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Estupor en Galicia por el no de Feijóo: la oposición lo asocia a amenazas del pasado
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Estupor en Galicia por el no de Feijóo: la oposición lo asocia a amenazas del pasado

La oposición desliza que el presidente de la Xunta fue forzado a descartarse bajo amenaza de rescatar otros episodios dudosos de su pasado

Foto: El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo (c), saluda tras su comparecencia en la que anunció su intención de quedarse en Galicia. (EFE)
El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo (c), saluda tras su comparecencia en la que anunció su intención de quedarse en Galicia. (EFE)

Las caras eran un poema. En las primeras filas del recinto elegido por Alberto Núñez Feijóo para anunciar su decisión estaban los principales aspirantes a sucederlo, así que se entiende que había mucho en juego para todos. Desde el mismo momento en que el PP de Galicia envió una convocatoria de su intervención ante la junta directiva del partido, se interpretó que anunciaría un sí, y esa opinión se mantuvo hasta que comenzó a hablar. La expectación generada, la escenografía, el himno que sonaba por megafonía… Todo apuntaba al salto a Madrid, pero cuando soltó eso de que su compromiso era con Galicia, sollozó e improvisó un “pues ya lo he dicho”, el estupor se extendió por el recinto. Y ahí permanece pasadas las horas, tanto para los que albergaron la esperanza de ser relevo como para la oposición, que acariciaba la idea de una Galicia sin Feijóo.

Es cierto que el presidente del PP gallego compartió su decisión con muy pocas personas, pero incluso sus más afines esperaban un paso adelante. “No sé qué va a anunciar, pero no me cuadra que vaya a convocar la junta y montar un espectáculo para decir que renuncia”, conjeturaba por la tarde un dirigente nacional muy próximo al titular de la Xunta. A nadie se le escapa en Galicia, ni siquiera a los más aduladores, que Madrid siempre ha sido el gran objetivo de su carrera política. Lo dejó muy claro en la famosa entrevista con Jordi Évole, en la que además de tratar de dar carpetazo al asunto Marcial Dorado, lanzó aquello de que “es positivo para España que un presidente de Gobierno lo haya sido de una autonomía”. Fue el pistoletazo de salida de una carrera que ha abandonado en la línea de salida. ¿Por qué? Galicia es un nido de rumores, pero no hay una sola certeza.

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Alguna prensa que no se caracteriza por su tendencia a la crítica ha abundado en la teoría de su situación familiar, su reciente paternidad, la necesidad de permanecer próximo a su novia, la madre de Albertito. Pero la decisión es difícil de explicar en clave de crónica rosa, toda vez que nunca se destacó Feijóo como un hombre especialmente familiar. Tampoco casa el inquebrantable compromiso que declaró con Galicia y los gallegos con la incertidumbre que mantuvo durante tantos días, que se hicieron tan largos y tan tensos. Y es difícil asumir la explicación con la que reforzó este martes su renuncia. “Este tren pasó antes de que finalizara mi compromiso con Galicia”, dijo, como si se pudieran conciliar los calendarios nacional y autonómico, o como si dos legislaturas y media pudieran ser consideradas un periodo demasiado corto.

Si se puede guardar un vídeo como el de Cifuentes robando durante años a la espera de la ocasión, lo mismo puede pasar con Feijóo

La oposición encajó la continuidad del presidente gallego simulando alegría, cuando en realidad se frotaba las manos fantaseando con la era pos-Feijóo. “Su ciclo político está acabado”, “el PP está en una senda de declive”, “se veía sin opciones”, era favorito solo “por descarte”… Todo eso opinaron a lo largo del martes los portavoces del PSOE, del BNG y de En Marea. Luís Villares, de esta última formación, se atrevió a referirse a la circunstancia que más chirría en la trayectoria de Feijóo: “Las fotos con Marcial Dorado en un barco tal vez no fuesen más que la punta del iceberg”. Las conjeturas apuntan al pasado de Feijóo, y a partir de ahí la imaginación colectiva diseña teorías conspirativas, supuestos dosieres y carpetas repletas de fotografías de las que todo el mundo habla pero nadie ha visto.

