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El rey de las teorías conspirativas te explica por qué te acabas creyendo todo: "No hay que seguir los titulares, sino los patrones"
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Un "desmontador" profesional

El rey de las teorías conspirativas te explica por qué te acabas creyendo todo: "No hay que seguir los titulares, sino los patrones"

Michael Shermer (Los Ángeles, 1954), doctor en historia de la ciencia y editor desde hace más de tres décadas de la revista 'Skeptic' se entrevista con El Confidencial

Foto: Michael Shermer. (Cedida)
Michael Shermer. (Cedida)
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El trabajo diario del profesor Michael Shermer (Los Ángeles, 1954), doctor en historia de la ciencia y editor desde hace más de tres décadas de la revista sin ánimo de lucro Skeptic, consiste en sacar la lupa y examinar las costuras de las afirmaciones sospechosamente exageradas, o directamente surrealistas, en las que a veces caemos los seres humanos. Es un "desmontador" profesional. Parte de su interés en las supersticiones, las teorías conspirativas y los cultos de masas tiene su origen en un desengaño personal. Su adolescencia como cristiano fundamentalista le permitió probar de primera mano la intensidad de los sesgos cognitivos. Hoy, Shermer es uno los mayores expertos de Estados Unidos en leyendas urbanas, supersticiones, supuestas visitas extraterrestres y toda una amplia gama de sentimientos sectarios.

Su último libro, Conspiracy: Why the Rational Believe the Irrational (John Hopkins University, 2022), analiza la tendencia humana a ver patrones conspirativos donde puede que los haya o puede que no. Un fenómeno más en alza que nunca dada disponibilidad de la (des)información y las distorsiones generadas por el tribalismo político.

Foto: Parler, la alternativa a Twitter y Facebook, en problemas. (EFE)

Además de publicar libros y dar clases de escepticismo en Chapman University, Shermer presenta The Michael Shermer Show, donde entrevista a referentes del mundo de la ciencia, las ciencias sociales, la cultura o el deporte, en un constante esfuerzo por poner a prueba convicciones populares. La colaboración mensual que desempeñaba desde 2003 para Scientific American fue suspendida en 2021. La revista, cuenta Shermer, se volvió woke, y había temas que ya no se podían tocar. La entrevista ha sido ligeramente editada por motivos de claridad.

PREGUNTA. ¿En qué punto deja de ser prudente y empieza a ser peligroso ver un peligro donde quizás no lo hay?

RESPUESTA. Mi teoría es que hay una especie de racionalidad subyacente en lo aparentemente irracional, en el hecho de creer en teorías conspirativas. Cuando le preguntas a las personas que creen en teorías conspirativas por qué lo hacen, casi todas te darán razones, pruebas, argumentos, etcétera. Estarán equivocadas, pero, en su mente, esta creencia no es irracional. También sucede que muchas teorías conspirativas acaban siendo verdad. Y es más rentable, por si acaso, creérselas que no creérselas, porque no creérselas puede resultar costoso. Mi argumento es que, en nuestra evolución, era mejor dar por hecho que los otros conspiraban contra ti, incluso si no era verdad, porque esta creencia tenía que ver con la cohesión del grupo y con su protección frente a otros grupos. Es el conspiracionismo tribal. Y luego está el conspiracionismo por delegación: las teorías conspirativas que representan un sentimiento más profundo, como el miedo a que alguien tenga más poder que tú y esté tramando algo contra ti. Que la teoría sea verdadera o falsa es irrelevante. Es una representación de algo que preocupa al que se la cree.

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Un ejemplo de conspiración por delegación sería el culto a las armas en Estados Unidos. Los defensores de poder comprar armas casi con total libertad, incluyendo fusiles de asalto semiautomáticos, como el que se usa en la mayoría de las matanzas en colegios y centros comerciales, estarían motivados no por las armas en sí, sino por una creencia más profunda: la idea de que el Gobierno tiene instintos autoritarios que amenazan con aplastar las libertades individuales.

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Foto: José Luis Mendoza, a la izquierda, en una foto de archivo durante un acto relacionado con el club de baloncesto de la UCAM. (Foto: EFE)

P. Cuando se dispone a desmontar, o a probar, una teoría conspirativa, ¿cuál es su manera de proceder? Entiendo que algunas son más complejas que otras.

