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El 'fraude' de Trump se desmorona, pero las dudas sobre el sistema ya están sembradas
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A TRUMP SE LE AGOTAN LAS OPCIONES

El 'fraude' de Trump se desmorona, pero las dudas sobre el sistema ya están sembradas

La mayoría de las demandas que está poniendo la campaña de Trump están siendo desestimadas en el acto; simplemente, no hay pruebas de fraude

Foto: Joe Biden. (Reuters)
Joe Biden. (Reuters)

Los últimos cuatro años en la bancada republicana del Congreso han sido una lección de adaptabilidad política; un baile rico en maniobras, ingeniería retórica y pasos sinuosos por un lado de pista. En 2015, los próceres del partido detestaban a Donald Trump. El senador Ted Cruz lo llamó “narcisista” y “mentiroso patológico”, Lindsey Graham dijo que Trump era un “fanático xenófobo” y la entonces gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, aseguró que el neoyorquino sería el último de los republicanos al que apoyaría para ser presidente.

Al final, la razón del poder cayó del lado del magnate. Su insospechada —por las élites— capacidad de seducción política lo llevó al despacho oval, y quienes antes no lo podían ni ver, se convirtieron en sus justificadores y aliados. Era o eso o la calle, como comprobaron sus críticos. Aquellos que siguieron alzando la voz contra el comportamiento del presidente, como los senadores Jeff Flake y Bob Corker, fueron despachados con un par de tuits. Trump los señaló con el dedo y las masas republicanas les dieron la espalda. Senadores más fieles ocuparon sus puestos.

Los republicanos danzan ahora mismo en torno a este hecho: que muchos de sus votantes solo escuchan a Trump. Y aún tienen que andarse con cuidado. Para los conservadores, mantener su mayoría en el Senado depende de la segunda vuelta de las elecciones a los dos escaños senatoriales de Georgia. Si los pierden, el Senado quedaría dividido por la mitad: 50 contra 50. Y la demócrata Kamala Harris, como vicepresidenta electa, rompería con su voto el empate. Mayoría demócrata.

Foto: Cartel de Donald Trump. (Reuters)

El presidente, sin embargo, les ha planteado una dura elección: o la espada, que en este caso sería reconocer a Joe Biden como presidente electo y enfrentarse así a una posible condena política, o la pared. Es decir, apoyar las alegaciones infundadas de fraude y seguir poniendo en duda el resultado de los comicios.

Cómo reconocer sin reconocer

Como consecuencia, los movimientos del baile republicano son cada vez más pintorescos y atrevidos. Al principio, salvo los cuatro senadores más centristas y desligados electoralmente de Trump, como Susan Collins y Mitt Romney, la mayoría se colocó de perfil. Adoptaron la estratagema de diferenciar entre “votos legales” e “ilegales”, una manera subrepticia de decir fraude sin decirlo, y han evitado pronunciarse sobre quién será el presidente legítimo a partir del 20 de enero.

Foto: Partidarios de Trump en una protesta en Michigan. (Reuters)

Pero los hechos van sucediéndose en efecto dominó, complicando la postura de los contemporizadores. La mayoría de las demandas que está poniendo la campaña de Trump están siendo desestimadas en el acto; simplemente, no hay pruebas de fraude. En Pensilvania, otros tres abogados del presidente saliente han abandonado la litigación. Incluso si prosperasen los pleitos, la ventaja de Joe Biden en los seis estados contenciosos es superior a 10.000 votos. Un margen demasiado grande como para que potenciales recuentos arrojen una diferencia.

El presidente saliente ha recurrido a distintas herramientas retóricas para cuestionar los resultados: acusa a los medios de comunicación de proclamar victorioso a Biden. Y es cierto: lo proclamaron ganador, de la misma forma que hace cuatro años lo proclamaron a él y, ocho años antes, a Barack Obama. Dado que no hay una comisión electoral central, en EEUU son los medios los que observan el recuento y van cantando el ganador por separado en los 50 estados. Luego los votos son ratificados a nivel estatal, los electores los confirman en diciembre y luego la ratificación final, en enero, es del Congreso. Siempre ha sido así. Como también ha sido así que, una vez se cantan los estados, se llame 'presidente electo' al ganador.

Los medios proclamaron a Biden ganador, de la misma forma que hace cuatro años proclamaron a Trump y, ocho años antes, a Barack Obama

Si hubiera habido tongo, además, eso invalidaría muchas de las elecciones parlamentarias y estatales que han ganado los republicanos, ya que todas las opciones están en la misma papeleta. Pero Trump solo cuestiona el resultado de la casilla donde se elegía entre él o Joe Biden.

