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Los límites del cheque en blanco de Powell a los mercados
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La difícil jugada de la Fed

Los límites del cheque en blanco de Powell a los mercados

Los inversores siguen mostrando dudas de que la Fed pueda ser tan tolerante con un repunte de la inflación como manifiestan los mensajes del banco central

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Al presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), Jerome Powell, le ha tocado lidiar esta semana con una de las jugadas más difíciles de cuantas ha tenido que manejar durante su convulso mandato. El banquero central se presentó el miércoles ante unos inversores preocupados por las crecientes expectativas de inflación, con la necesidad de convencerlos de que piensa seguir sosteniendo el mercado por un largo periodo —para evitar que se aumenten bruscamente las tensiones en bolsas y bonos—, al mismo tiempo que reflejaba una mejora de las previsiones económicas con escasos precedentes: del 4,2% de crecimiento estimado en diciembre para 2021, la institución ha pasado a proyectar una expansión del 6,5%, lo que supondría la mayor tasa de crecimiento en casi tres décadas, que vendría, además, acompañada por un repunte de la inflación hasta el 2,4%.

Pese al aparentemente difícil encaje de ambas variables, Powell a buen seguro pudo dar la jornada por concluida con cierta satisfacción. Su mensaje fue sucedido por un repunte de los principales índices de Wall Street hasta máximos históricos, mientras los rendimientos del 'treasury' (el bono estadounidense a 10 años) se reducían desde las cercanías del 1,7% a niveles por debajo del 1,65%.

Para hacer posible este logro la Fed expuso ante los inversores toda una serie de promesas que vienen en refuerzo del nuevo enfoque aprobado el año anterior y que se puede resumir como una mayor tolerancia a las presiones puntuales de la inflación, lo que explica que, pese a pronosticar tasas de precios de al menos el 2% hasta 2023 y una caída del desempleo al entorno del 3,5%, los miembros del banco central sigan apostando, mayoritariamente, por mantener los tipos de interés en el 0% hasta entonces y ni siquiera se planteen de momento una reducción de su programa de compra de deuda.

Pese a pronosticar la mayor expansión en tres décadas, la Fed no prevé elevar los tipos

Como expresó Powell, se trata de esperar por "un progreso sustancial adicional", de modo que cualquier viraje en la política de la institución —que asegura que será anunciado con suficiente antelación— vendrá amparado por los "datos reales" y no por meras proyecciones, como en el pasado. Ir por detrás de los precios no es hoy una preocupación.

En última instancia, la intención de este mensaje pasa, indiscutiblemente, por permitir que la recuperación siga su curso sin desestabilizar los mercados financieros, ante el riesgo de que esto acabe haciendo descarrilar la mejora económica. Y es por eso por lo que la satisfacción que Powell pudo sentir el miércoles habrá tornado en inquietud en las primeras horas del jueves, cuando los repuntes de las rentabilidades de la deuda conducían a nuevos máximos desde el estallido de la pandemia y empujaban los futuros de Wall Street a cotas negativas.

Los inversores venían a evidenciar así sus dudas sobre la tolerancia manifiesta de la Fed con la inflación. Si el banco central demanda pruebas de que la recuperación es efectiva antes de refrenar sus estímulos, el mercado parece reclamar evidencias de que los nuevos mensajes de la institución son algo más que retórica y no se vienen abajo a la primera prueba.

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Porque, efectivamente, si como muchos expertos pronostican, la subida de los precios en Estados Unidos se confirma como un movimiento temporal, no parece difícil que la Fed pueda asumirla sin demasiados aspavientos. Pero, como observan los analistas de Capital Economics, "el riesgo clave para las previsiones de la Fed es que el aumento de la inflación de este año resulte más duradero de lo que los funcionarios esperan actualmente". Y las más recientes encuestas de actividad o los datos del mercado laboral ofrecen razones para dudar de que la inflación retrocederá rápidamente, como queda de manifiesto en las expectativas del mercado.

No en vano, y pese a que la opinión mayoritaria en la Fed siga siendo al mantenimiento de los tipos de interés durante los próximos tres ejercicios, el número de miembros que apuesta por un alza en 2022 y 2023 se ha ido elevando, hasta cuatro y siete, respectivamente.

Hoy las valoraciones de las bolsas dependen en grado sumo de la liquidez de la Fed

No puede ignorarse que esta situación tiene una relevancia crucial para las bolsas. La recuperación posterior al 'shock' de la pandemia ha llevado las valoraciones de la renta variable a cotas históricamente elevadas, a pesar de las múltiples incertidumbres, que en gran medida solo han podido justificarse por la abundante liquidez y la comparativa con unos bonos que ofrecen rendimientos mínimos. Pero cualquier cambio en estos factores podría forzar a los inversores a reajustar su apuesta por la renta variable.

Dónde se encuentra ese punto de equilibrio ha sido objeto de los más sesudos debates. En las últimas semanas, se ha fijado en una tasa del 2% de los bonos estadounidenses a 10 años (actualmente se encuentra en el 1,73%) el nivel en el que podría comenzar a desestabilizarse el mercado. Pero lo cierto es que, más que un nivel concreto, la clave parece reposar en el cómo y el cuándo se alcancen determinados niveles y si para entonces la situación económica ya ofrece los cimientos necesarios para suplir a la liquidez como principal respaldo de las bolsas. Y también, quizás ahora en mayor medida, en la confianza en que la Fed cumplirá con su garantía de mantener impertérrita ante las presiones inflacionarias.

Y Powell no puede pensar que sus promesas de este miércoles ya son suficientes para esto. Como señala Bill Papadakis, estratega macro de Lombard Odier, "este no es el final del juego". A la Fed le queda mucho por demostrar para convencer de que sus límites para sostener el mercado no están tan comprometidos como puede parecer.

Al presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), Jerome Powell, le ha tocado lidiar esta semana con una de las jugadas más difíciles de cuantas ha tenido que manejar durante su convulso mandato. El banquero central se presentó el miércoles ante unos inversores preocupados por las crecientes expectativas de inflación, con la necesidad de convencerlos de que piensa seguir sosteniendo el mercado por un largo periodo —para evitar que se aumenten bruscamente las tensiones en bolsas y bonos—, al mismo tiempo que reflejaba una mejora de las previsiones económicas con escasos precedentes: del 4,2% de crecimiento estimado en diciembre para 2021, la institución ha pasado a proyectar una expansión del 6,5%, lo que supondría la mayor tasa de crecimiento en casi tres décadas, que vendría, además, acompañada por un repunte de la inflación hasta el 2,4%.

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