R. Parte de mi trabajo diario en la publicación de la revista Skeptic es seguir la pista de estas cosas, día a día, semana a semana, año a año. Y es lo que llevo haciendo más de 30 años. Así que tengo una base de datos bastante profunda. Una memoria institucional, como se suele decir, sobre los ovnis, las conspiraciones del Gobierno, etcétera. La razón por la que soy más escéptico que la mayoría de la gente, por ejemplo en lo que respecta a los ovnis, es que he escuchado esta historia muchas, muchas, muchísimas veces. Y nunca se concreta en nada. Podría estar equivocado, pero es muy, muy, muy probable, que esta sea una conspiración falsa.

P. Le he visto muy centrado en esta cuestión últimamente. Vi tu entrevista a Michael Shellenberger [un autor crítico con las políticas climáticas y sociales de los progresistas, y que recientemente ha dejado la puerta abierta a la idea de que el Gobierno estadounidense tendría en su poder restos alienígenas, con base en el testimonio de dos funcionarios que dicen tener fuentes de primera mano].

R. Me cae bien Shellengerger. Confío en él y sé que es un tipo honesto. Estoy seguro de que la gente con la que ha hablado le ha dicho lo que él dice que le han dicho. Pero ¿qué han visto realmente estas personas? No lo sabemos. ¿Quién es esta gente? No lo sabemos. Basándose en esto no se puede llegar a ninguna parte. Es como si te digo que tengo un dragón en el garaje, y, cuando te lo voy a enseñar y no está, te digo que es un dragón invisible. Y si ponemos harina por el suelo para que deje huellas, y no pasa nada, entonces es que es un dragón que levita. Y si ponemos un medidor de temperatura corporal y tampoco aparece nada, es que el dragón no irradia calor. Muy bien, pues, en algún momento, habrá que preguntarse cuál es la diferencia entre un dragón invisible que levita y que no emite calor, y la ausencia de dragón. Uno tiene que ver pruebas. Estos amagos de que si te lo digo te tendré que matar porque es alto secreto, o que está clasificado, o que no puedo compartir mis fuentes. Entiendo por qué un periodista trata con estas cosas, pero, desde el punto de vista científico, esto no es suficiente. Necesitamos más.

P. En los últimos 10 años, parece interesarse más por fenómenos políticos, como la conspiración ultraderechista de Qanon o el arraigo del identitarismo woke. ¿Esto se debe solo a una evolución de su interés profesional, o determinadas teorías conspirativas se han vuelto más sistémicas e insidiosas?

R. Gracias a internet estas teorías están más disponibles, así que tienes el sesgo de la disponibilidad: te centras en las cosas que más destacan en tu campo de visión y en tu memoria inmediata. Lo que estaba en las noticias la semana pasada. Es un problema. Sabemos por varios estudios que las teorías conspirativas siempre han existido. No son nada nuevo. Siempre tienen que ver con el poder, con la política, con la inmigración, con las amenazas contra la nación o contra la familia o contra una persona, etcétera. Eso no es nuevo. Lo que es nuevo es la velocidad con la que se difunden.

Respecto al interés de Skeptic, pues llevamos trabajando 30 años, y no podemos pasarnos la vida desmontando una y otra vez la astrología, las sectas, la religión, los fenómenos paranormales y todo lo demás. Así que miro a mi alrededor y veo qué es lo más candente. En los años noventa estudiamos las guerras científicas acerca de la religión y la naturaleza humana, y hoy, la versión actual de estos ataques contra la ciencia es la política de la izquierda progresista, que se infiltra en la ciencia. El movimiento trans o el movimiento antirracista de Black Lives Matter están enraizados en determinadas afirmaciones. ¿Es Estados Unidos hoy más racista que nunca? ¿En serio? Es una declaración factual. ¿Es cierta? ¿Qué tipo de datos se manejan? Así que examinamos esto, lo ponemos a prueba, lo verificamos. Por eso me centro en estos temas, que, además, creo que son más importantes. Ahora mismo no tanta gente lee la columna de astrología o cree en fenómenos paranormales. Pero estos movimientos ideológicos que han capturado las universidades y las corporaciones, y que ahora están ramificándose hacia las escuelas y los institutos, eso es importante. Es peligroso. ¿Están basados en hechos o no? La respuesta es no.

Foto: En la izquierda de EEUU se ha consolidado un movimiento cuya relación con los hechos es cada vez más tenue. (Ilustración: Irene de Pablo)
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P. ¿Cómo enmarca el fenómeno woke en la historia reciente de EEUU?

