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Francisca de Pedraza, la primera mujer en lograr una sentencia favorable de violencia machista en pleno siglo XVII
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Cinco juicios y una victoria

Francisca de Pedraza, la primera mujer en lograr una sentencia favorable de violencia machista en pleno siglo XVII

Realizó su primer intento de divorcio en 1614. 10 años después logró la primera sentencia de separación matrimonial de la que se tiene registro, así como la devolución de su dote y la mitad de los bienes del matrimonio

Foto: Representación teatral del juicio de Francisca de Pedraza. (Universidad de Alcalá)
Representación teatral del juicio de Francisca de Pedraza. (Universidad de Alcalá)

Alcalá de Henares, siglo XVII. Francisca de Pedraza vivió en una época en la que las mujeres solo tenían dos opciones: contraer matrimonio o profesar una orden religiosa. Ella ni siquiera tuvo la posibilidad de elegir. Jerónimo de Jaras, vecino de la ciudad complutense, pidió su mano y se la concedieron. Él fue su cárcel durante más de una década. Las palizas, los golpes y los insultos por parte de su marido no dejaron de sucederse ni un solo día. Pero Francisca miró al miedo cara a cara y se rebeló ante el régimen establecido solicitando el divorcio o, al menos, no tener que convivir con su verdugo. En 1614, realizó su primer intento de separación y 10 años más tarde logró que la Corte de Justicia de la histórica Universidad de Alcalá lo reconociera. Esta es su historia, pero también es la de miles y miles de mujeres que durante siglos han tenido que luchar para poder seguir con vida.

Francisca de Pedraza no tuvo una vida fácil. Nació a finales del siglo XVI y con tan solo cuatro años quedó huérfana. Su infancia transcurrió en uno de los muchos conventos que proliferaban en Alcalá de Henares, del que solo salió para casarse en 1612, siendo todavía una adolescente.

Una pequeña dote fue suficiente para que la beata Francisca de Orozco la entregase a un vecino de la ciudad. En este tipo de instituciones, las niñas recibían la educación necesaria para aprender a ser una buena mujer y madre de familia (cocina, cuidados del hogar, costura, etc.) o para tomar los hábitos. Sin embargo, entre aquellas paredes la protagonista de esta historia obtuvo la fortaleza necesaria para luchar contra las injusticias.

En la misma época en la que personalidades como Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo o Calderón de la Barca paseaban por las calles de la ciudad complutense, esta mujer decidió elevar su caso a los tribunales. La violencia a la que estaba sometida era tal que tan solo dos años después de contraer matrimonio intentó regresar al convento en el que había crecido buscando refugio, aunque la Justicia la obligaría a volver junto a su marido inmediatamente. Eran tiempos en los que, ante este tipo de situaciones, primaba más la premisa de que "entre marido y mujer nadie se debe meter".

Foto: Violencia de género digital (iStock)

El divorcio del Siglo de Oro no se trataba de un divorcio tal y como lo entendemos en la actualidad, sino que lo que buscaba Francisca era tener la posibilidad de vivir en un lugar diferente al de su marido, según explica Ignacio Ruiz, autor especializado en la figura de esta mujer. "Bartolomé de Alcocer, en nombre de Jerónimo de Jaras, vecino de esta villa, digo que sin preceder causa Francisca de Pedraza, su mujer, se ha salido de su compañía y llevado sus bienes y no quiere hacer vida maridable con él. Suplico a vuestra merced se dé mandamiento para que le mande que vuelva con mi parte y haga vida maridable con él y devuelva todos los bienes que sacó de casa de mi parte", escribió el letrado alcalaíno Alcocer.

Francisca no se dio por vencida. En julio de 1620 acudió a la Justicia eclesiástica en busca del divorcio que la permitiese llevar una vida lejos de la violencia. Aprovechó que Jerónimo de Jaras estaba en la cárcel para personarse ante Pedro de Cabezón, canónigo de la Colegial de los Santos. "Habrá ocho años poco más o menos que yo me casé in facie eclesiae (en presencia de la Iglesia) con el dicho mi marido, y en este tiempo debiéndome tratar bien y amorosamente, conforme a la divina y humana, dándome todo lo necesario a mi persona, así de sustento como de vestidos, a mí y a mis hijos, no lo ha hecho ni hace. Antes del dicho tiempo a esta parte me ha tratado muy mal de obra y palabra, diciéndome que soy una rata podrida y otras muchas palabras feas... y así mismo me ha dado muchos porrazos y acardenalándome en mi cuerpo y rostro, sin darle la mayor ocasión", redactó en su demanda.

Foto: Agentes de la Policía Secreta trabajan en un polígono industrial de As Gándaras, en O Porriño, Pontevedra, Galicia. (Europa Press/Adrián Irago)

En vista de que su declaración no iba a ser suficiente, el procurador de Francisca presentó ante el tribunal el testimonio de varios testigos. Uno de ellos es el de una mujer llamada María Marañez que aseguró que Jaras "arremetía contra Francisca y la daba muchas coces, bofetones y puñetes", y explicó que la llamaba públicamente "puta probada y otras muchas palabras feas que por vergüenza no se pueden escribir, que no caben en ella por ser como es mujer muy honrada". Además, aseguró haber visto varias veces cómo "estando comiendo, le tiró los platos y escudillas, y el pan que estaba en la mesa. Y otras veces la amenazó con el cuchillo". Las pruebas presentadas no fueron suficientes para que Francisca pudiera estar lejos de su maltratador. En septiembre de 1620, Pedro de Cabezón remitió un escrito a ambas partes en el cual pidió a Jerónimo de Jaras que desde ese momento tratase "bien y amorosamente" a su esposa.

