Puigdemont pide la confianza del independentismo para ampliar los límites de la negociación
"Exploremos más este camino y de manera más efectiva", subrayó el 'expresident' y líder espiritual de JxCAT durante el acto del sexto aniversario de la consulta del 1 de octubre
Carles Puigdemont se mojó menos que el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, en el sexto aniversario del 1-O. También menos que la máxima responsable de la ANC, Dolors Feliu. E incluso menos que el dirigente de Òmnium, Xavier Antich. No solo evitó vincular el referéndum a la amnistía, cosa que sí hizo Aragonès. En ningún momento nombró sus conversaciones con la Moncloa y se limitó a pedir confianza a sus bases, convencido de que el destino ha puesto en su persona una oportunidad para la que pidió tener las manos libres. "Hoy las cosas han empezado a cambiar, no lo bastante ni mucho menos, pero sí en la buena dirección. Hace falta que entre nosotros exploremos más este camino y de manera más efectiva", reflexionó Puigdemont.
En el acto en Plaça Catalunya se demostró que, pese a la formal unidad, el independentismo está muy dividido en el sentido estratégico. Y que el sector más movilizado, el que va a las manifestaciones, conecta más con las posturas de la ANC, contrarias a pactar con Madrid y la teoría de que una amnistía pueda pacificar el conflicto catalán. Puigdemont esquivó estas polémicas sin hablar del tema ante las más de 2.000 personas congregadas en el centro de Barcelona. "No somos los que dijimos que no lo volveríamos hacer o los que íbamos a pasar página", recordó el expresident, que pidió ese aval a sus seguidores recordando su pasado irreductible.
Puigdemont utilizó vaguedades como "alejarse de la paz autonómica". "Tenemos que hacer aquellos trabajos que nos quedan pendientes, sin perder el aliento y perder nuestros puntos cardinales, ni tampoco malvenderlos buscando salidas personales", añadió, en lo que fue la mayor referencia indirecta al tema de la amnistía.
Cuando el presidente de Òmnium Cultural, Xavier Antich, defendió la amnistía, fue silbado y se oyeron gritos de "traidor". Lo contrario que ocurrió con la intervención de Dolors Feliu, de la ANC, que advirtió que la medida de gracia es una "trampa que busca blanquear al Estado español". Feliu incluso buscó y logró que los asistentes corearan la consigna "ni olvido ni perdón", que no parece la más adecuada para un contexto de algo tan especial como una ley de amnistía. Consciente de la división en sus bases, Carles Puigdemont esquivó la bala y se dedicó a hablar de cuestiones más abstractas como "mantener el recuerdo del 1-O".
El acto había sido convocado por el Consell de la República, que por segundo año consecutivo ha asumido la organización unitaria de la conmemoración de la consulta que se celebró en 2017 y que desembocó en la declaración de independencia y la aplicación del 155.
Jornada de nostalgia
Hubo diversas manifestaciones y actos de los CDR. Unas pidiendo que la amnistía incluyese a los encausados de la operación Judas. Otros, como la ANC por la mañana, rechazando de pleno la medida y cualquier negociación con el Gobierno de Pedro Sánchez. Los discursos discrepaban mientras se recordaba la unidad que hubo en 2017 y todos decían que era clave. Pero la movilización resultó más bien escasa.
El independentismo se manifestó unido, pero cada facción tiene su propia estrategia
Los desajustes fueron tan evidentes que por la mañana Pere Aragonès fue mucho más lejos que Carles Puigdemont, pese a que está gobernando la Generalitat y que incluso comparte equipo de gobierno con el PSC en tres diputaciones de Barcelona. "Tenemos claros los objetivos: autodeterminación y amnistía. El cómo también es ahora un punto de coincidencia, que muchas otras veces nos ha hecho discrepar", declaró. Aragonès seguía anclado al vínculo autodeterminación-amnistía, que se firmó el viernes en el Parlament. En cambio, Puigdemont eludió la cuestión.
Mandanga histórica
Pase lo que pase el independentismo va a una ruptura. "No aceptaremos ninguna mandanga histórica", advirtió Dolors Feliu, precisamente usando la nomenclatura utilizada por Puigdemont para fijar el marco negociador con el Gobierno español. Tampoco se mencionó uno de los principales escollos con el que lidian ahora los interlocutores: la pretensión de JxCAT de que se nombre un mediador internacional que reconozcan las dos partes.
Tras el acto, algunos dirigentes, como la presidenta de JxCAT, Laura Borràs, se han precipitado a vincular amnistía y autodeterminación. Pero la persona que lleva las conversaciones no lo ha hecho. Al contrario, ha ido con pies de plomo en un contexto escénico que otros años siempre había sido propicio a las bravuconadas y el tono heroico.
Carles Puigdemont se mojó menos que el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, en el sexto aniversario del 1-O. También menos que la máxima responsable de la ANC, Dolors Feliu. E incluso menos que el dirigente de Òmnium, Xavier Antich. No solo evitó vincular el referéndum a la amnistía, cosa que sí hizo Aragonès. En ningún momento nombró sus conversaciones con la Moncloa y se limitó a pedir confianza a sus bases, convencido de que el destino ha puesto en su persona una oportunidad para la que pidió tener las manos libres. "Hoy las cosas han empezado a cambiar, no lo bastante ni mucho menos, pero sí en la buena dirección. Hace falta que entre nosotros exploremos más este camino y de manera más efectiva", reflexionó Puigdemont.
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