R. Sin duda es una tendencia a largo plazo, difícil de percibir mes a mes o incluso año a año. Es más una evolución de décadas. Mi formación como historiador es útil. No hay que seguir los titulares, sino los patrones. Cuando un policía mata a un ciudadano negro, se le dedican grandes titulares, y está bien que así sea. Pero, ¿significa eso que cada vez hay más policías asesinos y más ciudadanos negros que mueren a manos de ellos? La respuesta es no. Tenemos los datos. No solo los de Skeptic, sino los de The Washington Post. Los hemos analizado y las cifras están bajando. Cada vez más policías reciben la formación adecuada. La cifra nunca llegará a cero. Siempre habrá un puñado de racistas, de misóginos, de depredadores sexuales. Suficiente para llenar los informativos vespertinos durante un año. Pero, desde un punto de vista científico, la pregunta es: ¿ha mejorado la situación? ¿Ha empeorado? ¿Está más o menos igual que hace una década o que hace un siglo? Necesitamos poner las cosas en perspectiva.

P. Una de las cuestiones más candentes es la que tiene que ver con el derecho de las mujeres transexuales a participar en las competiciones deportivas femeninas. Uno de esos casos, como sucede con el debate sobre el aborto, en el que diferentes derechos entran en conflicto y no queda otra que buscar un compromiso.

R. La idea clásica que me gusta citar, de Thomas Sowell, es que no hay soluciones, sino compromisos. Y es verdad. Él es economista. Y eso es muy cierto en economía, que se basa en la asignación de recursos limitados. Uno no puede hacerlo todo. Con los derechos pasa lo mismo. Queremos dar a todo el mundo derechos para hacerlo todo, pero no podemos hacerlo todo. Tiene que haber compromisos y sacrificios. La reciente decisión del Tribunal Supremo respecto a la discriminación positiva en las universidades es un ejemplo. Estaría genial que todo el mundo fuera a la universidad, pero eso no va a suceder porque no todo el mundo está interesado, o no puede, o no hay tantas plazas disponibles. Así que tiene que haber un sistema de filtración. Y basar esa filtración en la raza tenía sentido en los años 60 y 70, por buenas razones. Pero ya no es apropiado. Es el momento de cambiar el curso debido a la discriminación contra los asiáticos y contra los blancos, sobre todo contra los asiáticos. No es una cuestión ideológica, es el mundo real. No se puede tener todo.

Foto: Angela Merkel se hace 'selfies' con refugiados de Siria e Irak en Berlín, en septiembre de 2015. (Reuters)

Con los atletas transexuales en el deporte ocurre lo mismo. Me encantaría que se encontraran soluciones, como una categoría abierta donde las mujeres trans pudieran competir contra cualquiera que quisiera entrar en esa división, pero, cuando eres un hombre biológico que ha pasado la pubertad, competir en la división femenina no es lógico. Así que no, esto no va contra los trans, esto va a favor de la mujer: a favor de los derechos de la mujer y del deporte femenino. Si lo planteamos de esa manera, sería un movimiento más positivo. Hay que encontrar soluciones. Baños de género neutro, pues estoy de acuerdo, eso es bueno. Lo que haga falta para que las personas transexuales no se sientan discriminadas. Eso sí que lo apoyo.

P. ¿No se supone que la ciencia, con sus fríos métodos de ensayo y error, los procesos de evaluación colectiva, etc., ha construido una barrera para que este tipo de cosas no pasen? ¿No resulta contraintuitivo?

R. La ciencia también la practican seres humanos con prejuicios, sesgos y un impulso moralizante, personas que quieren hacer lo correcto. Dado que son científicos, quieren usar la ciencia de la mejor manera posible. Lo cual es comprensible. El problema se da cuando la ideología te arrastra y los hechos se dejan llevar por la teoría. Aunque las evidencias no estén ahí, sigues hacia delante porque estás moralmente agitado, hasta que llega el momento en el que filtras o censuras datos, argumentos o investigaciones. Esto ahora sucede mucho. Los científicos tienen que hacer declaraciones de diversidad si quieren conseguir un empleo o una beca de investigación; tienen que explicar de qué manera la investigación de las ondas gravitacionales va a ayudar a la gente de color, por ejemplo. Son cosas que no tienen nada que ver la una con la otra. Pero esto ocurre. Son requerimientos. Y esto no es bueno. Es una captura ideológica que está afectando o tergiversando la ciencia en todas partes, especialmente las ciencias sociales y ahora también la biología.

