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Los 'tories' se hundirán, pero los laboristas no entusiasman: las claves de las elecciones en UK
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Adelanto a la desesperada

Los 'tories' se hundirán, pero los laboristas no entusiasman: las claves de las elecciones en UK

Con una ventaja para la oposición laborista y agotados tras catorce años en el poder, todo apunta al fin de una era para los conservadores. Pero serán los tories los que pierdan, no los laboristas los que ganen

Foto: El líder laborista, Keir Starmer, junto al primer ministro conservador, Rishi Sunak, en el Parlamento británico. (Reuters/Hannah McKay)
El líder laborista, Keir Starmer, junto al primer ministro conservador, Rishi Sunak, en el Parlamento británico. (Reuters/Hannah McKay)
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Empapado ante la lluvia, sin paraguas y con dificultades para articular un discurso boicoteado por los manifestantes poniendo a todo volumen “Las cosas sólo pueden ir a mejor”, el himno laborista de 1997. Pocas imágenes representan mejor el preludio de un desastre que la protagonizada este miércoles por Rishi Sunak al anunciar el adelanto electoral en el Reino Unido para el 4 de julio.

La maniobra tomó desprevenidos a los propios ministros de gabinete y la sorpresa entre las filas conservadoras no ha sido precisamente grata. Con una ventaja de más de 20 puntos para la oposición laborista, no son pocos los que consideran que es un suicido político. “Convocar elecciones anticipadas es admitir la derrota y que, en todos los aspectos, desde las finanzas públicas hasta los servicios públicos, lo peor está por llegar”, señala en su editorial la revista The Spectator, biblia para los tories.

Pero lo cierto es que aguantar hasta otoño, que es cuando estaban previstas, estaba siendo cada vez más complicado para el inquilino de Downing Street. Tras 14 años en el poder —incluyendo un periodo frenético de cambio de los últimos tres primeros ministros en apenas dos meses—, el Partido Conservador muestra claros signos de agotamiento. Todo apunta al fin de una era.

El Brexit no ha conseguido acabar con las guerras internas. Tampoco ha logrado recuperar el control de las fronteras ni facilitar la burocracia a las empresas. Nada más lejos de la realidad. Cada semana, hay rumores de una nueva deserción de otro diputado que se cambia al bando laborista o de un escándalo recién gestado. Algunos parlamentarios conservadores ya están aceptando nuevos puestos de trabajo, al no poder esperar los últimos meses de lo que consideran una agonía.

Y lejos de la popularidad conseguida como ministro del Tesoro durante la pandemia gracias a un generoso paquete de ayudas que engrosaron aún más la deuda, el actual índice de aprobación de Sunak —mudado en octubre de 2022 a Downing Street por un proceso de primarias sin pasar por las urnas— es el más bajo que el de casi cualquier primer ministro desde que existen registros.

En los últimos comicios de 2019, el polémico Boris Johnson llevó a los tories a una victoria histórica con la promesa de ejecutar el Brexit. Los conservadores llegaron incluso a arrebatar a los laboristas distritos del llamado Muro Rojo del norte de Inglaterra. El partido laborista, dirigido entonces por el izquierdista radical Jeremy Corbyn, cosechó los peores resultados desde 1935.

Pero la formación cuenta ahora como dirigente con el moderado Keir Starmer, cuyo carisma brilla por su ausencia, pero que aspira a conseguir una victoria histórica como la que consiguió Tony Blair en 1997. El declive de los nacionalistas escoceses del SNP en Edimburgo, además, favorece la recuperación del que históricamente había sido un bastión de votos para los laboristas. Si Starmer gana, se convertirá en el cuarto líder del partido en llegar al gobierno desde la Segunda Guerra Mundial y sólo el segundo en los últimos 50 años.

Foto: El primer ministro británico, Rishi Sunak. (Reuters/Pool/Stefan Rousseau )

En un Reino Unido conservador la pregunta ahora no es quién va a ganar los comicios, sino por cuánto tiempo estarán ahora los tories condenados a la oposición. El debate está entre una derrota a la que se pueda sobrevivir (es decir, unos 200 parlamentarios menos que los 344 actuales) o una que podría ser un evento de nivel de extinción (quedarse con cerca de 50). El humor negro es ahora la fuerza principal que sostiene los salones de té en Westminster, con activistas más experimentados citando a Lord Tennyson (“En el valle de la muerte cabalgaron los seiscientos”) y los aspirantes a convertirse en el próximo líder ante la esperada salida de Sunak buscando ya apoyos.

Los partidarios de haber esperado hasta noviembre defienden que las cosas estarían mejor para entonces. Creen que la migración neta comenzará a disminuir a medida que entre en vigor el régimen de visas más estricto para estudiantes y trabajadores. Apuestan a que la lista de espera del Sistema Nacional de Salud Público (7,5 millones según el último recuento) caerá por debajo de los seis millones. Y ahora que la inflación regresa al objetivo del 2%, defiende que la presión de la economía familiar (donde la cesta de la compra es 1.000 libras más cara que los últimos comicios) comenzará a relajarse.

Tras el declive de la libra con el fugaz mandato de Liz Truss por el anuncio recortes de impuestos más radical desde 1972, Sunak se presentó como el único que podía enderezar una economía donde la inflación llegó al 11%. Y el premier ha cumplido la promesa. El anuncio del adelanto electoral quiso aprovechar el tirón de las últimas cifras publicadas el miércoles, donde la inflación se ha situado en el 2,3%, el nivel más bajo desde julio de 2021. “La estabilidad económica solo es el comienzo. La cuestión ahora es en cómo y quién confiáis para que ese cimiento se convierta en un futuro seguro para vosotros, vuestras familias y el Reino Unido”, expresó.

