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Lecciones que nos ha dejado la dura batalla de la cumbre del clima de Dubái (COP28)
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Lecciones que nos ha dejado la dura batalla de la cumbre del clima de Dubái (COP28)

Los países productores de gas y petróleo y el gran lobby de los combustibles fósiles se han visto obligados a aceptar cambio climático como animal de compañía. Ya estamos todos. El negacionismo ha muerto. Ojalá lleguemos a tiempo

Foto: Un gato se lame las uñas en la COP28 de Dubái (Reuters/T. Al-Sudani)
Un gato se lame las uñas en la COP28 de Dubái (Reuters/T. Al-Sudani)

Cuando la ONU decidió celebrar la cumbre del clima de Dubái (COP28) en uno de los principales estados petroleros, rodeado de estados petroleros y bajo la presidencia de un magnate del petróleo y el gas, asumió un alto riesgo de fracaso. Y cuando al segundo día empezaron a aflorar uno tras otro los escándalos que demostraban el intento de asalto de la cumbre por parte del lobby de las energías fósiles, nadie daba un céntimo por ella.

Sin embargo, en mitad de ese entorno claramente hostil, en un momento de tan alta tensión geoestratégica y contra todo pronóstico, el acuerdo alcanzado en el país emiratí es el mejor al que se podía llegar. Tanto es así que para muchos analistas, incluidos los más escépticos, ha acabado significando uno de los mayores avances en la lucha contra el cambio climático desde el Acuerdo de París.

Así lo reconocía el propio secretario general de la ONU, António Guterres, al dirigirse estos días a quienes se obstinaron en torpedearla desde dentro y desde fuera. "A aquellos que se opusieron a cualquier referencia a la eliminación gradual de los combustibles fósiles en el texto de la COP28 —señalaba un Guterres de nuevo on fire— quiero decirles una cosa: les guste o no, ha sido inevitable". Aunque acababa reconociendo que "esperemos que no llegue demasiado tarde".

El acuerdo final sobre el Balance Global de la COP28, que pasará a denominarse a partir de ahora Consenso de Dubái (UAE Consensus), acepta las bases científicas del cambio climático y fija como principal objetivo común detener el calentamiento global por debajo del grado y medio. Para ello establece una serie de medidas que deben llevarnos a una drástica reducción de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI), del 43% en esta misma década. Y entre esas medidas destacan tres: triplicar las renovables, duplicar la eficiencia energética y emprender la "transición para dejar atrás los combustibles fósiles".

Foto: El presidente de la COP28, el sultán Al Jaber. (EFE/Ali Haider)

Es difícil poner en justo valor la importancia de lo acordado en Dubái sin haber asistido a la batalla diplomática que se ha librado allí estas últimas semanas. Con un plenario partido en dos y unas acusaciones entre delegaciones y hacia la presidencia que cada vez subían más de tono: nauseabundo, intolerable, estupefacto, traición. Nunca en los 31 años de historia de la convención marco de la ONU sobre cambio climático se había alcanzado un nivel de crispación tan alto, nunca en sus 28 convocatorias una COP había parecido tan irremediablemente condenada al fracaso.

Sin embargo en el tiempo de prórroga, y cuando algunos ministros de medio ambiente volaban ya de regreso a sus países dando por imposible el acuerdo, la presidencia de la cumbre, a la que se había puesto en duda desde el primer momento, hizo un último intento de salvar los muebles y remitió a los delegados un segundo borrador cuyo retocado texto de 21 páginas incluía un añadido que acabaría resultando clave y que provocaría el aplauso de la mayor parte de los delegados, con la UE a la cabeza (su papel en Dubái ha sido decisivo), seguida de cerca por EEUU e incluso China, que en el tramo final de la cumbre daba un soprendente giro a positivo.

En el cuarto punto del párrafo 28, el nuevo borrador pedía a las partes que iniciaran "una transición para abandonar los combustibles fósiles en los sistemas energéticos, de forma justa, ordenada y equitativa, para acelerar así la acción climática en esta década crítica, a fin de alcanzar cero emisiones netas de GEI para 2050, de acuerdo con la ciencia".

placeholder El representante de EEUU, John Kerry, y el de China, Xie Zhenhua, debatiendo en la COP28 de Dubái. (Reuters/A.Alfiky)
El representante de EEUU, John Kerry, y el de China, Xie Zhenhua, debatiendo en la COP28 de Dubái. (Reuters/A.Alfiky)

Y esa modificación final para que Arabia Saudí, Kuwait, Rusia, Venezuela y el resto de los petroestados que se habían opuesto en bloque a que el texto hiciera mención explícita a su principal fuente de ingresos (hasta el 73% de su PIB en el caso de los saudís), aceptasen pulpo como animal de compañía sería el avance definitivo, la jugada maestra de Al Jaber para generar el necesario consenso entre los 198 países asistentes a la cumbre.

Por todo ello podríamos finalmente convenir en que tal vez haya sido un acierto, en este momento geopolítico, llevar la cumbre a Emiratos para entrar en su casa y tenderles sobre la mesa de su salón comedor una propuesta incómoda (para ellos). Y quizá fue otro acierto elegir a Al Jaber, uno de los suyos, para que le quitase el capuchón al bolígrafo y se lo diera para que la firmasen.

Entre las lecciones que nos deja la Cumbre de Dubái, donde también se ha dado un nuevo impulso al fondo para cubrir las pérdidas y daños y la justicia climática, están la del gran poder del multilateralismo a la hora de promover acuerdos globales, el destacado papel que está adquiriendo la sociedad civil con sus movilizaciones a favor del medio ambiente y contra el cambio climático, especialmente las nuevas generaciones, y la necesidad de poner en valor cada pequeño paso para promover la esperanza en que no todo está perdido, como reconocía la propia WWF, la mayor organización internacional para la conservación de la naturaleza.

Aunque otra de las enseñanzas, no ya aprendidas sino ratificadas en esta COP28, ha sido que la diferencia entre el ritmo que reclaman la ciencia y la sociedad para eludir los peores escenarios del cambio climático y el que imponen las empresas y los gobiernos se hace cada vez mayor. El paso hacia delante que se ha dado en Dubái significa un avance, es cierto, pero demasiado lento. La ciencia dice, y la sociedad entiende, que no solo necesitamos avanzar, sino que debemos hacerlo a un ritmo mucho más rápido.

En todo caso, y como señalaba estos días el exvicepresidente norteamericano Al Gore, Premio Nobel de la Paz junto al IPCC por su contribución al conocimiento y la acción contra el cambio climático, "que este acuerdo sea un punto de inflexión que marque de verdad el comienzo del fin de la era de los combustibles fósiles dependerá de las acciones que emprendamos a continuación los gobiernos, las empresas y la sociedad en su conjunto". Hacia ese necesario cambio de ritmo debería llevarnos la próxima cumbre del clima (COP29) que se celebrará el año próximo en uno de los países puente entre Europa y Oriente Medio: Azerbaiyán.

Cuando la ONU decidió celebrar la cumbre del clima de Dubái (COP28) en uno de los principales estados petroleros, rodeado de estados petroleros y bajo la presidencia de un magnate del petróleo y el gas, asumió un alto riesgo de fracaso. Y cuando al segundo día empezaron a aflorar uno tras otro los escándalos que demostraban el intento de asalto de la cumbre por parte del lobby de las energías fósiles, nadie daba un céntimo por ella.

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