Desmontando mitos: reajustar demasiado a menudo la cartera no es tan bueno
A los inversores se les dice constantemente que deben reequilibrarse periódicamente. Pero las cifras dicen otra cosa
La sabiduría convencional sobre el reequilibrio de carteras es clara: hay que hacerlo con regularidad para que el equilibrio de clases de activos no se desajuste.
Pero la evidencia estadística es igualmente clara: el reequilibrio frecuente de la cartera es un ejercicio en gran parte inútil. A menudo se exageran los beneficios del reequilibrio, y los que son realistas pueden lograrse a intervalos bastante menos frecuentes.
El reequilibrio se refiere al conjunto de transacciones necesarias para restablecer cada una de las clases de activos de su cartera a su peso objetivo. Esto implica vender una parte de los activos que han obtenido mejores resultados que la media general de la cartera y comprar acciones adicionales de los que han obtenido resultados inferiores a la media. Aunque algunos inversores reequilibran sus carteras cada trimestre o semestre, quizá la frecuencia más habitual sea anual, normalmente a principios de enero.
Consideremos una cartera con un 60% de acciones y un 40% de bonos creada a principios del año pasado. Suponiendo que estuviera invertida en Vanguard Total Stock Market ETF (VTI) y Vanguard Long-Term Treasury ETF (VGLT), esta cartera habría terminado 2022 con aproximadamente un 63% en acciones y un 37% en bonos. El reequilibrio habría implicado la venta de una parte del ETF de acciones y la inversión de los ingresos en el ETF de bonos.
Muchos inversores creen que el reequilibrio es como si alguien diera duros a cuatro pesetas. Sin necesidad de prever con éxito las direcciones de las clases de activos, el reequilibrio mejora automáticamente los rendimientos al vender caro y comprar barato repetidamente. Cuanto más frecuente sea el reequilibrio, mejor, o eso es lo que se piensa.
Una apuesta en tres partes
Sin embargo, el éxito del reequilibrio no es automático. Por el contrario, depende de una apuesta en tres partes sobre cómo se comportarán las distintas clases de activos.
- En primer lugar, después de obtener malos resultados, cada una de las clases de activos debe tener una probabilidad superior a la media de obtener buenos resultados.
- En segundo lugar, esta tendencia de inversión debe repetirse sistemáticamente en el mismo intervalo que su frecuencia de reequilibrio.
- Por último, los activos de su cartera no deben estar correlacionados entre sí, al menos en cierta medida, de modo que unos rindan por debajo de la media cuando otros estén por encima de ella, y viceversa.
Estas tres condiciones no se dan siempre, ni siquiera a menudo, según una base de datos de Edward McQuarrie, profesor emérito de la Universidad de Santa Clara, que analiza acciones y bonos desde 1793. Desde entonces, ha habido 128 años naturales en los que, como ocurrió en 2022, los bonos fueron a la zaga de las acciones. En 67 de los años inmediatamente posteriores, los bonos siguieron por detrás de las acciones, es decir, en aproximadamente la mitad de los casos. En esos años, el reequilibrio habría reducido la rentabilidad de la cartera al aumentar la cantidad invertida en bonos justo cuando estaban a punto de seguir obteniendo peores resultados.
No es de extrañar que una estrategia que funciona solo la mitad de las veces no supere al mercado en cantidades significativas. Aunque diferentes estudios, que abarcan distintos periodos de tiempo y utilizan diferentes índices de referencia de acciones y bonos, han descubierto en ocasiones que el reequilibrio anual aumenta ligeramente la rentabilidad de la cartera, el difunto John Bogle, el legendario fundador del Grupo Vanguard, clasificó la magnitud de estos aumentos como "ruido".
El reequilibrio frecuente "es una elección personal, no una elección que las estadísticas puedan validar", escribió una vez Bogle en su blog "Ask Jack". "No hay nada malo en hacerlo... pero tampoco hay razón para preocuparse tanto por ello", escribió.
Sin duda, será necesario realizar un reequilibrio en algún momento para mantener el nivel de riesgo de su cartera. De lo contrario, en periodos muy largos, el activo más rentable acabará dominando la cartera y esta dejará de estar diversificada. Como ejemplo extremo, consideremos la asignación a renta variable de una cartera formada en 1793 por un 60% de acciones y un 40% de obligaciones. Hoy en día, sería más del 99% de renta variable. A pesar de lo sucedido en 2022, cuando los bonos tuvieron un peor rendimiento que las acciones, una cartera exclusivamente de acciones será con el tiempo mucho más arriesgada que una cartera con un 60% de acciones y un 40% de bonos.
Sin embargo, el reequilibrio necesario para evitar que el activo con mejor rendimiento domine su cartera no tiene por qué producirse muy a menudo. Por ejemplo, hay varios periodos en la base de datos del profesor McQuarrie, cada uno de ellos de más de 10 años seguidos, en los que la asignación a renta variable de una cartera 60/40 no reequilibrada nunca fue superior al 65% ni inferior al 55%.
Una regla general que utilizan algunos planificadores financieros es reequilibrar solo cuando las asignaciones de su cartera a las distintas clases de activos se desvíen al menos 10 puntos porcentuales de sus ponderaciones objetivo. Pero esa decisión depende en gran medida de su tolerancia personal al riesgo.
Reequilibrio estratégico
Otra alternativa es reequilibrar solo cuando los activos perdedores de la cartera parezcan estar a punto de invertirse y subir.
Campbell Harvey, profesor de finanzas de la Universidad de Duke, lo llama "reequilibrio estratégico". Una forma de hacerlo, explica, es considerar el reequilibrio solo cuando la rentabilidad de los tres últimos meses de su activo con peores resultados haya pasado a ser positiva. Añade que centrarse en la rentabilidad a un mes o a 12 meses produce resultados similares a largo plazo. Aunque esta sencilla técnica de seguimiento de tendencias no es en absoluto infalible, afirma que él y otros investigadores del Man Group, con sede en Londres, han descubierto que no es necesario acertar al 100% para que merezca la pena probar.
Para seguir este enfoque con una cartera del 60% de acciones y el 40% de bonos, actualmente habría que centrarse en los bonos del Tesoro a largo plazo. Dado que la tendencia reciente a tres meses del VGLT sigue siendo bajista, convendría evitar el reequilibrio por el momento. La conclusión sería la misma si uno se centra en los rendimientos a uno o doce meses.
*Contenido con licencia de The Wall Street Journal
La sabiduría convencional sobre el reequilibrio de carteras es clara: hay que hacerlo con regularidad para que el equilibrio de clases de activos no se desajuste.