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Por qué la monarquía británica se viene abajo: "La decadencia es inevitable"
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Carlos Prieto

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Por qué la monarquía británica se viene abajo: "La decadencia es inevitable"

El estropicio de la foto manipulada de la futura reina, desaparecida desde hace más de dos meses por una enfermedad fantasma, acelera la crisis de la institución en un país en barrena

Foto: Recorte de la imagen distribuida por el Palacio de Kensington, en el que se aprecia la mano desenfocada y el cabello de Kate.
Recorte de la imagen distribuida por el Palacio de Kensington, en el que se aprecia la mano desenfocada y el cabello de Kate.
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La historia es la siguiente:

Kate Middleton llevaba dos meses y medio en paradero (mediático) desconocido. La única información oficial era que, a finales de enero, fue operada del abdomen, se estaba recuperando y no aparecería en público hasta Semana Santa. Punto pelota.

Ante el vacío de información oficial -respetado escrupulosamente por los medios británicos, incluidos los tabloides- se generó un universo alternativo digital más o menos loco sobre el presunto paradero de la futura reina.

Los niveles de especulación crecieron tanto que quebraron la estabilidad monárquica. Presionada por la opinión pública, el pasado domingo, la institución colgó la primera foto oficial de Kate tras la convalecencia, pero las agencias internacionales denunciaron su grosera manipulación. Era una imagen trucha. La casa real lo ha admitido. Se especula con que pueda ser una foto tuneada de las pasadas Navidades, antes de la retirada de la princesa. O cuando una estrategia para frenar rumores los multiplica por 1000. ¿Qué pasa con Kate y a qué viene tanto embuste?

El contexto es el siguiente:

El historiador Alexander Demandt recopiló 210 teorías diferentes sobre la caída de Roma. Sobre el desmoronamiento del imperio británico aún no tenemos tantas, sí sabemos que el país entró hace años en bucle decadente. Por si Boris y el Brexit no hubieran generado suficiente desasosiego, luego llegó una primera ministra -Liz Truss- que duró 45 días en el cargo al estallar su experimento económico lafferiano. Que Truss era un poco gafe es prácticamente un hecho: en la última foto que vimos con vida a Isabel II, salía dándole la mano a Truss.

placeholder Isabel II durante su última aparición pública, saluda a Liz Truss.
Isabel II durante su última aparición pública, saluda a Liz Truss.

Como una de esas historias en las que patriarca/matriarca de gran conglomerado muere y, caída la viga maestra, la familia se desintegra, los Windsor se están viniendo abajo sin que nadie sepa bien cómo frenar la sangría.

En la familia disfuncional Windsor se concentran las siguientes tipologías: a) Un rey -Carlos III- que nadie pensaba que reinaría, y cuando lo logró a última hora, dio muestras de incomodidad e irritación en el cargo. Para colmo, cuando se ajustaba por fin al rol, un cáncer le puso otra vez en fuera de juego. b) Dos exiliados californianos -Meghan y Harry, ex heredero suplente al trono- que dieron el portazo por la presión de los tabloides. Aunque muchas de las denuncias de la pareja sobre los excesos de los medios resultaron ser ciertas, parte del país los ve como unos oportunistas que han vendido su relato al mejor postor (Netflix). c) Un hermano del Rey -Andrés- bajo tierra por su afición a las fiestas sórdidas de Jeffrey Epstein.

En resumen: Si la legitimidad de las monarquías en el siglo XXI se mide por el grado de glamour y honorabilidad de sus miembros, hace tiempo que los Windsor tienen un pequeño problema de relaciones públicas.

El cuento de hadas

En ese clima de descomposición acelerada, la gran esperanza eran los sucesores al trono, Guillermo y (la muy popular) Kate, pero su cuento de hadas ha gripado los últimos meses, y no solo por la desaparición mediática de la futura reina, sino porque, antes de la pandemia, los tabloides (The Sun) insinuaron que el futuro rey tenía un affaire con una aristócrata, noticia desaparecida misteriosamente de la red.

Al periodista que desveló la presunta infidelidad real, le debió dar luego un golpe en la cabeza, pues pasó a ignorar el asunto y empezar a publicar informaciones privadas sobre… Meghan y Harry. Una investigación posterior desveló que la fuente de sus artículos maliciosos contra Meghan y Harry era un miembro del equipo de comunicación de los futuros reyes, lo que da idea del buen ambiente existente en el seno de la institución británica.

Foto: Kate Middleton y Meghan Markle, en Wimbledon. (EFE)

Kate y Guillermo, por tanto, no parecían pasar por su mejor momento cuando ella cayó enferma y se alejó del mundanal ruido.

