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El sorpaso tendrá que esperar: el viejo bipartidismo de PSOE y PP se refuerza
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ELECCIONES DEL 26 DE MAYO

El sorpaso tendrá que esperar: el viejo bipartidismo de PSOE y PP se refuerza

Si algo ha quedado claro en estas elecciones es que los nuevos partidos tienen un techo. Lo que no se conoce es cuál será su suelo. Los viejos partidos salen reforzados del 26-M

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del PP, Pablo Casado. (Reuters)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del PP, Pablo Casado. (Reuters)

Una paradoja, según la Real Academia, es algo aparentemente contrario a la lógica. Y eso es, precisamente, lo que ha ocurrido este 26-M, en el que el Partido Popular (PP) ha salvado los muebles en algunos de sus principales feudos —como sucedió en Andalucía— con los peores resultados en décadas: un 22,23% de los votos en el conjunto del país en las elecciones locales. Habría que remontarse a 1987, cuando todavía era Alianza Popular, para encontrar unos resultados tan pobres. Pero si se mira a las elecciones europeas, el resultado es, incluso, más paupérrimo: un 20,13%. A nada menos que 12,7 puntos del PSOE.

La paradoja, en este caso, es que podrá gobernar en muchos municipios (en 2.523 ha logrado ya mayoría absoluta) sin ser el partido más votado. Es decir, en contra de una de sus señas de identidad electorales, que históricamente han pasado por entregar el gobierno municipal a la candidatura más votada. ¿La razón? Al tratarse de unas elecciones muy polarizadas entre derecha e izquierda, el ganador en cada uno de los bloques se lo lleva todo. Y en este caso, ha beneficiado al PP.

Algo parecido le sucede al Partido Socialista, que ha emergido como claro ganador de las elecciones municipales, aunque no hay que olvidar que el 29,26% obtenido este 26-M es su tercer peor resultado en 40 años de democracia municipal (solo empeorado por lo que ocurrió en 2011 y 2015). Como le ocurre al PP, gobernará, sin embargo, en muchos territorios por ser el partido más votado de la izquierda (ya ha logrado mayoría absoluta en 2.245 alcaldías).

Foto: Pablo Casado, junto a los candidatos populares, tras conocer los resultados electorales. (EFE)

El PSOE, de hecho, aunque son elecciones muy distintas, ha perdido 823.636 votos en las municipales respecto de lo ocurrido hace tan solo un mes en las generales, mientras que el PP ha ganado 702.519 sufragios con una participación que se ha situado 10 puntos por debajo de la que se produjo el 28 de abril. Es decir, la estructura territorial del PP (de la que carecen Ciudadanos y Vox) explica los resultados de Pablo Casado. También es el caso del PSOE, con un candidato a las europeas, José Borrell, claramente mejor que su partido (cuatro puntos más que en las generales) y a una distancia sideral del PP.

En la batalla interna entre bloques ideológicos, los ganadores han sido el PSOE y el PP, que frenan la sangría de votos de las últimas convocatorias

La primera conclusión es evidente. En la batalla interna entre bloques ideológicos, los ganadores han sido el Partido Socialista y el Partido Popular, que frenan la sangría de votos de las últimas convocatorias electorales gracias a su estructura territorial. El bipartidismo, por lo tanto, seguirá siendo imperfecto, pero bipartidismo al fin y al cabo, salvo en el País Vasco y Cataluña, donde nacionalistas e independentistas son más fuertes.

Techo y suelo

Los dos partidos estatales han logrado sumar en las municipales un 51,49% de los votos, prácticamente lo mismo que el 52,08% de hace cuatro años, mientras que en el caso de las europeas la suma del PP y PSOE ha obtenido un 52,97%, por encima del 49,08% de hace cinco años. Los nuevos partidos, por lo tanto, de forma global, parecen haber tocado techo, y, por el contrario, las viejas formaciones han encontrado suelo.

Segunda conclusión: la expectativa de que el célebre sorpaso de Rivera a Casado tendrá que esperar. Precisamente, porque gracias a su estructura territorial el PP ha ganado votos, mientras que Ciudadanos ha sufrido una auténtica sangría al no disponer de suficientes candidatos ni de estructura territorial.

Si hace apenas un mes obtuvo 4,13 millones de votos (con una participación 10 puntos mayor), ahora ha logrado únicamente 1,87 millones en las municipales, lo que significa menos de la mitad, aunque si se compara con los votos recibidos en las europeas (en las que la presencia territorial es menos relevante), el descenso en número de votos es menos significativo.

Foto: Pedro Sánchez y Josep Borrell. (Reuters)

El partido de Rivera ha perdido, en concreto, 1,40 millones, lo que significa en términos relativos que ha pasado del 12,86% en las generales al 8,25% en las europeas. En esta comparación es en la que se observan con más nitidez los problemas que tiene Rivera para extender su presencia en otros territorios.

