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"Fue una exhibición de fuerza": por qué el asalto en Brasilia puede ser solo el principio
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Entrevista con Ruth Ben-Ghiat

"Fue una exhibición de fuerza": por qué el asalto en Brasilia puede ser solo el principio

La historiadora y profesora de la Universidad de Nueva York, experta en autoritarismos, explica cómo el culto a la personalidad de Bolsonaro seguirá erosionando la democracia en Brasil

Foto: La bandera de Brasil reflejada en una ventana del Palacio de Planalto tras el asalto de los seguidores de Bolsonaro. (Reuters/Ueslei Marcelino).
La bandera de Brasil reflejada en una ventana del Palacio de Planalto tras el asalto de los seguidores de Bolsonaro. (Reuters/Ueslei Marcelino).

Ruth Ben-Ghiat, historiadora y profesora de la Universidad de Nueva York, es experta en autoritarismos. Autora del libro Strongmen: Mussolini to the Present (‘Hombres fuertes’: de Mussolini a la actualidad), ha dedicado gran parte de su carrera profesional a rastrear la evolución global de los intentos de erosionar la democracia. Recientemente, fue entrevistada en dos ocasiones por el comité de la Cámara de Representantes de Estados Unidos que investigó el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. En su reporte frente al Legislativo, señala que Donald Trump fue capaz de radicalizar al Partido Republicano, crear una masa crítica de insurgentes leales e incitar un ataque violento tras su derrota electoral porque era un presidente autocrático, no democrático.

En entrevista con El Confidencial, la investigadora explica que la ocupación y vandalismo en la Plaza de los Tres Poderes, la versión brasileña del asalto al Capitolio ocurrida el pasado domingo 8 de enero, es una nueva muestra de lo que sucede cuando un líder autoritario con un culto a la personalidad pierde unas elecciones victimizándose en el proceso y alegando que el sistema fue amañado en su contra. "Nunca debemos subestimar la capacidad de estas figuras autoritarias para regresar", advierte Ben-Ghiat, pues mientras el legado del bolsonarismo continúe, habrá una masa crítica de ciudadanos y poderes fácticos dispuestos a hacer lo posible por erosionar la democracia en Brasil. El asalto en Brasilia puede ser solo el principio.

placeholder Ruth Ben-Ghiat. (Cedida)
Ruth Ben-Ghiat. (Cedida)

P: Resulta tentador calificar los eventos en Brasilia como meros disturbios causados por una turba enfurecida, ya que los gobernadores y políticos bolsonaristas se distanciaron rápidamente de los manifestantes. Si este fue un intento de golpe de estado, desde luego fue uno incompetente.

R: Realmente, no fue un intento de golpe. Asaltaron los edificios gubernamentales cuando no había nadie en los edificios gubernamentales y, aunque hubo daños materiales reales, fue ante todo algo simbólico. Fue una exhibición de fuerza. Una advertencia de que pueden hacer esto, de que existen, de que siguen siendo leales al bolsonarismo, de que tienen fuerza y están organizados.

También fue una demostración de que cuentan con protección. Es demasiado pronto para saber cuál fue el alcance de la colaboración con políticos y militares. El hecho de que los políticos bolsonaristas se apresuraran a criticar el asalto no significa necesariamente que no estuvieran involucrados. No por nada una de las primeras declaraciones que hizo Lula fue que no se puede confiar en parte de la policía, en referencia a la policía militar a la que Bolsonaro dio más poder que nadie desde la dictadura.

Foto: Ciudadanos brasileños se manifiestan a favor del presidente Lula. (EFE/Enrique García Medina)

P: Las similitudes entre los casos de Donald Trump y Jair Bolsonaro son evidentes: ambos sembraron dudas sobre el sistema electoral, negaron haber perdido las elecciones y, más adelante, sus partidarios participaron en insurrecciones violentas. ¿Se ha convertido el asalto al Capitolio en un manual a seguir?

R: El Partido Republicano, hoy por hoy, es un partido autoritario. Esto es un gran problema en Estados Unidos debido a su sistema político. ¿Qué haces cuando solo tienes dos partidos en un país gigante, con armas nucleares, el ejército más poderosos del mundo, y uno de ellos se convierte en partido autoritario? Vamos a tener que averiguarlo.

Pero los republicanos no solo intentan erosionar la democracia estadounidense, sino que forman cada vez más parte de unas redes de activistas de extrema derecha en todo el mundo. Basta ver la conexión con Viktor Orban, en Hungría. Incluso celebraron el año pasado la Conferencia de Acción Política Conservadora (el evento estrella de la Unión Conservadora Estadounidense, uno de los principales lobbies republicanos) en Budapest, con la participación estrella del propio Orban..

Sin embargo, una conexión que había recibido mucha menos atención hasta ahora es la que existe con el Gobierno de Bolsonaro. Eduardo Bolsonaro, el hijo del expresidente, estuvo en Washington el 5 de enero de 2021 y se encontraba en la Casa Blanca dos días después. Estoy bastante segura de que los círculos de Bolsonaro estaban asesorando a sus pares estadounidenses durante el 6 de enero y luego, a pesar de que el asalto al Capitolio no tuvo éxito, los círculos trumpistas les estaban dando a los brasileños un manual a seguir. Y Bolsonaro, desde luego, lo siguió.

Foto: Una foto de Jair Bolsonaro después del asalto a las instituciones en Brasil. (Reuters/Ueslei Marcelino)

P: ¿Cuán profundas son estas conexiones entre los círculos ultraderechistas y brasileños?

