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JxCAT ningunea a Aragonès y el rol del Govern en la negociación con la Moncloa
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Puigdemont copa la legitimidad

JxCAT ningunea a Aragonès y el rol del Govern en la negociación con la Moncloa

El independentismo plantea un acuerdo histórico con el Gobierno central que puede incluir una amnistía. Pero por primera vez una parte propone que la Generalitat quede al margen

Foto: Albert Batet, en la segunda jornada del debate de política general en el Parlament (EFE/Andreu Dalmau)
Albert Batet, en la segunda jornada del debate de política general en el Parlament (EFE/Andreu Dalmau)

JxCAT y Carles Puigdemont ningunean a Pere Aragonès, aunque este sea el presidente de la Generalitat. Tampoco reconocen el rol de la institución, que siempre ha sido el portaestandarte del nacionalismo catalán en pasadas negociaciones con Moncloa, para pactar esta investidura de Pedro Sánchez. Es la continuidad del mantra que siempre ha mantenido Waterloo de Puigdemont, el president legítim. Si solo el residente en Bélgica puede ser el president legítimo, hay dudas sobre el papel que le queda Aragonès, relegado por el mundo de Junts. Este pulso de legitimidades ha sido uno de los ejes en el debate de política general esta semana en el Parlament. De fondo, el pulso por apropiarse del mérito por conseguir la amnistía para el independentismo.

Ante el triunfalismo de Aragonès en el debate de política general, dando por descontada la amnistía, Puigdemont respondió desde Bruselas lo siguiente: "Yo no soy de ERC, por tanto, no puedo hablar por lo que digan ni me siento concernido por lo que ERC diga, pacte o deje de pactar. No tiene nada que ver lo que hace ERC con lo que hacemos nosotros". Si Puigdemont resultó lacónico al reducir el papel de Aragonès a un mero recadero de ERC, Albert Batet, en el debate de política general, fue mucho más duro y su crítica alcanzó el papel de la administración catalana.

Foto: Carles Puigdemont en el Parlamento Europeo, Bruselas. (EFE/EPA/Oliver Matthys)

"Un Govern debe ser el motor de la nación que representa, debe marcar el rumbo del país y debe ser un referente para sus ciudadanos, pero el Govern ha dimitido de ser la fuerza tractora del país. Es un Govern débil que no cuenta con la confianza del Parlament, un Gobierno insolvente en la gestión del día a día y un Govern que, frente al Estado, en cada colada, pierde una sábana", planteó Albert Batet, que pareció mucho más jefe de la oposición que el jefe de la oposición en sí, el socialista Salvador Illa.

A la nulidad del Govern, Batet contrapuso la fuerza de Puigdemont: "Ante esta actitud acomplejada, los ciudadanos deben saber que existe una alternativa, una manera de hacer diferente, que es arremangarse, ir de cara, resolver los problemas, afrontar los retos y saber aprovechar las oportunidades. Es lo que se espera de quienes tienen la responsabilidad de gobernar, y así lo entendemos y así actuamos desde Junts per Catalunya". No fue una frase aislada y Albert Batet siguió por esa senda: "En Junts también tenemos una actitud exigente y de firmeza ante el Estado, como se ha constatado en las últimas semanas".

El portavoz de JxCAT al Parlament es muy próximo a Puigdemont. Él mismo se define como "puigdemontista". Así que Batet, ya lanzado, no pudo resistirse: "Frente a esta estrategia de falso diálogo y de acuerdos cerrados en falso, existe una alternativa que está siendo visible en las últimas semanas, una alternativa que se basa en tres premisas básicas. Primero, aguantar la posición para resolver el conflicto político. No se trata de salvar investiduras ni la gobernabilidad del Estado. Segundo, tener claro que en otros partidos políticos no se puede confiar, que se necesitan garantías, que se necesitan garantías para el cumplimiento de los acuerdos. Y, tercero, prudencia, humildad, discreción, no hablar en nombre de terceros y no negociar a través de los medios de comunicación".

Aragonès arrinconado

Pere Aragonès se vio arrinconado en lo que desde Waterloo ya se anuncia como un "acuerdo histórico". Puigdemont ya lo hizo en agosto, cuando se negó a colaborar con él para negociar con Moncloa desde una postura unitaria. Pero Albert Batet lo estaba haciendo explícito ante todo el Hemiciclo. Así que tuvo que replicar. Aragonès argumentó que "el conflicto político con España no es un conflicto político entre partidos. No es un conflicto político entre el PSOE y el PP con Esquerra, Junts o la CUP, o pongan los nombres que quieran, porque no quiero excluir a nadie. No es un conflicto entre partidos. Es el conflicto entre un Estado y una mayoría de la sociedad catalana que quiere autodeterminarse, quiere decidir su futuro, y un Estado que se niega aplicando la represión. Este es el conflicto político y, por tanto, en la resolución debe participar todo el mundo". En otras palabras, expresó el deseo de que la Generalitat no se quede fuera.

"Por tanto, el Govern debe estar. Y quiere estar muy acompañado", insistió Aragonès en su réplica a Batet. Y añadió que "todos los presidentes de Cataluña, cuando han ido a negociar con el Estado, han contado con el apoyo del espacio político al que pertenezco. Siempre". "Cuando hubo un escenario de conflicto y debían abrirse vías para defender Cataluña, apoyamos también al presidente Puigdemont para que lo hiciera", recordó Aragonès. Pero ese reconocimiento que incluso se le dio a Quim Torra, ahora JxCAT se lo niega a Aragonès. Vuelve el president legítim como idea fuerza en el pulso entre JxCAT y ERC. Aragonès empieza a ver un posible pacto del Majestic donde él se quede fuera de la foto. Y por eso reclama lealtad institucional, no a España, sino al propio independentismo.

JxCAT negocia desde Waterloo y el máximo secretismo. ERC lo hace desde la Generalitat y dando la máxima publicidad. Nadie ha explicado tanto de las conversaciones como los republicanos. Pero no son solo dos estilos. Es el miedo de los republicanos a que, al final, el relato político resultante los considere irrelevantes.

JxCAT y Carles Puigdemont ningunean a Pere Aragonès, aunque este sea el presidente de la Generalitat. Tampoco reconocen el rol de la institución, que siempre ha sido el portaestandarte del nacionalismo catalán en pasadas negociaciones con Moncloa, para pactar esta investidura de Pedro Sánchez. Es la continuidad del mantra que siempre ha mantenido Waterloo de Puigdemont, el president legítim. Si solo el residente en Bélgica puede ser el president legítimo, hay dudas sobre el papel que le queda Aragonès, relegado por el mundo de Junts. Este pulso de legitimidades ha sido uno de los ejes en el debate de política general esta semana en el Parlament. De fondo, el pulso por apropiarse del mérito por conseguir la amnistía para el independentismo.

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