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El fin de las mariscadas está cada día más cerca
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El fin de las mariscadas está cada día más cerca

Los océanos 'chupan' el CO2 que emitimos a la atmósfera, y eso aumenta su acidez. Las consecuencias son que a los moluscos les cuesta más y más generar sus conchas, y el problema solo va a peor

Foto: Mejillones creciendo en un rompeolas costero. (iStock)
Mejillones creciendo en un rompeolas costero. (iStock)

Salvo para aquellos que tienen la mala fortuna de ser alérgicos, el marisco es uno de los mayores placeres gastronómicos de los que podemos disfrutar, sobre todo en España. A pesar de que solemos relacionarlo principalmente con 'bichos' maravillosos como las centollas, los bueyes de mar o las langostas (y su desorbitado precio), en casi todas las familias, en días muy especiales, podemos disfrutar unos mejillones o unas almejas, mucho más asequibles.

De las muchas cosas buenas que tienen este tipo de bivalvos es que su explotación es considerablemente sostenible, pues solo se dedican a filtrar las pequeñas partículas de plancton que entran en contacto con ellos. Es un mercado sostenible que no depende, por ejemplo, de piensos. Todo es natural.

"Los acuicultores pueden llegar a perder entre el 90% y el 100% de los moluscos, sin saber realmente por qué"

El problema es que, como cada día nos damos más y más cuenta, el cambio climático también está afectando a estos manjares. Todo se debe a que las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero (GEI), además de provocar el aumento de la temperatura media mundial, o de favorecer la frecuencia e intensidad de los fenómenos climáticos extremos, también altera el nivel de acidez de los océanos, sobre todo en las costas más próximas a regiones industriales (que, a día de hoy, son prácticamente todas las del mundo desarrollado). A día de hoy, se calcula que una tercera parte de todo el dióxido de carbono que hemos producido por la combustión de hidrocarburos de origen fósil (como el petróleo o el carbón) está disuelto en el océano.

Esto se debe a que el agua de los mares del planeta es el sumidero de carbono más importante que tenemos. Dicho de otro modo: los océanos 'chupan' CO₂ atmosférico. El problema fundamental es que el aumento de la concentración de la disolución de dióxido de carbono produce, directamente, una disminución del pH del agua o, lo que es lo mismo, un aumento de la acidez.

placeholder Granja de mejillones en la Bretaña francesa durante una marea baja. (iStock)
Granja de mejillones en la Bretaña francesa durante una marea baja. (iStock)

Esto tiene directas repercusiones en una gran multitud de ecosistemas marinos, entre los que destacan, por ejemplo, los arrecifes de coral que se está 'blanqueando' a nivel global.

Como explica un reciente estudio científico elaborado por investigadores de la San Diego State University, este aumento de la acidez compromete la capacidad que tienen estos animales de crecer y reproducirse. Esto se debe a que las conchas de los moluscos están hechas de carbonato cálcico que, según disminuye el pH del agua, es menos y menos abundante. El equivalente (muy exagerado) es que si hubiera menos y menos calcio en nuestros alimentos, nuestros huesos serían más y más débiles.

placeholder Cultivo de mejillones. (iStock)
Cultivo de mejillones. (iStock)

Como explica Melissa Ward, una de las autoras del estudio, "básicamente, estos animales se están quedando sin 'ladrillos' con los que construir sus conchas, y eso puede ser una situación de estrés difícil de superar para ejemplares muy jóvenes que se están formando en las primeras etapas de su vida". La investigadora afirma que, por ejemplo, los mejillones son criados, en sus primeros días, en piscifactorías en tierra firme, donde se les proporciona todo el alimento y recursos que puedan necesitar. Pero cuando alcanzan el tamaño de una uña de una mano, son trasladados a plataformas situadas en el mar, donde ya dependen completamente de las características particulares del agua donde se encuentran.

Esto, explican los investigadores, supone una seria amenaza para las empresas californianas que se dedican a este negocio. En los últimos años, las autoridades, tanto a nivel nacional como estatal, han promovido esta industria por su carácter sostenible, pero, como explica Ward, "a la vez es un negocio muy vulnerable". Según los datos de los que disponen los autores del estudio, dependiendo de la zona, las condiciones climáticas y el nivel de contaminación (y, por tanto, de acidez) del agua, "los acuicultores pueden llegar a perder entre el 90% y el 100% de los moluscos, sin saber realmente por qué".

Foto: Peces León recién capturados en las costas de Florida. Reuters

Entre las asociaciones del gremio, desde hace cuatro años ya se ha pedido disponer de estudios científicos que les expliquen qué está pasando exactamente (como si un agricultor de árboles frutales en España no supiera todavía que una gran helada tardía, como las que tuvieron lugar a principios de abril, puede poner en serio peligro toda su producción).

Pero las soluciones parecen complicadas. No se puede poner una 'red antiacidificación' en el mar para proteger a estas poblaciones de bivalvos, por lo que, tanto los científicos como los acuicultores, piden cambios legislativos que les permitan tener más flexibilidad a la hora de elegir qué especies pueden explotar, para así poder escoger las que sean más resistentes a estos cambios en la acidez del océano. De todos modos, la solución definitiva necesita que salgamos victoriosos (y rápido) en nuestra lucha contra el cambio climático, cosa que no parece cercana a día de hoy.

Salvo para aquellos que tienen la mala fortuna de ser alérgicos, el marisco es uno de los mayores placeres gastronómicos de los que podemos disfrutar, sobre todo en España. A pesar de que solemos relacionarlo principalmente con 'bichos' maravillosos como las centollas, los bueyes de mar o las langostas (y su desorbitado precio), en casi todas las familias, en días muy especiales, podemos disfrutar unos mejillones o unas almejas, mucho más asequibles.

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