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El país de la guerra de sexos: por qué los jóvenes surcoreanos se sienten discriminados
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No hace más que agrandarse

El país de la guerra de sexos: por qué los jóvenes surcoreanos se sienten discriminados

En Corea del Sur, la división ideológica por sexo cada vez se hace más latente. Los hombres se vuelven más conservadores y las mujeres más liberales en medio del panorama político y sociológico del país

Foto: Graduadas con trajes tradicionales coreanos se toman un selfi durante su ceremonia de graduación. (EFE/Jeonn Heon-Kyun)
Graduadas con trajes tradicionales coreanos se toman un selfi durante su ceremonia de graduación. (EFE/Jeonn Heon-Kyun)
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Hace un par de años, lo que parecía una inofensiva campaña publicitaria de un kit de camping en Corea del Sur acabó convirtiéndose en una lucha de sexos. El anuncio incluía el dibujo de una mano acercando los dedos pulgares e índice para agarrar una pequeña salchicha humeante (presumiblemente, cocinada en una fogata campestre en el bosque bajo las estrellas). El dibujo de la mano se parecía demasiado al emoji del pellizco, que ya había abierto polémica en el país por presuntamente hacer una referencia al pequeño tamaño del miembro viril de hombres ofendidos.

placeholder El póster de la campaña. (GS25)
El póster de la campaña. (GS25)

El asunto no se quedó en una tonta riña en redes sociales. La campaña fue duramente criticada por Lee Jun-seok, el entonces líder del partido político People Power Party (PPE en sus siglas en inglés) que ahora ostenta el Gobierno surcoreano, como parte de su narrativa para atraer a jóvenes votantes hombres cada vez más radicalizados por lo que se percibe como un feminismo que les roba oportunidades. Los ejemplos se acumulan y van desde lo pequeño o casi ridículo — cuando la surcoreana An San se hizo con dos medallas de oro olímpico en tiro con arco, el deporte nacional, fue blanco de las críticas por llevar el pelo corto, lo que al parecer la convertía en una feminista/misándrica— a la imagen general del país. Según una reciente encuesta, Corea del Sur es uno de los países con mayor brecha ideológica (y social) entre hombres y mujeres. Y no hace más que agrandarse.

Los hombres jóvenes se están radicalizando hacia la derecha a pasos agigantados —según reportan consistentemente las encuestas y queda refrendado en el enfoque declaradamente "antifeminista" de las campañas de algunos de los principales partidos, buscando ese caladero de votos—, mientras que las mujeres se hacen cada vez más liberales, aunque a menor ritmo. Esa división de sexos surcoreana va más allá de la política y está empezando a pasar factura al país.

Aunque pueda ser fácil explicarlo en el histórico machismo cultural de la sociedad, profundamente conservadora heredera del confucianismo, o en unos hombres jóvenes cada vez más reaccionarios con un discurso alimentado en el internet de la manosfera, la realidad tiene más facetas, desde la economía al sistema educativo. Vamos por partes de la gran división: primero los hombres, luego las mujeres.

Foto: Una manifestación protagonizada por jóvenes. (Getty/Óscar González)

El sistema cultural y económico surcoreano tiene parte de los ingredientes clave para generar esa frustración en ambos sexos, pero sobre todo en los hombres jóvenes, que perciben una vida más difícil que la de sus padres y que empieza en el culto a la meritocracia. En la sociedad surcoreana, ser el cabeza de familia es todavía fuertemente visto como un elemento clave en la masculinidad, apunta Chung Hee-jung, profesora de sociología en la Escuela para Políticas Sociales, Sociología e Investigación Social de la Universidad de Kent. De hecho, hasta 2005 legalmente no se permitía a las mujeres ser cabeza del Hoju, el sistema de registro de familias surcoreano, y los hijos varones tenían por derecho mayor herencia familiar que las hijas.

Sin embargo, las crisis económicas de 1997 y 2008 han dejado un mercado laboral cada vez más frágil y de difícil acceso. El desempleo juvenil está en torno al 11,3% (frente al 3,2% de la media del país) mientras que la proporción de población con estudios superiores es superior a la de cualquier otro país de la OCDE, que incluye a 38 países considerados más económicamente desarrollados.

