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De la cigüeña blanca al oso pardo: las buenas noticias de la fauna española desde los años 80
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De la cigüeña blanca al oso pardo: las buenas noticias de la fauna española desde los años 80

España alberga el 54% de las especies que habitan en Europa y cerca del 5% de las descritas en todo el mundo. Un alto patrimonio natural que debemos custodiar de forma responsable

Foto: Una hembra de oso pardo con sus crías en Asturias. (EFE/FOP)
Una hembra de oso pardo con sus crías en Asturias. (EFE/FOP)

En nuestro país, los que llevamos unas cuantas décadas saliendo al campo para disfrutar de la vida al aire libre y ejercer de naturalistas aficionados solemos caer en la desconfianza al valorar el estado de conservación de nuestro patrimonio natural. Aunque tengamos motivos para ser optimistas, seguimos instalados en el sí pero. Y no nos faltan razones para ello. Hubo un tiempo, allá por los años ochenta, en el que parecía que todo se venía abajo.

El uso indiscriminado del veneno en el campo, especialmente de la letal estricnina, estaba amenazando a toda la cadena trófica. La mixomatosis había puesto al conejo de monte (el kril del bosque mediterráneo) contra las cuerdas y las poblaciones de grandes carnívoros estaban bajo mínimos, como las de rapaces y aves acuáticas.

Foto: Conejo de monte. (Andoni Canela)

En las ciudades la naturaleza había sido desterrada, como si su recuerdo fuera un agravio. El comercio ilegal de fringílidos como pájaros de canto se practicaba a plena luz del día en el entorno de los mercados. Los pajaritos fritos eran una tapa habitual en los bares del extrarradio. La primera águila imperial que vi en mi vida fue en un bar de Barcelona, disecada, ennegrecida por el humo del tabaco y junto a una liebre disfrazada de legionario.

En aquellos años la asociación para la defensa de la naturaleza, la famosa ADENA, actual WWF España, que había sido fundada por el célebre naturalista Félix Rodríguez de la Fuente en 1968, lanzó una colección de banderines denominada animales ibéricos en peligro. Viéndola hoy, y comparando la situación actual con la de las especies que aparecían allí representadas, uno llega a la conclusión de que, al hablar de la conservación de la naturaleza en España, debemos convenir en que cualquier tiempo pasado fue peor.

placeholder Cachorros de lince ibérico. (EFE/Agentes Medioambientales Castilla-La Mancha)
Cachorros de lince ibérico. (EFE/Agentes Medioambientales Castilla-La Mancha)

Allí estaban, entre otros, la nutria, el buitre o la cigüeña. Tres especies cuyo estatus poblacional no solo se ha recuperado desde entonces, sino que en algunos casos ha mejorado notablemente, alejándose a pasos agigantados del peligro de extinción. El caso de la zancuda es verdaderamente sorprendente y puede servirnos de ejemplo para saber hasta qué punto pueden cambiar la situación de las especies cuando dejamos de acosarlas.

En uno de sus famosos Cuadernos de Campo, el dedicado a las cigüeñas, publicado en 1978, el propio Félix denuncia ese acoso y escribe lo siguiente: "según los datos de los científicos, en los últimos diez años la población ibérica de cigüeña blanca ha disminuido un 50%. La cifra resulta sencillamente aterradora, y el hombre de la calle pregunta a los científicos ¿llegarán a desaparecer las cigüeñas?".

placeholder La cigüeña blanca ha experimentado una gran recuperación (EFE/R. Manzanares)
La cigüeña blanca ha experimentado una gran recuperación (EFE/R. Manzanares)

Pues bien, lo que hay que decir 45 años después de que Félix formulase aquella pregunta ciudadana es que, tras multiplicar sus poblaciones por veinte y colonizar nuevos territorios, esta especie ha sabido readaptarse al medio y, no solo no ha desaparecido, sino que se ha convertido en un ave común en más de media España. Tras este éxito, además de sus cambios de comportamiento, hay muchas campañas de recuperación desarrolladas por variados colectivos, como las llevadas a cabo durante años por la Sociedad Española de Ornitología, actual SEO/Birdlife.

