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La accidentada sucesión de Al Bagdadi: receta para crear un califa
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Nuevo líder del Estado Islámico

La accidentada sucesión de Al Bagdadi: receta para crear un califa

Megalómano, escurridizo, inteligente, y sobre todo muy, muy peligroso: Abu Bakr Al Bagdadi, el hombre que dirigía el Estado Islámico hasta su muerte el pasado fin de semana

Foto: El 'califa' del Daesh Abu Bakr Al Bagdadi
El 'califa' del Daesh Abu Bakr Al Bagdadi

Megalómano, escurridizo, inteligente, y sobre todo muy, muy peligroso: Abu Bakr Al Bagdadi, el hombre que dirigía el Estado Islámico hasta su muerte el pasado fin de semana a manos de las tropas estadounidenses, se hizo merecedor de todos estos calificativos por buenas razones. Su aparición por sorpresa en la mezquita de Mosul en 2014 tras la conquista de dicha ciudad para dirigirse a los fieles musulmanes de todo el mundo le convirtió en el segundo terrorista más buscado del mundo. Tan solo Ayman Al Zawahiri, el sucesor de Osama Bin Laden, suponía una presa más codiciada para la inteligencia estadounidense.

Para lograr el liderazgo del mundo islámico y la preeminencia sobre sus antiguos aliados de Al Qaeda, Al Bagadadi no dudó en nombrarse Califa y Amir Al Muminin (Comendador de los Creyentes), desafiando por el camino a sus antiguos socios y enfrentándose de forma sangrienta con sus representantes en Siria, el Frente Al Nusra. "Soy vuestro líder, aunque no soy el mejor de vosotros, así que si veis que estoy en lo correcto, apoyadme, y si veis que me equivoco, aconsejadme", declaró en junio de 2014. Y justificó así su autodesignación, bajo el apelativo de 'Califa Ibrahim': "Nombrar un líder es una obligación para los musulmanes, una que ha sido incumplida durante décadas".

Foto: El comunicado del grupo.

Eso podría explicar la celeridad con la que el Estado Islámico ha designado a su sucesor, en un audio de 9 minutos hecho público a través de su órgano de propaganda, la agencia Amaq. El prestigio del grupo –lo que le permitió tomarle la delantera a sus antiguos compañeros y archirrivales de Al Qaeda a ojos de los jóvenes musulmanes de orientación radical en todo el mundo- se cimenta en la existencia de ese Califato, el gobierno de Dios en la tierra, algo que la organización fundada por Bin Laden jamás se atrevió a hacer. Sin esa legitimidad, el ISIS corre el riesgo de fragmentarse, perder empuje y terminar cayendo en la irrelevancia.

Por ahora apenas nada se sabe del nuevo líder del grupo, Abu Ibrahim Al Hashimi Al Qurayshi. De este nombre, sin embargo, los expertos infieren dos cosas: que no es su nombre real, sino que se trata de una 'kunya', un apelativo islámico derivado del nombre de su hijo, que probablemente tiene como intención ocultar su identidad real, al menos por el momento; y que con ello clama descender de la tribu de los Quraysh, la misma del Profeta Mahoma. Sin embargo, el heredero político de Al Bagdadi deberá ahora enfrentarse no solo contra sus múltiples adversarios, sino también al recuerdo de su predecesor, venerado en todos los rincones del universo yihadista.

A la sombra de Al Bagdadi

El hasta ahora líder del Estado Islámico, nacido en Samarra, en el centro de Irak, en 1971, era doctor en Estudios Islámicos. Pese a haber mantenido un perfil bajo durante las primeras tres décadas de su vida, radicalizó sus posiciones tras la invasión estadounidense de Irak en 2003, a lo que probablemente ayudó el haber sido un prisionero estadounidense en el campamento de Bucca durante casi todo 2004, según admite el propio Pentágono. "Ibrahim Awad Ibrahim Al Badri, también conocido como Abu Bakr Al Bagdadi, fue mantenido como 'interno civil' por las fuerzas estadounidenses en Irak desde febrero de 2004 hasta principios de diciembre de 2004, cuando fue puesto en libertad", explicó el Departamento de Defensa norteamericano en un comunicado. "Un Consejo Combinado de Revisión y Puesta en Libertad recomendó la 'liberación incondicional' de este detenido, y así se hizo poco después. No tenemos registros de que haya estado en custodia en ningún otro momento", indica el texto, hecho público tras el revuelo causado por las revelaciones de que el personaje había estado durante algún tiempo en manos estadounidenses.

Al Bagdadi también tenía un pasado combatiente: ayudó a establecer el llamado Consejo de la Shura de los Muyahidines, un grupo militante que acabaría siendo el germen de Al Qaeda en el País de los dos Ríos (Al Qaeda en Irak, AQI). Esta organización no fue muy efectiva en su lucha contra las tropas ocupantes, pero sí en los enfrentamientos sectarios que consumieron el país en los años siguientes. Para mediados de la década, muchos de los locales se habían cansado de los desmanes de AQI y su interpretación rigorista del islam, ocasión que aprovechó el general David Petraeus para organizar las llamadas "Milicias del Despertar".

