¿Un Xi ausente? Todo lo que encierra China en la cumbre del G-20
Existen muchas hipótesis sobre la ausencia del presidente chino en la cumbre más importante del mundo. Pero ¿tiene algo que ver la situación económica del país?
Entre la prensa extranjera en Pekín existe una leyenda urbana, y es que los líderes retirados del Partido Comunista de China (PCC) se reúnen cada agosto en la zona turística costera de Beidahe, a unos cientos de kilómetros al este de Pekín, para preparar la agenda política del otoño y aconsejar a los líderes actuales de la segunda potencia económica.
Es una imagen muy confucionista, orientalista y tentadora para los ávidos observadores de la hermética política china. Pero si alguna influencia tenían los ancianos playeros sobre el actual liderazgo, esta fue sesgada de raíz en 2012, al llegar al poder el actual secretario general, el ambicioso Xi Jinping, quien se ha propuesto perpetuarse hasta su muerte en el cargo. Prueba de ello es el trato conferido al expresidente Hu Jintao, que fue expulsado en octubre de malas maneras durante la máxima cita política china. ¿Qué ancianito se atrevería a levantar un dedo contra Xi en estas circunstancias?
Por este motivo, la publicación en el influyente diario económico japonés Nikkei de una supuesta bronca a Xi por parte de los venerables ancianos no ha dejado indiferente a la comunidad de observadores de China. Es una imagen cautivadora en un momento en que la economía china pinta tan mal y arrecia el descontento interno. Motivos supuestamente esgrimidos por estos ancianos contra Xi ante el peligro de que el PCC pierda credibilidad y poder. Recordemos que China es una dictadura que conoce bien los límites del pueblo.
Según Nikkei, la riña habría sido tan descomunal que Xi habría decidido no asistir a la cumbre del G-20 que se celebra esta semana en la India, y en su lugar resolver los problemas internos del país. El primer ministro Li Qiang asiste en su lugar. Pero algo hay de cierto en esta filtración interesada: existe un gran descontento interno en China porque la economía va mal, y la raíz del problema es política.
En primer lugar, la reunión de Beidahe es puramente turística desde hace años. Neil Thomas, analista de Asia Society, explica todos estos detalles en un acertado hilo de Twitter: "Nadie, ni siquiera yo mismo, tiene una visión clara del opaco mundo de Zhongnanhai. La columna (de Nikkei) indica que la reprimenda interna es la razón por la que Xi no asiste al G-20. Pero hay muchas otras explicaciones: Xi no ve al G-20 ni a la India como una prioridad diplomática; Xi está centrado en la política interna de cara al tercer plenario; Xi está paranoico, incluso sin reprimenda; o Xi está enfermo".
En segundo lugar, muchas de las razones que cita Thomas son certeras. Es la primera vez que Xi no asiste a una cumbre del G-20. Su ausencia en Nueva Delhi es un desaire diplomático contra la India y contra el G-20, grupo que junto con el G-7 Xi considera liderado por los poderes occidentales. Las diferencias entre China y la India por conflictos fronterizos son tan palpables que es muy probable que Xi decidiera no asistir hace meses.
El líder chino busca crear un contrapeso contra EEUU, por el que se siente acorralado militar y políticamente, agrupando a potencias no occidentales bajo el grupo de los BRICS, como ya demostró en la cumbre de Johannesburgo. Curiosamente, Xi también canceló su discurso en dicha cumbre, y envió en su lugar a su ministro de Comercio, Wang Wentao, quien pronunció una arenga muy agresiva contra EEUU. Esta repentina y notoria ausencia atizó rumores sobre la salud del líder chino, quien no obstante sí asistió a la posterior cena de líderes sin dar explicación alguna.
Sin embargo, y en tercer lugar, Xi tiene buenos motivos para no asistir a cumbres ni pronunciar discursos: evitar responder a preguntas molestas sobre el maltrecho estado de la segunda economía mundial.
En esa hipotética reunión en Beidahe, Xi culpaba a los anteriores líderes (Deng Xiaoping, Jiang Zemin y Hu Jintao) que desde la década de 1970 y hasta 2012 han llevado a cabo "la reforma y apertura" de China (reforma capitalista) de los actuales problemas estructurales del país. Tendría razón. Pero sus políticas ideológicas no han mejorado esos problemas, al contrario.
Edward Friedman, profesor emérito de la Universidad de Wisconsin, está de acuerdo en que "las políticas de Xi son muy impopulares y la gente en China en gran medida considera responsable a Xi de estas políticas autoinfligidas. Se sabe que otros altos cargos del Partido se han acercado al entorno de Xi para intentar recuperar la política de reformas que Xi tanto odia", señala a El Confidencial.
