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'Piscinosofía', un homenaje refrescante y acuático a la historia de las piscinas madrileñas
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'Piscinosofía', un homenaje refrescante y acuático a la historia de las piscinas madrileñas

Anabel Vázque narra en un libro, 'Piscinosofía', la historia de muchas de las piscinas más famosas del mundo, también las de la capital

Foto: Hotel Emperador de Madrid. (Cedida)
Hotel Emperador de Madrid. (Cedida)

En la Comunidad de Madrid hay 137.913 piscinas, casi el 11% de las de toda España. Los madrileños necesitamos ponernos a remojo ante el calor que está por venir este verano. No resulta complicado dejarse tentar por las piscinas públicas que cada barrio y distrito ha ido cuidando, aunque siempre son más socorridas aquellas ocultas o que no son tan conocidas. Anabel Vázquez es una experta en este tipo de piscinas, desde hace más de 20 años ha recorrido y visitado algunas de las más importantes del mundo, también las de la capital, donde vive.

Foto: 'La mala sangre'.

Vázquez ha publicado recientemente Piscinosofía (Contra, 2023), una muestra de amor hacia ellas en forma de ensayo casi detectivesco, a lo Sophie Calle, como le gusta definirse en algunos momentos de este estupendo libro, que son casi unas memorias del nadar más cultural. Las piscinas, sus historias y todo aquello que las rodea, le sirve a Vázquez para bucear en mitologías, arquitecturas y cuestiones de clase, sin caer en el ensayo erudito y sesudo. Como si de un refresco se tratase, Piscinosofía alivia las horas en las que uno no puede remojar sus pies.

Primeros hallazgos

“El principal requisito que había para incluir las diferentes piscinas que aparecen en el libro es que hubieran tenido impacto en mi vida, que me rozaran de alguna manera”, comenta esta extremeña, ya madrileñizada a fuerza de largos y chapuzones.

placeholder Portada de 'Piscinosofía'.
Portada de 'Piscinosofía'.

La primera piscina madrileña que recuerda es la de Daoiz y Velarde, una de esas construcciones de aire industrial, al sur de Madrid, en el barrio de Pacífico, que gracias a la fuerza de los vecinos se transformó en un impresionante complejo deportivo. Sus paredes de ladrillo, y su aspecto neomudejar, guardan una piscina cubierta muy querida por el vecindario. “Cuando aterricé en Madrid llegué con unos problemas de espalda, por lo que el primer uso que le di fue terapéutico, de una forma literal. Al principio iba a nadar y a relajarme, luego llegaron las piscinas disfrutonas y veraniegas”, bromea sobre aquellos primeros usos.

Con el tiempo, Vázquez fue profundizando más en las piscinas, indagando sobre ellas y reflexionando sobre sus funciones, su arquitectura, a quien habían pertenecido. “Empecé a tirar de hilos y a escribir de ellas. Era todo muy intuitivo”, reflexiona. Por su trabajo de periodista, su afición viajera y su innato interés para ir más allá de la noticia, Vázquez empezó a ver que había muchos temas que le interesaban y que de alguna forma tocaban de forma tangencial a las piscinas: el arte, el cine, la moda.

Baños de arquitectura

En Madrid hay dos de esas piscinas. Dos lugares que a Vázquez le atrapan por su potencia. La primera es la que está situada en el edificio de Torres Blancas, construido por el arquitecto Saénz de Oiza. “Es como bañarse en un monumento. La arquitectura es muy poderosa. A mí me gustan todo tipo de piscinas, las más humildes y sencillas, pero también esas que tienen algo especial. Son parte de la ciudad de una manera muy singular”, cuenta. “Con ella me puede la mitomanía”.

placeholder Una de las imágenes que aparece en el libro. (Cedida)
Una de las imágenes que aparece en el libro. (Cedida)

La otra es la piscina de la Universidad Complutense, donde cita a Raquel Pelaez y su imprescindible ¡Quemad Madrid!: “Es un paréntesis espacio-temporal de calma y frescor estancado en los sesenta en el que vienen a la cabeza canciones de Los Bravos”. Esta piscina, de aire brutalista, que cuenta con un “saltadero”, como se llamaba en su época al salto de trampolín, “puede que sea el lugar más sexy de Madrid porque todo es piel, sol e indolencia”, escribe Vázquez.