Y lo mismo ha ocurrido con la mayoría de los animales salvajes que, con el logo de especie amenazada, aparecen en aquellos famosos cuadernos de campo que muchos conservamos como oro en paño. Otro caso ejemplar sería el de la nutria, que ha vuelto a colonizar la mayoría de nuestros ríos en las tres últimas décadas, o el del corzo y el ciervo, cuyas poblaciones se han disparado después de las campañas de reintroducción iniciadas en los noventa. Incluso la rara y esquiva tortuga boba, prácticamente desaparecida de nuestro litoral, vuelve ahora a desovar en nuestras playas.

El éxito de los grandes carnívoros

En el caso de las cinco especies más emblemáticas de la fauna ibérica, y aunque personalmente no me gusta establecer rangos en este tema, todas ellas están experimentando igualmente una recuperación prodigiosa. Tanto el lince ibérico como el oso pardo, el águila imperial y el quebrantahuesos han logrado aumentar tanto sus poblaciones como su área de distribución. Todo ello gracias a la magnífica labor llevada a cabo por las organizaciones conservacionistas, con el apoyo de las administraciones y las importantes ayudas europeas destinadas a su recuperación, especialmente el programa LIFE.

placeholder Nido de águila imperial ibérica en Andalucía. (EFE)
Nido de águila imperial ibérica en Andalucía. (EFE)

A ellos hay que añadir la recuperación de otra especie que, pese a la polémica que desata su protección en los territorios que habita y a la falta de consenso entre administraciones, está logrando subsistir y recuperarse, especialmente al norte del Duero: me refiero al lobo ibérico; una de las mayores joyas de nuestro patrimonio natural.

Si en aquellos años ochenta, cuando el amor a la naturaleza se vivía con un sentimiento de angustia y las paredes de mi cuarto estaban forradas de posters de especies en peligro de extinción, me hubieran anunciado un tiempo como el actual no me lo habría creído. Si me hubieran dicho que en mi país vivirían casi mil quinientos linces y quinientos osos, o que lo sobrevolarían más de seiscientas parejas de águila imperial y quinientas de quebrantahuesos, habría pensado que ojalá. Si me hubieran anunciado que, pese a tanto y pese a tantos, los españoles conviviríamos con una población de más de dos mil lobos campeando por nuestros páramos, habría roto a llorar de emoción.

placeholder El lobo ibérico se ha recuperado al norte del Duero. (Ana Retamero/WWF)
El lobo ibérico se ha recuperado al norte del Duero. (Ana Retamero/WWF)

Y ese es el sentimiento que me embarga al cerrar estas líneas, además de un profundo agradecimiento a cuantos lo han hecho posible. Hay otros aspectos no tan positivos sobre la situación actual de nuestra naturaleza. Son demasiados los espacios naturales amenazados, incluido nuestro más importante humedal, Doñana, como son demasiadas las especies que siguen siendo acosadas o que, al contrario de las descritas, viven ahora su momento más delicado, como el urogallo cantábrico, el visón europeo o la foca monje, que sigue desaparecida de nuestras costas. Pero sería injusto ignorar la mejora que han experimentado la mayoría de especies amenazadas desde los ochenta. Aquellos años de incertidumbre. Algo que debería animarnos a unir esfuerzos y seguir trabajando juntos en la conservación de nuestra rica y maravillosa biodiversidad.

En nuestro país, los que llevamos unas cuantas décadas saliendo al campo para disfrutar de la vida al aire libre y ejercer de naturalistas aficionados solemos caer en la desconfianza al valorar el estado de conservación de nuestro patrimonio natural. Aunque tengamos motivos para ser optimistas, seguimos instalados en el sí pero. Y no nos faltan razones para ello. Hubo un tiempo, allá por los años ochenta, en el que parecía que todo se venía abajo.

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