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Estos son los trenes ucranianos que tratan de digerir el caos de la guerra
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Billetes gratuitos para trenes sin espacio

Estos son los trenes ucranianos que tratan de digerir el caos de la guerra

Más de 500.000 refugiados han huido de Ucrania hasta ahora. En la estación de tren de Lviv, todavía se agolpan en las taquillas y frente a los vagones con la promesa de escapar

Foto: Estación de tren de Lviv. (L. Proto)
Estación de tren de Lviv. (L. Proto)

La avenida principal que lleva a la estación de trenes de Lviv está resguardada por militares con rifles Kaláshnikov en mano y ningún coche puede pasar. Solo llegar a la rotonda desde la que se solía acceder ya es todo un reto, con atascos de más de 10 minutos para recorrer las calles previas. Quienes quieran llegar al edificio centenario, uno de los más grandes y bellos de la ciudad del oeste ucraniano, deben atravesar el último tramo a pie. Muchos corren.

El majestuoso exterior Art Nouveau de la estación alberga un interior seco de estilo estalinista y una visión desoladora. Miles, probablemente decenas de miles, de personas se encuentran distribuidas por las múltiples salas de espera de la estación. Otras tantas están en los andenes, desafiando un frío que quema cualquier mano u oreja descubiertas. Son la legión de ciudadanos que huyen de la guerra que se está librando en el este del país. Son, en su mayoría, ucranianos, pero también nigerianos, uzbekos, marroquíes, filipinos, indios, libaneses y más de dos decenas de nacionalidades más.

A todos los une el mismo objetivo: escapar del país por la ruta de las vías. Sí, está saturada, pero la alternativa es ponerse a la fila de los pasos fronterizos por carretera, que se extienden durante decenas de kilómetros y donde cada día decenas de coches son abandonados por sus ocupantes para intentar llegar a pie, lo que en absoluto garantiza una espera menor. Este lunes, la ONU reveló que más de 500.000 refugiados han huido de Ucrania. La frontera de Polonia es la que sufre una mayor masificación de gente todavía a la espera —y es, al mismo tiempo, la que ha utilizado la mitad de quienes han conseguido escapar—, gracias a los trenes fletados por el Gobierno polaco. En el resto de las fronteras occidentales de Ucrania, con Hungría, Eslovaquia, Rumanía y Moldavia, no están mucho mejor.

Hasta ahora, las solicitudes de asilo en estos países son pocas en relación con el total de refugiados: unos planean regresar en cuanto sea posible y quieren quedarse en la frontera, mientras otros prosiguen su viaje. Alemania y Francia han ofrecido también el uso gratuito de sus vías férreas para quienes salen de Ucrania.

El billete de huida

En el recibidor de la estación, 14 multitudes se abarrotan frente a las 14 ventanillas que ofrecen información. En la cafetería, un grupo de voluntarios reparte a los refugiados algo que llevarse a la boca: agua, pastas, té, fideos, fruta y ‘grechka’ (trigo sarraceno). En los baños, las filas dan la vuelta a la esquina y el olor a orines se extiende hasta las salas colindantes. En las zonas vip, de la segunda planta del edificio, la gente duerme recostada en los sofás y en el suelo y los niños juegan con los perros, se suben a las sillas y miran el paisaje urbano de Lviv por las ventanas. En los pasillos, no especialmente angostos, el tráfico es tan denso que las personas se mueven por mecánica de fluidos más que por voluntad propia. En los andenes, la gente corre en cuanto ve llegar un tren, solo para regresar decepcionada cuando una de sus operadoras se asoma por la puerta de un vagón y grita: "¡Aquí vamos hacia el este!". María, que de ahí viene, suspira y sigue esperando.

placeholder Niños observan desde la ventana de la segunda planta de la estación de Lviv. (L. Proto)
Niños observan desde la ventana de la segunda planta de la estación de Lviv. (L. Proto)

