Espacio aéreo cerrado y pintar Marrakech: Mohamed VI visita la zona del terremoto cuatro días después
Tras cuatro días del terremoto que asoló el sur de Marruecos, el monarca alauí ha visitado la zona más afectada por el seísmo
Al cuarto día, se hizo visible para los marroquíes. Mohamed VI viajó el martes por la tarde a Marraquech para visitar a las víctimas del terremoto del viernes por la noche y darles ánimo cuando el balance provisional de víctimas mortales ronda ya las 3.000. Fue un viaje relámpago de apenas dos horas, antes de volver a Rabat. El monarca alauí, que ha tardado 18 horas en regresar a Marruecos y más de 90 en desplazarse hacia uno de los puntos críticos del país tras el terremoto, ha conseguido lo que miles de personas no han tenido ni parece que vayan a tener en los próximos días: atención. Las primeras imágenes difundidas por la prensa y televisión marroquíes muestran al monarca y a su séquito avanzar por Marrakech en mitad de un fuerte despliegue de seguridad, con el cierre del espacio aéreo incluido.
El soberano recorrió detenidamente el Centro Hospitalario Universitario (CHU) de la ciudad acompañado por un equipo. Charló brevemente con un puñado de heridos, abrazando a algunos de ellos motu proprio o porque se lo solicitaban y repartiendo besos, sobre todo a los niños, según las imágenes de la televisión marroquí. También donó sangre, pese a padecer algunas patologías crónicas y estar medicado.
En las inmediaciones del hospital, varios locales afinan los últimos preparativos. El lugar, que hasta hace unos días era un embudo para el tráfico de ambulancias, heridos y otros que no tuvieron la suerte de sobrevivir, hoy recibe a Mohamed VI. De rodillas, repintan las barandillas agrietadas. El maletero de una furgoneta blanca, abierta, deja entrever tres o cuatro alfombras rojas con decorados marroquíes. En el suelo, otras están a punto de desplegarse.
A la entrada le esperaban varios miembros del Gobierno, que le acompañaron en la visita, y el personal sanitario que le aplaudió a rabiar al llegar y al salir del hospital. A las puertas del centro se agolpaban decenas, quizá cientos, de vecinos de Marrakech que, dándose empujones, se esforzaban por darle la mano. Médicos, enfermeros y demás viandantes se agolpan para ovacionar al monarca. Dentro del centro hospitalario, Mohamed VI avanza por sus pasillos, abraza a los más perjudicados. Alguno le devuelve la visita con el tradicional besamanos. Esta es la segunda aparición del rey después del seísmo. La primera fue la reunión de trabajo que presidió, recién aterrizado de París, donde ordenó el despliegue de un plan de actuación de emergencia para atender a las víctimas y rehabilitar las infraestructuras dañadas.
A Marrakech, el rey voló desde Rabat en un Boeing 748 de la Fuerza Aérea equipado especialmente para sus desplazamientos. Como siempre, cuando vuela dentro de su país se aplicaron estrictos protocolos de seguridad similares a los del presidente de EEUU cuando, a bordo del Air Force One, aterriza en un aeropuerto civil.
Poco antes de su llegada, el espacio aéreo fue despejado sobre Marrakech y los vuelos que estaban en camino fueron puestos en stand by a distancia o, incluso, si carecían de keroseno, desviados al aeropuerto de Casablanca. Cuando inició la bajada, el piloto apagó también el transpondedor, con lo que el aparato dejó de identificarse y desapareció de los radares convencionales.
Hasta este martes, los marroquíes no habían podido escuchar a su rey ni verle más que en las imágenes de la reunión que presidió en el palacio real a su regreso de París, el sábado por la tarde, donde llevaba una semana de vacaciones. A juzgar por la acogida popular en Marrakech, su presencia ha sido muy bienvenida. En la reunión del sábado sí estuvo Moulay Hassan, el príncipe heredero, al lado de su padre, pero no se le vio en Marrakech.
