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El motor de Europa gripa: cómo Alemania está perdiendo su poderío industrial
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El motor de Europa gripa: cómo Alemania está perdiendo su poderío industrial

Una economía estancada, la inflación desbocada, la energía que sigue disparada y muchas empresas que trasladan parte de su negocio al extranjero. ¿Es este el fin de la industria alemana?

Foto: El CEO de la principal industria siderúrgica alemana, ThyssenKrupp, se ajusta las gafas protectoras frente a la entrada de la empresa. (Reuters/Wolfgang Rattay)
El CEO de la principal industria siderúrgica alemana, ThyssenKrupp, se ajusta las gafas protectoras frente a la entrada de la empresa. (Reuters/Wolfgang Rattay)
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BioNTech, con sede en Maguncia —en la periferia de Fráncfort—, es una de las empresas más admiradas y respetadas por los alemanes. No solo obró el milagro de desarrollar la primera vacuna contra el coronavirus (distribuida por todo el mundo con la estadounidense Pfizer), sino que también protagonizó un prodigio económico. En 2021, se calculaba que la empresa, por sí misma, podría suponer el 0,5% del PIB alemán. Al final, acabó el año contribuyendo al Estado con 4.700 millones de euros en impuestos. Por ello, no es de extrañar que la decisión reciente de la compañía de trasladar su centro de investigación contra el cáncer al Reino Unido haya caído como un mazazo en Berlín.

Se trata del caso más sonado de una fuga industrial alemana, pero está lejos de ser el único. BASF (acrónimo de Badische Anilin-und Soda-Fabrik, fábrica badense de soda y anilina), la empresa química más grande del mundo, ha anunciado despidos de trabajadores en Ludwigshafen, donde tiene su sede, y aumentado su producción en China; Audi planea abrir su primera fábrica de coches en Estados Unidos, y la química Linde decidió el pasado marzo abandonar el Dax, el índice bursátil alemán, cuando era la firma con más valor de la Bolsa de Fráncfort.

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Son, todos ellos, síntomas de una misma enfermedad. Una que resulta especialmente grave para Alemania, un país que es sinónimo de poderío industrial. Para los alemanes, las industrias automovilísticas, químicas y farmacéuticas son mucho más que una fuente de ingresos, son parte de la identidad nacional que caracteriza a sus ciudadanos y su forma de vida. Este sector había conseguido durante décadas resistir, e incluso salir fortalecido, de múltiples reveses, como el colapso financiero internacional de 2008 o la posterior crisis de la eurozona. Sin embargo, desde el inicio de la pandemia, ha comenzado a resquebrajarse. Los datos de grandes empresas que salen del país, junto a las raquíticas cifras de crecimiento económico, han hecho encender todas las alarmas en la Cancillería.

Los citados hasta aquí son solo algunos ejemplos, los más conocidos. Pero quienes dan la voz de alarma sostienen que el problema también afecta a las pequeñas y medianas empresas, que suponen el 99,5% de toda la fuerza empresarial del país. “Lo peligroso es que está ocurriendo en pequeños pasos, es decir, sin cambios espectaculares, pero en la dirección equivocada”, aseguraba recientemente el presidente de la Asociación Federal de la Industria Alemana, Siegfried Russwurm. "Por ejemplo, cuando se lanza una nueva línea de productos en el extranjero mientras se reduce la producción del modelo predecesor en Alemania a lo largo de varios años", añadió.

Las causas

Russwurm habla de un “cóctel tóxico” de factores, expresión que también se repite desde la oposición conservadora, para describir la situación que está dañando la industria alemana. Los ingredientes de este cóctel no son una sorpresa, y solo uno es relativamente nuevo.

Alemania sufre una crónica falta de trabajadores cualificados: se estima que el año pasado se quedaron más de 600.000 puestos sin cubrir

Alemania sufre desde siempre una burocracia que, sumada a su profunda falta de digitalización tecnológica y administrativa, convierte algunos procesos de autorización en una pesadilla. A eso hay que sumarle una crónica falta de trabajadores cualificados: se estima que el año pasado se quedaron más de 600.000 puestos sin cubrir. En el sector industrial, hasta el 89% de las empresas considera que esto afectará negativamente a sus negocios.

Otro factor que esgrimen la patronal y la oposición es el de los impuestos, "demasiado altos en comparación al resto de Europa". Aunque aquí no hablamos de nuevos tributos, sino de las mismas tasas bajo las que el país pudo consolidar su músculo industrial.

De hecho, el único gran cambio es el de la energía: el fin del barato y abundante gas ruso, consecuencia de la invasión de Ucrania ordenada por Vladímir Putin en febrero de 2022. Sin embargo, esto no afecta igual a toda la industria. “Hay sectores en los que la situación es extremadamente difícil, pero son relativamente una pequeña parte. Solo el 10% es industria de alto consumo energético, donde el coste de la energía sí influye en su capacidad para competir con el resto del mundo”, explica por teléfono Martin Gornig, del Instituto Alemán de Investigaciones Económicas. El problema es que entre ese 10% se encuentra el sector químico, uno de los cuatro pilares industriales del país, junto a la automoción, la ingeniería mecánica y la industria eléctrica.

