Es noticia
A América le gustan mayores: qué dice de la política estadounidense el Biden vs. Trump
  1. Mundo
EL PRESIDENTE SE PRESENTA A LA REELECCIÓN

A América le gustan mayores: qué dice de la política estadounidense el Biden vs. Trump

Joe Biden, de 80 años, ha confirmado su candidatura a la presidencia estadounidense de 2024 y todo apunta a que se repetirá la lucha política con Donald Trump, de 76

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden. (Getty/Nathan Howard)
El presidente de EEUU, Joe Biden. (Getty/Nathan Howard)

La intención de Joe Biden de repetir mandato, oficializada a primera hora de la mañana estadounidense en Twitter, ha despejado el paisaje electoral de 2024. Lo que significa que Estados Unidos, probablemente, se apresta a revivir la pugna de septuagenarios de 2020, cuando la calle se preguntaba dónde estaba la renovación de las élites en un país orgulloso de su juventud y de su capacidad de reinvención. La única diferencia es que, esta vez, los septuagenarios serán cuatro años más viejos.

El hecho de que los principales campeones de los dos grandes partidos tengan una edad avanzada refleja un rasgo estructural. Es un símbolo de cómo han ido clareando las sienes del poder político en Estados Unidos. Unas veces, esto se refleja en la experiencia, la reflexión y una gobernanza tan imperceptible como efectiva. Otras, las ambiciones personales de los líderes se empecinan en ganarle la carrera al paso del tiempo. Pero es el tiempo el que siempre vence.

Foto: Joe Biden, el 24 de abril. (Kevin Lamarque/Reuters)

La figura de Ruth Bader Ginsurg fue canonizada por la América progresista, que adoraba su inteligencia, su tenacidad y sus instintos visionarios. La jueza del Tribunal Supremo solía ser retratada con sus siglas y con una pesada corona de oro, como corresponde a una auténtica O.G. (Original Gangster: expresión reservada en Estados Unidos a las personas pioneras en algo y muy carismáticas). Pero RBG, a los 87 años y enferma de cáncer, intermitentemente, desde hacía décadas, falleció en el cargo durante la presidencia de Donald Trump. La magistrada dejó un hueco que los republicanos estuvieron encantados de llenar, ampliando así la ventaja conservadora en el Supremo y consolidando su influencia legal estratégica para una generación.

El caso Ginsburg y Feinstein

El de Bader Ginsburg es un claro ejemplo de cómo la edad de un juez o un político puede cambiar la historia. La magistrada decidió apurar hasta el final, pese a las advertencias de su propio partido. Barack Obama la había invitado a comer en 2013. Parece que el entonces presidente no se lo dijo de forma explícita, pero el mensaje de la reunión fue interpretado de la siguiente manera: es usted genial y me quito el sombrero, pero, cuando yo acabe mi mandato, usted tendrá 83. Y es probable, si miramos al ciclo político, que después venga un presidente republicano. ¿Qué le parece si se retira ahora para que podamos nombrar a un juez demócrata joven y asegurar así nuestra presencia en el Supremo? Además, tenga en cuenta que usted ya ha pasado por un cáncer de cólon y otro de páncreas. Piénselo.

Pero Bader Ginsburg decidió quedarse donde estaba, en su cargo vitalicio, hasta que la despiadada naturaleza bajase el pulgar, indiferente a las vicisitudes políticas. Un año y medio después, el alto tribunal, entre otras medidas determinantes, usó esos votos conservadores para derogar la protección federal del derecho al aborto.

Foto: Una imagen de Ruth Bader Ginsburg. (Reuters)

El estado de California vive hoy una situación parecida. La senadora Dianne Feinstein tiene 89 años, 30 de los cuales los ha pasado en el mismo puesto. Su entorno lleva tiempo haciéndole guiños y dándole ligeros codazos. Y no tan ligeros: varios de sus colegas de partido le piden que dimita, pero Feinstein se mantiene incólume. Aunque enferma. Lleva tres meses sin poder viajar a Washington, lo cual ha quitado la mayoría a los demócratas en el Comité Judicial del Senado y les ha impedido, hasta el momento, confirmar a los jueves nominados por Joe Biden.