Cuatro días de espera
Su tardanza en regresar a Marruecos y en visitar la zona afectada (casi cuatro días) no ha suscitado críticas en la prensa ni en la clase política marroquí, pero sí en las redes sociales y por parte de algunos youtubers, todos ellos residentes en el extranjero, que cuentan con cientos de miles de seguidores. Cuando, en febrero de 2004, se produjo el terremoto de Alhucemas (629 muertos), el rey tardó también cuatro días en acudir a la región siniestrada.
Mientras el rey no se desplazó a Marrakech, los pocos miembros del Gobierno que estuvieron en la ciudad más turística del país fueron discretos. Khalid Ait Taleb, el ministro de Sanidad, evitó, por ejemplo, durante su estancia hacer ninguna declaración sobre la situación de los hospitales. Actúan así porque no pueden robar protagonismo el monarca.
En 2004, el entonces primer ministro, Driss Jettou, un empresario que desconocía las costumbres de la corte, tuvo la osadía de presentarse en Alhucemas antes que el soberano. Desde el palacio real, le obligaron a dar media vuelta.
En los reportajes de las televisiones extranjeras o en los vídeos grabados por vecinos de pueblos de montaña remotos y subidos a las redes, sí afloran las críticas por la nula o la escasa ayuda recibida. Los marroquíes que conocen que su país ha rechazado, por ahora, gran parte de la ayuda internacional que le fue ofrecida se muestran también desconcertados.
La ministra francesa de Asuntos Exteriores, Catherine Colonna, recordó el lunes que unos 60 países u organismos internacionales, como la UE y la ONU, habían propuesto su ayuda a Marruecos para paliar los efectos del terremoto. El Ministerio del Interior marroquí precisó que solo era bienvenida la que ofrecían cuatro países amigos: España, Reino Unido, Qatar y Emiratos Árabes Unidos. Es verdad que también ha acabado aceptando la presencia de voluntarios, como una asociación de bomberos de Lyon (Francia), que se ha presentado por su cuenta.
Como aún falta mucho para que se ponga en marcha un plan de reconstrucción, las ofertas hechas a Marruecos desde el extranjero eran de dos tipos. Por un lado, una ayuda humanitaria consistente, por ejemplo, en raciones de comida, tiendas de campaña o algunos medicamentos básicos. Por otro, una más urgente para intentar sacar en cuestión de horas a personas con vida de los escombros o, en el peor de los casos, extraer los cadáveres y poder enterrarlos.
Países como Francia, Italia y Alemania —los alemanes fueron al aeropuerto de Colonia, pero se les desmovilizó y regresaron a sus casas— cuentan con brigadas de rescate tan experimentadas e igual de bien equipadas que la Unidad Militar de Emergencias (UME) del Ejército español, que trabaja desde el domingo en Marruecos.
Sus ofertas fueron declinadas, pese a que las capacidades de los marroquíes y de las potencias extranjeras invitadas como España son limitadas. Esa respuesta negativa marroquí significa renunciar a desescombrar a tiempo para salvar vidas, según expertos que han participado en operaciones de rescate en Turquía.
Por otra parte, la Casa Real alauí está decidida a centralizar las ayudas de la sociedad civil y ser ella, a través de la Fundación Mohamed V para la Solidaridad, la que las reparta y no las ONG o asociaciones privadas marroquíes. Esta fundación fue creada por Mohamed VI cuando era aún príncipe heredero. Esta decisión, que no se ha anunciado, pero que se está poniendo en práctica, suscita tensiones entre el aparato del Estado y la sociedad civil que aspira a tener cierto protagonismo.
Al cuarto día, se hizo visible para los marroquíes. Mohamed VI viajó el martes por la tarde a Marraquech para visitar a las víctimas del terremoto del viernes por la noche y darles ánimo cuando el balance provisional de víctimas mortales ronda ya las 3.000. Fue un viaje relámpago de apenas dos horas, antes de volver a Rabat. El monarca alauí, que ha tardado 18 horas en regresar a Marruecos y más de 90 en desplazarse hacia uno de los puntos críticos del país tras el terremoto, ha conseguido lo que miles de personas no han tenido ni parece que vayan a tener en los próximos días: atención. Las primeras imágenes difundidas por la prensa y televisión marroquíes muestran al monarca y a su séquito avanzar por Marrakech en mitad de un fuerte despliegue de seguridad, con el cierre del espacio aéreo incluido.
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