Foto: Partidarios de Trump, fuera del evento de Ron DeSantis en Nueva York. (EFE/Justin Lane)

Es como una especie de creacionismo [la creencia, todavía vigente en determinadas comunidades religiosas de EEUU, de que todo en la naturaleza, incluido el origen y desarrollo de los seres humanos, tiene su origen en actos divinos]. Los creacionistas de la vieja escuela eran políticamente conservadores, cristianos conservadores. El neocreacionismo, sin embargo, se origina en la izquierda progresista, que piensa que nuestra naturaleza no está basada en la evolución, sino en la cultura. Que todo es cultura. Quieren que esto sea así porque piensan, falsamente, que si algo es influido por la biología o los genes o las hormonas, no puede ser cambiado y, por tanto, nos quedaríamos con las injusticias para siempre. Esto es erróneo. No es verdad. Son cuestiones distintas. Sí que podemos transformar la sociedad, pero solo basándonos en el conocimiento de la naturaleza humana, podemos contrarrestar a nuestros demonios con mejores leyes, reglas justas, derechos y este tipo de cosas.

P. La ideología trans: la idea de que uno puede elegir la sustancia real de algo, o de alguien, independientemente de la realidad física. ¿Cómo lo percibe usted?

R. Tiene elementos religiosos, sí. John McWhorter ha comparado el movimiento antirracista con una religión, y Richard Dawkins, pero no son los únicos ni los primeros. Otros han dicho eso desde hace mucho tiempo. Hay parte de verdad en ello, pero usar alegremente la palabra religión enturbia un poco las aguas, porque, al fin y al cabo, ¿qué es la religión? Ya se trata de un tema grande y difícil de estudiar científicamente, porque es una cuestión muy amplia que significa muchas cosas para mucha gente distinta. Si todo es una religión, entonces nada es una religión, porque la palabra ya no significa nada. Creo que tenemos que tener cuidado con la analogía, pero es útil hablarlo, hablar de cosas como el pecado original: la idea de que las personas blancas siempre nacerán siendo racistas y que, por tanto, la sociedad es inherentemente racista, como un pecado original que tienes que expiar a través del pago de reparaciones o cosas así. ¿Qué tal si dejamos de ser racistas y de actuar de manera racista? Sería un buen comienzo.

P. Desde 1972, según la agencia sociológica Pew Research Center, la proporción de norteamericanos que se identifican como cristianos ha bajado de un 90% a un 63%, y aquellos que no tienen ninguna afiliación religiosa han pasado de representar un 5% de la población a un 29%. Otra, que los sentimientos religiosos pueden estar migrando a la política, que se ha vuelto más atrincherada, personal e identitaria. ¿Cómo lo ve?

R. Un asunto tan grande como este, por qué ha descendido la religiosidad, no va a ser consecuencia de un solo factor. Ningún comportamiento humano lo es. Como dije, la religión es un tema enorme: hay miles de religiones y todas son diferentes. Dicho esto, hay personas que estudian el fenómeno del declive religioso. Los sociólogos, antropólogos y psicólogos de la religión llevan estudiándolo más de un siglo. Se vaticinó que la religión acabaría siendo inútil gracias a la llegada de la educación pública y secular y de la industrialización de la sociedad. Pero nunca sucedió. Ahora, sin embargo, parece que sí, pero quizás no se deba a eso. Otro factor es la incorporación de la mujer al mercado laboral, y con ello un incremento de su poder y de su control económico. Por lo general, son las mujeres quienes están a cargo de las actividades religiosas de la familia; pero, si están ocupadas, trabajan todo el día y además crían a los niños, entonces no tienen tiempo para la religión.

Foto: Ritual hindú en Indonesia. (Getty/Agung Parameswara)

Otro factor, creo, es el progreso moral: la mayoría de los cambios morales son consecuencia de elementos seculares como la legislación, las leyes, la transformación de las reglas y las tradiciones, que la religión no solo no apoyó sino que combatió. La religión siempre ha ido por detrás, ha sido muy lenta a la hora de apoyar los derechos civiles, el matrimonio entre personas del mismo sexo, los derechos de los gais, etcétera. Pero al final se subieron al barco, y hoy incluso los cristianos conservadores hablan del matrimonio gay y dicen, bueno, qué más da. Dios ama a todas las personas, sean o no gais. Y eso está bien. Pero llegaron tarde a la mesa. Así que uno no puede reconocerle ese crédito a la religión. La idea es que cada vez más gente está reconociendo cómo producir el cambio moral sin la religión.

