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La desconfianza entre JxCAT y ERC socava el plan para sumar fuerzas en el Congreso
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El independentismo, tras el 23-J

La desconfianza entre JxCAT y ERC socava el plan para sumar fuerzas en el Congreso

Aragonès y Batet se han pronunciado a favor de actuar de manera conjunta, pero el recelo entre las formaciones independentistas es tan grande que tiene pocos visos de convertirse en realidad

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, en la sesión de control al Govern en el Parlament. (EFE/Andreu Dalmau)
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, en la sesión de control al Govern en el Parlament. (EFE/Andreu Dalmau)
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La desconfianza entre JxCAT y ERC socava la declaración en el pleno del Parlament sobre las buenas intenciones tanto de Albert Batet, portavoz de Junts, como de Pere Aragonès de aunar fuerzas para negociar de manera conjunta la investidura de Pedro Sánchez. La formación de Carles Puigdemont se indignó este miércoles porque los republicanos habían pactado en secreto con los socialistas su entrada en la Diputación de Barcelona. Así que siguen los reproches cruzados, como el que dejó caer Batet al presidente catalán: "En Junts no haremos trapicheos extraños a hurtadillas y contra natura como el que se ha hecho en la Diputación de Barcelona".

La desconfianza de fondo se impone. Batet también dejó caer una crítica al "falso diálogo" que, a su juicio, la Generalitat estuvo manteniendo con la Moncloa. Como le avisó Aragonès, "si entramos en una dinámica de reproches, no lo conseguiremos".

Foto: Miriam Nogueras, cabeza de lista de Junts al Congreso, celebra los resultados del 23-J. (EFE/Enric Fontcuberta)

Pero JxCAT y ERC ni tienen los mismos objetivos, ni vienen de la misma posición, ni hay un discurso pasado mínimamente común. En campaña, los republicanos tardaron, pero acabaron diciendo que pararían a la ultraderecha. En cambio, Junts siempre mantuvo que no haría presidente a Pedro Sánchez, pasase lo que pasase.

"Lo haremos mejor si lo hacemos conjuntamente, sí. Y, del mismo modo, digo: si iniciamos una dinámica que pueda sonar a reproches, seguro que será mucho más difícil conseguir ese frente común que usted dice que quiere sacar adelante", planteó Aragonès. Era el último pleno. El Parlament se va de vacaciones esta semana. Y todo entrará en una senda de esperar a septiembre y huir del foco mediático.

Foto: Míriam Nogueras, con la cúpula de JxCAT en la noche electoral. (EFE/Enric Fontcuberta)
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Como explicó La Vanguardia, este lunes el secretario general de JxCAT, Jordi Turull, el portavoz del partido, Josep Rius, y el portavoz en el Parlament, Albert Batet, comieron en el reservado de un restaurante mientras se conectaban por videoconferencia con Carles Puigdemont, que sigue en Bélgica. El mensaje que les envió el expresident fugado, según fuentes conocedoras del encuentro, fue sencillo: "Mantener la posición". Y así lo comunicaron los tres interesados a la ejecutiva del partido, que luego se reunió esa misma tarde: exigir a Pedro Sánchez la amnistía y un referéndum de autodeterminación.

Esa no es la postura de ERC, que aspira a negociar desde posiciones más realistas y que teme seguir perdiendo votos si hay una nueva convocatoria electoral, según explican fuentes de los republicanos. Y de ahí nacen los recelos. Pero en JxCAT no se salen de estas exigencias. Y eso dificulta mucho que los dos partidos puedan ir al unísono.

Inquietud en el partido

En el seno de JxCAT, hay inquietud por la situación. El partido se ha gastado 2,3 millones en la última campaña, en buena parte financiada por bonos entre los militantes. El resultado ha sido el peor de la historia: solo siete diputados en el Congreso. Peor incluso que las primeras generales a las que concurrió Jordi Pujol con CiU. Muchos alcaldes ven con inquietud la deriva de la formación, la pérdida de poder institucional y el escaso juego que está haciendo su política. Pero no se hacen críticas ni en público ni en privado. Aunque en la ejecutiva del lunes algunos miembros sí que plantearon recelos a un planteamiento tan maximalista para una negociación tan importante que en la práctica, como dijo Aragonès en el Parlament, "da una segunda oportunidad" al independentismo tras unos muy malos resultados el 23-J.

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Incluso para JxCAT podrían ser peores. En Girona, hay un diputado que está en juego por el voto exterior y que se dilucidará mañana viernes. Los resultados han sido tan escasos que solo hay una diferencia de 350 para que el PP obtuviese uno de los siete escaños que ahora tiene Junts en el Congreso.

Mala situación

Toda situación mala es susceptible de empeorar, dice el dicho. Si el recuento final entrega ese diputado de Girona al PP, JxCAT ya no empataría con ERC, sino que se quedaría con seis diputados frente a los siete de los republicanos. Y no solo eso. Con ese resultado, a los de Puigdemont les basta con abstenerse para que Pedro Sánchez repita mandato. En cambio, si pierde el diputado de Girona, la abstención no será suficiente, tendrían que votar sí.

ERC ya advirtió de que votaría una investidura para frenar un Gobierno de PP-Vox. Pero Junts siempre dijo que para ellos los populares y el PSOE eran lo mismo. Con ese planteamiento, Carles Puigdemont queda preso de su discurso y el pacto se hace imposible. Si la abstención ya es tan cara, cuesta imaginar qué pediría el expresident por tener que votar sí.

La desconfianza entre JxCAT y ERC socava la declaración en el pleno del Parlament sobre las buenas intenciones tanto de Albert Batet, portavoz de Junts, como de Pere Aragonès de aunar fuerzas para negociar de manera conjunta la investidura de Pedro Sánchez. La formación de Carles Puigdemont se indignó este miércoles porque los republicanos habían pactado en secreto con los socialistas su entrada en la Diputación de Barcelona. Así que siguen los reproches cruzados, como el que dejó caer Batet al presidente catalán: "En Junts no haremos trapicheos extraños a hurtadillas y contra natura como el que se ha hecho en la Diputación de Barcelona".

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