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Ucrania se lanza a armar a su población civil (quiera o no) para resistir la embestida de Putin
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Mientras el ejército ruso avanza en el sur

Ucrania se lanza a armar a su población civil (quiera o no) para resistir la embestida de Putin

La burbuja de paz de Lviv, convertida en punto de llegada y distribución de refugiados, se resquebraja. Los hoteles empiezan a rechazar a los varones en edad de luchar: deben volver al frente

Foto: Un voluntario de las Fuerzas de Defensa Territorial ucranianas, durante sus primeros entrenamientos. (Reuters/Gleb Garanich)
Un voluntario de las Fuerzas de Defensa Territorial ucranianas, durante sus primeros entrenamientos. (Reuters/Gleb Garanich)
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En dos calles paralelas de la zona centro de Lviv se han formado sendas filas de más de 50 personas. El propósito de ambas es el mismo: empuñar un arma.

En la primera, hombres y mujeres de todas las edades esperan completar el primer trámite para conseguir su licencia de armas, la cual les permitirá comprar un rifle o una escopeta. En el 'óblast' occidental ucraniano de Lviv, al sur del cual se extienden los Cárpatos, tener una de estas armas de fuego siempre ha sido legal con el propósito de cazar y tras pasar una serie de largos trámites de autorización. Ahora, cuando su principal uso es la autodefensa, las autoridades locales han abierto la vía exprés. Una serie de instrucciones básicas sobre cómo utilizarlas, un examen médico rápido y el visto bueno de la policía. De ahí, a la tienda. No son baratas, pero poco importa. Rusia se acerca.

Foto: Refugiados ucranianos en el paso fronterizo con Rumanía (EFE/Robert Ghement)

La segunda fila es más homogénea. Varones, todos; jóvenes, la mayoría. Hacen cola frente a una puerta cerrada con un cartel en el que se lee “¡Barco de guerra ruso, que te den por el culo!”. Todos traen sus documentos en la mano, a la espera de inscribirse en la Brigada 125 de Defensa Territorial, una de las unidades de voluntarios que a principios de este año se convirtieron en una rama más de las Fuerzas Armadas ucranianas. La puerta se abre, aparece una reclutadora y la primera parte de la fila se abalanza a entregar sus documentos. “Nuestros hermanos ucranianos están muriendo en el frente”, dice uno de los aspirantes. “Me pase lo que me pase, no puedo quedarme de brazos cruzados”.

Una semana después del estallido de la guerra, miles de ucranianos se han lanzado a las armas con el objetivo de plantar cara a la invasión rusa. Las tropas de Vladímir Putin han logrado su primera victoria estratégica con la caída de Jersón, en la desembocadura al mar Negro del Dniéper, y prosiguen su ofensiva en el sur con el cerco al enclave portuario de Mariúpol. La capital todavía resiste pese a una nueva jornada de intensos bombardeos. Allí, las autoridades locales empezaron hace días a repartir rifles a cualquier civil dispuesto a luchar, sin restricción alguna tras el primer asalto relámpago.

El nuevo cóctel nacional

El alcalde de Lviv, Andriy Sadovyi, ha instado a todo residente que cuente con un arma de fuego a unirse a las patrullas de voluntarios. A quienes no, les recomienda tener cócteles molotov a mano por si la situación lo requiere. El inventario de estas bombas incendiarias crece a ritmo acelerado en la ciudad. Una cervecería artesanal local, Pravda, ha abandonado la producción de alcohol para dedicarse íntegramente a la elaboración del “cóctel favorito de los ucranianos”, como lo denomina Sadovyi.

En su canal de Telegram, el político promueve constantemente las brigadas, exhortando a los residentes a que se inscriban. “Continuamos formando la 125 Brigada de Defensa Territorial de Lviv. Es ella quien defenderá la ciudad del invasor. Hay largas colas en el centro de registro. Miles de hombres quieren proteger su patria”, manifestó este viernes en un vídeo compartido en la red social.

“No soy un soldado, pero estoy listo para serlo. Estoy listo para defender Ucrania”

De vuelta al centro de reclutamiento, el primer hombre esperando frente a la puerta llegó hace tres días a Lviv. Se llama Gregory y pide que se le llame Greg. A él, a su mujer y a su hija les pasó lo mismo que a muchos de los que provienen del este del país. En torno a las cinco de la mañana del jueves 24 de febrero, se despertaron con el ruido de las explosiones. Tras encontrar un apartamento para su familia, Greg ahora quiere defender su país. “Si se me necesitan en el frente, ahí estaré. No queremos volver a ser parte de la Unión Soviética. No queremos ver cómo nuestras mujeres e hijos se mueren de hambre”, asevera.

placeholder Colas para alistarse y recibir un arma en Lviv. (L. Proto)
Colas para alistarse y recibir un arma en Lviv. (L. Proto)

Hasta hace una semana, trabajaba en una empresa de 'software'. Ahora aprenderá, junto al resto de los reclutas, a manejar un arma, practicar primeros auxilios, patrullar zonas urbanas, detectar y detener a posibles agentes rusos infiltrados y ejecutar tácticas de combate —la más importante, de ellas, la de guerrilla—. Las Brigadas de Defensa Territorial, técnicamente controladas por el Ejército, pero cada vez más autogestionadas, se dedican a defender la región en que son reclutadas, pero son susceptibles a ser movilizadas hacia los frentes del norte, este y sur del país en cualquier momento que sea necesario. Greg lo sabe. “No soy un soldado, pero estoy listo para serlo. Estoy listo para defender Ucrania”.

