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Erdogan sienta Turquía a jugar en el gran tablero geopolítico, ¿a qué precio?
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Erdogan y sus batallas

Erdogan sienta Turquía a jugar en el gran tablero geopolítico, ¿a qué precio?

Turquía sigue abriendo frentes militares en toda la región y ya está presente en Irak, Siria, Libia, Mediterráneo Oriental y Nagorno-Karabakh

Foto: Foto de archivo del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan durante una cumbre de la OTAN en diciembre de 2019. (Reuters)
Foto de archivo del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan durante una cumbre de la OTAN en diciembre de 2019. (Reuters)

La Turquía de Recep Tayyip Erdogan está cada vez más lejos de la del fundador de la República turca, Mustafa Kemal Atatürk, y su lema "paz en casa, paz en el mundo". En los últimos cinco años, Erdogan ha pasado a decantarse por acumular conflictos fuera de sus fronteras: en Irak, Siria, Libia, el Mediterráneo Oriental y –recientemente– en Nagorno-Karabaj, la presencia turca se traduce en el envío de armamento, tecnología militar, fuerzas navales o efectivos militares, que muchas veces vienen en forma de fuerzas 'proxy', o incluso en la construcción de bases militares.

Los números confirman que el gasto militar turco ha aumentado un 86% durante la última década hasta alcanzar los 20.400 millones de dólares en 2019, según el propio Gobierno. Esas cifras no solamente confirman una tendencia belicista al alza, también reservan al presidente turco una plaza en la mesa de los grandes poderes globales. Pero todo tiene un precio: la diplomacia dura que Turquía está empleando ya provoca confrontaciones con Estados Unidos, Francia y Rusia.

Foto: El barco Oruç Reis junto a varios barcos militares de la Armada turca. (Ministerio turco de Defensa)

El país eurasiático ha pasado de mantener un papel discreto a volverse cada vez más beligerante. En la región de Oriente Medio –desde la década de 1990– se han instalado hasta tres bases en el norte de Irak para hacer frente a la guerrilla kurda, donde el Partido de los Trabajadores del Kurdistan (PKK) opera y entrena a sus milicias, consideradas terroristas por Ankara. El caos en Siria también propició la formación de una oposición leal al gobierno turco y contraria al Ejército de Basar Al Assad, a las milicias kurdas y a los terroristas del autodenominado Estado Islámico.

De hecho, la guerra de Siria significó la entrada del actor turco en escena contra poderes tan establecidos como Rusia o los Estados Unidos. Y desde que Washington abandonase a las milicias kurdas en el norte de Siria, lo que Turquía aprovechó para su intervención militar Manantial de Paz en 2019 contra los kurdos, el poder norteamericano en la región ha dado una imagen pasiva. Pero el posible desinterés viene de antes. "La actual administración de Estados Unidos ha perdido interés en la zona y esto ha provocado un vacío de poder que están aprovechando otros países", apunta la consultora NAR Research, especializada en Oriente Medio, a El Confidencial.

El cambio de paradigma en una Administración norteamericana que tenía una presencia muy activa en la región es notable. Por lo que añaden que la creciente independencia energética -especialmente por el desarrollo del fracking- ha hecho que Washington se desentienda de ciertos escenarios volátiles de Oriente Medio relacionados con el aprovisionamiento de hidrocarburos. El Kremlin es uno de los ganadores en este vacío de poder, afirman desde Nar Research, pero otros jugadores, entran en el terreno: "Turquía, Emiratos Árabes Unidos y Francia están buscando sustituir esta influencia –de Estados Unidos– incrementando sus posiciones en Oriente Medio y en las vías que van a parar al Índico -el Mar Rojo y el Golfo Pérsico-, y el Mediterráneo". Y en este último punto es donde Erdogan ya ha dejado claro que tiene algo que decir.

En cuanto al socio primordial de Estados Unidos en Oriente Medio, Israel, destacan que “las nuevas alianzas con algunas monarquías del Golfo, empezando por Emiratos Árabes Unidos, hacen que el Gobierno israelí necesite menos del apoyo de EEUU para llevar a cabo sus políticas en la región”.

La actual administración de EEUU ha perdido interés en la zona y esto ha provocado un vacío de poder que están aprovechando otros países

Pero la narrativa desde Ankara es bastante clara al respecto: no hay tensión entre Turquía y EEUU por el supuesto control de la región, pese al paso adelante de Turquía por ocupar el vacío que deja EEUU, desde en Siria a Irak. "Las relaciones entre ambos son estructuralmente sólidas y ciertas diferencias relativas a los desarrollos regionales pueden ser diferentes. Pero no significa que Turquía sea el jugador principal, sino más bien un jugador secundario", resta importancia Hüseyin Bağcı, analista de la Middle East Technical University de Ankara. Insiste en que “Turquía y EEUU son miembros de la OTAN y tienen el objetivo común de detener a China y Rusia en esta región”.

