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¿Cómo planear un golpe de Estado en Brasil? Así lo organizó el equipo de Bolsonaro, según el juez
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Todo un entramado paralelo

¿Cómo planear un golpe de Estado en Brasil? Así lo organizó el equipo de Bolsonaro, según el juez

Los investigadores han descubierto que el grupo estaba dividido en seis núcleos: desinformación, incitación de los militares, sector jurídico, núcleo operativo, inteligencia paralela y altos oficiales de las FFAA

Foto: El expresidente brasileño, Jair Bolsonaro. (Reuters/Ueslei Marcelino)
El expresidente brasileño, Jair Bolsonaro. (Reuters/Ueslei Marcelino)

En Brasil muchos políticos tiemblan cuando el timbre de su casa suena a las 6 de la mañana. Algunos incluso llegan a desmayarse. Es lo que le pasó esta semana al teniente coronel Guilherme Marques Almeida, estrecho colaborador del expresidente Jair Bolsonaro. Sospechoso de estar involucrado en la célula de desinformación que trabajaba activamente para desacreditar las elecciones brasileñas y promover un golpe de Estado, este oficial del Ejército no aguantó la conmoción cuando los agentes federales se plantaron en su casa, en el Estado de Goiânia, en el interior del país. Le tuvieron que reanimar antes de comunicarle que está acusado de pertenecer a una organización criminal que tramó durante meses para mantener a Bolsonaro en el poder a cualquier precio.

Almeida es unos de los 85 blancos de la macrooperación Tempus Veritatis de la Policía Federal, el FBI brasileño, que investiga si en enero de 2023 hubo un intento de derrocar al recién elegido presidente Luiz Inácio Lula da Silva, de instaurar un régimen militar con Bolsonaro a la cabeza y de convocar nuevas elecciones para salvar las apariencias democráticas. La conclusión a la que ha llegado Alexandre de Moraes, el todopoderoso juez del Tribunal Supremo que instruye el caso, es que Bolsonaro encabezó el fallido golpe y participó activamente en su preparación.

La Policía Federal ha encontrado un borrador de un discurso en la sede del Partido Liberal, la formación que apoya a Bolsonaro y que en las elecciones de 2022 consiguió el mayor número de diputados en la Cámara. Lo que se deduce es que el exmandatario tenía la intención de anunciar la instauración del estado de sitio y de promulgar un decreto que otorgaría el control de la seguridad pública a las Fuerzas Armadas. El texto del discurso, que sería pronunciado después del golpe, quedó guardado en una sala reservada a Bolsonaro por el partido, del que actualmente es presidente honorario.

A toro pasado, la preparación de la insurrección bolsonarista parece una chapuza, que un año después ha dejado varios cabos sueltos y documentos olvidados en cajones de despachos aleatorios. Esta falta de inteligencia interna ha permitido que los investigadores descubriesen que el grupo de golpistas estaba muy bien organizado y dividido en seis núcleos: desinformación, incitación de los militares, sector jurídico, núcleo operativo, inteligencia paralela y altos oficiales de las Fuerzas Armadas. Todo habría sido milimétricamente planificado por los aliados de Bolsonaro, en su mayoría militares nostálgicos de la dictadura militar, que aterrorizó el país durante 21 años (1964-1985).

Foto: Cumbre académica y de conocimiento de la UE-Celac. (EFE/Lavandeira Jr)

Entre los blancos más destacados de la operación policial está Walter Souza Braga Netto, que en 2022 fue candidato a la vicepresidencia al lado de Bolsonaro. Este general del Ejército, con cara de pocos amigos y modales autoritarios, fue jefe del Gabinete de la Presidencia de Bolsonaro y también ministro de la Defensa.

Durante el Gobierno de Michel Temer, se encargó de llevar a cabo una intervención federal de las fuerzas de seguridad del Estado de Río de Janeiro. Su misión era reducir los altos niveles de criminalidad en la ciudad más turística de Brasil.​ Fue un fracaso y, dicho sea de paso, un experimento muy caro para las arcas públicas.

Foto: Miembros de las fuerzas armadas brasileñas patrullan la favela de Kelson, en Río de Janeiro, el 20 de febrero de 2018. (Reuters)

La Policía Federal también arrestó a Valdemar Costa Neto, presidente del Partido Liberal, por posesión ilegal de armas. Costa Neto es un perro viejo de la política brasileña: hace dos décadas fue aliado de Lula e incluso se mantuvo fiel al Partido de los Trabajadores durante el proceso de impeachment de Dilma Rousseff.

No es la primera vez que tiene problemas con la justicia. En 2005, durante el primer Gobierno de Lula, fue condenado a ocho años de cárcel por el escándalo de corrupción conocido como Mensalão, una trama de sobornos a diputados federales para garantizar su apoyo al Ejecutivo.

En 2021, Costa Neto apostó por el caballo de la derecha, en un momento en que Bolsonaro había dejado su anterior partido y no estaba consiguiendo fundar su propia formación política. Este cambio de rumbo le permitió ganar el grupo parlamentario más numeroso de la reciente historia brasileña: 99 diputados y 13 senadores.

¿Puede acabar en la cárcel?

La pregunta del millón que está en el aire desde hace 13 meses es si Bolsonaro puede acabar en la cárcel y, sobre todo, cuándo. Los juristas más mediáticos de Brasil llevan un año especulando sobre la pena que puede caerle por los múltiples delitos de los que está acusado: intento de golpe, violencia política, asociación criminal, atentado contra el estado democrático, apropiación indebida de joyas del patrimonio nacional, falsificación del certificado de vacunación contra el covid-19… Se habla de una posible condena que va de 18 a 30 años de reclusión.