Ciudadanos, por lo tanto, sigue siendo un partido fundamentalmente urbano (como se demuestra que en Madrid se sitúe claramente por encima de la media) y su presencia en los territorios históricos por tener lengua propia tiende a ser irrelevante. Rivera es mejor candidato a la presidencia de Gobierno que su partido a las elecciones territoriales y europeas, lo que explica la enorme diferencia que hay entre una y otra elección.

La vieja IU de Anguita

Tercera conclusión. Unidas Podemos cada vez se parece más a la vieja Izquierda Unida de Anguita y Llamazares. En el ámbito de la izquierda, el voto, en unas elecciones muy polarizadas, ha tendido a refugiarse —salvo en casos aislados como la alcaldía de Madrid— en torno al PSOE. Precisamente porque ha capitalizado los resultados del 28-A, que han dado claramente a Pedro Sánchez la hegemonía en la izquierda española sin que ya nadie lo discuta. Aquí tampoco hay sorpaso, ni se lo espera.

Foto: La candidata de Podemos a la Comunidad de Madrid, Isa Serra (c), comparece en el Teatro Goya de Madrid durante la noche electoral. (EFE)

Es decir, el PSOE se ha aprovechado del voto útil de la izquierda, que suele producirse cuando el Partido Socialista llega al poder, si bien, como en el caso del PP; también se ha podido beneficiar de su mejor estructura territorial. El partido de Iglesias, de hecho, continúa desangrándose, y si en las generales Unidas Podemos (incluyendo su marca en Cataluña) se situó en el 13,41%, en las europeas —que son las elecciones más homologables porque afectan al conjunto del territorio nacional—, ese porcentaje ha bajado hasta el 10,05%, incluso ya por debajo del 13,44% que cosechó Anguita en 1994. UP ya conoce su techo, pero no está claro que sepa cuál es el suelo.

El debilitamiento de Unidas Podemos tiene mucho que ver con que la burbuja de las mareas se ha pinchado, salvo en algunas circunscripciones muy concretas. Fundamentalmente, como sucede en el caso del bipartidismo, por la recuperación de los viejos partidos nacionalistas, que han arrinconado a las nuevas formaciones que aparecieron durante la crisis como una opción más transversal entre nacionalismo y centralismo.

El electorado, en este sentido, parece decantarse por marcas potentes y perfectamente visibles en lo ideológico, y no por plataformas, salvo en casos excepcionales como Errejón (Más Madrid) o Kichi González (Cádiz) que han profundizado en la herida a Podemos. En el caso del PNV, por ejemplo, ha obtenido en las elecciones municipales (con una participación global que ha caído en 10 puntos) 403.654 votos, incluso por encima de los 394.627 logrados hace apenas un mes. Es decir, más votos con menos votantes, lo que explica el éxito del partido de Ortuzar y Urkullu en los territorios forales.

Las alcaldías del cambio en 2015, entre la resistencia y el castigo de los votantes

Se trata de un caso parecido al de los independentistas catalanes, que en las europeas (las elecciones comparables) han obtenido 2,28 millones de votos, muy por encima de los 1,51 millones que ERC y el partido de Puigdemont lograron hace un mes, si bien hay que tener en cuenta que una parte de sus votos esconde papeletas de formaciones similares en el País Vasco (como EH Bildu) y Galicia. En todo caso, una consolidación de sus posiciones, incluso en Barcelona, donde Ernest Maragall ha sido el candidato más votado y Manuel Valls no ha pasado de la cuarta posición.

Los resultados de Vox avalan el fin (no se sabe si momentáneo) de la sangría de votos de los partidos del bipartidismo. La formación de Abascal obtuvo hace un mes 2,67 millones de votos en las generales, un 10,26%, mientras que en esta ocasión su cosecha en las europeas (la métrica comparable) ha sido parca: 1,38 millones, lo que significa que uno de cada dos votantes ha desaparecido. En unos casos, yendo hacia partidos de su entorno ideológico, y en otros a la abstención. El 6,20% logrado es la mitad de lo que separa al PP (su principal adversario) del PSOE, que gana por el estrechamiento del espacio político de los nuevos partidos. El sorpaso al viejo bipartidismo tendrá que esperar.

Una paradoja, según la Real Academia, es algo aparentemente contrario a la lógica. Y eso es, precisamente, lo que ha ocurrido este 26-M, en el que el Partido Popular (PP) ha salvado los muebles en algunos de sus principales feudos —como sucedió en Andalucía— con los peores resultados en décadas: un 22,23% de los votos en el conjunto del país en las elecciones locales. Habría que remontarse a 1987, cuando todavía era Alianza Popular, para encontrar unos resultados tan pobres. Pero si se mira a las elecciones europeas, el resultado es, incluso, más paupérrimo: un 20,13%. A nada menos que 12,7 puntos del PSOE.

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