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Salir del confinamiento en Shanghái es más difícil que ganar el juego del calamar
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La tortura china del 'covid cero'

Salir del confinamiento en Shanghái es más difícil que ganar el juego del calamar

Con más de 227.000 contagiados desde el 1 de marzo en la ciudad y casi toda su población confinada, muchos comienzan a preguntarse si la estrategia de 'covid cero' es sostenible

Foto: Una paciente deja un centro de confinamiento del covid-19 en Shanghái. (Reuters)
Una paciente deja un centro de confinamiento del covid-19 en Shanghái. (Reuters)

Cuando Yuan comenzó a sentir los primeros síntomas del covid —fiebre, dolor de cabeza y fatiga—, se temió lo peor. Esa misma mañana, Shanghái se quedaba más desierta que la Gran Vía en la película de 'Abre los ojos', con la mitad de sus 26 millones de habitantes confinados. Días después, toda la ciudad quedaría encerrada en sus casas sin poder salir mientras se ponían en marcha las rondas de pruebas masivas del coronavirus. El mal presagio de la publicista se hacía realidad pocas horas más tarde, al recibir una llamada telefónica. "Yuan, has dado positivo. Te has contagiado del coronavirus y me temo que en unas horas el comité para la prevención de la epidemia se pondrá en contacto contigo para llevarte a uno de los centros de aislamiento", le dijo nervioso el gerente de su comunidad.

Yuan tragó saliva e intentó no ponerse nerviosa. "Había visto imágenes de los centros de cuarentena en Weibo [la red social china, similar a una mezcla entre Facebook y WhatsApp] y comencé a preocuparme. Ya empezaba a sentirme mal y no podía imaginarme acabar en una de esas instalaciones atestadas de camas con enfermos, sin duchas y el ruido de los teléfonos sonando hasta la madrugada", cuenta la publicista a través de una llamada realizada con Instagram.

Foto: Sanitarios en una zona confinada de Shanghái. (Reuters/Aly Song)

Yuan esperó dos días con la esperanza de que quizá le dejasen pasar la enfermedad en su casa, pero no hubo suerte. A las seis de la madrugada llamaron al telefonillo y le dieron 15 minutos para que recogiera sus cosas y se subiese al autobús que la llevaría al centro de cuarentena. "Lo peor es no saber adónde vas ni por cuánto tiempo. A mi novio, que dio positivo, también se lo llevaron, pero a un centro diferente. Yo he tenido más suerte que él. Estoy en un edificio de oficinas que han transformado para que pasemos la cuarentena y tengo mi propia habitación y ducha. A él lo han metido en una habitación con cuatro más y, como es extranjero, no se entera de nada de lo que pasa", dice con resignación Yuan.

Desde que la variante ómicron aterrizase en China, los casos se han extendido como la pólvora. Durante esta nueva ola de contagios en Shanghái, se han llegado a superar los 20.000 positivos diarios, según los resultados obtenidos durante la campaña masiva de pruebas del coronavirus. Como Yuan, miles de personas contagiadas han sido enviadas a estos centros de confinamiento que, en total, suman ya más de 90.000 camas disponibles. El más grande es un centro de exposiciones reconvertido en un recinto donde se han habilitado camas para cerca de 50.000 personas.

Acabar en un centro de aislamiento resulta confuso para los propios chinos, pero cuando se trata de un extranjero que no conoce el idioma, la situación se complica todavía más por problemas en la comunicación. En los últimos días, Alex, un músico italiano, se ha hecho viral por contar su periplo en una de estas instalaciones masivas. Tras dar positivo y después de que su urbanización rechazase que se quedase en su casa, fue enviado a uno de los centros. Desde allí, a través de sus redes sociales, relata cómo, a falta de duchas, cada día le toca lavarse con una palangana de agua fría y enjuagarse el pelo en el grifo de los lavabos. Las condiciones sanitarias en estos lugares de confinamiento son, para muchos, más preocupantes que el propio virus. El riesgo a volver a infectarse o acabar enfermo de otra cosa no es pequeño. También muchos se preguntan por qué no pueden pasar la enfermedad confinados en su casa, si el 96% de los casos registrados son asintomáticos.

Cazadores-recolectores digitales

A la caza de una lechuga o un filete. Así es como están la mayoría de los vecinos de Shanghái desde que a finales de marzo la ciudad quedase confinada. Lo que en principio iban a ser cuatro días de encierro ha acabado alargándose sin que millones de personas sepan cuándo podrán volver a salir a la calle. Muchos de los supermercados que repartían a domicilio han dejado de operar, en parte porque su personal también está confinado y las plataformas de pedidos 'online' están desbordadas. La cantidad de personal disponible no da abasto para satisfacer la demanda de millones de kilos de comida necesarios para alimentar a diario una ciudad de tal magnitud. Ante tal situación, muchas comunidades de vecinos han echado mano de sus teléfonos móviles y han empezado a crearse grupos de Wechat para realizar pedidos a granel.

