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El giro de timón del 'lobby' proisraelí más poderoso de Estados Unidos (y el mundo)
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El giro de timón del 'lobby' proisraelí más poderoso de Estados Unidos (y el mundo)

La Aipac, una organización formada por más de 100.000 miembros dedicados a garantizar que las políticas de Estados Unidos e Israel van de la mano, se ha derechizado a la par que la política en el Estado judío

Foto: Un asistente a la sesión general anual de la Aipac. (EFE/Erik S. Lesser)
Un asistente a la sesión general anual de la Aipac. (EFE/Erik S. Lesser)
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En las últimas semanas, se ha vuelto viral un viejo vídeo en el que el presentador y cómico estadounidense Jon Stewart, una de las voces progresistas más prominentes de la televisión, intentaba analizar la Guerra de Gaza de 2014. Pero no podía. Cada vez que decía la palabra “Israel” aparecían en pantalla varias personas coléricas que se ponían a chillarle en la cara: “¿¡Se supone que Israel no debe defenderse!?”, “¿¡Se aplica la misma vara de medir a otros países!?”, “¡4.000 años de conflicto!”. La última cabeza le espetaba a Stewart: “Judío que se odia a sí mismo”.

La nueva tragedia que se desenvuelve en Oriente Medio, en la que la salvaje masacre de unos 1.400 israelíes del 7 de octubre a manos de Hamás ha provocado una invasión terrestre de la Franja de Gaza precedida por la muerte de cerca de 10.000 personas en bombardeos indiscriminados, ha reflotado el vídeo de Stewart. Y nos ha recordado por qué todo lo que tenga que ver con este tema, en EEUU, es material radiactivo. Un material capaz de arrastrar como un tornado el debate público y de romper carreras políticas que hace menos de un mes parecían seguras.

En la avanzadilla de estas diatribas está la famosa Aipac, acrónimo en inglés del Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel. Una organización formada por más de 100.000 miembros dedicados a garantizar que las políticas de Estados Unidos e Israel van de la mano, y que tienen influencia, mediante copiosas donaciones, en los dos grandes partidos. La Aipac no ha discriminado ni a Donald Trump, ni a Joe Biden, ni a Hillary Clinton. Presidentes, gobernadores y congresistas de ambas bancadas aceptan dinero de este lobby para sus campañas, y algunos han llegado a reconocer lo obvio: que este dinero, sumado a un altavoz mediático de simpatizantes y firmas afines, se traduce luego en una clara tracción política.

“A los miembros de ambos partidos les preocupaba ofender a la Aipac, una poderosa organización lobista bipartidista dedicada a asegurar un apoyo inquebrantable de EEUU a Israel”, escribe Barack Obama en sus memorias. “La influencia de Aipac se podía notar en casi todas las circunscripciones parlamentarias del país, y prácticamente cada político de Washington (incluido yo) contaba con miembros de Aipac entre sus seguidores y donantes más importantes (...). Pero, a medida que la política israelí se escoraba a la derecha, también lo hacían las posiciones políticas de Aipac (...). Aquellos que criticasen en voz demasiado alta las políticas de Israel se arriesgaban a ser etiquetados como anti-Israel (y posiblemente como antisemitas) y a afrontar un rival bien financiado en las siguientes elecciones”.

Este es uno de los motivos por los que la conferencia anual de la Aipac reúne a los políticos más poderosos del país. En su última edición, el pasado junio, tuvo como participante al secretario de Estado, Antony Blinken. El mismo secretario de Estado que ahora mismo da vueltas por Oriente Medio asegurando el respaldo a Israel.

Como apuntaba el expresidente Obama, la Aipac se ha ido derechizando con el tiempo, alineándose con las posiciones extremistas de Benjamín Netanyahu en Israel y colocándose también en la derecha del espectro estadounidense. La Aipac, que siempre trató de mantenerse por encima del rifirrafe político diario, sin comprometerse con ningún partido ni ideología siempre y cuando se respaldase a Israel, empezó en 2021 a apoyar públicamente a candidatos políticos y a financiarlos con los instrumentos habituales de campaña: una PAC y una SuperPAC.

“La creación de una PAC y una SuperPAC es una oportunidad para profundizar y reforzar significativamente la implicación de la comunidad pro-Israel en la política”, dijo el portavoz de la organización, Marshall Wittman, a The Times of Israel. Una manera, como se desprende de otros comunicados de la Aipac, de navegar el cada vez más fragmentado paisaje político estadounidense: colocando su peso con mayor decisión y recursos detrás de aquellos candidatos más alineados con sus políticas.

Foto: El USS Gerald R. Ford (CVN-78) en navegación por el Atlántico. (US Navy)

Este giro a la derecha ha hecho que veteranos miembros de la Aipac hayan dado un tijeretazo a su carné de socio y se hayan unido a otros lobbies proisraelíes quizás menos poderosos, pero más comedidos en sus puntos de vista. El más destacado de estos es J Street: una formación creada en 2007 por estadounidenses judíos cercanos a la Administración Clinton y defensores explícitos de promover el entendimiento y buscar la paz entre Israel y los territorios palestinos.