Foto: Un cartel da la bienvenida a los conductores a Belfast Harbour Estate en Belfast. (EFE/Liam Mcburney)

Pero, ¿cuánto confía la gente en el Partido Conservador ahora, después del caos de los últimos años y con la mayor carga fiscal que se recuerde? El hecho de que ya no se esperen muchas más mejoras económicas y que incluso haya escepticismo sobre la probabilidad de recortes de tipos de interés o la capacidad del gobierno para aplicar bajadas de impuestos, sería uno de los factores que habría animado a Sunak a tomar la decisión de sacar las urnas en verano.

El premier también espera que en el plazo hasta el día de las elecciones despegue un vuelo hacia Ruanda con solicitantes de asilo a bordo, tras aprobar la controvertida ley para luchar contra la inmigración ilegal, una de las cuestiones que más preocupa al electorado y donde el gobierno ha perdido el control. Según los últimos datos oficiales, el número de personas que llegaron a las costas británicas en pateras en los primeros cuatro meses de 2024 fue el mayor jamás registrado para ese período, con 7.167 personas, en comparación con 5.745 en el mismo período del año pasado. El récord anterior de esos cuatro meses era de 6.691.

Sunak confía en que la sorpresa de la maniobra evite el regreso a la política de Nigel Farage, el enfant terrible del Brexit. El partido de derechas fundado por el populista, Reforma, cada día acorta más distancias con los conservadores.

Pero, ante todo, el primer ministro se ha querido adelantar al plan de los rebeldes para derrocarle. Cambiar de líder a las puertas de unas generales podría parecer inaudito. Nadie cree que un nuevo mandatario salvaría a los conservadores de la derrota en las urnas, pero sus detractores querían al menos “reducir el tsunami a una mera inundación” para no quedar condenados a estar décadas fuera de Downing Street. La cuestión es que no existe un claro sucesor. El nombre de la presidenta de la Cámara de los Comunes y presidenta del Consejo, Penny Mordaunt, suena en las quinielas. Pero no ha ocupado ningún cargo relevante en el Ejecutivo.

Un partido se hunde, el otro se mantiene

Por lo tanto, salvo sorpresas (una semana en política es un mundo) el laborista Keir Starmer, antiguo Fiscal General del Estado con título de Sir, está llamado a convertirse en el próximo inquilino del Número 10. Con unos sondeos donde tiene más de 20 puntos de ventaja, se anticipa una victoria aplastante. Aunque los datos subyacentes sugieren que Starmer y su partido no son más populares ni más confiables de lo que eran en 2015, cuando los conservadores obtuvieron la mayoría. En definitiva, en las elecciones de julio, no es tanto que los laboristas van a ganar, sino que los conservadores van a perder.

Ben Page, director ejecutivo de Ipsos, asegura que “las calificaciones personales de Starmer son las más bajas se hayan visto jamás para un líder de la oposición que está tan por delante en la intención general de voto”. “Lo que está impulsando la política británica es más el disgusto hacia los conservadores que el deleite por lo que ofrecen los laboristas”, matiza.

Pese a que en 2020 fue elegido con una plataforma de continuar el legado de su predecesor Jeremy Corbyn, Starmer pronto comenzó a revocar gran parte del manifiesto del partido de 2019. El proceso se aceleró después de las elecciones parciales de Hartlepool en 2021, que los laboristas perdieron ampliamente frente a los conservadores, siendo solo la segunda vez que un partido gobernante aumentó su porcentaje de votos en una elección parcial desde 1982.

Foto: El líder laborista Sir Keir Starmer (d) es bañado en purpurina por un manifestante durante su discurso de apertura de la Conferencia del Partido Laborista en Liverpool. (EFE / Adam Vaughan)

Desde los primeros días de su liderazgo, Starmer ha abandonado sus promesas de abolir las tasas de matrícula universitaria, aumentar el impuesto sobre la renta para el 5% de los que más ganan y recuperar la propiedad pública de los ferrocarriles, Correos, agua y energía. También hizo, y luego abandonó, una promesa de gastar 28.000 millones de libras al año en inversiones verdes, y diluyó una política emblemática para mejorar los derechos de los trabajadores. Pasó de prometer proteger la libre circulación cuando el Reino Unido abandonó la UE a insistir en que un gobierno laborista ni siquiera toleraría volver a unirse a la unión aduanera.

En definitiva, su enfoque replica el de Tony Blair en la década de los 90 cuando el entonces líder laborista fue comparado con “un hombre que lleva un jarrón Ming chino de valor incalculable sobre un suelo muy pulido”. Cuando uno político no tiene nada que esté dispuesto a defender a toda costa, es un problema. Blair lo suplió con carisma arrollador. Pero el don de gentes de Starmer es similar al de una ameba. Por mucho que quiera copiar a Blair, por mucho que haya calcado incluso su foto para el retrato oficial de campaña (camisa blanca sin chaqueta con mangas remangadas y corbata), no levanta las mismas pasiones entre el electorado.

A diferencia de Blair, sin embargo, heredará una economía que acaba de salir de la recesión, unas finanzas gubernamentales al límite y unos servicios públicos en ruinas. En este sentido, fuentes de la oposición aseguran que “lo bueno de la estrategia del jarrón Ming es que, al menos, si ahora ganamos, las expectativas serán bajas”.

Empapado ante la lluvia, sin paraguas y con dificultades para articular un discurso boicoteado por los manifestantes poniendo a todo volumen “Las cosas sólo pueden ir a mejor”, el himno laborista de 1997. Pocas imágenes representan mejor el preludio de un desastre que la protagonizada este miércoles por Rishi Sunak al anunciar el adelanto electoral en el Reino Unido para el 4 de julio.

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