Pulso a Macron

El Mediterráneo es otro cantar, y la pertenencia de algunos de los jugadores a la OTAN no ha rebajado los esfuerzos turcos. La lucha entre Grecia y Turquía por el control de los hidrocarburos en el Mediterráneo Oriental traspasó en agosto la línea de los despachos y empezó a desenvolverse mostrando atributos navales. El 6 de agosto, Grecia –archienemigo histórico turco– y Egipto –ahora gobernado por un general Al Sisi, en fuerte tensión con Ankara por el apoyo de ésta a los ilegalizados Hermanos Musulmanes – firmaban un convenio de explotación económica que contradecía el firmado en noviembre pasado por Turquía y Libia.

En Libia, Erdogan brinda su apoyo al Gobierno de Trípoli en su guerra civil contra el general Khalifa Haftar, (mariscal de las fuerzas del Gobierno en Tobruk) que está apoyado por Emiratos Árabes Unidos, Rusia y, aunque de manera menos explícita y pública, Francia.

Paris, con importantes intereses gasísticos en la zona y una de las voces más críticas con Erdogan, trasladó a la zona en disputa del Mediterráneo Oriental fuerzas navales y dos aviones de combate para equilibrar una balanza que caía a favor de Ankara en caso de una hipotética confrontación directa con Atenas. “Estamos viendo provocaciones por parte de un país que no tiene costa en el Mediterráneo oriental y que empuja a Grecia y Chipre a dar pasos equivocados”, protestó Erdogan mirando hacia el Palacio del Eliseo. Bruselas, por su parte, amenazó a Ankara con duras sanciones si no abandonaban las prospecciones gasísticas en la zona.

placeholder El buque de exploración turco Oruc Reis en el Bósforo. (EFE)
El buque de exploración turco Oruc Reis en el Bósforo. (EFE)

El convenio firmado por Ankara y Trípoli para la explotación de las aguas mediterráneas provocó que la sombra militar del máximo mandatario turco se alargara –de facto– hasta el norte de África. La ayuda militar no tardó en llegar: Ankara ha sido señalada por enviar drones, sistemas antiaéreos y hasta 10.000 mercenarios sirios a combatir en los frentes libios. Erdogan volvía a confrontar a Macron y Putin, ambos situados en el bando opuesto y en apoyo a Haftar.

En los acontecimientos ocurridos en la cuenca mediterránea “Estados Unidos está desempeñando un papel estratégico vital”, afirma Michaël Tanchum, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Navarra, a El Confidencial. Según afirma el analista, “Estados Unidos ha sido el poder silencioso detrás del telón que ha promovido el alto al fuego para el proceso hacia un Gobierno de unidad en Libia”. Para él, “Washington ha jugado de forma muy inteligente al incluir a Argelia” en unas conversaciones de paz que han decantado la balanza hacia el cese de las armas. En el Mediterráneo Oriental, por otra parte, también asegura que los Estados Unidos han movido los hilos para apaciguar las aguas en el pulso entre Turquía y Grecia, lo que ha llevado a una disminución en el enfrentamiento marítimo. Por lo tanto, en ambos enfrentamientos donde Turquía y Francia se encuentran en posiciones antagónicas, “Washington ha contribuido a ejercer de puente entre ambos países”, afirma.

La última guerra de Erdogan

Y la última del máximo mandatario turco recibe el apodo de 'Dos países, una nación', un lema con el que Erdogan ha querido referirse a su apoyo a Azerbaiyán en la guerra contra Armenia, que va más allá de lo estratégico.

El apoyo de Ankara a Bakú no solamente se traduce en el envío de aviones de combate y drones, también se les acusa del despliegue de mercenarios sirios y libios alineados con Ankara.

Foto: Una calle en Stepanakert, capital de Nagorno-Karabaj. (Reuters)

Después de encenderse la mecha durante el mes de septiembre, el máximo mandatario turco fue firme en su apoyo al país azerí. “Turquía seguirá estando del lado de su hermano y amigo Azerbaiyán con todos sus medios y su corazón”, dijo Erdogan, a la vez que recalcaba el amor de Turquía por su hermano pequeño.

Y en esta relación, las apariencias dicen que él es el que lleva la voz cantante en el conflicto. Ante la tentativa de un alto al fuego que desencadenase un acuerdo entre los dos países enfrentados, Erdogan también fue firme en aconsejar al máximo mandatario azerí que rechazase la demanda: “dado que Estados Unidos, Rusia y Francia han descuidado este problema durante casi 30 años, es inaceptable que estén involucrados en la búsqueda de un alto al fuego”. Todos estos países, integrados en el proceso de Minsk, han tenido palabras de rechazo por la guerra que se está desencadenando y por el apoyo turco al Gobierno azerí. Erdogan, por lo tanto, ya ha sumado otro frente a una lista de conflictos que no cesa.

La Turquía de Recep Tayyip Erdogan está cada vez más lejos de la del fundador de la República turca, Mustafa Kemal Atatürk, y su lema "paz en casa, paz en el mundo". En los últimos cinco años, Erdogan ha pasado a decantarse por acumular conflictos fuera de sus fronteras: en Irak, Siria, Libia, el Mediterráneo Oriental y –recientemente– en Nagorno-Karabaj, la presencia turca se traduce en el envío de armamento, tecnología militar, fuerzas navales o efectivos militares, que muchas veces vienen en forma de fuerzas 'proxy', o incluso en la construcción de bases militares.

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