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Lo que unas vacas en avión y aire acondicionado te cuentan sobre el poder real de Qatar
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Un verso libre frente a vecinos grandes

Lo que unas vacas en avión y aire acondicionado te cuentan sobre el poder real de Qatar

En la última década, Qatar ha dirigido su política exterior a querer ser 'maverkick', una voz distinta siguiendo sus propios intereses en lugar de plegarse a poderes regionales más grandes como Arabia Saudí

Foto: Las vacas en la granja Baladna, ahora un orgullo nacional. Con aire acondicionado. (Reuters/Naseem Zeitoon)
Las vacas en la granja Baladna, ahora un orgullo nacional. Con aire acondicionado. (Reuters/Naseem Zeitoon)

De la noche a la mañana, Qatar se quedó sin leche. Sin leche, sin zumo, sin huevos o la mayoría de productos frescos. Era 5 de junio de 2017, y cuatro países árabes (Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Baréin) declaraban el boicot diplomático a su vecino del Golfo. El pequeño emirato de Qatar quedaba encajonado con el cierre de su única frontera terrestre (Arabia Saudí) y parte de sus marítimas y espacios aéreos (Baréin y Emiratos), excepto un pequeño corredor.

“Los días de Qatar como maverick (disidente, heterodoxo) se acercan a su fin”, titulaban entonces algunos medios internacionales. “Ahora que ha sido aislado de manera tan completa (las aerolíneas prohibieron vuelos, se retiraron embajadores, se cerraron negocios, se presionó para que los cataríes residentes en estos países fueran expulsados…), es difícil entender por qué Doha no capitula ante la presión de sus vecinos”.

En la última década, Qatar ha dirigido su política exterior a querer ser ese maverkick, una voz distinta siguiendo sus propios intereses en lugar de plegarse a poderes regionales más grandes como Arabia Saudí, peleando por encima de su peso para intentar convertirse en un actor clave en una región convulsa.

Foto: Una estatua réplica del trofeo del Mundial 2022 en Qatar (EFE/Martin Divisek)
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Cuando llegó el cerrojazo de sus vecinos y la leche empezó a faltar en los supermercados, Qatar necesitó apenas días para encontrar una solución. El pequeño emirato organizó el traslado de cerca de 4.000 vacas frisonas lecheras desde Alemania, EEUU, Australia o Turquía mediante un puente aéreo. Luego, contactaron a los suizos, expertos en vacas, para organizar granjas lo suficientemente habitables para unos animales acostumbrados a prados más verdes. Solución: aire acondicionado en medio del desierto. Hoy día, la leche made in Qatar es una bandera nacionalista en el pequeño emirato.

El bloqueo se prolongó durante casi cuatro años, pero Qatar no solo no capituló con sus políticas, sino que salió victorioso. “Los saudíes y emiratíes pensaban que Qatar claudicaría en cuestión de semanas. Pero al cabo de unos pocos meses, los cataríes ya no necesitaban a Arabia Saudí. Qatar salió reforzado, y más independiente, del bloqueo”, sostiene Ignacio Gutiérrez de Terán, investigador de estudios árabes e islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid y coautor del libro Qatar. La perla del Golfo. Y las vacas con aire acondicionado son solo un ejemplo de lo que realmente es el poder de Qatar: dinero a espuertas puesto a trabajar para una política exterior muy definida que le permite ser, pese a su pequeño tamaño, geopolíticamente vital en la región.

Qatar está ahora mismo en el centro de la polémica y todas las cámaras apuntándolo. Está por ver si la apuesta de acoger el Mundial, que ya ha sido bautizado como el más polémico (desde el último en Rusia), da sus frutos. Porque, si sale bien, será el primer Mundial en Oriente Medio y un último golpe de soft power frente a sus vecinos, especialmente Arabia Saudí. Para pequeña muestra, un botón: el mismo día en que la selección catarí perdía estrepitosamente contra el combinado ecuatoriano, el emir de Qatar, el jeque Tamim al Thani, se hacía una foto como anfitrión junto a los jefes de Gobierno de rivales regionales, Abdelfatah Al Sisi de Egipto y Recep Tayyip Erdogan de Turquía. ¿Y el artífice del bloqueo? El príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman, también se ha pasado por el palco de la inauguración.

Foto: Messi en su presentación en el PSG. (EFE)

Pequeños éxitos de una política sello de Qatar: pelear por encima de su propio peso en el contexto de grandes potencias geopolíticas regionales; jugando su hueco entre unos y otros como un malabarista necesario.

Sin miedo a juntarse con agentes tóxicos, Doha era y es una suerte de bazar de las políticas regionales. En sus hoteles, ahora ocupados por aficionados al fútbol, era fácil encontrar rebeldes sirios, representantes de los talibanes, hutíes, libios, los Hermanos Musulmanes expulsados de Egipto, rebeldes sudaneses. Y eso es, precisamente, parte de su gran poder: el elemento mediador, eje de muchas de las políticas exteriores del emirato. "Qatar se dio cuenta de que si quería ser algo importante y no solo un satélite de Arabia Saudí, debía tener una política regional e internacional propia, que se diferenciara de sus vecinos. Qatar quiere ser un verso libre, lo que le permite hacer de mediador de casi todo el mundo", sostiene Gutiérrez de Terán.