El rabino Marc Israel, miembro de la Aipac desde que tenía 17 años, renunció al ver que los primeros candidatos apoyados oficialmente en sus más de 70 años de historia eran negacionistas de las elecciones de 2020. “Expresé mi preocupación al liderazgo sénior de la Aipac acerca de su decisión de apoyar a candidatos que trataron activamente de anular los resultados electorales de 2020”, escribe Israel. “Me dijeron que sus respaldos se basaban únicamente en el historial del candidato referente al refuerzo de la alianza americano-israelí”. La respuesta llevó a Israel a cambiarse a J Street, que había sido tachado por Aipac como “una de las amenazas más graves al apoyo estadounidense a la seguridad israelí”.

Vientos de cambio

Es posible que el golpe de timón de la Aipac se deba al cambio de aires en la opinión pública norteamericana hacia posiciones más críticas con Israel. Sobre todo en la izquierda y entre la juventud. Una encuesta de Marist, PBS y NPR refleja que menos de la mitad de los jóvenes (millennials y generación Z) simpatizan con Israel, frente a un 83% de los miembros de la generación del baby boom. Otro sondeo de Gallup dice que en EEUU la “simpatía neta” hacia Israel (la que surge descontando la simpatía propalestina) ha pasado del 53% en 2013 al 17% en la actualidad. Entre los demócratas, esa simpatía se ha tornado en antipatía: 11 puntos negativos.

Y este cambio de aires se habría encarnado, en los últimos años, en una nueva hornada de políticos demócratas socialistas críticos con Israel y sensibles hacia la causa palestina. El grupo de congresistas formado por Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, Jamaal Bowman, Cori Bush y Rashida Tlaib, conocido popularmente como El Escuadrón, exhibe opiniones punzantes, muchas veces alejadas del centro moderado demócrata. Por ejemplo, cuestionan el apoyo incondicional a Israel.

Todas estas dinámicas recibieron el 7 de octubre una inyección de esteroides. La izquierda joven, socialista y woke, presente en las universidades de élite, ha llenado los campus más acaudalados de EEUU de protestas y octavillas propalestinas en términos muchas veces draconianos, incluso culpando a Israel de las torturas y matanzas perpetradas por Hamás, como hicieron 34 organizaciones estudiantiles de Harvard. El grupo Estudiantes por la Justicia en Palestina describió la explosión de barbarismo sectario como “una victoria histórica para la resistencia palestina”.

La perspectiva de estas organizaciones, ramificada a través de buena parte de las carreras de humanidades y ciencias sociales, consiste en ver todos los problemas del mundo como una cuestión racial y de colonización. Una idea que ya estaba presente en el sketch de Jon Stewart de 2014. Cuando el cómico volvía a mencionar Israel, esta vez las cabezas le gritaban: “¿¡Estás a favor de asesinar niños!?” “¡Libertad para Gaza, libertad para Gaza!”. La última cabeza le espetaba: “Cerdo sionista”.

Foto: Un ultraortodoxo en Safed, norte de Israel, cerca de la frontera con Líbano. (Reuters/Alexander Ermochenko)

En este contexto, los resortes de la Aipac y grupos afines llevan tres semanas funcionando a pleno rendimiento. De puertas afuera, destacan y etiquetan a cualquiera que critique las políticas de Israel. De puertas adentro, su dinero ya está fluyendo en dirección a los rivales de los congresistas que, en lugar de manifestar su defensa a la respuesta militar del Gobierno israelí, se han atrevido a pedir un alto fuego. De momento han sido 18 demócratas de la cámara baja, según The Intercept.

En el ciclo de las elecciones de medio mandato de 2022, Aipac y DMFI, acrónimo en inglés de Mayoría Demócrata por Israel, gastaron más de 30 millones de dólares en atacar a los demócratas cuya retórica sobre Israel consideraban equivocada. Algunos congresistas, como el senador demócrata John Fetterman, permitieron que los lobistas editasen su postura oficial respecto a Israel. A pesar de que el lobby alternativo, J Street, suele contrarrestar las rígidas posturas de sus competidores, en esta ocasión se muestra en consonancia: ha estado trabajando para doblegar a los congresistas que no han suscrito la resolución parlamentaria de apoyo a Israel, que no menciona ni una vez a los civiles palestinos que perecen bajo las bombas.

En un análisis publicado en The Nation, el lobista M. J. Rosenberg, que también había trabajado para la Aipac, explicó qué distinguía a esta organización del resto de grupos de influencia: “La única diferencia entre todos los lobbies nacionales que esencialmente compran apoyos para su agenda es que la Aipac trabaja para un gobierno extranjero. Una distinción, pero no una gran diferencia, cuando el objetivo es mantener un statu quo que no está, necesariamente, en el interés nacional”.

En las últimas semanas, se ha vuelto viral un viejo vídeo en el que el presentador y cómico estadounidense Jon Stewart, una de las voces progresistas más prominentes de la televisión, intentaba analizar la Guerra de Gaza de 2014. Pero no podía. Cada vez que decía la palabra “Israel” aparecían en pantalla varias personas coléricas que se ponían a chillarle en la cara: “¿¡Se supone que Israel no debe defenderse!?”, “¿¡Se aplica la misma vara de medir a otros países!?”, “¡4.000 años de conflicto!”. La última cabeza le espetaba a Stewart: “Judío que se odia a sí mismo”.

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