Y la educación. Hay cada vez más gente educada para que la religión, como forma de ver el mundo, está perdiendo atractivo. Y también hay diferencias generacionales. Los miembros de la Generación Z son los menos religiosos. Hay que destacar que no son necesariamente ateos, simplemente carecen de afiliación religiosa. Muchos dicen ser espirituales, pero no religiosos, como aseguran en sus perfiles de las aplicaciones para ligar. O se adhieren a algún tipo de budismo occidental. Pero no son religiosos. Es una cuestión generacional: de la generación silenciosa a la generación del baby boom, la generación X, los milennials y ahora la generación Z, la religiosidad va a menos. Hay un efecto colectivo que tiene que ver con esos otros factores y que es difícil de ver año a año, pero son rastreables década a década.

P. En una entrevista el portal Reason, el entrevistador, Nick Gillespie, te preguntó cuál era tu secta favorita y respondiste que la secta de Trump.

R. No, no, tuve en mi programa a un entrevistado llamado Steven Hassan, un experto en sectas, y esa era su tesis. Él escribió un libro titulado La secta de Trump [The Cult of Trump: A Leading Cult Expert Explains How the President Uses Mind Control]. Lo tuve en el programa y hablamos de ello, pero no acepto el argumento. No me puedes decir que a 75 millones de americanos se les ha lavado el cerebro. La mayoría de las personas votan a su partido, sea cual sea el candidato. No puedes decir que Trump tiene un control hipnótico sobre la gente, o que se le sigue como si fuera un Jim Jones o a un Marshall Applewhite [líderes sectarios que acabaron organizando sendos suicidios en masa], o un L. Ron Hubbard [fundador de la Iglesia de la Cienciología]. Ese no es el caso.

Puede haber gente MAGA [acrónimo de Make America Great Again que suele describir a los seguidores más acérrimos de Trump], aquellos que se presentaron frente al Capitolio el 6 de enero de 2021. Pero muchos simplemente se creían lo que Trump les contaba, que las elecciones habían sido un fraude y que les habían robado el país. No eran una secta, salvo por la violencia que cometieron, pero, más allá de eso, no creo que sea el líder de una secta. Es un orador efectivo, como lo eran Ronald Reagan o Barack Obama, pero eso no lo convierte en el líder de una secta.

P. Muchos políticos son oradores efectivos y líderes carismáticos, pero Trump es otra cosa distinta. Cuando anunció su campaña en 2015, ¿te lo tomaste en serio? La mayoría de la gente se lo tomó a broma.

P. No pensé que llegaría tan lejos. Me sorprendió, como a todo el mundo. Aprendimos la lección. Y puede volver a ganar en 2024. Puede estar encerrado en prisión y ganar de todas formas, y luego otorgarse a sí mismo el perdón presidencial. Probablemente, no ocurra, pero puede ganar. Los otros candidatos son regulares, no son buenos. [El gobernador de Florida] Ron DeSantis anda tropezándose. Mike Pence es bastante aburrido, aunque es más inteligente de lo que pensaba, viéndolo hablar estos días en entrevistas y en pódcast. Veremos quién más sale al ruedo. Chris Christie y los otros no parecen candidatos fuertes. ¿Será este el fin del mundo? No lo creo. Los cuatro años de Trump fueron un buen test de estrés de nuestro sistema. De la misma manera que los ingenieros ponen a prueba los puentes, las carreteras o los cohetes, para ver la presión que pueden aguantar. Y, si este aguanta, es una buena señal. Es un sistema sólido. Al final hubo una transferencia pacífica de poder. Trump se marchó. Anduvo gruñendo y protestando, pero nadie le prestó atención a eso.

P. Una transferencia pacífica de poder, salvo por el detalle del asalto violento al Congreso...

R. Lo que quiero decir es que Joe Biden es presidente. Y no hubo una guerra civil.

El trabajo diario del profesor Michael Shermer (Los Ángeles, 1954), doctor en historia de la ciencia y editor desde hace más de tres décadas de la revista sin ánimo de lucro Skeptic, consiste en sacar la lupa y examinar las costuras de las afirmaciones sospechosamente exageradas, o directamente surrealistas, en las que a veces caemos los seres humanos. Es un "desmontador" profesional. Parte de su interés en las supersticiones, las teorías conspirativas y los cultos de masas tiene su origen en un desengaño personal. Su adolescencia como cristiano fundamentalista le permitió probar de primera mano la intensidad de los sesgos cognitivos. Hoy, Shermer es uno los mayores expertos de Estados Unidos en leyendas urbanas, supersticiones, supuestas visitas extraterrestres y toda una amplia gama de sentimientos sectarios.

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