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Hay una Dubái en el Caribe, y va camino de convertirse en uno de los países más ricos del continente
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11.000 millones de barriles de petróleo

Hay una Dubái en el Caribe, y va camino de convertirse en uno de los países más ricos del continente

Guyana, desde el descubrimiento de un gigantesco pozo petrolífero en 2015, se ha convertido en una de los mercados más pujantes del continente americano

Foto: El logotipo de ExxonMobil se ve en esta ilustración tomada. (Reuters/Dado Ruvic)
El logotipo de ExxonMobil se ve en esta ilustración tomada. (Reuters/Dado Ruvic)
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El primer ministro de Guyana, Irfaan Ali, ha sido viral en los últimos días por una agitada discusión con un periodista de la BBC. "Deja de sermonearme", le espetó a su interlocutor durante una entrevista televisada, cuando este cuestionaba la afectación al cambio climático del crecimiento del pequeño país sudamericano en torno a las ingentes cantidades de petróleo descubiertas en sus costas.

"¿Están usted y su plataforma en el bolsillo de aquellos que han destruido el medio ambiente a través de la revolución industrial y ahora nos sermonean?", se preguntó airado el premier, mientras recordaba que Guyana tiene una selva tropical del tamaño de Inglaterra y Escocia combinadas, como si defendiese el derecho de su país a dejar de ser lo que había sido hasta ahora: uno de los países más pobres del hemisferio occidental.

Ali y su desconocido país, que no se independizó de Reino Unido hasta 1966, han tenido dos presentaciones al mundo consecutivas. El amago de conflicto internacional con Venezuela en torno a la región del Esequibo, que Caracas reclama como propio desde hace casi dos siglos, y esta controvertida entrevista.

Dentro de poco, probablemente, el país no necesitará mayor presentación para nadie. Guyana ya es conocida como "la Dubai del Caribe". Su paradigma cambió por completo en 2015, cuando la compañía estadounidense ExxonMobil descubrió en sus aguas unas espectaculares reservas de unos 11.000 millones de barriles de petróleo, similares a las de Brasil y Argelia, y muy superiores a las de países como México y Angola.

Foto: El exprimer ministro, Boris Johnson. (Reuters/Toby Melville)

La diferencia con esos países es que Guyana tiene apenas 800.000 habitantes y está camino, por ende, de rivalizar con Arabia Saudí, Catar y Kuwait para convertirse en el país con más petróleo per cápita de todo el globo... y un PIB per cápita acorde.

A los guyaneses les ha tocado el premio gordo de la lotería. El petróleo —que además es ligero y cuesta menos procesar que, por ejemplo, el venezolano— comenzó a ser extraído cuatro años después del hallazgo, en 2019, y desde entonces la economía ha sufrido una transformación como pocas se han dado en la historia reciente.

El PIB creció un 62% en 2022 —la mayor tasa del mundo— y un 38% el año pasado. No va a parar ahí. La agencia Fitch espera que la economía se expanda un 115% durante los próximos cinco años, cuando el país pasará de extraer 360.000 barriles diarios a 1,2 millones, según las estimaciones de los analistas.

Entre 2019 y 2024, el PIB pasó de 5.170 M de dólares a 14.700 M, una expansión del 184%

Los números económicos son ciencia ficción para el resto de la región y la práctica totalidad del globo. Entre 2019 y 2024, el PIB pasó de 5.170 millones de dólares a 14.700 millones, lo que supone una expansión del 184%.

El PIB per cápita pasó, en ese periodo, de 6.477 dólares a 18.199 dólares. El ascenso parece imparable. Guyana ha pasado, en menos de un lustro, a ser el segundo país con mayor PIB per cápita de Sudamérica, quedando ya muy cerca de Uruguay y sus 20.795 dólares y doblando los 8.917 dólares per cápita de Brasil. Se espera que para 2030 supere el PIB per cápita de Estados Unidos, que ronda los 75.000 dólares.

La guyanesa es, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía de más rápido crecimiento del globo. Hasta 2019 basaba su desarrollo en la minería de metales preciosos y una agricultura prácticamente de subsistencia. Eso ahora ha cambiado.

Morir de éxito

Los ingentes ingresos han revolucionado al país. El Gobierno construye puentes, su primer puerto de aguas profundas, escuelas, una docena de hospitales, las vías anteriormente descubiertas de la capital son ahora carreteras de pleno derecho y las mayores compañías hoteleras del mundo ya están también erigiendo sus establecimientos en el país caribeño.

El presupuesto para infraestructuras era de 187 millones de dólares en 2019 y hoy es de 650 millones de dólares. Bancos de países como China —que está posicionándose como un socio clave— o Austria han financiado obras multimillonarias a las empresas de sus países en Guyana, seguros de cobrar. Numerosos migrantes —se calcula que el 50% de la población vive fuera del país— están retornando al país en el que nacieron.

El petróleo está tirando, además, de otros sectores. La minería y la agricultura, a rebufo, también han despegado. Aumentaron las inversiones en transporte y vivienda. El empleo se ha diversificado, y hay nuevas oportunidades laborales.

Foto: Urnas electorales en Venezuela en una imagen de archivo. (EFE/Henry Chirinos)

No es oro todo lo que reluce. El 37,5% de la población, según datos recogidos por la agencia Bloomberg, sigue viviendo en la pobreza extrema. Parte de la ciudadanía se queja de que los beneficios del petróleo no solo no les están llegando, sino que, por lo menos en las ciudades, está encareciendo el costo de productos y servicios. Guyana ya era el país más desigual de Sudamérica junto con la vecina Surinam antes del boom petrolero. Muchos temen que esa brecha se amplíe ahora, aunque las autoridades aseguran que los fondos beneficiarán a todos.

