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El mercado se está equivocando: las malas noticias no son buenas para la bolsa
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El mercado se está equivocando: las malas noticias no son buenas para la bolsa

Los malos datos económicos podrían no llevar a la Reserva Federal a volver a unos tipos de interés más bajos como en otras ocasiones

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Los mercados bursátiles parecen haber retomado la máxima de que "las malas noticias para la economía son buenas para los precios de los activos". Aunque esto puede haber funcionado en la época posterior a 2008, hoy en día es probable que las malas noticias sean solo eso: malas.

Tras la subida de la semana pasada debido a los datos oficiales que mostraban una caída masiva e inesperada de las vacantes de trabajo, el S&P 500 ha caído en picado en las últimas jornadas bursátiles, a la par que otras cifras mostraban un crecimiento del empleo excepcional en septiembre.

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¿Cómo puede tener sentido eso? Aún hay esperanza de que la Reserva Federal pueda dejar de aumentar agresivamente los tipos de interés si la actividad económica se ralentiza, lo que se conoce en inglés como un “pivot”. Es una noción familiar para cualquiera que haya gestionado una cartera en la última década y media: los datos económicos mediocres apuntan a una reducción de los beneficios empresariales, pero acaban revalorizando las acciones por las expectativas de flexibilización monetaria ("no hay alternativa", o TINA, por sus siglas en inglés) y viceversa. Desde 2009, la expansión de las valoraciones explica la mitad de la rentabilidad del S&P 500.

En la actualidad, sin embargo, optar por la estrategia TINA ha demostrado ser un error en cualquier caso. El índice de precios al consumo se ha convertido en la única preocupación de la Fed y de la mayoría de los bancos centrales. Mientras esta cifra esté por encima del 2%, cosa que los economistas no esperan que cambie hasta 2024, los costes de los préstamos podrían seguir subiendo aunque los datos económicos sean malos. A menos que se produzca una recesión duradera, serán los caprichos de un IPC impulsado por la energía los que determinen si se produce o no un “pivot”.

Algunos en Wall Street interpretan la tasa elevada de empleo como una señal optimista de que los intentos de la Fed de enfriar la economía suavemente están funcionando. Pero puede que estén poniendo demasiada fe en las primeras pruebas: los efectos de la política monetaria suelen tardar dos años en materializarse, y los resultados de los ajustes anteriores de los bancos centrales son muy desalentadores.

Los precios actuales aún no reflejan completamente una recesión. Los analistas prevén una leve contracción económica en el primer semestre del próximo año, pero, curiosamente, siguen esperando que los beneficios por acción del S&P 500 aumenten, aunque sólo un 3%. Los datos de FactSet, que se remontan a 1957, muestran que el cambio medio de los beneficios por acción durante una recesión es un descenso del 18%.

Los inversores no se creen del todo lo que dicen los analistas, ya que el S&P 500 tiene en cuenta futuras rebajas de beneficios: ha bajado un 17% en el último año, frente al 3% histórico en los 12 meses anteriores a una recesión. Pero el descenso medio durante una recesión es del 24%, por lo que no sería difícil que cayera más. Las valoraciones de la renta variable, aunque más bajas, siguen estando a niveles similares a los de 2018.

Los inversores empezarán a reunir más pistas esta semana, cuando las grandes empresas estadounidenses presenten sus beneficios del tercer trimestre. Según un análisis preliminar de FactSet, los ejecutivos siguen citando la escasez de mano de obra, y no la caída de la demanda, como su principal preocupación.

Foto: Jerome Powell, presidente de la Fed. (Reuters/Eliabeth Frantz)

¿Podría ser diferente esta recesión impulsada por la inflación? Sí, y este es el argumento más convincente para que los beneficios se mantengan mejor de lo que implica el rendimiento reciente del S&P 500. Los indicios apuntan a que la inflación ya ha alcanzado su máximo, o al menos se acerca a ello. Basándose en el precedente de las décadas de 1970 y 1980, los márgenes de beneficio ya deberían haber disminuido mucho más a estas alturas, como subraya Jim Paulsen, estratega de The Leuthold Group. La diferencia puede ser que, en aquel momento, también subía el desempleo, afectando aún más a la demanda de los consumidores.

Si hay una señal de que esta extraña economía pospandémica puede desafiar los patrones históricos, es la obstinada resistencia del mercado laboral. Pero es un argumento a favor de las acciones, no la esperanza de que los datos poco alentadores hagan que la Reserva Federal endurezca menos los tipos.

*Contenido con licencia de “The Wall Street Journal

Los mercados bursátiles parecen haber retomado la máxima de que "las malas noticias para la economía son buenas para los precios de los activos". Aunque esto puede haber funcionado en la época posterior a 2008, hoy en día es probable que las malas noticias sean solo eso: malas.

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