La Justicia eclesiástica estaba condenando a la muerte en vida a Pedraza. El trato de Jaras hacia su mujer no hizo más que empeorar en los años siguientes. Francisca no dejó de temer ni un solo segundo por su vida y la de sus dos hijos. Sin embargo, usó las pocas fuerzas que le quedaban para defender su empresa. En verano de 1622, nuevamente interpuso una demanda de divorcio ante la Corte arzobispal de Alcalá de Henares. Unos días antes de hacerlo, su marido la había golpeado con tal fuerza que le provocó un aborto en plena calle.

Las pruebas eran evidentes, pero no suficientes para el tribunal, que en octubre de ese año mandó de nuevo a Jerónimo de Jaras que tratase a su esposa "con mucho amor", y le diese una vida "honesta y maridable, y el sustento, vestido y demás necesario, como es obligado, y no le hiciese semejantes malos tratamientos, como los que se dice le ha hecho". Asimismo, pedían a Francisca que hiciese "vida maridable con el dicho su marido y le respetase y obedeciese como es obligada, con apercibimiento que se procedería contra ella con todo rigor de derecho".

Foto: La delegada del Gobierno contra la violencia de género, Victoria Rosell. (EFE/J.P. Gandul)

Francisca había acudido a distintos tribunales, eclesiásticos, ordinarios e incluso a la Justicia arzobispal. Sin embargo, todavía había una posibilidad: la universidad. El nuncio del Papa autorizó a Francisca a llevar su causa ante la Audiencia Escolástica de la Universidad de Alcalá de Henares. Tras más de 10 años de maltratos físicos sistemáticos, abortos y de abandono institucional, Pedraza consiguió que el rector Álvaro de Ayala, uno de los juristas más reconocidos del momento, analizase su caso.

En mayo de 1624, Francisca vio la luz al final del túnel. Ayala firmó una de las sentencias más innovadoras de la época. "Fallamos que atento los autos y méritos de este proceso, que revocando ante todas cosas la sentencia dada y pronunciada en esta causa de divorcio por el Licenciado Laurencio de Iturrizana, vicario general de la audiencia y Corte Arzobispal de esta villa de Alcalá, debemos de hacer y hacemos el dicho divorcio y separación de matrimonio quoad thorum et mutuam cohabitation entre la dicha Francisca de Pedraza y Jerónimo de Jaras, su marido, y les encargamos vivan por esta castamente", señala el escrito.

[Consulte la sentencia original que dictó el rector Álvaro de Ayala a favor de Francisca de Pedraza]

Sin embargo, Ayala fue mucho más allá y mandó a Jerónimo de Jaras que devolviese y restituyese la dote de Francisca (5.500 reales), que le diese la mitad de los bienes gananciales que hubieran adquirido durante su matrimonio y ordenó la primera orden de alejamiento por esta causa de la que se tiene registro. "Prohibimos y mandamos al dicho Jerónimo de Jaras no inquiete ni moleste a la dicha Francisca de Pedraza, su mujer, por sí ni por sus parientes ni por otra interpósita persona, so pena de cuatrocientos ducados aplicados a nuestra voluntad y con apercibimiento que procederemos contra él con todo rigor de derecho". Jerónimo de Jaras intentó recurrir la sentencia, pero la Justicia volvió a respaldar a Francisca de Pedraza.

La Universidad de Alcalá, con motivo del Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, ha celebrado una representación teatral de su caso

En la Universidad de Alcalá, con motivo del Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, han puesto en marcha una representación al estilo del Teatro Español del Siglo de Oro, en el mismísimo Paraninfo, lugar donde se celebró el juicio, para visibilizar un problema que 399 años más tarde sigue existiendo. "Fue una sentencia novedosa hace 400 años, pero lo hubiera sido hace 50", afirmó José Vicente Saz Pérez, rector de esta institución, durante la presentación del montaje.

La historia de Francisca es también la de C. V. C., asesinada por violencia de género el pasado 4 de noviembre en Getafe. Su figura representa a las 52 mujeres que en este 2023 han muerto a manos de sus parejas y a las 1.237 que han perdido la vida por este motivo desde 2003, cuando se empezaron a recopilar datos. Casi 400 años después de que la Justicia reconociese su caso, son cientos las mujeres que siguen muriendo por esta lacra en el mundo.

Alcalá de Henares, siglo XVII. Francisca de Pedraza vivió en una época en la que las mujeres solo tenían dos opciones: contraer matrimonio o profesar una orden religiosa. Ella ni siquiera tuvo la posibilidad de elegir. Jerónimo de Jaras, vecino de la ciudad complutense, pidió su mano y se la concedieron. Él fue su cárcel durante más de una década. Las palizas, los golpes y los insultos por parte de su marido no dejaron de sucederse ni un solo día. Pero Francisca miró al miedo cara a cara y se rebeló ante el régimen establecido solicitando el divorcio o, al menos, no tener que convivir con su verdugo. En 1614, realizó su primer intento de separación y 10 años más tarde logró que la Corte de Justicia de la histórica Universidad de Alcalá lo reconociera. Esta es su historia, pero también es la de miles y miles de mujeres que durante siglos han tenido que luchar para poder seguir con vida.

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