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El vídeo de los horrores de Hamás: 43 minutos expuesto a lo que nadie debería ver
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Ángel Villarino

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El vídeo de los horrores de Hamás: 43 minutos expuesto a lo que nadie debería ver

Israel ha mostrado en un hotel de Madrid una selección de algunas de las imágenes más salvajes capturadas durante los atentados de Hamás. Una droga muy potente para la contienda emocional

Foto: Restos de sangre en una casa del kibutz de Nir Oz, en Israel, tras los ataques de Hamás del pasado octubre. (Getty/Alexi J. Rosenfeld)
Restos de sangre en una casa del kibutz de Nir Oz, en Israel, tras los ataques de Hamás del pasado octubre. (Getty/Alexi J. Rosenfeld)

En escena aparece un padre al que no le ha dado tiempo ni a vestirse. Se le ve agitado en el interior de su casa, dando órdenes erráticas a dos niños menores de 10 años, a sus hijos. Corren los tres hacia un pequeño búnker instalado en un patio. Es una estructura de hormigón, muy sencilla, ideada para protegerse de los cohetes que Hamás lanza de manera rutinaria contra los kibutz israelíes, pero sin puertas para encerrarse dentro. Los terroristas irrumpen y arrojan una granada al interior del refugio. El explosivo detona después de rebotar contra una pared, matando en el acto al padre, cuyo cadáver cae en la entrada, y dejando levemente heridos a los niños.

Se ve a los críos salir aterrados y encontrarse cara a cara con dos yihadistas, que los conducen bruscamente hasta la cocina de la casa. Ahí el tiempo se para por unos segundos. Uno de los dos terroristas parece dudar, luego abre el frigorífico, pregunta si lo que hay en una botella es agua, y finalmente le da un trago a una Coca-Cola de dos litros. Uno de los niños, parece que el más pequeño, le dice llorando que quiere ver a su madre. El yihadista cierra la nevera, se da la vuelta y se marcha, dejándolos solos. Los hermanos se quedan intercambiando algunas frases entre sollozos. Verbalizan que su padre está muerto y hablan de sus heridas. “No veo nada con el ojo derecho”. “Creo que vamos a morir”.

Hay dos escenas más. En una se ve a los niños huir por la parte trasera del patio. En otra aparece la madre, acompañada de un miembro de la seguridad del kibutz. Se encuentra el cuerpo ensangrentado de su marido y, antes de que se la lleven para ponerla a salvo, forcejea desesperada para continuar la búsqueda. No sabemos cómo acaba la historia.

La embajada de Israel organizó este lunes en un hotel del centro de Madrid un pase, idéntico a los realizados en otros lugares como Tel Aviv y Nueva York, para mostrar ante un grupo de unas 30 personas los horrores de los atentados del mes pasado. Son imágenes que, según las autoridades, no pueden hacerse públicas por respeto a las víctimas. Pero que al mismo tiempo necesitan ser expuestas ante grupos reducidos, argumentan, para que se entienda la dimensión de la masacre.

Foto: EC Defensa

Las grabaciones se captaron con los frontales de los propios yihadistas, con las cámaras de seguridad, con los móviles de las víctimas y con los de las fuerzas del orden que acudieron a su rescate. Muchas, la mayoría, han estado circulando ya por redes sociales desde hace días. Algunas también las ha distribuido por WhatsApp la propia embajada a los periodistas, pidiéndonos que no las difundamos. Dura todo menos de una hora (43 minutos) y en total se identifican 138 cadáveres, menos de un 10 por ciento del total.

El vídeo está montado en secuencias, de tal manera que se entiende con mucha precisión cómo se produjo el ataque y se intuye lo que pudieron sentir las víctimas. Como si fuera una película, algunas escenas pueden verse desde la perspectiva del verdugo, luego desde la perspectiva de la víctima y, finalmente, desde una cámara de seguridad que muestra la imagen completa. Hay primeros planos (con algunas caras pixeladas) a cadáveres desfigurados, pero las imágenes más desasosegantes no son esas, sino las que muestran el desarrollo de los hechos. En una de las más crudas, los yihadistas intentan decapitar con una azada a un trabajador del kibutz, probablemente tailandés.