Foto: Christian Lindner, ministro de Finanzas alemán. (Reuters/Fabrizio Bensch)

El Ministerio de Economía ha presentado una propuesta para subvencionar la energía de la industria con 30.000 millones. La idea es aliviar los gastos temporalmente hasta que el país encuentre un reemplazo efectivo y realista del gas ruso. No obstante, el Gobierno de coalición no se pone de acuerdo: socialdemócratas y ecologistas promueven la medida, pero los liberales presionan para que, en vez de subvenciones, se reduzcan los impuestos a la energía.

Los datos

La industria es la gran arma secreta de la cuarta economía más grande del mundo. En 2022, alrededor del 30% de toda la producción económica del país vino del sector secundario. Que la industria flaquee es un golpe para la moral alemana, ¿pero es la situación tan grave como para hablar de desindustrialización?

Las posturas más alarmistas volvieron a levantar la voz recientemente con el pronóstico para este año del Fondo Monetario Internacional. Mientras anticipa que las economías avanzadas crecerán un 1,5%, para Alemania augura una contracción del 0,3%. El ministro de Economía, Robert Habeck, salió al paso para reconocer que los datos “está claro que no son buenos”, pero que no hay motivos para que se desate un German Angst, un pánico alemán.

Foto: Trabajadores de Audi, en Ingolstadt, Alemania. (EFE/Lukas Barth)

Otro dato poco halagüeño para la industria germana: al mismo tiempo que otras potencias se reindustrializan y atraen inversiones, como Estados Unidos con su Inflation Reduction Act (Ley de Reducción de la Inflación), en Alemania caen como nunca lo habían hecho antes. Según un estudio del Instituto de la Economía Alemana, cercano a la patronal, en 2022 salieron del país casi 135.500 millones de euros en inversiones directas, mientras que en Alemania solo se invirtieron unos 10.500 millones. Para el instituto autor del informe, se trata de unas “cifras alarmantes” que “en el peor de los casos” señalarían “el comienzo de la desindustrialización”.

Como se sabe, la economía no es una ciencia exacta. Donde unos ven negro, otros perciben una amplia gama de grises. "No debemos dramatizar —valora Martin Gornig, desde otro centro de investigaciones económicas—. Siempre se ha invertido en el extranjero. De hecho, nosotros, en el Instituto Alemán de Investigaciones Económicas, hace no mucho celebrábamos que la economía alemana invirtiera en el extranjero".

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Gornig pide que no se le malinterprete: la situación es muy seria y algunos sectores están sufriendo de manera considerable. Pero también recuerda que Alemania ha visto recientemente importantes anuncios de inversión, como el de Intel, por valor de 30.000 millones (gracias a una generosa subvención pública) para fabricar chips, o los 2.000 millones de Thyssen-Krupp para producir acero verde (también con importantes ayudas del Estado).

La relación con China

Más allá de la propia Alemania, si de alguien depende el futuro de la industria germana, es de China, su mayor socio comercial, con unos intercambios por valor de 300.000 millones de euros.

En 2021 y 2022, las inversiones de las empresas alemanas en China alcanzaron niveles récord

Después de lo ocurrido con Rusia, mucho se ha hablado sobre qué actitud debe mostrar Berlín frente a una Pekín cada vez más ambiciosa y asertiva en el plano geopolítico. Durante sus 16 años de gobierno, Angela Merkel nunca levantó la voz contra las violaciones de los derechos humanos y comerció con el gigante asiático sin atender a posibles implicaciones en la seguridad nacional. Eso terminó.

Berlín ha publicado por primera vez una estrategia propia para las relaciones comerciales con Pekín, donde se reconoce la necesidad de reducir la dependencia de China. El mantra es “reducir los riesgos, pero no desvincularse”. Está por ver si en la práctica esto supondrá algún cambio. Desde luego, mucho trabajo hay por delante: en 2021 y 2022, las inversiones de las empresas alemanas en China alcanzaron niveles récord.

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The Wall Street Journal

“Si me preguntas como un experto en seguridad, te diría que la estrategia no es buena. Pero si me preguntas como economista, te diré que sí, que es una buena noticia”, asegura Martin Gornig. La patronal de la industria también recibió con buenos ojos el texto: “La industria apoya el concepto, creemos que es bueno y apropiado”.

Del fútbol, se dice que es un deporte en el que juegan 11 contra 11 y siempre gana Alemania. Y la economía puede ser que tenga forma de pelota: con guerra, costes disparados, inestabilidad internacional, problemas de inversión y un largo etcétera, las empresas de la Bolsa de Fráncfort registraron en 2022 récords de facturación y ganancias, con Volkswagen a la cabeza.

BioNTech, con sede en Maguncia —en la periferia de Fráncfort—, es una de las empresas más admiradas y respetadas por los alemanes. No solo obró el milagro de desarrollar la primera vacuna contra el coronavirus (distribuida por todo el mundo con la estadounidense Pfizer), sino que también protagonizó un prodigio económico. En 2021, se calculaba que la empresa, por sí misma, podría suponer el 0,5% del PIB alemán. Al final, acabó el año contribuyendo al Estado con 4.700 millones de euros en impuestos. Por ello, no es de extrañar que la decisión reciente de la compañía de trasladar su centro de investigación contra el cáncer al Reino Unido haya caído como un mazazo en Berlín.

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