R: Está claro que Steve Bannon y otros líderes extremistas estadounidenses son cercanos a Bolsonaro y han pasado mucho tiempo en Brasilia asesorando a su entorno. Sin embargo, los brasileños no necesitan ninguna lección sobre golpes de Estado. Ellos tuvieron su propio golpe en 1964, instaurando una dictadura militar que sólo terminó en 1985. Y eso es importante, porque Lula da Silva, junto a decenas de millones de brasileños, vivieron esta dictadura, sus desapariciones forzadas y sus torturas. Es por ello por lo que, cuando Bolsonaro perdió, todas las autoridades de Brasil certificaron rápidamente los resultados e hicieron un frente unido.

También es por ello por lo que Lula está reprimiendo tan rápidamente esta insurrección y por qué el gobernador de Brasilia, aliado de Bolsonaro, fue suspendido inmediatamente por 90 días mientras se investiga quién incitó el asalto. Cuando tienes un golpe en tu historial, sabes lo que puede pasar. Y eso es bastante diferente a cómo reaccionó Estados Unidos tras el asalto al Capitolio, donde no hubo ningún arresto instantáneo.

En ambos países queda mucho por resolver. En Washington situaron al frente de las protestas a personas con disfraces, al chamán de QAnon y demás, para que fueran un imán para los medios de comunicación. Pero por cada persona extravagante que estaba asaltando el Capitolio hubo, seguramente, una o dos personas con traje o uniforme planeando la operación. Al igual que los alborotadores en Brasil, los asaltantes estaban orgullosos de estar allí. Decían su nombre, posaban para fotos, etcétera. Mientras tanto, todavía no sabemos cuántas personas del servicio secreto o cuántas personas en el Pentágono eran conscientes de lo que iba a ocurrir. Hay muchos más secretos que desconocemos.

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P: Resulta difícil no ver a Bolsonaro hoy en día como alguien derrotado, que huye de su país y es objeto de burlas por comer en un KFC de Florida. Trump también atraviesa sus peores horas, enfrentándose a un montón de problemas legales y a la competencia con el Gobernador de Florida, Ron DeSantis. ¿Cómo se reconcilia esta realidad con el poder que siguen manteniendo?

R: Ese es el poder y la persistencia de los cultos a la personalidad. Los seguidores incondicionales de Trump y Bolsonaro nunca aceptarán una nueva realidad que no incluya a su líder al frente. Por eso había acampadas de bolsonaristas en Brasil y por eso se sigue perpetuando en Estados Unidos la mentira de que no perdió las elecciones.

Por eso, nunca debemos subestimar la capacidad de estas figuras autoritarias para regresar. Es lo que ha pasado en Israel. Benjamin Netanyahu acaba de regresar al poder pese a estar siendo juzgado por corrupción. El hijo de Ferdinand Marcos ahora gobierna Filipinas. Habrá más casos. Pero incluso si no regresan, el caso de Estados Unidos demuestra que lo que llamamos trumpismo es tan poderoso que Trump ya no es necesario. Él convirtió al Partido Republicano en un partido autoritario y ahora el partido sigue esta dirección con o sin él.

P: Tanto Trump como Bolsonaro son figuras que cuentan un enorme respaldo de los movimientos evangelistas en sus países. ¿Qué papel está jugando la religión en sus movimientos?

R: Los respaldan, pero esto no supone ninguna excepción. Casi todos los líderes autoritarios que logran establecerse en el poder están respaldados por instituciones religiosas. El caso más evidente en estos momentos es el de Vladímir Putin y la Iglesia Ortodoxa Rusa. Lo que es más interesante es que estas personas son las más inmorales y menos piadosas de la tierra y, sin embargo, siempre cuentan con gente dispuesta a asegurar que ellos representan la voluntad de Dios. Con Bolsonaro han sido los evangélicos y con Trump los mismos y los judíos ortodoxos también. Algo curioso es que en el círculo íntimo del expresidente de Estados Unidos también había varias personas vinculadas al Opus Dei, como William Barr o Pat Cipollone.

Foto: Jair Bolsonaro saluda a sus simpatizantes. (EFE/Joédson Alves)

P: Existe una narrativa de que Estados Unidos solía ser un faro de la democracia en todo el mundo y ahora podría estar actuando como un ejemplo para insurrecciones. Sin embargo, esto deja de lado el papel histórico que Washington ha jugado a la hora de habilitar dictaduras a lo largo del siglo XX

R: Eso es cierto. El propio golpe brasileño de 1964 fue respaldado por Estados Unidos. Más tarde, los militares brasileños fueron los que enseñaban a los chilenos a torturar, todo ello respaldado por la CIA. La narrativa de que Estados Unidos fue un ejemplo democrático es odiosa, especialmente si se tiene en cuenta que, hasta la Ley de Derechos Civiles de 1964, el país no era una democracia plena y multirracial.

Ruth Ben-Ghiat, historiadora y profesora de la Universidad de Nueva York, es experta en autoritarismos. Autora del libro Strongmen: Mussolini to the Present (‘Hombres fuertes’: de Mussolini a la actualidad), ha dedicado gran parte de su carrera profesional a rastrear la evolución global de los intentos de erosionar la democracia. Recientemente, fue entrevistada en dos ocasiones por el comité de la Cámara de Representantes de Estados Unidos que investigó el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. En su reporte frente al Legislativo, señala que Donald Trump fue capaz de radicalizar al Partido Republicano, crear una masa crítica de insurgentes leales e incitar un ataque violento tras su derrota electoral porque era un presidente autocrático, no democrático.

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