Foto: Matviy, en el interior del búnker en Lviv. (L. Proto)

De la puerta vuelve a salir un uniformado. En esta ocasión, solo a fumar un cigarro. Él confirma la popularidad de las brigadas. “Cada día tenemos cientos de personas aquí. Mira esto”, dice el soldado, señalando la extensa fila, “solo son las 11 de la mañana y esto es solo uno de los puntos de reclutamiento de la Lviv, de una sola ciudad, de un solo día. Hay decenas de miles de nosotros en el país”. Se llama Taras Ishchyk, dice no tener miedo a decir su nombre y lleva en las brigadas desde noviembre del año pasado. “Ucrania y el mundo entero vencerán. La justicia y la verdad están de nuestra mano”, afirma, confiado.

Sin elección

En efecto, son muchos los voluntarios en Lviv, una ciudad que hasta ahora ha ejercido principalmente como centro neurálgico de acogida y redistribución de refugiados de las regiones más orientales de Ucrania. Sin embargo, algo se mueve bajo la apariencia acogedora y tranquila de la ciudad. Cada vez es más aparente que las graves consecuencias de la invasión rusa están impulsando a las autoridades locales a endurecer el discurso de reclutamiento, especialmente entre los varones en edad de combatir que han huido de la guerra.

El martes, Sadovyi lanzó un mensaje a los desplazados internos ucranianos en el que aseguraba que “según las leyes de la guerra, los reclutas que han traído aquí a sus familias deben regresar y defender sus ciudades”. La única alternativa, indicaba, era inscribirse en las Brigadas de Defensa Territorial en el lugar de asentamiento. Desde hace dos días, es un secreto a voces entre los refugiados en Lviv que los dueños de hoteles y casas de alquiler, progresivamente, están rechazando las reservas de cualquier ucraniano de entre 18 y 60 años, aceptando solo a mujeres, niños y extranjeros. La venta de alcohol se ha prohibido por completo y las alarmas antiaéreas suenan día tras día sin que se haya registrado ningún ataque a la ciudad. El mensaje es claro: nada de relajarse, estamos en guerra.

“Según las leyes de la guerra, los reclutas que han traído aquí a sus familias deben regresar y defender sus ciudades”

Es el reverso oscuro de la oleada de demostraciones de valentía, entrega y exaltación patriótica que ha inundado las redes sociales ucranianas y del resto del mundo. Cientos de vídeos de ciudadanos que se arrojan delante de un tanque ruso para impedir su paso, que vuelan un puente sacrificándose en el proceso para que no puedan pasar los vehículos del enemigo, o de un presidente, Volodímir Zelenski, decidido a no abandonar Kiev aunque su vida corra peligro. El “¡Barco de guerra ruso, que te den por el culo!” que decora la puerta de la oficina de reclutamiento se ha convertido en el lema oficial del bando ucraniano durante la guerra. Una frase que fue pronunciada por unos guardias fronterizos listos para morir por su país. A los ucranianos se les espera dispuestos a dar la vida, independientemente de si surge de ellos o no.

Este miércoles, la presión sobre los refugiados varones se elevó hasta un punto crítico. El jefe de la Administración Militar Regional de Lviv, Maksym Kozytskyi, anunció que todo en edad de combatir que llegó al 'óblast' durante la ley marcial está obligado a presentarse ante un centro militar en las 24 horas posteriores a su entrada en la región. “También hago un llamado a los jefes de todas las empresas e instituciones y a todos aquellos que alojan a los desplazados internos para garantizar la implementación de esta orden”, agregó, responsabilizando así a empleadores y caseros que hasta ahora han intentado proteger a sus empleados e inquilinos.

Foto: Estación de tren de Lviv. (L. Proto)
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Todo indica que la burbuja de paz de Lviv, un oasis de tranquilidad en un país en guerra, está cerca de estallar. Los refugiados que lleguen del este ya no se encontrarán una ciudad que los acoge sin reservas, sino una que les señala el centro militar más cercano y les obliga a inscribirse. Chavales, jóvenes, padres y abuelos que huyeron del fuego, atravesando a duras penas las zonas de bombardeo y dejando atrás sus hogares, sus trabajos, sus recuerdos, todo lo que tenían, pronto podrían verse obligados a volver a mirar hacia las llamas.

Dos jóvenes informáticos que escaparon de la ciudad central de Dnipro, a 200 kilómetros de un Járkov asediado y en el que llueven las bombas rusas a diario, se plantean ahora regresar. “Prefiero unirme a la defensa territorial en mi ciudad natal que aquí”, comenta uno de ellos. “Sé que aquí es más seguro, pero para mí no tiene mucho sentido”. Hace dos días, todavía podían compartir una cerveza, unas risas nerviosas y unas lecciones básicas de ucraniano con un periodista todavía desorientado. Hoy, nadie sabe qué les tocará hacer. No han empuñado un rifle en su vida ni han deseado hacerlo, pero cada día que pasa empiezan a darse cuenta de que, probablemente, les tocará aprender. Porque mientras Rusia no se detenga, el frente siempre acabará exigiendo más armas, más manos, más vidas. Es la guerra.

En dos calles paralelas de la zona centro de Lviv se han formado sendas filas de más de 50 personas. El propósito de ambas es el mismo: empuñar un arma.

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