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Felipe Pantone en todas partes: el impacto del artista valenciano de la luz y el calor
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NUEVO ESPACIO EXPOSITIVO

Felipe Pantone en todas partes: el impacto del artista valenciano de la luz y el calor

Nacido en Argentina, aunque desde los diez años en Valencia, su influencia global lo ha consolidado como uno de los artistas más relevantes en la abstracción geométrica. Sus obras hablan del futuro tecnológico

Foto: Una mujer observa una obra de Felipe Pantone en una galería de Londres. (EFE/Andy Rain)
Una mujer observa una obra de Felipe Pantone en una galería de Londres. (EFE/Andy Rain)

La vida de Felipe Pantone, uno de esos argentinos cuya familia llegó a España bordeando los dos mil, podría haber sido la del artista urbano que, dejando el rastro de sus grafitis sobre las paredes, termina encasillado entre los propios muros de la ciudad. El rumbo de Pantone iba a ser otro. Graduado en Bellas Artes en Valencia, su ciudad de adopción desde los diez años, dio el salto definitivo. El artista urbano (esa coletilla mitad displicente) dejó de ser urbano para quedarse en artista. El Premio Nacional de Artes Plásticas, José María Yturralde, lo define "como el heredero de la abstracción geométrica valenciana".

Foto: Detalle de 'Iidilio en el mar' de Joaquín Sorolla. (EFE)

Con el rostro habitualmente oculto, o entreverado, se ha convertido en una de las figuras más destacadas del arte español precisamente venciendo las propias apariencias, las de prejuicio continuado sobre quienes intervienen en el espacio público o no siguen los pasos estrictos de la academia.

Hasta octubre es el protagonista del museo Kunsthal de Rotterdam (obra del arquitecto Rem Koolhaas), con una muestra de su visión futurista, a partir del encuentro entre el arte callejero y la tecnología. "Pantone compara el ritmo de rociar graffiti con la velocidad de las nuevas tecnologías y lo traduce en murales, pinturas, instalaciones…", explica el museo. Esa dualidad, entre pintura abstracta y elementos propios de los softwares informáticos, píxeles, códigos QR o glitches, sirve de enlace entre la realidad física y la digital. Es una demostración pictórica de que no hay una vida on y una vida off; ya no existe la posibilidad de pulsar el botón de apagado.

placeholder Varias personas observan una obra de Felipe Pantone. (EFE)
Varias personas observan una obra de Felipe Pantone. (EFE)

Para enero de 2024 será profeta en su tierra con una de las principales apuestas artísticas de la agenda valenciana el próximo año: la retrospectiva del artista ocupará el Centre del Carme de Valencia, como una prolongación de lo que ahora se ve en Rotterdam. De mayo a julio, la propuesta Biennal 2064 servirá de extensión, a partir del planteamiento de los efectos de la tecnología en la producción cultural. Debajo del color y la geometría, Pantone en realidad se está preguntando todo el tiempo sobre los efectos del estado digital en nuestras vidas.

Nacido en 1986, la globalidad de sus piezas y la internacionalización de su nombre ha reafirmado su vínculo con Valencia. Además de ejercer de emblema para la comunidad artística local, su próxima adquisición representa bien su ideario: se ha quedado Casa Axis, en l’Eliana —adelantó CulturPlaza—, un chalé como de un tiempo por llegar que hasta ahora era conocido por servir de localización para la serie Black Mirror. La mansión Pantone será más bien un refugio creativo en el que "crear un espacio donde la inspiración no tenga límites, ofrecer a la comunidad artística un lugar idóneo para la creatividad".

Foto: LUCE posa en una sala del IVAM. (EFE/Kai Forsterling)

Lo hará a lo largo de una parcela de 7.000 metros donde situará su nuevo estudio, un espacio expositivo, un atelier… Sobre todo, será el lugar de encuentro para un programa de residencias artísticas que convivirá con la colección privada de Pantone. Ejemplifica bien su vocación vertebradora a partir del entorno local.

Es posible que se convierta en una ampliación formal de su casa en Jávea, una encarnación de su universo geométrico —la piscina, formada por 130.000 teselas de mosaico, parece una invocación al sol—. Decidió quedársela cuando, viviendo en Nueva York, buscando desde el sofá un destino en Manhattan donde dejar su huella, decidió que era el momento de regresar.

placeholder Una mujer observa una obra de Felipe Pantone. (EFE/Sáshenka Gutiérrez)
Una mujer observa una obra de Felipe Pantone. (EFE/Sáshenka Gutiérrez)

Desde un cierto anonimato, el momento Pantone alcanza el estatus de fenómeno artístico, superando cualquier tipo de corsé. Como afirma él mismo, se trata de "liberarse de toda la formación académica, poder hacer arte libremente, con las herramientas que mejor funcionen", tras la búsqueda del tiempo post analógico "donde los seres humanos y las máquinas inevitablemente se desincronizarán entre sí en un prisma de gradientes de neón, formas geométricas, patrones ópticos y rejillas irregulares".

Pantone es, según su visión, el "producto de la era tecnológica, cuando los niños desvelaban los misterios de la vida a través de Internet". Persiguiendo continuamente la luz y el color: "Son la esencia misma del arte visual. Gracias a la televisión, las computadoras y la iluminación moderna, nuestra percepción de la luz y el color ha cambiado por completo".

En los muros y en los museos, en la ciudad y en el campo, en la pantalla y en el papel, Pantone está en todas partes.

La vida de Felipe Pantone, uno de esos argentinos cuya familia llegó a España bordeando los dos mil, podría haber sido la del artista urbano que, dejando el rastro de sus grafitis sobre las paredes, termina encasillado entre los propios muros de la ciudad. El rumbo de Pantone iba a ser otro. Graduado en Bellas Artes en Valencia, su ciudad de adopción desde los diez años, dio el salto definitivo. El artista urbano (esa coletilla mitad displicente) dejó de ser urbano para quedarse en artista. El Premio Nacional de Artes Plásticas, José María Yturralde, lo define "como el heredero de la abstracción geométrica valenciana".

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