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La luz es solo el principio: el nuevo paradigma global traerá más inflación
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EL COVID Y LA GUERRA ACELERAN LA TENDENCIA

La luz es solo el principio: el nuevo paradigma global traerá más inflación

La guerra de Ucrania ha ahondado más en la tendencia a revertir la globalización que se inició con el covid. La consecuencia más evidente es el aumento de costes y precios

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El mundo tiende hacia una desglobalización. Al menos, esto es lo que prevén las grandes casas de inversión y análisis, que esperan una reversión del proceso de globalización de las décadas anteriores. Pero el covid, primero, y la guerra de Ucrania por la invasión rusa, después, suponen un punto de inflexión que amenaza con más presiones inflacionistas.

La estanflación de los setenta, que ahora es el escenario que más preocupa en caso de que se repita, dio paso a una época de liberalización de políticas económicas y globalización. Las fábricas de Asia colaboraron con las de Alemania o Estados Unidos para ensamblar productos cada vez con más valor añadido por el avance tecnológico y menores precios. Han influido más cosas, como la innovación continua o la demografía, pero hay un punto clave para la contención de precios que es la globalización. Con cadenas de producción globales y suministros continuos por tierra, mar y aire.

Foto: Foto: EFE/Hollie Adams Pool.

Precisamente, en otra crisis de inflación por el ‘shock’ energético, se pone en tela de juicio esta era. Una de las sentencias más claras al respecto llegó en la esperada carta anual de Larry Fink, CEO de BlackRock, a los accionistas: “La invasión rusa de Ucrania ha puesto fin a la globalización que hemos vivido durante las últimas tres décadas”, señaló el mes pasado. “Ya habíamos visto tensión en la conectividad entre naciones, empresas y hasta personas por la pandemia. Ha dejado a muchas comunidades y personas sintiéndose aisladas y mirando hacia adentro. Creo que esto ha exacerbado la polarización y el comportamiento extremista que estamos viendo en la sociedad actual”, añadió. Fink asegura ser un convencido de “los beneficios de la globalización y el poder de los mercados de capitales globales”.

Los expertos se dividen entre considerar una desglobalización intensa, una reversión leve, en lo que se ha acuñado como ‘slowbalisation’, o una reglobalización. En cualquier caso, todos coinciden en que habrá cambios. Y estos están entre los principales riesgos que señalan los gestores españoles de fondos y bancas privadas en la 'Encuesta de sentimiento de mercado' de El Confidencial.

“Habrá un replanteamiento de las cadenas de valor globales y probablemente serán algo más cortas, además de más redundantes en los puntos clave, y más digitales. En la medida que pueden ser cadenas de suministro más cortas, podemos hablar de cierto grado de desglobalización, aunque moderado”, opina Claudia Canals, economista de CaixaBank Research.

Foto: El desabastecimiento encarece los productos. (EFE/Cabalar) Opinión

“Tras la pandemia y el conflicto ucraniano, muchas empresas se han dado cuenta del elevado riesgo de garantía de suministro que tiene el concentrar sus cadenas de suministro en unos pocos países, especialmente si además no son países estables al uso (democracias liberales consolidadas)”, apunta Leopoldo Torralba, adjunto al economista jefe de Arcano Economics, que señala también cómo hay países que querrán dejar de depender del dólar, como China o Arabia Saudí.

Por estas razones, agrega Torralba, “veremos un proceso de deslocalización de cadenas de suministro de los países donde más se concentran, como China, y otro de menor dependencia del dólar como divisa de reserva global por parte de los países no estables (no son democracias liberales) y de los más exportadores”.

El proceso ya había empezado con la pandemia, cuando los gobiernos, amparados en los estímulos monetarios que mantuvieron a raya las primas de riesgo e inundaron la economía de liquidez, abrazaron un capitalismo de Estado y amenazaron la estructura económica dominante que surgió en los años setenta. Esto es, una ruptura con el paradigma neoliberal, que se basó en privatizaciones, menos restricciones regulatorias e intervencionistas, reducción del poder de los sindicatos y globalización, con China y otros países asiáticos convirtiéndose en las grandes fábricas globales.

Foto: Ilustración: El Herrero.

Pero el covid puso en jaque esta estructura dominante. Un temblor basado en la necesidad de los gobiernos de inyectar gasto público para evitar un hundimiento de la demanda que no se veía desde la II Guerra Mundial, y una reflexión sobre la importancia de tener capacidad de fabricar productos clave o, al menos, no depender de cadenas de suministro mundiales que por primera vez se ha visto que se pueden romper. Ya en 2021 hubo cuellos de botella que encarecieron el transporte y provocaron escasez de suministros importantes. Los costes del transporte marítimo, según el índice que se usa de referencia (Baltic Dry Index), se dispararon en 2021 y aún no han vuelto a los niveles previos a este encarecimiento. También se han incrementado otros costes asociados, como los seguros de transporte.

