Así se consigue un pollo a 2 euros en el súper: el covid expone las vergüenzas de Alemania
En los últimos días, se han descubierto las infames condiciones en que trabajan y viven muchos inmigrantes de Europa oriental en Alemania, al dispararse los contagios en varios mataderos
La pandemia está tensando las costuras más débiles de las sociedades. Incluso en las que hasta el momento mejor han plantado cara al covid-19. Es el caso de Alemania, donde en los últimos días se han descubierto las infames condiciones en que trabajan y viven muchos inmigrantes de Europa oriental al dispararse los contagios en varios mataderos locales. Los albergues comunes en los que se alojaban hacinados fueron el caldo de cultivo perfecto para la propagación del coronavirus.
La alerta saltó cuando empezaron a multiplicarse los infectados en Coesfeld, una ciudad de más de 35.000 habitantes en el oeste de Alemania. Los epidemiólogos no tardaron en trazar el origen del foco. Más de 200 contagiados, casi un cuarto del total de los afectados en ese distrito, eran extranjeros comunitarios, principalmente rumanos, búlgaros y polacos, que trabajaban en un gran matadero local, una filial de Westfleisch, el tercer mayor procesador de carne de Alemania y entre los mayores de Europa. Este gigante exporta el 40% de su producción a 40 países de todo el mundo. Y las cifras de contagiados seguirían elevándose en los días siguientes. Según el recuento más reciente, se han registrado un total de 279 casos positivos, el 23% de los 1.200 trabajadores que componen la plantilla de esa planta.
La investigación siguió adelante, para comprobar que el principal factor de propagación del coronavirus entre los trabajadores eran sus alojamientos. Con unas condiciones salariales y laborables deficientes, la inmensa mayoría de los empleados procedían de Europa del Este y residían en saturados albergues comunitarios, donde la privacidad no existe y las reglas de distanciamiento social no se pueden cumplir. Tampoco se pueden respetar en los autobuses en los que se les llevaba cada mañana a la planta a trabajar. Muchos de los afectados, con mínimos conocimientos de alemán, ni siquiera eran conscientes de la situación de excepción que se vive en el país por la pandemia, según han relatado ellos mismos a varios medios locales. Desconocían las restricciones y las medidas de distanciamiento social.
"Esclavitud moderna"
El sacerdote católico Peter Kossen, que se manifestó frente a la entrada de la planta de Westfleisch con un cartel que decía "Fin a la esclavitud moderna", aseguró en declaraciones a Deutsche Welle que la tragedia se veía venir "desde hacía semanas". Los inmigrantes, explicó, viven "hacinados" en "alojamientos colectivos y cabañas mohosas" y van a trabajar en "autobuses abarrotados".
Tirando del hilo, las autoridades llegaron a sus condiciones laborales. Los inmigrantes estaban subcontratados por empresas interpuestas y, además, por obra, pese a llevar a cabo labores ordinarias en el matadero. Cubrían turnos en ocasiones de hasta 16 horas y no se les permitía disfrutar de sus descansos. El ministro de Trabajo, el socialdemócrata Hubertus Heil, instó en el Bundestag a afrontar los fraudes de ley en el sector. "No podemos como sociedad mirar hacia otro lado cuando personas de Europa central y oriental son explotadas aquí", denunció. La ministra de Agricultura, la conservadora Julia Klöckner, agregó por su parte que algunas "ovejas negras" estaban afectando a la "imagen del conjunto del sector".
Las autoridades municipales se vieron forzadas a cerrar temporalmente la planta, que quedó clausurada finalmente semana y media. El departamento de Sanidad de Renania del Norte-Westfalia ordenó entonces realizar test a los trabajadores del matadero. Todos los empleados migrantes quedaron en cuarentena en sus alojamientos hasta que se pudo perimetrar y contener el brote.
