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'Black Mirror' regresa con una temporada 6 irreconocible solo salvada las pullas a Netflix
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VUELVE LA ANTOLOGÍA MÁS FAMOSA

'Black Mirror' regresa con una temporada 6 irreconocible solo salvada las pullas a Netflix

Los nuevos episodios llegan tan derrotados que podrían ser los últimos: el mundo degenera más rápido de lo que la imaginación perversa de Charlie Brooker puede trabajar

Foto: Una imagen de la temporada 6 de 'Black Mirror'. (Netflix)
Una imagen de la temporada 6 de 'Black Mirror'. (Netflix)

La temporada 6 de Black Mirror es, cierto modo, la última. Así lo parece si pensamos en lo que definía la serie en un primer momento: una mirada firme e imaginativa —pero también llena de pavor y misantropía— hacia el futuro. Con su última remesa de episodios, la antología de Netflix ha dado un frenazo y marcha atrás a esta tendencia. Quien llegue a ella en busca de la ciencia ficción habitual, encontrará la serie casi irreconocible.

Esta última entrega de la ficción creada por Charlie Brooker ofrece otras cosas: mayoritariamente, cuentos siniestros de aire clásico y un par de dardos envenenados a los gigantes del streaming. En todos ellos la tecnología sigue siendo un ingrediente fundamental del relato, pero la preocupación por el devenir que hacía de Black Mirror lo que todos conocíamos prácticamente se ha evaporado.

La realidad ha acabado dejando las peores previsiones de 'Black Mirror' en mantillas

Podría decirse que la nueva temporada es, por lo menos, variada. A lo largo de sus cinco episodios hay bandazos en todos los sentidos: la duración de los capítulos fluctúa entre los 45 minutos y la hora y media, la ambientación salta del presente al Verano del Amor y los géneros se dividen entre la comedia, el drama retro y el horror gótico.

Tampoco es tan nuevo ni tan grave que una remesa de las exitosas fábulas futuristas de Black Mirror venga repleta de material heterogéneo. Lo que descoloca es que, entre esa notable variedad, sea tan difícil encontrar una sola historia que recuerde —por su estética, por su inventiva o por su visión política— a la serie de la que nos despedimos en 2019.

Cuatro largos años después, Charlie Brooker es un extraño. El creador británico sigue escribiendo todos los episodios de la temporada, por muy disímiles que parezcan. Quien ha cambiado en este tiempo no es tanto él como el mundo que lo rodea: la pandemia de la covid-19, la guerra de Ucrania, el accidentado fin del trumpismo… La propia realidad ha acabado por dejar a Black Mirror y su capacidad de ponerse en lo peor en mantillas.

'Black Mirror' contra Netflix

Es un proceso que llevaba años en marcha: el primer episodio de la serie, estrenado en el canal británico Channel 4 en 2011 —antes de que Netflix la comprara—, mostraba a un primer ministro del Reino Unido obligado a penetrar a un cerdo vivo en riguroso directo. Poco después, se descubrió que el premier David Cameron había hecho algo parecido en su época universitaria. Y lo mismo ocurrió con El momento Waldo, aquel capítulo sobre un candidato político impensable triunfando entre los votantes, superado luego por las victorias de Donald Trump y Boris Johnson.

En ese sentido, la sexta entrega de Black Mirror es una temporada derrotada. Frente al futurismo ciberansioso que Brooker acostumbraba a entregar con su serie, tres de los nuevos episodios se ambientan en el pasado —de 1969 a los primeros dosmiles— y solo dos en el presente. En estos últimos, además, lo que desencadena el tecno-terror no es ningún HAL 9000, sino una plataforma de streaming. El enemigo es Netflix.

placeholder Un momento de 'Loch Henry', el episodio donde 'Black Mirror' arremete contra su propia plataforma. (Netflix)
Un momento de 'Loch Henry', el episodio donde 'Black Mirror' arremete contra su propia plataforma. (Netflix)

Contra la propia plataforma que emite la serie desde su tercera entrega disparan Joan Is Awful y Loch Henry. No explícitamente, por supuesto: en ambos, existe un servicio de vídeo bajo demanda llamado Strawberry que es el auténtico monstruo del relato. Y Brooker no se queda en la ambigüedad inhumana del algoritmo, sino que dispara sus pullas también contra las decisiones y valores humanos que lo construyen.

En ese par de cortes se concentra el poco interés de esta temporada de Black Mirror. Nunca se puede medir del todo el auténtico alcance de una crítica desde dentro como esta, pero es divertido ver al creador de la serie escupir en el suelo de la mansión de oro que Netflix le construyó para que escribiera a gusto su serie insignia. En lo que resta, la sexta entrega de la antología es poco más que un simple testimonio de un mundo que degenera todavía más rápido de lo que la imaginación perversa de Brooker puede trabajar.

La temporada 6 de Black Mirror es, cierto modo, la última. Así lo parece si pensamos en lo que definía la serie en un primer momento: una mirada firme e imaginativa —pero también llena de pavor y misantropía— hacia el futuro. Con su última remesa de episodios, la antología de Netflix ha dado un frenazo y marcha atrás a esta tendencia. Quien llegue a ella en busca de la ciencia ficción habitual, encontrará la serie casi irreconocible.

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