La invasión rusa de Ucrania, la tensión en el este de Europa y las sanciones de Occidente a Moscú ha acabado de acelerar este cambio. En realidad, “la guerra de Rusia es la tercera gran sacudida a la globalización tras el giro proteccionista de Trump y la interrupción de las cadenas de suministros por el covid. Los gobiernos reconsiderarán su dependencia estratégica de las materias primas y de bienes intermedios críticos como los microchips”, resume Thomas Hempell, jefe de análisis macro y de mercado de Generali Investments.

El cambio está en marcha

El mercado ha apostado por ello. “La investigación durante la fase inicial de la pandemia ha demostrado que las empresas que cotizan en bolsa con cadenas de suministro complejas experimentaron una mayor caída en el precio de sus acciones que las empresas con cadenas de suministro menos complejas”, comenta William de Vijlder, economista jefe de BNP Paribas. En Credit Suisse consideran que el punto de inflexión se produjo con la Gran Crisis Financiera, a partir de 2008, de forma silenciosa durante años hasta que se ha vuelto más estridente con la pandemia y la guerra, al haberse visto “las vulnerabilidades de la cadena de suministros”, apostilla Peter Foley, economista global de Credit Suisse.

Foto: Costa del congestionado puerto de Los Ángeles. (Reuters)

Hay consenso en este diagnóstico. Lo que no está tan claro es la velocidad a la que se producirá. Muchos expertos creen que será un proceso lento. Pero Gonzalo de Cadenas-Santiago, director de análisis macroeconómico y financiero de Mapfre Economics, avisa de que será algo rápido. Eso sí, el economista de Mapfre habla de reglobalización. Es decir, en su visión, no se acaba la globalización, sino que se redefine.

Su argumento es que habrá nuevos agentes e intercambios, como entre China y Rusia, pero señala precisamente la capacidad exportadora del gigante asiático y sus interconexiones a través de su modelo exportador como señal inequívoca de que no habrá desglobalización. Pero sí “reglas del juego diferentes”. Y esto es "un proceso más rápido de lo que pensamos". Ha sido lento hasta ahora, pero “con las sanciones a Rusia se va a acelerar”, al haber un proceso de sustitución de exportaciones rusas de Europa a China.

placeholder Reunión entre Putin y Xi Jinping, presidentes de Rusia y China. (Reuters)
Reunión entre Putin y Xi Jinping, presidentes de Rusia y China. (Reuters)

Sea como fuere, desglobalización, ‘slowbalisation’ o reglobalización, los expertos coinciden en que habrá impacto en los precios. No es que la inflación actual, que alcanzó en marzo el 9,8% en España, récord desde 1985, se vaya a perpetuar. Pero sí hay presiones para que las tasas de variación de los precios sean más elevadas que en los últimos años, cuando estaban por debajo del 2% que persigue el Banco Central Europeo (BCE), llevando a la autoridad monetaria a tipos al 0% y negativos, e inundar de liquidez la economía con compras de bonos y financiación a la banca en condiciones ventajosas.

“El viraje estratégico en Estados Unidos y sobre todo Europa hacia la autosuficiencia lleva a un aumento de precios en tasa y nivel a largo plazo. Hablamos de una inflación del 3%, que es asumible. Ahora la subyacente está en el 3,4%, a eso es a lo que va a ir la inflación a 10 años vista”, comenta Gonzalo de Cádenas-Santiago.

Hay dos vías por las que habrá un aumento paulatino de precios, tanto en nivel como en las tasas de variación, resume el experto: por una parte, con los productos que son intensivos en energía. Y por otra, por la reindustrialización en sectores que se consideran estratégicos, como se ha visto en los últimos meses con el farmacéutico y sanitario o con la producción de microprocesadores. “Estos cambios van a ir a precio directamente”, sentencia.

De Vijlder, de BNP, también evita hablar de desglobalización, y cree que “las empresas concentrarán sus esfuerzos en hacer que sus cadenas de suministros sean más sólidas y resistentes a los impactos”, para lo que se necesita “diversificación geográfica”. Es decir, también coincidiría en una reglobalización.

El economista considera que una desglobalización implicaría una tendencia a la baja en la relación entre exportaciones mundiales y PIB mundial, con producción “de vuelta a casa”, con una dinámica de “reasignación” de la misma. Pero “es poco probable por tres razones”. La primera es que aumentaría el coste de la producción. La segunda, que muchas empresas tendrían que comenzar a producir sus propios insumos intermedios (integración vertical). Y la última, que “puede ser difícil encontrar mano de obra cualificada en varios sectores”. Aun así, sí coincide con el resto del mercado en que habrá cambios, en un “proceso gradual” que provocará un “impacto al alza” en la inflación.