Además, antes de reabrir la planta se realizó una prueba general con las nuevas medidas de seguridad y todavía sin animales. Varios funcionarios supervisaron la puesta a punto del matadero antes de que pudiera reabrir. Posteriormente, se hizo un ensayo con 1.500 cerdos, aún bajo vigilancia de las autoridades, con el objetivo de que la empresa pueda progresivamente recuperar su operatividad.
Más mataderos afectados
No es el único matadero que ha tenido problemas en Alemania. En Osnabrück, se clausuró temporalmente otra planta de procesamiento de productos cárnicos (también de Westfleisch) después de que se identificase un foco de coronavirus. En esa empresa, 92 de los 278 trabajadores dieron positivo. En un matadero de la empresa Müller, en Birkenfeld, 90 trabajadores dieron positivo en las pruebas.
En la planta de Vion, en Bad Bramstedt, fueron 109 los empleados infectados, entre ellos, muchos migrantes que pernoctaban juntos en un alojamiento de la empresa y quedaron en cuarentena. También en un matadero de Oer-Erkenschwick, filial también de Westfleisch, 33 de los 1.250 empleados se han contagiado. Asimismo, otros 77 operarios de una planta en Straubing-Bogen han dado positivo. El temor a que la precariedad fuese la norma en el sector cárnico llevó a varios gobiernos regionales a testar a todos los trabajadores de mataderos. Solo en Baja Sajonia, se han previsto unas 10.000 pruebas.
Según la Oficina Federal de Estadística, unas 128.000 personas trabajan en los 376 mataderos y las 1.105 plantas de procesamiento de productos cárnicos de Alemania. Su salario medio bruto es de 26.700 euros y el convenio colectivo del sector fija el salario mínimo en 9,35 euros la hora. Pero parte de la realidad escapa a estos datos. Heil reconoció recientemente que en el sector entre el 50 y el 80% de los empleados están subcontratados, con frecuencia a través de estructuras complejas de múltiples niveles que, según el ministro de Trabajo, dificultan a la inspección el cumplimiento de las normas laborales. Westfleisch ha sido en varias ocasiones investigada por la Justicia alemana. Por evasión de impuestos, pero también por pagar a sus trabajadores extranjeros por debajo de convenio gracias a una maraña de subcontratas.
En reacción a este escándalo, el Consejo de Ministros aprobó la semana pasada el aumento de los controles sanitarios y laborales a estas empresas, pero también el fin de los contratos por obra en el sector cárnico a partir del 1 de enero del año que viene, así como el recurso a las subcontratas. Todos los operarios en su plantas deberán ser propios. "Quiero que en este sector sea normal lo que es normal en otros sectores", afirmó Heil, tras tachar de "intolerables" las condiciones de muchos trabajadores en esta área económica.
La irrupción del coronavirus en Alemania ha sido todo un reto para el sector primario alemán. El cierre de las fronteras para controlar la propagación de la pandemia ha afectado especialmente a una actividad dependiente de la mano de obra extranjera, ya que la población local no quiere desempeñar muchos de esos puestos de trabajo, por las malas condiciones y su escasa retribución. La situación se ha reconducido en parte gracias a las excepciones aprobadas por el Gobierno alemán. Entre ellas destacan los vuelos charter fletados para traer directamente desde Rumanía a jornaleros para la cosecha del espárrago, ya que su ruta terrestre habitual era en marzo imposible. Asimismo, varios políticos han lanzado la idea de movilizar a los refugiados que aún no han encontrado empleo, unos 600.000, para el trabajo en el campo.
La pandemia está tensando las costuras más débiles de las sociedades. Incluso en las que hasta el momento mejor han plantado cara al covid-19. Es el caso de Alemania, donde en los últimos días se han descubierto las infames condiciones en que trabajan y viven muchos inmigrantes de Europa oriental al dispararse los contagios en varios mataderos locales. Los albergues comunes en los que se alojaban hacinados fueron el caldo de cultivo perfecto para la propagación del coronavirus.
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