Según Lenio Streck, jurista y profesor de Derecho Constitucional, el hecho de que la Policía haya confiscado el pasaporte de Bolsonaro es un indicio de que el riesgo de un arresto inminente es real. "La prisión parece un camino inexorable. No habrá otra manera para la Fiscalía General del Estado y la Policía Federal que pedir su detención y que el Tribunal Supremo la decrete", señala.

Foto: Los cuerpos de seguridad actúan mientras simpatizantes del expresidente brasileño Jair Bolsonaro protestan contra el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, en Brasilia. (Reuters/Amanda Perobelli)

Testigos de sus delitos no faltan. De hecho, parte de la operación policial que está causando pesadillas y mareos a los aliados de Bolsonaro está basada en la delación premiada del teniente coronel Mauro Cid, quien fue su secretario personal. Cid fue arrestado por su supuesta implicación en la invasión de la Plaza de los Tres Poderes, en Brasilia, y los actos vandálicos contra los edificios de la Cámara de los Diputados, del Senado y la Corte Suprema, los símbolos de la joven democracia brasileña.

El fiel ayudante del capitán del Ejército aspirante a dictador decidió entregar a su ex jefe cuando se dio cuenta de que su padre, el general Mauro Lourena Cid, iba a ser implicado en el escándalo de la venta fraudulenta de las joyas saudíes. Siguiendo la doctrina del sálvese quien pueda, Bolsonaro entregó al general, un excompañero de clase en la academia militar, allá en los años 1970, y ahora ya examigo de Bolsonaro.

Foto: Jair Bolsonaro, expresidente de Brasil que afronta varios procesos judiciales que incluso podrían llevarle a prisión. (Reuters/Ueslei Marcelino)

Cabe recordar que, a diferencia de Donald Trump, Bolsonaro ya ha sido inhabilitado políticamente y hasta 2030 no podrá presentarse a las elecciones. Pero el rosario de problemas legales que quitan el sueño al líder de extrema derecha está muy lejos de haberse acabado. A finales de enero, la Policía llevó a cabo otra operación en su casa de veraneo, en el paraíso tropical de Angra dos Reis.

En aquella ocasión, el blanco fue su hijo concejal, Carlos Bolsonaro, acusado de haber montado la Abin paralela, es decir, una red de espionaje a servicio del expresidente, que se dedicó a remover los esqueletos en el armario no solo de sus adversarios, sino también de sus aliados.

Una 'CIA bolsonarista'

En este caso, el chivo expiatorio de esta CIA bolsonarista es Alexandre Ramagem, ex director general de la Agencia Brasileña de Inteligencia (Abin) y hasta hace poco precandidato a la alcaldía de Río de Janeiro en las elecciones municipales que se celebrarán en octubre de este año. "Los investigados podrán responder por los delitos de invasión de dispositivo informático ajeno, organización delictiva e interceptación de comunicaciones telefónicas, informáticas o telemáticas sin autorización judicial o con fines no autorizados por la ley", señala la Policía Federal. Bolsonaro niega tajantemente la existencia de este servicio de contraespionaje.

La investigación revela un esquema muy sofisticado de espionaje ilegal, subdividido en cinco núcleos. El primero estaría formado por policías federales asignados a Abin durante la administración de Ramagem. El segundo está integrado por miembros de la máxima dirección de esta agencia. El tercero está formado por subordinados que realizaban operaciones de vigilancia. El cuarto espiaba a una ONG e intentaba vincular a varios jueces del Tribunal Supremo Federal con una facción criminal. El quinto está relacionado con personas que tuvieron acceso a un sistema informático, que monitoreaba la ubicación de teléfonos celulares en todo el país.

La investigación revela un esquema muy sofisticado de espionaje ilegal, subdividido en cinco núcleos

Siendo realistas, la cosa no pinta bien para Bolsonaro. A pesar de eso, todavía le quedan muchos fieles seguidores en las redes sociales. El exmandatario intentó dar una demostración de fuerza a finales de enero, en vísperas de la visita de la Policía a su casa en la playa. En una superlive que atrajo a 470.000 internautas, Bolsonaro y sus tres hijos intentaron recuperar algo de la popularidad derretida, tras tantas acusaciones y líos en los tribunales. Su Conversación con el Presidente atrajo a un público 81 veces más numeroso que la media que consigue Lula en sus directos en las redes sociales.

Son estas las personas que todavía defienden la teoría de la persecución política contra su líder. Los comentarios que dejan en su perfil de Instagram revelan admiración y hasta adoración: "Bolsonaro siempre tuvo razón". "Tienen miedo de la popularidad del capitán". "Te votaría millones de veces. Eres mi presidente para siempre". Por cierto, a día de hoy Bolsonaro tiene 25,4 millones de seguidores, frente a los 13,1 millones de Lula. Una muestra de que, en la arena digital, el discípulo de Trump sigue siendo el campeón absoluto.

En Brasil muchos políticos tiemblan cuando el timbre de su casa suena a las 6 de la mañana. Algunos incluso llegan a desmayarse. Es lo que le pasó esta semana al teniente coronel Guilherme Marques Almeida, estrecho colaborador del expresidente Jair Bolsonaro. Sospechoso de estar involucrado en la célula de desinformación que trabajaba activamente para desacreditar las elecciones brasileñas y promover un golpe de Estado, este oficial del Ejército no aguantó la conmoción cuando los agentes federales se plantaron en su casa, en el Estado de Goiânia, en el interior del país. Le tuvieron que reanimar antes de comunicarle que está acusado de pertenecer a una organización criminal que tramó durante meses para mantener a Bolsonaro en el poder a cualquier precio.

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