Un chapuzón en la historia de Madrid

Piscinosofía habla mucho y bien de obras, personajes y ciudades que tienen a la piscina como leitmotiv. De Deligny, “el Saint Tropez del Sena” a Silvina Ocampo, El Nadador, de John Cheever o la alberca que construyó el arquitecto Luis Barragán para Pancho Gil. También hay un pequeño hueco para contar la historia de las piscinas madrileñas. La primera se llamaba Niagara y se abrió en el verano de 1879. “Era una casa de baños con fines curativos y estaba en la Cuesta de San Vicente”, cuenta de este lugar de esparcimiento ya desaparecido.

Foto: Portada del libro 'Perros Flacos'.

Sin embargo, las dos más significativas llevarán el nombre de Luis Gutiérrez Soto, el arquitecto de joyas madrileñas como el cine Barceló o los cines Callao. Su primera piscina fue La Isla, construida durante la Segunda República, y cerrada en 1956. La segunda aún puede verse, aunque permanezca abandonada. Su nombre es la Stella y fue reformada por él en la década de los cincuenta: “En la Stella se relajaban las costumbres de la época: se veían bikinis y, cuando se pudo, se permitió el topless. Era el mejor lugar de la ciudad para bañarse en los años cincuenta y sesenta y siguió en uso y con éxito hasta los ochenta. Con el auge de las piscinas privadas comenzó a perder interés hasta que en 2006 cerró”

Los hoteles y las piscinas soñadas

“Madrid está llena de piscinas”, apunta Vázquez. Quizás las más reivindicadas hoy día sean las de los hoteles que van inaugurándose, día sí día también, en este nuevo Madrid de ricos venezolanos y turismo de grandes chequeras. “Y no debemos olvidarnos de la del hotel Emperador, que este año celebra su 75 cumpleaños”, reivindica. “Es una rareza total por sus dimensiones y porque está como suspendida”. Vázquez imagina como debía ser bañarse allí en la década de los cuarenta cuando se inauguró por primera vez. Imagina un Madrid no tan gris como se suele contar. “Había muchas Españas y eso es algo que también me interesa contar en el libro”.

Foto: Varias cigüeñas comen en un vertedero en un descampado de Madrid. (Javier de la Fuente)

Entre sus preferidas también destaca la del hotel Urso o la del Meliá Palacio de Los Duques, con vistas al Palacio Real. “El Ritz también cuenta con una piscina preciosa, con paredes de mármol. Las piscinas de hotel nos salvan a los que queremos darnos un chapuzón en estos meses de calor”, señala.

¿Alguna secreta? “Siempre que voy al Círculo de Bellas Artes me gusta visualizar la piscina que hubo allí cuando se abrió. Se hizo para los socios, la construyó en 1919 Antonio Palacios. Estaba en el sótano y rozaba un poco con el teatro. Hoy nos podría parecer una cosa de locos, pero hay que imaginarse lo que era en la época. Madrid era muy moderna”, concluye.

En la Comunidad de Madrid hay 137.913 piscinas, casi el 11% de las de toda España. Los madrileños necesitamos ponernos a remojo ante el calor que está por venir este verano. No resulta complicado dejarse tentar por las piscinas públicas que cada barrio y distrito ha ido cuidando, aunque siempre son más socorridas aquellas ocultas o que no son tan conocidas. Anabel Vázquez es una experta en este tipo de piscinas, desde hace más de 20 años ha recorrido y visitado algunas de las más importantes del mundo, también las de la capital, donde vive.

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