Son tres los principales desafíos, según los analistas, que afronta Guyana durante este boom económico. El primero es saber administrar la avalancha de fondos que ya están llegando a las arcas para no morir de éxito. Ya ocurrió en otros países como Angola y Congo, donde se han dado conflictos sociales y depauperación institucional. Podría parecer fácil manejarse en la situación en la que está ahora Guyana, pero no lo es, especialmente en países con instituciones débiles, grandes dosis de corrupción y escaso análisis de mercado, un cóctel perfecto para que las cosas no salgan como se esperan.

Algunos ya alertan que Guyana no tiene la estructura estatal ni los perfiles técnicos que se necesitan para administrar su nueva situación, y previenen contra el denominado "Mal Holandés", un concepto muy repetido estos meses en el país sudamericano. Se refiere a las repercusiones negativas de un rápido desarrollo como resultado de recursos recién descubiertos que, de forma paradójica, suponen finalmente un perjuicio económico. Guyana debe, según los analistas, asegurarse de que sus proyectos de desarrollo contribuyan al bienestar de sus ciudadanos.

Foto: Imagen de archivo del buque HMS Trent británico. (Reuters/Yoruk Isik)

"Es imperativo que el país utilice los recursos para diversificar la economía más allá del petróleo y el gas, algo que el Gobierno está persiguiendo de manera agresiva, y que invierta en el sector de la infraestructura, educación, la seguridad nacional y los servicios sociales", destaca a El Confidencial el analista económico guyanés Joel Bhagwandin.

Otros países han hecho oídos sordos anteriormente a esas recomendaciones y han acabado en crisis. Ali asegura que su Gobierno ha dado pasos certeros para asegurar su futuro. "No estamos construyendo una nación energética, sino una economía diversificada que se centra en varias áreas de crecimiento", ha expuesto recientemente.

Suele destacar su proyecto de ser un nexo de salud a nivel regional, y no solo local, con los centros médicos que está construyendo. También ha planeado la construcción de Silica City, una nueva urbe destinada a profesionales de la alta tecnología e industrias pioneras en el sector turismo, industrial y ambiental, aunque a algunos expertos les preocupa ese mismo proyecto como una muestra de una posible mala inversión, por ambiciosa.

Foto: EC Diseño Opinión
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A Guyana van a llegar cientos de asesores e inversores internacionales con decenas de proyectos. Aunque la mayoría tengan buenas intenciones, el Gobierno debe acertar con lo que acabe aceptando.

Otro problema es una política profundamente dividida por cuestiones étnicas. Los guayaneses descendientes de La India suponen el 40% de la población y la mayoría vota al centro izquierdista Partido Popular Progresista (PPP) de Ali. Esa superioridad demográfica les ha hecho imponerse en la mayoría de procesos electorales de las últimas décadas. Parte importante de la élite económica del país pertenece a ese origen étnico.

Los guayaneses descendientes de los africanos que fueron llevados como esclavos a Guyana para trabajar en la caña de azúcar son el 30% de la población y la mayoría vota al también centro izquierdista Congreso Nacional del Pueblo (CNP). La población indígena constituye alrededor de un 10% de los guyaneses y suelen elegir entre uno u otro partido, sin alianzas claras.

Foto: Un hombre carga un cuadro del mapa de Venezuela con la adhesión del Esequibo. (EFE/Miguel Gutiérrez)

En 2020 se produjo una controversia electoral que duró cinco meses. El entonces presidente, David Granger, del CNP, reclamó la victoria en los comicios ante las denuncias de fraude del PPP de Ali, que forzó un recuento adicional de los votos. Ese conteo le dio la victoria al partido que inicialmente había aparecido como perdedor, pero aun así el actual mandatario no pudo jurar el cargo hasta agosto y ante las presiones de, entre otros, EEUU.

Algunos temen que la llegada de la avalancha de fondos pueda acabar en una crisis debido a esa estructura social. De hecho, el CNP ya ha protestado enérgicamente porque ninguno de sus miembros se sienta en la mesa directiva del fondo soberano de desarrollo que ha creado Ali para generar proyectos con el dinero del petróleo.

Foto: El presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, junto a diputados del organismo, develan un mapa de Venezuela al que se le añade al Esequibo. (EFE/Miguel Gutiérrez)

Tercero, y no menos importante, Venezuela no parece dispuesta a dar su brazo a torcer en el caso Esequibo y reclama como propio ese territorio, que supone las dos terceras partes del país y es rica no solo en hidrocarburos, sino también en recursos minerales, como oro, diamantes, bauxita, coltán y uranio. Imágenes por satélite confirman la llegada reciente de militares venezolanos al otro lado de la muy selvática frontera.

Caracas se mueve en el ámbito diplomático, argumentando sus posiciones ante la Corte Internacional de Justicia, mientras en el parlamento se debaten leyes que en Guyana se consideran intentos de anexión. Se trata de un foco de inestabilidad y potencial crisis a medio y largo plazo, porque el grueso de la oposición venezolana piensa, al respecto, lo mismo que Nicolás Maduro: que el Esequibo es venezolano.

Un torrente de crecimiento como el que está experimentando Guyana conlleva también grandes desafíos. Los próximos años serán claves para saber si el pequeño país caribeño puede gestionar satisfactoriamente su nuevo paradigma.

El primer ministro de Guyana, Irfaan Ali, ha sido viral en los últimos días por una agitada discusión con un periodista de la BBC. "Deja de sermonearme", le espetó a su interlocutor durante una entrevista televisada, cuando este cuestionaba la afectación al cambio climático del crecimiento del pequeño país sudamericano en torno a las ingentes cantidades de petróleo descubiertas en sus costas.

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