Una de las preguntas recurrentes desde que en 2013 se publicaron aquellas fotos es si quedaba Feijóo invalidado para presidir el Gobierno de España. Responden afirmativamente muchos opositores e incluso algunos correligionarios, pero está claro que Feijóo no comparte esa opinión. “Le gustaba más pasearse por radios y platós de Madrid que pasar el día en Santiago, siempre ha sido muy cuidadoso de la imagen que proyecta en la capital, y además se ha dejado querer descaradamente durante todos estos días de incertidumbre”, precisa un exdiputado de la oposición que sigue de cerca lo acontecido. “Si él pensase que lo de Marcial Dorado lo incapacitaba, estaría claro desde hace mucho tiempo”, concluye. Eso apuntala la teoría de la conspiración. “Si se puede guardar un vídeo como el de Cifuentes robando en un supermercado durante años a la espera de la ocasión, lo mismo puede pasar con Feijóo”, añade.

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Lo cierto es que Feijóo tenía una amistad mucho más que circunstancial con Marcial Dorado. No era una foto, eran muchos viajes a muchas partes del mundo y durante muchos años. Y el camino que le llevó a conocer al capo arousano —famoso ya en los años de las fotos, por más que Feijóo asegure que desconocía a qué se dedicaba— está trufado de personajes poco recomendables para quien aspire a La Moncloa.

Cambiar la presidencia de la Xunta por un calvario en la calle Génova no parece un plato de buen gusto

El nexo entre ambos fue Manuel Cruz, que además de chófer de Romay Beccaría era socio y testaferro de Dorado. Cruz, conocido en Ferrol como 'Gamada' por su ideología fascista, también fue amigo en sus años más jóvenes del exdirector de la Guardia Civil Arsenio Fernández de Mesa. Ambos eran conocidos como cadeneros, por su afición a emplear como arma cadenas de bicicleta. Creó una centuria pedestre de Guerrilleros de Cristo Rey dedicada a dar palizas y murió en muy extrañas circunstancias: su coche se quedó sin frenos en la carretera. Así era el gran amigo de Feijóo, el hombre que le introdujo en el círculo de amistades del narcotraficante de Cambados.

Pero todo eso no figura en dosieres ultrasecretos, sino que es conocido y ha sido publicado, aunque en la figura de un presidente de la Xunta no haya adquirido la trascendencia que alcanzaría en un aspirante a presidir el Gobierno de España. Como tampoco su afinidad con otro personaje controvertido, Pachi Lucas, considerado el conseguidor de contratos con la Xunta para la trama de los cursos falsos de la operación Zeta, de la que finalmente fue exculpado. En palabras del principal encausado, Gerardo Crespo, Lucas era el abrepuertas. Durante 15 años, él y Feijóo fueron uña y carne, con apariciones conjuntas en verano en la plaza de toros de Pontevedra o en las mejores marisquerías de las Rías Baixas.

El pasado de Feijóo no es por lo tanto el que hubiera preferido un estratega de 'marketing' electoral, pero todo esto, por sabido, no encaja con una decisión de última hora, casi sobre la bocina, como se especula estos días en Santiago que fue la del lunes. Entre la teoría conspirativa de los dosieres y la más pastoril del compromiso familiar y con Galicia, emerge una interpretación alternativa: que suceder a Rajoy ya no era una opción tan atractiva. Con el partido hundido en las encuestas y la amenaza de un rosario de sentencias por corrupción contra el PP, Feijóo se exponía doblemente. De un lado, a no ganar en un congreso impredecible, ya que es la primera vez que votan los militantes populares. De otro, a no hacerlo en unas elecciones generales. Y cambiar la presidencia de la Xunta por un calvario en la calle Génova no parece un plato de buen gusto. Puede que sea la opción más verosímil, pero no la más contrastada, porque Feijóo ha despachado su decisión más importante con una discreción rayana en el hermetismo.

Las caras eran un poema. En las primeras filas del recinto elegido por Alberto Núñez Feijóo para anunciar su decisión estaban los principales aspirantes a sucederlo, así que se entiende que había mucho en juego para todos. Desde el mismo momento en que el PP de Galicia envió una convocatoria de su intervención ante la junta directiva del partido, se interpretó que anunciaría un sí, y esa opinión se mantuvo hasta que comenzó a hablar. La expectación generada, la escenografía, el himno que sonaba por megafonía… Todo apuntaba al salto a Madrid, pero cuando soltó eso de que su compromiso era con Galicia, sollozó e improvisó un “pues ya lo he dicho”, el estupor se extendió por el recinto. Y ahí permanece pasadas las horas, tanto para los que albergaron la esperanza de ser relevo como para la oposición, que acariciaba la idea de una Galicia sin Feijóo.

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