La idea de los estadounidenses era que los miembros de las tribus de la región suní de Anbar, donde Al Qaeda campaba a sus anchas, eran quienes estaban en una mejor posición para combatir a un enemigo que conocían muy bien. Y funcionó: en un par de años, AQI se convirtió en un actor marginal del conflicto iraquí, y la violencia en la zona remitió.

El estallido de la rebelión armada en Siria, y el llamamiento de Ayman Al Zawahiri a crear un frente de Al Qaeda en aquel país, le dio a Bagdadi una nueva causa. Si antaño las redes logísticas habían funcionado desde el territorio sirio hacia Irak, ahora el flujo se revirtió, y combatientes experimentados y armas empezaron a entrar en Siria desde el país vecino. AQI ayudó a crear una organización hermana, el llamado Frente Al Nusra para la Liberación de los Pueblos del Levante, que se especializó en realizar sangrientos atentados con coches bomba contra las tropas del régimen de Bashar Al Assad.

La disputa con Al Qaeda

Además de poseer destreza guerrera, quien aspirara al puesto de Califa debe ser un hombre recto, pero también, probablemente, ambicioso. En ese sentido, a las probadas capacidades bélicas de los combatientes del Frente Al Nusra se le sumaba su relativa honestidad en comparación con los saqueadores que integraban muchas unidades del llamado Ejército Sirio Libre, lo que les otorgó una cierta popularidad entre la población siria en las zonas bajo control insurgente. Pero entonces empezaron los problemas: Al Bagdadi trató de absorber al Frente Al Nusra en una gran organización transnacional llamada Estado Islámico de Irak y el Levante (o ISIS, como se le conoce internacionalmente), a lo que el líder de aquella, Abu Mohamed Al Golani, se negó en redondo.

El propio Al Zawahiri intervino en la polémica, y lo hizo desautorizando a Al Bagdadi: "El ISIS debe ser abolido, mientras que el Estado Islámico de Irak debe seguir funcionando", declaró el líder de Al Qaeda en noviembre. "Al Bagdadi ha cometido un error al establecer el ISIS sin pedirnos permiso o informarnos".

Foto: Imagen de archivo, tomada el 24 de abril de 2005, de Luis José Galán, "Yusuf". (EFE)

Al Zawahiri ordenó que el Estado Islámico de Irak circunscribiera sus operaciones a aquel país, mientras que el Frente Al Nusra fuera "una rama independiente de Al Qaeda que informa al mando general". Esto no impidió que ambos grupos pasasen meses matándose entre sí en varios puntos de Siria, como Idlib o Deir Az Zor. Pero el gran golpe de mano estaba por llegar: a finales de 2013, el ISIS atacó en la región de Anbar (Irak), tomando el control de las localidades de Faluya y Ramadi. Y, tras años de opresión a manos del gobierno del chií Nuri Al-Maliki, las mismas tribus suníes que habían combatido a los alqaedistas les dieron ahora la bienvenida.

El apoyo popular les convirtió en una formidable fuerza bélica, especialmente tras la toma de Mosul, donde estos combatientes se hicieron con armamento estadounidense de última generación, lo que les ha permitido llegar prácticamente a las puertas de Bagdad y Erbil. En el camino, las ya porosas fronteras desérticas entre Irak y Siria fueron más o menos difuminadas, y lo que quedó entre ambos países no era sino un borroso 'Yihadistán' que conformaba la base para un posible estado islámico o califato. Y como toda entidad de este tipo necesita un Califa, Al Bagdadi, que tenía un alto concepto de sí mismo, no dudó en adjudicarse el puesto.

El resto de su historia, a la que la detonación de un chaleco suicida puso fin el pasado fin de semana, es bien conocida. Erradicado el Califato terrenal mediante bombardeos, las antaño formidables fuerzas militares del ISIS, que llegaron a funcionar casi como un ejército regular, se han visto obligadas a volver a operar como guerrillas. Y no deja de ser significativo que la organización que llegó a contar con el aparato audiovisual y propagandístico más potente del que un grupo terrorista haya gozado jamás haya tenido que limitarse a anunciar una de las noticias más importantes de su historia mediante un simple audio. Seguirá habiendo un Estado Islámico, pero no será el mismo que conocíamos. Muerto Al Bagdadi, empieza la era de Al Hashimi, aspire o no al cargo de Califa.

Megalómano, escurridizo, inteligente, y sobre todo muy, muy peligroso: Abu Bakr Al Bagdadi, el hombre que dirigía el Estado Islámico hasta su muerte el pasado fin de semana a manos de las tropas estadounidenses, se hizo merecedor de todos estos calificativos por buenas razones. Su aparición por sorpresa en la mezquita de Mosul en 2014 tras la conquista de dicha ciudad para dirigirse a los fieles musulmanes de todo el mundo le convirtió en el segundo terrorista más buscado del mundo. Tan solo Ayman Al Zawahiri, el sucesor de Osama Bin Laden, suponía una presa más codiciada para la inteligencia estadounidense.

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