Foto: El líder opositor surcoreano Lee Jae-myung, tras ser apuñalado en el cuello el pasado 2 de enero. (EFE/EPA/Yonhap)

Paralelamente, la cada vez más inestable situación económica empuja a las mujeres al mercado laboral, donde son percibidas también como competencia. Esto, pese a que las cifras demuestran que están lejos de serlo plenamente: la proporción de mujeres abandonando la fuerza laboral entre los 25 y los 39 años (edad de matrimonio o hijos) es la más alta entre los países de la OCDE. También es para Corea del Sur la mayor tasa de mujeres de mediana edad con empleos temporales o de baja calidad, lo que alimenta la que es la peor tasa de brecha salarial de género en el mundo desarrollado.

Aunque la encuesta es antigua (2014), esta preponderancia social del hombre como cabeza de familia se refleja en el 32% que respondió que sí a la pregunta "Cuando los trabajos son escasos, los hombres deberían tener prioridad sobre la mujer para acceder al trabajo". En Suecia apenas alcanzó el 2%.

La competencia es también feroz en la misma génesis del sistema laboral surcoreano; la educación. El rígido sistema educativo surcoreano (que se lleva una de las peores tasas de suicidio juvenil del mundo) se apoya en esa idea de culto a la meritocracia, donde todavía la universidad en la que se estudie es prácticamente sine qua non para acceder a los considerados buenos puestos.

En este escenario, muchos jóvenes perciben a las mujeres como una competencia desleal por otro elemento clave de la sociedad surcoreana: el servicio militar obligatorio. Uno de los más largos del mundo (de 18 a 21 meses desde 2022, cuando se rebajó dos meses), para los hombres significa un parón en sus vidas y carreras que las mujeres no tienen que afrontar.

Paralelamente, cada vez es más difícil en el plano sentimental. En una sociedad de herencia confucianista que prefería al hijo varón sobre la mujer, combinado con abortos selectivos y familias cada vez más pequeñas donde se pasa de dos a un solo hijo, en un contexto de crisis económica en los setenta y ochenta ha generado no solo que las familias con hijas únicas las empujaran hacia la universidad con más brío que en los casos donde existía un hermano, sino también una tasa de exceso de hombres. En 1990, la ratio de nacimientos hombre vs. mujer era de 116 niños por cada 100 niñas. Hoy, esos niños son ya adultos, y se encuentran que las mujeres disponibles... ya no quieren casarse. Pero ya llegaremos a eso cuando hablemos de la frustración femenina que amplía la brecha.

"Sus frustraciones son una combinación de una educación que todavía tiene rasgos de masculinidad tóxica en una sociedad hipercompetitiva, con la falta de una visión clara de cómo pueden beneficiarse de una sociedad más igualitaria, a lo que se añaden políticos que utilizan el antifeminismo para obtener votos", sostiene Chung.

Foto: La investigadora de la Universidad Leuphana de Lüneburg. (Foto cedida)

Entre otros, el propio presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol quien sostuvo su campaña en una narrativa antifeminista con la intención declarada de abolir el Ministerio de Igualdad y Género. Así, el 80% de los hombres de 20 años (y el 70% de los de 30) consideran que hay una grave discriminación contra los hombres, y dos tercios apuntan que "la injusticia" contra los hombres es un gran problema en la sociedad.

A todo esto hay que añadir el otro lado de la brecha, las mujeres. A éstas se les acumulan las cifras: el Índice del techo de cristal, compilado por el The Economist Intelligence Unit, coloca a Corea del Sur como el peor país rico para ser una mujer trabajadora. También tiene una de las cifras más bajas del ránking de 146 países (el 128) de presencia de mujeres en posiciones de poder en todas las áreas, desde universidades a grandes empresas o partidos políticos. Curiosamente, por la baja tasa general de asesinatos, Corea del Sur es también el único país (aunque seguido de cerca por Japón) donde el ratio de muertes violentas hombres/mujeres se inclina más hacia las mujeres, según datos de UNDC.