¿Un imperio?
Las directrices económicas de Xi se han basado en la nostalgia comunista, el nacionalismo y el control absoluto de las instituciones. Y ahora la economía china ha entrado en claro receso. El sector inmobiliario y de la construcción (que suponen un 30% del PIB chino) está en ruinas, y el desempleo entre los jóvenes es tan alto que las autoridades chinas han dejado de publicar cifras desde el verano. Xi está purgando la cúpula del ejército y ha hecho desaparecer a importantes hombres de negocios en el sector privado e incluso a ministros, como su protegido Qin Gang, desvanecido desde finales de junio.
En los últimos meses, los principales indicadores económicos, desde los beneficios industriales y las exportaciones hasta las ventas de viviendas, han registrado descensos porcentuales de dos dígitos.
La población está tan turbada por los datos económicos, la inestabilidad y oscurantismo en el seno del Partido, y por lo que creen que es una inevitable guerra con Estados Unidos, por el deseo de Pekín de ocupar Taiwán, que el consumo se ha frenado en favor del ahorro y se ha producido una repentina deflación.
Es lo que la economista Zongyuan Zoe Liu ha denominado Xi-flación: "La economía china es unan bomba de relojería y las políticas de Xi no han hecho más que acortar la mecha". Una economía que se asemeja a "un cuadro impresionista: hermosa desde lejos, pero un caos de cerca", dice. El modelo económico de China se ha centrado en un crecimiento impulsado por la inversión, con represión financiera interna, que ha contribuido al rápido ascenso del país.
Pero ha provocado el enquistamiento de problemas estructurales que empezaron a surgir mucho antes de que el presidente Xi Jinping asumiera el poder. "Sin embargo, en lugar de aprovechar la oportunidad para la reforma, las políticas de Xi no han hecho, sino empeorar estos problemas", asegura esta experta.
Los tres grandes retos estructurales de China son: un aumento de la deuda que coincide con la desaceleración del crecimiento, la atonía del consumo de los hogares a la zaga de una oferta sobrecargada y las tendencias demográficas adversas que han debilitado la ventaja de China en mano de obra joven barata, pero cualificada, lo que amplifica los costes de bienestar social y provoca la disminución de la demanda en el mercado inmobiliario.
"Económicamente, Xi Jinping ha sido un toro en una cacharrería"
"Económicamente, Xi ha sido un toro en una cacharrería", resume Liu, al imponer la "seguridad nacional" y la ideología a las dinámicas del mercado, lo que ha acarreado una enorme desconfianza tanto externa como interna en la economía china. Con lemas como "la vivienda es para vivir, no para especular", en 2016, o la "prosperidad común" de 2020, que se ha traducido en intrusiones antimonopolio en el sector tecnológico, o la obcecación en la política de covid cero, Xi ha asfixiado al país.
Circulan algunas bromas por China estos días: "Los tres nuevos motores de la economía china son el Buró Nacional de Estadística, el Departamento de Propaganda del Partido y la agencia de noticias Xinhua", en una alusión clara de cómo Xi maquilla la gravedad de los problemas a base de propaganda.
Es lo que James Kynge ha denominado la "crisis psicosocial" de China. La incertidumbre sobre las decisiones de Pekín "tienen un impacto palpable en la vida de la gente, con protestas laborales crecientes, un desempleo que sigue acelerándose y familias que se sienten más pobres desde que sus viviendas empezaron a perder valor en 2021".
Incluso un antiguo miembro del órgano consultivo chino, Liu Mengxiong, ha publicado un análisis económico en el diario Lianhe Zaobao de Singapur titulado El problema es económico, pero la raíz es política. Y en esa raíz política cita las desavenencias con EEUU, cuyas economías son codependientes, debido a una diplomacia basada en el nacionalismo y en agresividad de los "lobos guerreros", que han provocado un paulatino desacoplamiento de las economías americana y europea de la China.
Pero este desacople y la consecuente caída de la economía china puede tener un efecto boomerang grave sobre occidente. Los expertos recomiendan tanto a Washington como a Bruselas que los límites a China se impongan en sectores estratégicos y que se tienda una mano para limpiar su trastienda. Si es que el líder chino quiere aceptar esa ayuda. Es comprensible que, por ahora, Xi prefiera evitar la arena internacional o dar explicaciones.
Entre la prensa extranjera en Pekín existe una leyenda urbana, y es que los líderes retirados del Partido Comunista de China (PCC) se reúnen cada agosto en la zona turística costera de Beidahe, a unos cientos de kilómetros al este de Pekín, para preparar la agenda política del otoño y aconsejar a los líderes actuales de la segunda potencia económica.
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