¿Cordón sanitario con la ultraderecha? Los socios de PP y Cs en la UE se ponen de perfil
Las familias liberal y popular están más que acostumbradas a los pactos con fuerzas extremistas
Con una dosis de normalidad y bastante indiferencia. Así viven los socios europeos de Ciudadanos y Partido Popular el pacto para gobernar Andalucía que requiere también del apoyo parlamentario de Vox, algo que se ha conseguido gracias a un acuerdo con los populares. Normalidad porque no estamos ante un escenario inédito dentro de ninguna de las dos familias europeas. Indiferencia porque muy pocos ecos han llegado del pacto de Andalucía a Bruselas, donde las preocupaciones están centradas en otros asuntos.
El caso de Ciudadanos ha sido especialmente seguido en España, esperando importantes reprimendas después de que Nathalie Loiseau, ministra de asuntos europeos del Gobierno francés y cercana al presidente Emmanuel Macron, diera un tirón de orejas a la formación de Albert Rivera esta semana, señalando que no eran aceptables los pactos con la extrema derecha.
Sin embargo ahí se acaba el castigo de la familia liberal europea (ALDE) a la formación naranja. ¿Por qué? Hay varias razones: Ciudadanos ya no es la pequeña formación que era cuando en 2014 entró en el Parlamento Europeo, y a nadie en Bruselas se le escapa que Albert Rivera tendrá mucho poder en el futuro de ALDE y seguramente peleará con la delegación francesa por ser la más grande dentro de la bancada liberal.
Por eso tampoco es coincidencia que Loiseau decidiera hacer una crítica a Ciudadanos. Aunque Macron y Rivera hagan ver su buena química, la lucha entre los franceses y los españoles por controlar ALDE será dura. La formación liberal pasará a ser previsiblemente un actor más importante en el próximo Parlamento Europeo, y no solo eso: en el Consejo Europeo ALDE y la familia del Partido Popular pelean mano a mano en número de primeros ministros, y eso tiene un peso clave a la hora de designar los altos puestos en las instituciones europeas.
El acuerdo en Andalucía no pone en riesgo la alianza tejida entre Macron y Rivera para relanzar ALDE. A París no se le ocurriría por un solo momento desterrar al partido naranja de la familia europea por varias razones: porque el partido de Macron todavía no forma parte de ALDE, ha decidido mantenerse fuera de la estructura por el momento, y porque una bancada liberal sin Ciudadanos perdería automáticamente casi todo su poder de influencia en la próxima Eurocámara. A nadie interesa más que a Macron mantener la posible alianza unida, en la que claramente él es el invitado por ahora.
La expulsión hace poco del PDeCAT de Carles Puigdemont de la familia liberal europea demuestra hasta qué nivel el poder de Ciudadanos dentro de ALDE es algo real ya a día de hoy.
Y la demostración de que los liberales europeos no se sienten incómodos con el pacto en Andalucía es el tuit enviado por Guy Verhofstadt, líder del partido en la Eurocámara. “Contento de ver a Ciudadanos en el Gobierno de Andalucía con un programa centrista y reformista y sin concesiones ni acuerdos con Vox. Se abre una oportunidad histórica para la regeneración y modernización de esa gran tierra. ¡Ganan los andaluces y todos los españoles!”, ha escrito el político belga.
Contento de ver a @CiudadanosCs en el gobierno de #Andalucia con un programa centrista y reformista y sin concesiones ni acuerdos con @vox_es. Se abre una oportunidad histórica para la regeneración y modernización de esa gran tierra, ¡Ganan los andaluces y todos los españoles!
— Guy Verhofstadt (@guyverhofstadt) 10 de enero de 2019
Tampoco ha llegado ninguna crítica desde dentro del Partido Popular Europeo (PPE) hacia el PP español. ¿Las razones? Muy similares a las que han vacunado a Ciudadanos. La formación de Pablo Casado tiene bastante ascendencia en la familia europea, no en vano Esteban González Pons es vicepresidente del PPE en la Eurocámara, y Antonio López-Istúriz es secretario general del partido. Génova manda bastante dentro del PPE, especialmente desde hace unos años y ha ganado todavía más peso específico con la desaparición del partido en Francia.
‘Enfants terribles’
Más allá de que Ciudadanos vaya a ser una fuerza importante en el próximo ALDE, si es que no llega a ser la principal dentro la familia política, hay otros factores clave en juego. Los liberales tienen sus propios ‘enfants terribles’: ANO, un partido liberal que gobierna Chequia, está controlado por Andrej Babis, uno de los principales magnates del país, acusado de desvío de fondos europeos y con una retórica contra la inmigración que le han hecho ganarse el título de ‘Trump checo’.
En el caso del PPE esto va mucho más allá. La familia democristiana cuenta con Fidesz, el partido de Viktor Orbán, primer ministro de Hungría. Desde que en 2010 Orbán volviera al cargo, Budapest ha iniciado un proceso de socavamiento del Estado de derecho y ha llevado al país hacia un sistema autoritario en el que no existe prácticamente la oposición y en la que se va liquidando progresivamente a la prensa crítica. En numerosas ocasiones se ha pedido su expulsión del PPE, pero Joseph Daul, presidente del partido, siempre ha defendido su permanencia: “Orbán es el ‘enfant terrible’ de la familia, pero me cae bien”, dijo en 2015.
Más allá de Orbán, la gran rama popular en Europa, la CDU alemana, cuenta con su hermano gemelo en Baviera, la CSU. En los últimos años la CSU ha iniciado un proceso de viraje hacia la derecha que le ha llevado a aprobar una ley en su región que hace obligatorio que todos los edificios públicos tengan que tener un crucifijo en un lugar visible.
Pactos con el diablo
Tanto en ALDE como en el PPE están más que acostumbrados a los ‘pactos con el diablo’. En el caso de los populares una de sus jóvenes estrellas es Sebastian Kurz, líder de la formación democristiana en Austria, donde ganó unas elecciones calcando parte del discurso del partido de extrema derecha FPÖ. Desde entonces gobierna el país precisamente en coalición con ellos.
El caso de ALDE no es distinto. En Dinamarca, donde gobiernan los liberales, el Ejecutivo aprobó los presupuestos de 2019 gracias a un acuerdo con la extrema derecha que incluía la medida de llevar a una isla a los solicitantes de asilo “no deseados” y que tuvieran antecedentes criminales. En Bélgica hasta hace poco el primer ministro liberal Charles Michel ha gobernado con la extrema derecha flamenca de N-VA.
El 21 de diciembre quedó clara una cosa: con el resultado electoral en Andalucía, España dejaba de ser una excepción en Europa, donde en todos los países hay formaciones de extrema derecha. Y en muchos de esos países las formaciones más tradicionales tienden a convivir con ellas.
Con una dosis de normalidad y bastante indiferencia. Así viven los socios europeos de Ciudadanos y Partido Popular el pacto para gobernar Andalucía que requiere también del apoyo parlamentario de Vox, algo que se ha conseguido gracias a un acuerdo con los populares. Normalidad porque no estamos ante un escenario inédito dentro de ninguna de las dos familias europeas. Indiferencia porque muy pocos ecos han llegado del pacto de Andalucía a Bruselas, donde las preocupaciones están centradas en otros asuntos.