Cualquier incidente, a veces real —como el hallazgo de más papeletas en Georgia— o irreal —como el supuesto voto de los muertos—, es sacado de contexto por la campaña de Trump. Desde ahí, se multiplica por las redes sociales, ya que sus aliados de Fox News, puestos también entre la espada y la pared, no han podido volcarse en el bulo de fraude. Trump se ha enfadado y ha pedido a sus seguidores que dejen de ver Fox. Dicho y hecho: los visionados semanales de Fox en YouTube descendieron en 10 millones. Al mismo tiempo, televisiones más a la derecha y de clara tendencia conspirativa, como OANN o Newsmax, han ganado en audiencia.

placeholder Donald Trump. (Reuters)
Donald Trump. (Reuters)

Las autoridades de los diferentes estados, republicanos y demócratas, reiteran que no hay pruebas de fraude. Varias investigaciones, a lo largo de los años, solo han arrojado casos anecdóticos en un país donde el recuento está muy descentralizado, al haber unas 10.000 circunscripciones electorales. Desde el propio Gobierno de Trump, la Agencia de Ciberseguridad ha dicho que estas han sido las elecciones “más seguras de la historia” y que "no hay evidencia de que algún sistema borrase o perdiese votos, o de que de alguna manera fuese comprometido". El responsable del organismo, Christopher Krebs, fue despedido este martes por Trump.

Así que más republicanos están atreviéndose a dar el paso. El senador de Florida, Marco Rubio, ya se ha referido a Joe Biden como “presidente electo”. John Cornyn, de Texas, dijo tener “confianza en que el 20 de enero vamos a investir a un presidente. Y probablemente será Joe Biden”. El de Dakota del Norte, Kevin Kramer, apoya las demandas de Trump, pero ha reconocido que es “cada vez más improbable que un remedio [las litigaciones] acabe revirtiendo las elecciones”.

Estos y otros senadores piden a la Casa Blanca que reconozca a Joe Biden como presidente electo, una manera de poner en marcha el proceso de transición. La Administración General de Servicios es la encargada de dar luz verde y de aportar el dinero que necesita el equipo de Biden para nombrar a los aproximadamente 2.000 altos funcionarios que compondrán la crema de su Administración. Dinero para financiar los desplazamientos y para investigar minuciosamente sus historiales.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump. (Reuters)

Pero, sobre todo, el proceso de transición sirve para que Biden se familiarice estos dos meses con los desafíos a los que se enfrentará una vez llegue a la Casa Blanca. De momento, no ha podido ni recibir los informes que le corresponderían, ni reunirse con los principales funcionarios, así que Biden está siendo aconsejado por personas que ya no forman parte de la Administración. Según Biden, la falta de colaboración en el frente sanitario puede agravar la respuesta del Gobierno a la pandemia. Su equipo quiere empezar a trabajar ya con los órganos científicos federales.

Además de Trump, otros líderes republicanos siguen resistiéndose a aceptar el veredicto. El senador Lindsey Graham, que en 2015 dijo que Trump no representaba a su partido y que era “el hombre del ISIS del año”, ligándolo al grupo terrorista, dice ahora que las elecciones aún no están zanjadas: “No hasta que los tribunales hayan alcanzado un veredicto sobre las alegaciones hechas por el presidente”, declaró.

El tiempo apremia, no solo en la alta política. Mientras la transición de poder sigue atascada, los contagios de coronavirus crecen en el 83% de los condados de Estados Unidos, marcando récords diarios y propulsando a máximos el número de hospitalizaciones. Los científicos piden a los estadounidenses que cancelen sus reuniones familiares del Día de Acción de Gracias, pero quizá pueda más la fatiga del covid. Según estimaciones de la Asociación Americana del Automóvil, en torno a 50 millones de personas viajarán la semana que viene a ver a sus seres queridos.

Los últimos cuatro años en la bancada republicana del Congreso han sido una lección de adaptabilidad política; un baile rico en maniobras, ingeniería retórica y pasos sinuosos por un lado de pista. En 2015, los próceres del partido detestaban a Donald Trump. El senador Ted Cruz lo llamó “narcisista” y “mentiroso patológico”, Lindsey Graham dijo que Trump era un “fanático xenófobo” y la entonces gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, aseguró que el neoyorquino sería el último de los republicanos al que apoyaría para ser presidente.

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