"Como un petardo en los dedos": por qué el terremoto ha sido tan destructivo (pese a no estar en zona sísmica)

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Ni era el sitio esperado, ni nadie estaba (o podía estar) preparado. Marruecos se despierta al horror de un nuevo día tras el terremoto que ha sacudido el país y que se ha cobrado hasta el momento más de 2.000 vidas. Un terremoto "extraño", que no se ha dado en una zona sísmica de peligro, con una magnitud amplificada por su poca profundidad y la particularidad de la arquitectura marroquí, lo que lo ha convertido en especialmente devastador.

La noche del viernes al sábado, un terremoto de magnitud 7,2, según cifró el Instituto Nacional de Geofísica marroquí (6,8 según el Servicio Geológico de EEUU, USGS) sacudió la región del sur del Atlas marroquí, con el epicentro en la ciudad de Ighil, a unos 70 kilómetros al suroeste de Marrakech. En las horas posteriores se produjeron varias réplicas, la mayor, de 4,9 de magnitud.

Se trata del terremoto más grave de los últimos sesenta años, por delante del terremoto de 2004 en la zona de Alhucemas, en el Rif, mucho más al norte, y que se cobró más de 600 vidas. La localización de este seísmo, en el sureste del país, ha sorprendido a muchos. "No está en zona sísmica", explica José-Carlos Salcedo, profesor de estructuras de la Universidad de Extremadura. La zona de mayor posibilidad de actividad sísmica es, por la unión de dos placas tectónicas, la placa africana y la euroasiática, en la zona del Mar de Alborán, entre el norte de África y la costa de Málaga, así como la zona, precisamente, el norte de Marruecos. "Sin embargo, —donde se ha producido este terremoto— está a muchísima distancia de la zona de contacto entre placas". En este caso, la responsable del terremoto habría sido una falla oblicua-inversa a poca profundidad dentro de la cordillera del Alto Atlas marroquí", según el USGS.

Aunque fuerte (se trataría del terremoto más potente desde que hay registros en la zona montañosa), la devastación resultante no responde necesariamente a esa puntuación en la escala de Richter. Después de todo, aunque las aldeas rurales más cercanas al epicentro han quedado destruidas y acumulan la mayor parte de las víctimas mortales, Marrakech, la ciudad más poblada en el área de efecto del terremoto, estaba a 70 kilómetros. Con sus más de millón y medio de habitantes y miles de turistas, esos kilómetros de distancia la habrán salvado de multiplicar su cuenta de víctimas.

Pero el problema, apuntan los geógrafos y sismógrafos, ha sido la escasa profundidad del hipocentro, es decir, donde se produce el choque que genera el terremoto. Según el USGS, la profundidad ha sido de unos 18,5 kilómetros, y el Instituto marroquí la coloca incluso más superficial, a 11 kilómetros.

"La profundidad es muy importante. —En la destrucción de un terremoto— influye la distancia —al epicentro— en horizontal, pero también en vertical", asevera el experto. Salcedo utiliza una metáfora: "Es como tener un petardo entre los dedos, hace más daño que una bomba que explota a un kilómetro de distancia". Aunque los terremotos que se producen más profundamente tienden a generar mayor energía (y por tanto, mayores en la escala de Ritcher) y ondas sísmicas, esa energía se va perdiendo conforme avanzan más distancia (horizontal o vertical) en la tierra.

A esto se le añade la particularidad arquitectónica de Marruecos que lo hacen tener "una vulnerabilidad sísmica muy alta". Entre las imágenes que primero llenaron las cadenas de televisión marroquíes estaba la ciudad vieja (medina) de Marrakech, donde los edificios históricos y antiguos se derrumbaban uno tras otro. "Marruecos tiene unas estructuras históricas que, por ser de muro de tierra y piedra de mampostería, son bastante vulnerables", dice Salcedo. Y este tipo de edificios no pueden hacerse antisísmicos, incluso queriendo.

A las construcciones históricas, una “maldición” contra la que el estado no tiene mucho margen, se añade, sin embargo, la mala construcción de los edificios nuevos y el descontrol de licencias de construcción. En Marruecos es muy habitual que un edificio tenga más de un propietario y que se vaya construyendo de manera anárquica, o al menos sin un plan arquitectónico fijo y delimitado, hacia arriba. “Un edificio tiene cuatro plantas y alguien compra la terraza y se construye una quinta planta. Van construyendo en altura. Y ahí no es que haya un buen diseño o un plan, es que no hay control”, ejemplifica el experto.

“En los centros históricos como el de Marrakech tienes casas antiguas que son de piedra y tierra y por tanto, vulnerables, y luego tienes muchas construcciones nuevas que son tan vulnerables como las viejas por la falta de control en su construcción. Con pilares por ejemplo de hormigón, pero ninguno antisísmico”, concluye. “Y esa zona [lejos de la presunta actividad sísmica más esperada] menos”.