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Rumbo al este: la verdadera fuerza del Partido Popular Europeo ya está más allá de Berlín
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Congreso PPE en Bucarest

Rumbo al este: la verdadera fuerza del Partido Popular Europeo ya está más allá de Berlín

El PPE es el partido dominante en Europa del este y ha encontrado en este espacio un terreno estable de poder y presencia a nivel europeo en plena crisis en la Europa occidental

Foto: Imagen facilitada por el PP de la reunión que el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (i), ha mantenido con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen en el marco del Congreso del Partido Popular Europeo. (EFE/Partido Popular)
Imagen facilitada por el PP de la reunión que el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (i), ha mantenido con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen en el marco del Congreso del Partido Popular Europeo. (EFE/Partido Popular)

Cualquiera que mire a Europa occidental podría considerar que el Partido Popular Europeo (PPE), la principal familia política de la Unión, le va rematadamente mal. Tras el fin de la era Merkel en Alemania los democristianos de la CDU han pasado a la oposición, en Francia los conservadores de Les Républicains están prácticamente desaparecidos ante una Marine Le Pen con su Reagrupación Nacional cada vez más normalizada y aceptada por los conservadores moderados; en Italia la otrora poderosa Forza Italia es ahora un partido minoritario que forma parte del Gobierno de la derechista Giorgia Meloni; y en España los populares acaban de ganar unas elecciones, pero sin lograr una mayoría parlamentaria para llegar al poder. A ello se suma que llevan años sin estar en el Gobierno en Países Bajos, Bélgica (que han sido liberales), Portugal, Malta y Dinamarca (que han sido socialistas) y solamente ahora han recuperado el poder en Luxemburgo.

Pero, ¿y más allá de Berlín? ¿Y en eso que desde Bruselas y otras capitales europeas occidentales se identifica como "Europa del este", aunque ellos se identifican como Mitteleuropa? La realidad es que de los Estados miembros al este y al norte de Berlín, los populares controlan el Gobierno en Suecia, Finlandia, Lituania, Letonia, Polonia, Austria, Croacia, Grecia y forman parte del Gobierno en República Checa, Rumanía (donde tienen la presidencia de la república y donde hasta junio tuvieron al primer ministro Nicolae Ciucă en el poder, como parte de la gran coalición con la que gobiernan el país) y en Bulgaria (donde llevarán las riendas del Gobierno a partir de las próximas semanas a través de la excomisaria europea Mariya Gabriel) además de una presencia menor en el Gobierno húngaro por la vía de los democristianos del KDNP, que apoyan a Fidesz, que fue expulsado del PPE por el choque entre la cúpula del partido europeo y Viktor Orbán, el autoritario primer ministro de Hungría.

Eso significa que, más allá de Berlín, el PPE controla o forma parte del Gobierno de todos los Estados miembros, menos del de Eslovaquia (PES, aunque el partido está suspendido), del de Estonia (donde gobierna la liberal Kaja Kallas) y el de Chipre. ¿Es casualidad? Para nada. El PPE rompió el control socialista sobre el Parlamento Europeo que había existido desde las primeras elecciones directas a la institución hasta 1999 a través de la conocida como "doctrina del Bungalow" de Helmut Kohl, canciller alemán, que estableció que los populares fueran una familia política muy amplia y heterogénea aunque con una fuerte disciplina interna.

Eso dio lugar a que en el PPE entraran muchos partidos que no tenían demasiadas cosas en común, desde supuestos liberales hasta conservadores estrictos. Esa estrategia, original de 1998, empezó a dar sus frutos de forma definitiva más tarde, con la ampliación de 2004 y 2007, cuando la Unión Europea creció enormemente: el PPE ya había echado las redes, ahora solamente tenía que recoger lo pescado durante años de laxitud dando ingreso a muchas formaciones de distinto pelaje. El dominio de los populares en la Eurocámara ha sido total desde entonces.

Foto: Feijóo, durante el congreso del Partido Popular Europeo. (EFE/PP/David Mudarra)

Así, y a medida que los populares han ido perdiendo presencia en España (desde 2018), en Francia (desde 2012), en Italia (desde 2011), el núcleo del poder del PPE se ha ido desplazando hacia el este poco a poco. El escoramiento se ha terminado de producir este 2023, cuando Donald Tusk, apoyado por una coalición amplia que incluía a partidos muy diversos, desde su Plataforma Cívica (KO, del PPE), hasta los socialistas de Lewica, logró arrebatar el poder a los ultraconservadores de Ley y Justicia (PiS), un peso pesado de la familia política derechista de los Conservadores y Reformistas (ECR).