Foto: Cientos de contenedores, en un puerto. (EFE/Maldonado Rozo)

En realidad, ya hay ejemplos anecdóticos de desglobalización, dice Hempell, de Generali Investment. Aun así, arguye que muchas empresas podrían repensar sus cadenas de suministro más que apostar por una deslocalización nacional. Es decir, reducir la exposición a China o Rusia puede implicar reubicar la producción y la distribución en “bloques considerados más fiables”, como la Unión Europea o el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

¿Más costes salariales o más tecnología?

Foley, de Credit Suisse, apunta que las presiones inflacionistas se verán más en los bienes que en los servicios, ya que son los que se han abaratado con la globalización que, entre otras cosas, dinamitó el poder de negociación de los trabajadores en las economías desarrolladas, limitando o impidiendo el crecimiento de los salarios en términos reales (descontando la inflación). “Los costes laborales más reducidos permitieron restringir los precios y ampliar los márgenes de beneficio. Esta profundización y ampliación de la oferta laboral global fue un proceso lento, una corriente desinflacionaria en la economía global durante décadas. La reversión del proceso será también lenta, pero ya está en marcha, y dará un tono más inflacionario a las economías en los próximos años”, agrega Peter Foley.

Para Claudia Canals, de CaixaBank Research, el proceso será lento, con “cambios estratégicos” en las cadenas de suministros globales que provocarán alzas de costes en “energía y ciertos bienes tecnológicos” por ser productos “sobre los que se pretende tener una menor dependencia”. Los dos ejemplos más claros son evitar depender de los chips de Asia o del gas ruso. Aunque en este punto no hay consenso comunitario, pese a los intentos de Bruselas de reducir la importación de gas ruso. Las compras desde la Unión Europea en las primeras semanas de guerra en Ucrania aumentaron un 33% respecto a la semana previa. De fondo, además, está el objetivo europeo de abordar una transición energética para reducir el consumo de combustibles fósiles.

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Y sobre los chips, tampoco es fácil. Ni barato. “Es probable que se tomen medidas para asegurar el suministro en sectores clave, como la sanidad, los productos farmacéuticos y los semiconductores. Sin embargo, la deslocalización a gran escala será un reto”, advierte Sree Kochugovindan, economista de abrdn (antigua Standard Life Aberdeen). El analista apostilla que los gobiernos están dando apoyo financiero para atraer inversión privada y generar producción de semiconductores, en colaboración con empresas asiáticas líderes como TSMC, el fabricante más grande del mundo, con sede en Taiwán. Sin embargo, “se calcula que construir una sola instalación de fabricación de vanguardia costará alrededor de 20.000 millones de dólares y tardarán entre tres y cuatro años en completarse”.

Coincide con este diagnóstico Leopoldo Torralba, que profundiza en los costes laborales, que subirán si se deslocalizan las cadenas de suministros: “Los sectores más afectados serán los más dependientes, los industriales, especialmente aquellos de menor valor añadido, al depender su cadena de valor en mayor grado de los reducidos costes asociados a las cadenas de suministro localizadas en países emergentes”. Por otro lado, prosigue el economista de Arcano, “si el dólar pierde preferencia como divisa de reserva global por parte de algunos países exportadores acaparadores habituales de dicha divisa, se demandarán menos dólares, estos se depreciarán y en Estados Unidos aumentará algo la inflación, al importar las empresas componentes y materias primas a precios superiores en dólares y repercutirlo luego a sus clientes locales”.

Hay que tener en cuenta, expone Hempell, de Generali, que “los proveedores más baratos de insumos ya no contarán con la seguridad de ser la primera opción”, y que puede haber “un menor grado de competencia internacional, que ha sido un poderoso motor de las presiones desinflacionarias observadas en las décadas anteriores”. Muchas empresas están invirtiendo en innovación para asumir una desglobalización sin más costes salariales, concluye Sree Kochugovindan, de abrdn: “Las empresas están evaluando la deslocalización, y también están considerando la automatización, la inteligencia artificial y la inversión en capacidades para dotar a las fábricas inteligentes, ya que el proceso tecnológico puede compensar cualquier aumento estructural de la inflación”.

El mundo tiende hacia una desglobalización. Al menos, esto es lo que prevén las grandes casas de inversión y análisis, que esperan una reversión del proceso de globalización de las décadas anteriores. Pero el covid, primero, y la guerra de Ucrania por la invasión rusa, después, suponen un punto de inflexión que amenaza con más presiones inflacionistas.

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