les dan la carta de vinos, seleccionan uno con buena pinta que, creen, cuesta 22 euros. Al terminar la botella, el camarero les pregunta si quieren otra. Y después, otra. Tres botellas por las que esperaban pagar 66 euros, sin darse cuenta de que detrás del 22 no había una €, sino una K, la contracción anglosajona para indicar miles. Así, las jóvenes se encuentran con una factura de 66.000 euros que no pueden pagar. La cosa acaba con la presencia de la Policía y una demanda del restaurante.

Restaurantes con estrella Michelin Noadex
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