El impulso a la ampliación que se ha dado a raíz de la guerra de Ucrania, cuando la Comisión Europea se ha visto empujada a ofrecer un horizonte de pertenencia a la UE a Kiev, lo que ha obligado también a reavivar las negociaciones con los Balcanes Occidentales, ha confirmado esta tendencia por la que el centro de gravedad de Europa se desplaza hacia el este, y que cada vez más las plazas tradicionales de la política europea, irán teniendo un poder más limitado por el aumento de números de socios. Es algo que, ya hoy, se nota: Francia y Alemania siguen estando al volante, pero ahora tienen menos capacidad.

Foto: Manfred Weber, presidente del PPE. (EFE/EPA/Robert Ghement)

Sin embargo, una hipotética ampliación hacia los Balcanes Occidentales no será tan productiva para el PPE como la ampliación de 2004 y 2007. En muchos de los países que ingresaron en la primera de estas oleadas, el socialismo carga con el estigma de la era soviética, lo que hace que por ejemplo sea residual en países como Polonia o tenga una presencia muy limitada en los Bálticos. En los Balcanes, a pesar de que el PPE también tiene una enorme fuerza y partidos que están afiliados a la familia democristiana gobiernan en Serbia y van primeros en las encuestas de cara a las elecciones generales en Macedonia del Norte, no existe tal estigma. En Albania y Montenegro, dos de los alumnos aventajados en el camino hacia la Unión Europea, gobiernan partidos vinculados al PES, lo mismo que en Macedonia del Norte hasta la crisis que llevó a la convocatoria de elecciones.

Este reequilibrio se traduce en posicionamientos del PPE, que es un partido mucho más sensible a las visiones de los partidos del este de Europa, y eso se ha traducido en que la amenaza de Rusia se ha convertido en una absoluta prioridad en el discurso de Manfred Weber, presidente de los populares europeos, o en un alejamiento del llamado "Pacto Verde" para lograr la transición climática, especialmente poco popular en Europa central y del este.

La esperanza de Merz y Feijóo

En Bucarest ha quedado claro que el PPE está claramente decantado hacia el este, aunque las dos delegaciones más grandes siguen siendo la de los democristianos alemanes (CDU/CSU) y los populares españoles (PP). Pero la situación se podría decantar de vuelta si los populares europeos logran hacer avances precisamente en estos dos países. Friedrich Merz, líder de la CDU, podría convertirse en el canciller alemán tras las elecciones federales de octubre de 2025, en la que sus conservadores lideran las encuestas.

En Bucarest ha quedado claro que el PPE está claramente decantado hacia el este

Alberto Núñez Feijóo, presidente de los populares españoles, estrella emergente dentro del PPE antes de las elecciones del 23-J en las que no obtuvo la mayoría suficiente para gobernar, también es una de las figuras destacadas en el Congreso de Bucarest. A nadie se le escapa que Alemania y España son las dos plazas más importantes junto a Polonia a las que puede aspirar el PPE, aunque en el caso español saben que todavía podrían tener que esperar bastante tiempo antes de tener la siguiente oportunidad.

Cualquiera que mire a Europa occidental podría considerar que el Partido Popular Europeo (PPE), la principal familia política de la Unión, le va rematadamente mal. Tras el fin de la era Merkel en Alemania los democristianos de la CDU han pasado a la oposición, en Francia los conservadores de Les Républicains están prácticamente desaparecidos ante una Marine Le Pen con su Reagrupación Nacional cada vez más normalizada y aceptada por los conservadores moderados; en Italia la otrora poderosa Forza Italia es ahora un partido minoritario que forma parte del Gobierno de la derechista Giorgia Meloni; y en España los populares acaban de ganar unas elecciones, pero sin lograr una mayoría parlamentaria para llegar al poder. A ello se suma que llevan años sin estar en el Gobierno en Países Bajos, Bélgica (que han sido liberales), Portugal, Malta y Dinamarca (que han sido socialistas) y solamente ahora han recuperado el poder en Luxemburgo.

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