"Cada mañana que me levanto, lo primero que hago es mirar los grupos de Wechat de mi comunidad para ver qué hay disponible. Los productos frescos, como la verdura y la fruta, son los que más escasean. Los vecinos nos hemos puesto de acuerdo para hacer grandes compras a granel, es la única manera de que te llegue el pedido. Me toca pasar varias horas al día siguiendo las ofertas que surgen en los grupos porque si te descuidas puedes quedarte sin nada", dice Li, una vecina que vive en la concesión francesa. Los habitantes de Shanghái se han convertido en auténticos cazadores-recolectores digitales.

Foto: Barrera para el confinamiento por un brote de covid-19 en Shanghái. (Reuters/Aly Song)

No todas las urbanizaciones han tenido la misma suerte que la de Li. Algunas en las afueras de la ciudad o con pocos inquilinos no han logrado recibir comida en estos 14 días de encierro. En algunos vídeos que han aparecido en las redes, se ve a vecinos que gritan desde sus ventanas para que los encargados de su urbanización les den una solución. "No nos queda de nada. Tenemos la nevera vacía", dice un vecino de Shanghái, al tiempo que el encargado de la comunidad le pide que se meta dentro de casa y cierre la ventana. Otros productos como la leche materna o los pañales también escasean estos días. El racionamiento y el trueque entre vecinos se han convertido en la nueva normalidad en la ciudad.

El problemático 'covid cero'

Con la estrategia de 'covid cero', China parecía haber logrado salir victoriosa en la batalla contra el coronavirus como ningún otro país. Sus sistemas de rastreo, cuarentenas preventivas y pruebas masivas habían permitido al gigante asiático vivir más de dos años en una burbuja libre del coronavirus. Ahora esa estrategia se tambalea y podría volverse incluso en su contra. Los casos de la variante ómicron, más contagiosa, pero a la vez más leve, han llevado a las autoridades de Shanghái a paralizar la ciudad. Una decisión con un gran impacto económico no solo para las empresas, sino también para sus ciudadanos. Los miles de casos positivos que van surgiendo a diario son enviados a centros de confinamiento que cada día que pasa se van abarrotando más. Aunque el 96% de los casos son asintomáticos y solo se ha registrado uno crítico, el portavoz del ministro de Exteriores, Zhao Lijian, ha confirmado que la estrategia no va a cambiar. A pesar de que muchos lo consideran una decisión más política que sanitaria, las autoridades defienden que este es el camino a seguir en un país con una población de 1.400 millones de habitantes para evitar un colapso de su sistema de salud.

"En mi urbanización, en la que viven 3.000 vecinos, calculo que si seguimos dando positivo cada semana, no saldremos hasta dentro de 50 años", dice con una nota de humor un 'post' publicado en un grupo de vecinos justo después de que las autoridades hayan dividido la ciudad en tres zonas. La nueva distribución ha dado lugar a numerosos 'memes' que comparan la estrategia a 'El juego del calamar', dada la dificultad para salir del encierro. Las tres áreas en que ahora se divide la ciudad —confinada, controlada y cautelar— dependen del número de casos positivos registrados. Los más afortunados, los que viven en la cautelar y que suman cerca de cuatro millones, ya han podido salir en libertad después de cero casos registrados en las últimas dos semanas.

Para el resto de zonas, la confinada y la de control, todavía sigue siendo un misterio cuándo se levantará el confinamiento, ya que continúan surgiendo nuevos casos positivos casi a diario. Ahora, la paranoia recae en los paquetes de comida u otros productos de primera necesidad que llegan a las urbanizaciones como nueva fuente de infección. Aunque todo se desinfecta con extremo cuidado, los casos siguen aumentando. Ante tanta incertidumbre y la frustración de ver los días pasar sin saber hasta cuándo durará el confinamiento, ya han comenzado a surgir grupos 'online' de expatriados para organizar su vuelta a sus países de origen, muy probablemente sin retorno. Con sus fronteras prácticamente blindadas y con un éxodo de gente que se marcha, China está dejando de ser un país para extranjeros.

Cuando Yuan comenzó a sentir los primeros síntomas del covid —fiebre, dolor de cabeza y fatiga—, se temió lo peor. Esa misma mañana, Shanghái se quedaba más desierta que la Gran Vía en la película de 'Abre los ojos', con la mitad de sus 26 millones de habitantes confinados. Días después, toda la ciudad quedaría encerrada en sus casas sin poder salir mientras se ponían en marcha las rondas de pruebas masivas del coronavirus. El mal presagio de la publicista se hacía realidad pocas horas más tarde, al recibir una llamada telefónica. "Yuan, has dado positivo. Te has contagiado del coronavirus y me temo que en unas horas el comité para la prevención de la epidemia se pondrá en contacto contigo para llevarte a uno de los centros de aislamiento", le dijo nervioso el gerente de su comunidad.

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