La mayoría de las escenas se han narrado una y mil veces. De todo el horror secuenciado, de los cadáveres mutilados por la metralla, de los asesinatos a sangre fría, de la euforia de los verdugos comentando lo que han hecho, de los gritos de "Allahu akbar", de las personas que son acribilladas mientras tratan de huir en sus vehículos, del pánico entre los asistentes al festival en el desierto, la escena que más me ha impactado es la del padre en calzoncillos tratando de salvar a sus dos hijos.

Esto no tiene ninguna importancia, y al mismo tiempo la tiene, porque en este conflicto hace mucho que la emoción se ha comido a la razón y que nadie quiere escuchar la descripción aséptica de los hechos. Así que a la hora de afrontar el vídeo es imposible desligar el hecho de que tengo dos hijas en edades parecidas a las de esos niños. No se puede tomar mucha distancia emocional cuando todo va de eso, cuando se trata de comentar unas imágenes expuestas precisamente para amplificar el impacto de quienes nos prestamos a verlo.

Tampoco sería honesto ocultar que estuve en junio del año pasado, durante un viaje de prensa, en el kibutz de Netiv HaAsara donde se produce precisamente esta escena, que hablé con varios de sus habitantes, que me conmovieron algunas de sus historias, que les pregunté por qué querían seguir viviendo allí y que me fui sin entender bien por qué alguien somete a sus hijos al peligro de que los alcance un cohete o al trauma de tener que esconderse periódicamente en un búnker.

Netiv HaAsara me pareció un lugar idílico, con sus casas de colores, su ambiente de camaradería y sus paisajes mediterráneos, pero amenazado por el peso de una enorme tragedia. Para poder valorar la escena en toda su complejidad hay que saber que es el kibutz más cercano a Gaza, situado literalmente al otro lado del muro de hormigón. Tan cerca están que sus habitantes han decorado las paredes exteriores de la barrera que separa a israelíes y palestinos con palomas y pintadas que evocan la paz entre los dos pueblos.

¿Qué sentiría yo si hubiese nacido en una familia hebrea? ¿Qué sentiría yo si hubiese nacido en el kibutz de Nevit HaSara?

Como cualquier otra droga, la exposición a este tipo de escenas transforma la percepción y, aunque sepas lo que te está ocurriendo, no puedes evitar que te ocurra. Mirando el vídeo me acordaba de la anécdota de Gideon Levy, un periodista de Haaretz que le preguntó una vez al ex primer ministro israelí Ehud Barak qué pensaría de todo esto si hubiese nacido en una familia palestina. Es lo único que se puede hacer cuando se siente la tentación de buscar acomodo detrás de uno de esos discursos presuntamente elevados, sencillos y moralistas. ¿Qué sentiría yo si hubiese nacido en una familia palestina? ¿Qué sentiría yo si hubiese nacido en una familia hebrea? ¿Qué sentiría yo si hubiese nacido en el kibutz de Netiv HaAsara? Ehud Barak respondió que él, probablemente, también sería un terrorista.

En escena aparece un padre al que no le ha dado tiempo ni a vestirse. Se le ve agitado en el interior de su casa, dando órdenes erráticas a dos niños menores de 10 años, a sus hijos. Corren los tres hacia un pequeño búnker instalado en un patio. Es una estructura de hormigón, muy sencilla, ideada para protegerse de los cohetes que Hamás lanza de manera rutinaria contra los kibutz israelíes, pero sin puertas para encerrarse dentro. Los terroristas irrumpen y arrojan una granada al interior del refugio. El explosivo detona después de rebotar contra una pared, matando en el acto al padre, cuyo cadáver cae en la entrada, y dejando levemente heridos a los niños.

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