Además de la incertidumbre sobre el estado de Kate, el embrollo ha puesto en duda la capacidad del heredero al trono para gestionar crisis. En las últimas semanas, Guillermo se ha borrado de importantes actos oficiales en el último minuto, y en los que sí ha aparecido, lo ha hecho visiblemente descompuesto. La parálisis del futuro Rey ha disparado los comentarios sobre su “falta de cuajo y carácter” (en palabras de un experto en casas reales que prefiere no dar su nombre) comparado con su granítica abuela, que lideró la institución durante el convulso siglo XX.

Con la práctica totalidad de la familia real paralizada por un motivo u otro -enfermedades, exilios y bloqueos- Camilla, improbable reina regente, ha tenido que cubrir más agenda pública de la prevista. Pues bien: Camilla también se ha visto desbordada, quizá por falta de costumbre laboral, y ha tenido que pedirse vacaciones extra para airearse (esto ha pasado).

"Al futuro Rey le falta cuajo y carácter"

A la crisis permanente de la sociedad británica -parodia del imperio engrasado que una vez fue- se le une otra específica, la de las monarquías europeas en el siglo XXI, capaces de mantener el interés del público vía papel cuché, pero incapaces de adaptarse comunicativamente a los tiempos. El equipo de prensa de Kate decidió cerrar el grifo a los medios sobre su estado de salud, desatando involuntariamente el caos digital.

No hay que ser Marshall McLuhan para entender que los cerrojazos informativos reales funcionaban mejor cuando no había internet, algo que sabía Juan Carlos I, que surfeó los años noventa bajo palio mediático. Es una ley de hierro monárquica con o sin internet: en caso de grave crisis interna, las casas reales tienden a la opacidad, cuando no directamente al ocultamiento, parte de la prensa mira hacia otro lado y cada ciudadano rellena el relato como buenamente puede.

Ante la dejación de funciones comunicativas de los Windsor, dejadas las interpretaciones del caso Kate al albur del pueblo digital, emergen personajes como la periodista española Concha Calleja, convertida en la bestia negra de la versión oficial, tras decir en la tele (el programa Fiesta en Mediaset) que Kate había estado en coma inducido, información desmentida por la casa real británica (en una de sus escasas intervenciones del caso). Concha Calleja, por cierto, es autora de dos libros sobre Lady Di y Michael Jackson, en los que califica sus muertes de, ejem, asesinatos.

Movidas internas

Pero nadie está libre de contradicciones en esta historia. Mientras la casa real es incapaz de dar una versión única sobre la foto manipulada -unos dicen que fue cosa de él y otros que de ella- las discrepancias internas sobre cómo gestionar la ausencia de Kate han sido notables. Cada rama real tiene su propio equipo de comunicación, generando fuertes contrastes, como anunciar el cáncer del Rey y enterrar a la vez la enfermedad de Kate...

“El Palacio de Buckingham anuncia que el Rey ha sido diagnosticado con cáncer, aunque el comunicado no especifica de qué tipo. El Rey pospondrá sus "tareas de cara al público" pero seguirá "realizando asuntos estatales y trámites oficiales". El comunicado señala claramente que ha optado por compartir su diagnóstico "para evitar especulaciones". El hecho de que el Palacio de Buckingham utilice la frase mordaz "para impedir la especulación" y al mismo tiempo se niegue a especificar el cáncer del Rey es un golpe maestro de relaciones públicas. Una vez más, el equipo de prensa del Rey parece contrastar la forma en que se está manejando el problema médico de Kate”, contó NiemanLab.

Un experto en la sociedad británica que prefiere no dar su nombre, asegura que estamos ante “la inevitable decadencia de la institución imperial”. “Las monarquías constitucionales implican que pagamos una obra de teatro en la jefatura del Estado que se supone representa de alguna manera cómo queremos ser mandados. Aparecer en Westminster con el trono de oro, el armiño y las joyas de la corona, y precedido por veinte señores con peluca y togas”, mantuvo su aura hasta la muerte de Isabel II, pero ahora “se ha convertido en una comedia con todas las de la ley”.

En efecto, manipular a la opinión pública con fotos o cualquier otro ornamento, no ayuda a que la institución recupere su pompa y circunstancia. La cuestión ya no es solo el estado real de Kate, sino la mentira como forma única de comunicación cuando vienen mal dadas. Cada vez es más complicado tomárselos en serio.

La historia es la siguiente:

Kate Middleton
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