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La soberbia de los lobbies eólico y fotovoltaico socava la imagen de las renovables

El desarrollo de las energías limpias es necesario para reducir las emisiones de CO₂ y afrontar el reto climático, pero los megavatios renovables no pueden meterse en el campo con calzador

Foto: Manifestación ciudadana contra los megaproyectos eólicos y fotovoltaicos en Valencia. (EFE/M. Bruque)
Manifestación ciudadana contra los megaproyectos eólicos y fotovoltaicos en Valencia. (EFE/M. Bruque)

Sucedió hace unos años. Tras participar en una tertulia radiofónica sobre el futuro de la energía y denunciar que el lobby eléctrico, en aquellos años capitaneado por Unesa, estaba taponando por activa y por pasiva el avance de las renovables en nuestro país, recibí una llamada en la redacción. Era un representante del lobby y me invitaba con toda cordialidad a un almuerzo privado para aclarar algunas cosas. Y decidí acudir. Y me equivoqué.

Porque lo que aconteció en aquel almuerzo fue básicamente un ejercicio de intimidación como pocos he tenido que soportar como periodista ambiental. Un rancio monólogo sobre la gran contribución del sector eléctrico al desarrollo de la sociedad y del que transcendía un desprecio absoluto por lo que ellos definían como energías alternativas y basadas en tecnologías poco maduras. Un discurso que concluyó con un aviso nada sutil sobre las consecuencias de seguir acusando a los combustibles fósiles de todos los males y defender tan activamente a las renovables.

Foto: Planta solar fotovoltaica. (EFE) Opinión

Así eran las cosas durante el reinado de la antigua Unesa cuando alguien se atrevía a señalar desde los medios a las fósiles como responsables del aumento de emisiones de gases con efecto invernadero (GEI), cuando resaltaba la necesidad de dejar de producir electricidad quemando carbón, gas natural o petróleo y empezar a hacerlo a partir del sol y del viento. Y, para mi sorpresa, así lo vuelve a ser ahora cuando nos atrevemos a señalar los impactos que genera en el territorio y en el medio ambiente el actual ritmo de implantación de los macroproyectos renovables.

placeholder Manifestación en Carral (A Coruña) contra los macropolígonos eólicos. (EFE/M. Fuentes)
Manifestación en Carral (A Coruña) contra los macropolígonos eólicos. (EFE/M. Fuentes)

Hace un tiempo, a raíz de una noticia publicada en este diario cuyo contenido resultó contrario a sus intereses, recibí la llamada de una de las principales asociaciones empresariales del sector eólico con un tono y un lenguaje que no resultaban demasiado distintos a aquel. Unas maneras que han acabado implantándose con el paso del tiempo. Y esa altanería dialéctica, esa falta de predisposición a aceptar las críticas por parte de los grandes promotores eólicos y fotovoltaicos, sobre los que a menudo están grandes fondos de inversión, es en buena parte responsable de que cada vez sean más los que ven a las renovables como un problema antes que como una solución.

Entre la necesidad y la oportunidad

En el último número de la revista Energías renovables, fundada y dirigida por dos de los periodistas ambientales más reconocidos de nuestro país, Pepa Mosquera y Luis Merino, aparece un interesante informe en el que, bajo el título Renovables sí, pero, ¿cómo? se analiza el conflicto social que está causando la implantación de grandes instalaciones fotovoltaicas y eólicas en el territorio. Un conflicto que está dando lugar a duros enfrentamientos políticos y que está empezando a inundar los juzgados y la oficina del Defensor del Pueblo de expedientes contra su implantación.

placeholder Protesta contra un parque eólico marino en L'Ametlla de Mar, Tarragona. (EFE/J.Sellart)
Protesta contra un parque eólico marino en L'Ametlla de Mar, Tarragona. (EFE/J.Sellart)

La revista subraya que el potencial de las energías renovables, su contribución a la mitigación del cambio climático y su función como agente dinamizador de la economía local son ventajas innegables, sin embargo, reconoce que, por contra "su impacto continúa generando dudas y rechazos".

Unas dudas y rechazos que han llegado a convertirse en el argumento de algunos de los éxitos más sonados de nuestro cine, como es el caso de la película Alcarrás, ganadora del Oso de Oro del Festival de Berlín del año pasado, y de la gran triunfadora de los últimos Premios Goya, As Bestas, cuyo director, Rodrigo Sorogoyen, pronunciaba el famoso lema renovables sí pero no así tras recoger la estatuilla.

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Y es que, vista desde fuera, la innegable situación de conflicto a la que hemos llegado es tan sorprendente que podría dar a entender que, mientras unos defendíamos la transición energética hacia las renovables como una herramienta básica para descarbonizar el sistema eléctrico y favorecer el desarrollo rural, siempre desde el respeto a la naturaleza y la protección de la biodiversidad, otros estaban pensando únicamente en pasar de un lobby a otro en un claro ejemplo del quítate tú que me pongo yo.

Con licencia para implantar

Como se subrayaba en un comunicado conjunto de SEO/BIrdlife y el CSIC, la transición energética no puede ir en contra de la transición ecológica. Las prisas por avanzar hacia un modelo 100% renovable no pueden justificar en ningún caso la relajación de los mecanismos que deben garantizar la inocuidad de los proyectos, tanto para el medio ambiente, ya sea en tierra o en mar, como para las comunidades locales. Las renovables son necesarias para todos, pero no contra nadie.

placeholder Planta fotovoltaica y aerogeneradores en Mezquita de Jarque (Teruel). (EFE/A. García)
Planta fotovoltaica y aerogeneradores en Mezquita de Jarque (Teruel). (EFE/A. García)

Las maniobras del cabildeo eólico y fotovoltaico, legales, pero no siempre legítimas, han conseguido que, como recoge el articulado del Real Decreto Ley 20/2022 dedicado al impulso de las instalaciones de energías renovables, los proyectos eólicos o fotovoltaicos de más de 50 MW se puedan implantar sin superar la necesaria evaluación ambiental ni obtener una autorización administrativa previa. Eso nos sitúa en un escenario en el que los aerogeneradores y los paneles solares pueden empezar a caer en paracaídas sobre nuestros campos y pueblos, y nuestra naturaleza, sin que las comunidades locales tengan derecho a conocer los expedientes ni, en consecuencia, a formular alegaciones.

Las revueltas en el campo indican que las renovables están perdiendo la empatía ciudadana

Ya hay casi cuatrocientos macroproyectos previstos de implantar en espacios protegidos que forman parte de la Red Natura 2000, cada vez surgen más plataformas de afectados por las renovables en distintas comunidades autónomas y hasta los científicos emiten comunicados de denuncia sobre lo que está ocurriendo en nuestros campos. Eso es lo que está consiguiendo el nuevo lobby renovable, mientras algunos de sus portavoces, desde la más sorprendente y ridícula soberbia, recurren al manual de estilo de la vieja Unesa para intentar silenciar a quienes reivindicamos que renovables sí, por supuesto, pero no así: nunca así.

Sucedió hace unos años. Tras participar en una tertulia radiofónica sobre el futuro de la energía y denunciar que el lobby eléctrico, en aquellos años capitaneado por Unesa, estaba taponando por activa y por pasiva el avance de las renovables en nuestro país, recibí una llamada en la redacción. Era un representante del lobby y me invitaba con toda cordialidad a un almuerzo privado para aclarar algunas cosas. Y decidí acudir. Y me equivoqué.

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