Ella partió de Odessa hace 25 horas y ha llegado hoy, flanqueada por su perro —un husky con heterocromía— y con una montaña de maletas a su espalda, que resguarda junto a otras dos chicas de su edad, apenas adulta. Escuchó caer las bombas y vio en su móvil el rápido avance de los rusos desde Crimea por un sur ucraniano completamente llano y desprotegido. No se lo pensó dos veces. El tren que la trajo hasta Lviv fue gratuito. El que se la llevará, también, asegura, a pesar de que los billetes de los llamados 'trenes de evacuación' son casi imposibles de conseguir. Sabe que le tocará esperar, como a todos, para llegar a Polonia, pero cree que tienen muchas posibilidades de lograrlo hoy porque mujeres y niños van primero. Es la norma esencial. En el caso de los ucranianos, mujeres y niños van, y punto. A los varones mayores de 18 les toca quedarse, dispuestos a empuñar un rifle si la situación lo requiere.

Foto: Refugiados ucranianos en el paso fronterizo con Rumanía (EFE/Robert Ghement)

Los trenes que llegan y se van aparentan décadas de antigüedad. La mayoría tiene aspecto soviético. Algunos llevan encadenados más vagones de lo que uno supondría posible, serpenteando a lo largo de la curva que las vías trazan antes de llegar a los andenes. Los que salen del último tardan cerca de cinco minutos en refugiarse bajo el techo curvado de hierro y cristal de la estación, dejando en su camino huellas y surcos de maletas en la nieve acumulada durante la noche. Para los que quieren abandonar el país, las rutas son dos: a través del paso de Medyka, hacia Polonia, y Úzhgorod, una ciudad ucraniana que limita con Eslovaquia y está muy cerca de la frontera húngara. Conseguir un billete para uno de ellos es un sueño que mantiene despiertos a los miles que siguen esperando.

Hay quien busca rutas alternativas. Cuatro estudiantes procedentes de Biafra, Nigeria, han conseguido convencer a un taxista para que los lleve hasta la ciudad fronteriza de Chop, que cuenta con una pequeña estación con trenes que, afirman, salen hacia Hungría. La ruta es de 270 kilómetros a través de los Cárpatos, cuatro horas y media de carretera si no encuentran obstáculos y la nieve lo permite. El precio negociado es de 9.000 grivnas ucranianas, más de 250 euros. Los que ven al taxi alejarse dudan de que su estrategia vaya a funcionar. “La frontera con Hungría también está saturada, como en todas partes”, apuntan.

placeholder Andenes de la estación de tren de Lviv. (L. Proto)
Andenes de la estación de tren de Lviv. (L. Proto)

Pese a la gravedad de la situación, es mejor que la de días anteriores. Entonces, los andenes se encontraban abarrotados de maletas, abrigos y otros bultos abandonados mientras sus dueños se abalanzaban al interior de los escasos vagones disponibles, llenos hasta el borde de la asfixia. Una integrante del ejército de voluntarios que ayudan a gestionar el constante flujo de refugiados a y desde Lviv confirma que aprecia una mejoría. “La situación sigue siendo muy complicada, pero cada vez la estamos gestionando mejor. Para dentro de dos días esperamos haber sistematizado toda la operación”, afirma esperanzada.

En una de las salas de espera, varios permanecen atentos a un televisor desde el que se retransmite el último discurso del presidente del país, Volodímir Zelenski. “Hacemos un llamado a la Unión Europea para que admita inmediatamente a Ucrania como Estado miembro”, asevera el mandatario, que ha firmado la solicitud de adhesión. Varios asienten mientras, a su manera, también esperan llegar a la UE.

La avenida principal que lleva a la estación de trenes de Lviv está resguardada por militares con rifles Kaláshnikov en mano y ningún coche puede pasar. Solo llegar a la rotonda desde la que se solía acceder ya es todo un reto, con atascos de más de 10 minutos para recorrer las calles previas. Quienes quieran llegar al edificio centenario, uno de los más grandes y bellos de la ciudad del oeste ucraniano, deben atravesar el último tramo a pie. Muchos corren.

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