Hay una raíz histórica y cultural. El confucianismo histórico mantiene todavía una estructura muy patriarcal con fuertes roles de género, con los hombres surcoreanos apenas tocando un trapo en la casa. Las mujeres pasan 4,4 más tiempo en labores como cuidado de los niños o haciendo la compra que los hombres, de las mayores tasas de la OECD, solo por detrás de Japón y Turquía.

La misma cultura que mantiene a los hombres largas horas calentando silla en la oficina afecta también a las mujeres, en su caso empujándolas fuera del mercado laboral.

En este escenario, los primeros grupos feministas aparecieron como una liberación… o como una amenaza. "Corea ha fomentado una cultura y sociedad misógina durante miles de años, y esa misoginia permeó profundamente. Las feministas coreanas ahora están señalando y cambiando aspectos misóginos y patriarcales en la sociedad", explica una joven coreana miembro del colectivo KORADFEM (feministas radicales de Corea del Sur) que pide a este periódico que se le cite bajo el seudónimo de Crystal, porque "es muy común (que a las feministas) se las acose y amenace, especialmente online. No es seguro ser abiertamente feminista en Corea. La mayoría prefiere ocultar su cara e información personal".

Foto: Un policía demuestra cómo estaban colocadas las cámaras espías en un hotel. (Reuters)

En Corea del Sur, la radicalización del discurso de los hombres ha facilitado que prácticamente todo feminismo se lea como misandria o guerra de sexos contra el hombre. Frente a pequeños grupúsculos feministas (el símbolo de uno de los más conocidos, Megalian, era precisamente el emoji del pellizco o pene pequeño) han proliferado organizaciones por los derechos de los hombres, con fuertes campañas de acoso a mujeres sospechosas de ser feministas y alimentando un discurso misógino en redes sociales que finalmente llegó a la política y que aupó, como hemos contado antes, al actual presidente del país.

Pero es muy difícil volver atrás, y las mujeres ya no se contentan con el papel que la frustración masculina en la sociedad surcoreana les tendría deparado.

“[A las frustraciones masculinas] se añade una nueva generación de mujeres que están hartas de ser ciudadanas de segunda clase, ahora recién equipadas no solo de educación universitaria sino también de la posibilidad de independencia, que se están resistiendo a volver a las viejas costumbres de la sociedad surcoreana”, sostiene Chung.

Las mujeres que no salían con los hombres

Las tensiones de género se consideran una de las razones por las que las mujeres surcoreanas están dejando de casarse. ¿Para qué hacerlo, si el matrimonio probablemente implicaría tener que abandonar la carrera (largas horas de trabajo + hombres que no colaboran en casa), los gastos de tener un hijo no paran de crecer (la tasa más alta de la OECD), lo vas a tener que criar sola y muy seguramente luego nunca puedas regresar al mercado laboral?

En 2022 se casaron 192.500 parejas, un 42% menos que hace una década, según las estadísticas del gobierno surcoreano. Esto, por supuesto, también se ha traducido en menos hijos, aunque las explicaciones para este fenómeno son más amplias y requerirían de otro artículo.

“Será muy difícil conciliar [las frustraciones y expectativas de] hombres y mujeres a menos que la sociedad y el gobierno encuentren formas de ayudar a los trabajadores y las generaciones más jóvenes a través de una reforma educativa (para reducir la hipercompetitividad), una reforma del mercado laboral (horarios más cortos y un mejor equilibrio entre vida laboral y personal) y permitir cambios en las normas de género que persuadan hombres que ellos también pueden beneficiarse de este cambio", concluye la profesora Chung Hee-jung.

Hace un par de años, lo que parecía una inofensiva campaña publicitaria de un kit de camping en Corea del Sur acabó convirtiéndose en una lucha de sexos. El anuncio incluía el dibujo de una mano acercando los dedos pulgares e índice para agarrar una pequeña salchicha humeante (presumiblemente, cocinada en una fogata campestre en el bosque bajo las estrellas). El dibujo de la mano se parecía demasiado al emoji del pellizco, que ya había abierto polémica en el país por presuntamente hacer una referencia al pequeño tamaño del miembro viril de hombres ofendidos.

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