Pasemos a una lista no exhaustiva de los movimientos de Qatar:

  • Mantenerse cerca de Irán, con quien comparte el yacimiento de gas natural South Pars-North Dome (el más grande del mundo) y quien le apoyó durante el bloqueo de los países árabes, pero al mismo tiempo mantener buenas relaciones con Estados Unidos, a quien cede el terreno para la mayor base aérea militar en la región desde 2003.
  • Sin miedo a que ese compromiso con EEUU impida organizar una base aérea también para Turquía, el otro poder regional.
  • Mantener relaciones con Israel, pero también con Hamás y otros grupos de la causa palestina, así como el Hezbolá libanés.
  • Negociar con los talibanes (reto que intentó Emiratos Árabes Unidos y fracasó) y servir así de puente a EEUU y a Europa con el nuevo Gobierno en Afganistán.
  • Y así un intrincado etcétera.

Los talibanes son quizás el último gran ejemplo que dejó claro que todo lo que se corta en Oriente Medio pasa por Qatar. Apenas recién emergido del bloqueo de los países árabes, Doha se reivindicaba como realmente el único capaz (por su cercanía en general con otros actores islámicos) de generar confianza en ambas partes. Lo cierto es que el cambio de presidencia en Estados Unidos también ayudó: la preferencia de Donald Trump por Arabia Saudí frente a Qatar (a quien llegó a apuntar como Estado financiador del terrorismo en la región) se trocó en el pragmatismo de Joe Biden, quien reinstauró lazos y recordó que Qatar era un socio clave para EEUU en la región. El rol de Qatar no terminó con las negociaciones. En las caóticas evacuaciones occidentales de Afganistán, Doha tuvo un papel fundamental.

Foto: Talibanes en Kandahar. (EFE)

“En realidad, Qatar es más un facilitador que un mediador”, sostiene Gerd Nonneman, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Georgetown y experto en el Golfo. “Qatar quiere proporcionar un espacio neutral para grupos políticamente aislados. En Doha, por ejemplo, EEUU pudo hablar tranquilamente con los talibanes. Esa es una parte esencial de la marca Qatar”.

Obviamente, no todo es un camino de rosas, y es fácil caer al otro lado de la línea. En 2017, un secuestro fue la gota que colmó el vaso de los vecinos árabes, especialmente Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, que veían con acritud los intentos de Qatar por encontrar su hueco propio en el escenario regional. "A los saudíes les afecta especialmente porque consideraban Qatar como su pequeño opúsculo, y van viendo de repente cómo ese país que casi tenía que pedir permiso a papá saudí para hacer cualquier cosa, de repente, lleva a cabo medidas que van en detrimento (de Arabia Saudí como líder regional)", apunta Gutiérrez de Terán.

Foto: Un barco metanero proveniente de Qatar. (Reuters)

En la primavera de 2017, se filtró que Qatar había pagado un rescate de hasta 1.000 millones de dólares para liberar a casi una treintena de miembros de la familia real que habían sido capturados en Irak durante una expedición de caza por un grupo terrorista. Según se supo, en esa operación Doha habría pagado a un afiliado de Al Qaeda y a otros grupos relacionados con Irán. Había más razones, por supuesto, incluida la polémica cobertura de la cadena catarí Al Jazeera de las primaveras árabes y, en general, la cercanía de Qatar a los rivales regionales de Arabia Saudí, como Irán o Turquía.

Pero Qatar no cedió, sino que buscó, como con las vacas suizas, nuevas opciones para independizarse cada vez más de sus poderosos vecinos a golpe de talonario que le permiten sus ingentes reservas de gas y su fondo soberano. "Qatar quiere (en última instancia) protegerse de algún tipo de anexión saudí. Para ello, debe estar firmemente en el mapa mundial con un perfil internacional poderoso y vívido, que no puede ser ignorado fácilmente si su existencia se ve amenazada en el futuro", apunta en su blog Graham E. Fuller, exagente de la CIA y analista en Oriente Medio. El Mundial es solo una última etapa en esa búsqueda de un camino propio de poder blando. Y, pese a la polémica, ya está dando sus frutos. Arabia Saudí ha presentado su propia candidatura —junto a Egipto y Grecia— para acoger el Mundial de Fútbol en 2030. Un paso por detrás.

De la noche a la mañana, Qatar se quedó sin leche. Sin leche, sin zumo, sin huevos o la mayoría de productos frescos. Era 5 de junio de 2017, y cuatro países árabes (Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Baréin) declaraban el boicot diplomático a su vecino del Golfo. El pequeño emirato de Qatar quedaba encajonado con el cierre de su única frontera terrestre (Arabia Saudí) y parte de sus marítimas y espacios aéreos (Baréin y Emiratos), excepto un pequeño corredor.

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