"Los políticos octogenarios se comportan como esos abuelos que se niegan a entregar las llaves del coche", escribe en The Atlantic, sobre el caso de Feinstein, el periodista Franklin Foer. "Se detienen en medio del tráfico sin razón aparente y nunca aceleran más allá de los 30 kilómetros por hora, pero siguen bajo la ilusión de que aún son buenos conductores".

Franklin Foer usaba este tono implacable, reconoce, porque días antes había escrito una crónica elogiando el buen hacer de los más importantes líderes demócratas, precisamente por su provecta edad. Reservorio de maestría y mano izquierda. El triunvirato formado por Joe Biden, Nancy Pelosi y Chuck Schumer, respectivos líderes del Gobierno y de ambas cámaras del Congreso, sumaban siglo y medio de habilidades pulidas por las décadas y los desafíos, y habían proporcionado a Estados Unidos un bien particularmente fértil en lo que se refiere a leyes aprobadas. El clamoroso caso de Dianne Feinstein obligó a Foer a revisar sus edificantes palabras.

Los estadounidenses... ¿quieren políticos jóvenes?

La cuestión de la edad no es exclusiva del Partido Demócrata. El jefe de los republicanos del Senado, Mitch McConnell, tiene 81. Una edad similar a la de muchos de sus colegas. El senador Chuck Grassley lleva 43 años en el Senado. Un periodo que ni siquiera refleja la mitad de su vida. Grassley cumplirá 90 este año.

Si ampliamos el foco, vemos que el Senado (que comparte origen etimológico con senectud, senil, senescente o señor; es el antiguo "consejo de ancianos") se ha ido haciendo mayor hasta alcanzar una edad mediana de 65,3 años. La Cámara de Representantes, gracias a una nueva generación de millennials e incluso miembros de la Generación Z, ha ido rejuveneciendo. Aunque sus altos cargos siguen en manos más curtidas.

Foto: El expresidente de Estados Unidos Donald Trump habla a la Asociación Nacional del Rifle (NRA). (Reuters/Evelyn Hockstein)

La conversación sobre la edad también ha entrado en campaña. Según una encuesta de NBC News publicada el domingo, siete de cada diez estadounidenses no creía que Biden debiera presentarse a un segundo mandato. Entre los propios votantes demócratas, la proporción de quienes pensaban así era del 51%. Y su razón más mentada, en el 70% de los casos, era la avanzada edad del presidente. Algo similar se puede decir del aspirante republicano, Donald Trump, de 76 años. Y se dice.

"A América no se le ha pasado el arroz", declaró Nikki Haley, exgobernadora de Carolina del Sur, exembajadora de EEUU ante la ONU y precandidata republicana a la presidencia en 2024. "Es a nuestros políticos a quienes se le ha pasado el suyo". Una clara referencia tanto a Biden como a su antiguo jefe, Donald Trump.

Quizás no sea, ni siquiera, un fenómeno exclusivo de la política. Una buena proporción de los héroes del cine estadounidense peinan canas desde hace ya algunas décadas. Jeff Bridges o Liam Neeson siguen rompiendo cuellos y viviendo aventuras; Harrison Ford, coetáneo de Joe Biden, vuelve a encarnar a Indiana Jones, este año, en la quinta película de la saga. Tom Cruise aún pilota aviones de combate y Keanu Reeves se mueve cada vez más trabajosamente en sus cintas de John Wick. Pero ninguno de ellos, pese a los taquillazos, presidirá la primera potencial mundial.

La intención de Joe Biden de repetir mandato, oficializada a primera hora de la mañana estadounidense en Twitter, ha despejado el paisaje electoral de 2024. Lo que significa que Estados Unidos, probablemente, se apresta a revivir la pugna de septuagenarios de 2020, cuando la calle se preguntaba dónde estaba la renovación de las élites en un país orgulloso de su juventud y de su capacidad de reinvención. La única diferencia es que, esta vez, los septuagenarios serán cuatro años más viejos.

Joe Biden Estados Unidos (EEUU)