Es noticia
Un independentista, condenado por apalear a una señora mayor que quitaba lazos amarillos
  1. España
  2. Cataluña
15 de abril de 2018

Un independentista, condenado por apalear a una señora mayor que quitaba lazos amarillos

"Mi compañera era joven y pudo escapar. Entonces, vino hacia mí llamándome 'hija de puta', 'fascista' y 'española de mierda'"

Foto: Uno de los miembros de los Grupos de Defensa y Resistencia retira los lazos amarillos en Barcelona en 2018. (EFE/Enric Foncuberta)
Uno de los miembros de los Grupos de Defensa y Resistencia retira los lazos amarillos en Barcelona en 2018. (EFE/Enric Foncuberta)

Carmen Sierra era una ciudadana normal hasta que se cruzó en su camino un energúmeno. Sucedió el 15 de abril de 2018. Carmen se encontraba a la 1.30 de la madrugada, junto a dos amigos, quitando lazos amarillos sujetos al mobiliario público en una plaza del barrio de la Trinitat de Barcelona cuando Francisco Chaves la agredió. Eran los tiempos duros del procés, con la tensión política en máximos históricos y grupos de violentos secesionistas intentando imponer su ley en las calles de Cataluña. "Els carrers seran sempre nostres (Las calles serán siempre nuestras)", decía el principal lema independentista repicado hasta la saciedad en aquella época. Y lo aplicaban al pie de la letra.

Ahora, Francisco acaba de ser condenado en segunda instancia, con el agravante de odio ideológico. Francisco era un independentista radical y no tuvo compasión con Carmen, que entonces tenía 66 años. Fue la particular noche de los cristales rotos para la constitucionalista que solía formar parte de grupos que eliminaban lazos amarillos de espacios públicos. La revolución de las sonrisas se convirtió en una burla cruel para la ciudadana antiindependentista, que desde octubre pasado vive en otra comunidad.

Foto: Miembros del Movimiento Identitario Catalán (MIC) en una de sus concentraciones.

"En un momento determinado, sin mediar palabra, el acusado, con ánimo de quebrantar la integridad física y el ánimo de menospreciar la dignidad de la víctima por sus ideas políticas, la agarró del brazo fuertemente, la zarandeó y la tiró al suelo. Al levantarse, el acusado volvió a tirarla al suelo y, al levantarse nuevamente, la volvió a empujar y la tiró por tercera vez al suelo, golpeándose en el ojo mientras le decía varias veces 'hija de puta, fascista', hasta que finalmente acudieron los Mossos d'Esquadra alertados por un testigo de los hechos", relata la sentencia.

Carmen Sierra explica a El Confidencial que "estábamos tres compañeros quitando lazos. Nos había llamado un amigo del barrio de la Trinitat para que fuésemos a limpiar el mobiliario público porque estaba lleno de lazos amarillos. Cuando comenzamos, salió un panadero, que nos increpó. Luego, llamó a ese individuo, que nadie sabe de dónde salió. Primero, intentó quitar la bolsa a un compañero, que llamó a los Mossos. Vinieron estos y se retiró, pero nada más irse, volvió y se dirigió a otra compañera, que como era joven pudo escapar. Entonces, vino a por mí, llamándome 'hija de puta, fascista y española de mierda'. Los otros dos compañeros volvieron y grabaron parte de la agresión. Llamaron de nuevo a los mossos y cuando regresó la patrulla que acababa de irse, intentó escabullirse, pero lo cogieron".

El agresor 'amenazado'

Uno de los testigos coincide con este relato y señaló en el juicio que Francisco intentó primero agredirlo a él, pero luego se dirigió a Carmen, "le dio tres guantazos con la mano abierta y la tiró al suelo tres veces". La defensa puso en duda su testimonio al ser amigo de la víctima. Es más: el agresor afirmó que lo habían insultado y amenazado por su condición de independentista y, según el recurso interpuesto por su letrado, "resulta más creíble que el acusado, al verse amenazado e intentando salvarse de la agresión, podría haber dado un golpe a la señora Sierra para defenderse". Pero el independentista obviaba que el último de los golpes fue propinado cuando uno de los testigos ya estaba grabando el incidente, por lo que existían pruebas del mismo. En esa grabación, dice la sentencia, se aprecia que el agresor no tuvo "ninguna actitud defensiva, sino más bien lo contrario".

No obstante, Carmen sufrió, según los partes médicos, "policontusiones con edema en ceja izquierda, gonalgia de predominio izquierda con hiperemia (…) fractura del tercio anterior del troquiter, signos de tendinopatía del tendón del supraespinoso y bursitis subacromio-subdeltoidea…". Tuvo que llevar el brazo en cabestrillo e ir a rehabilitación durante 73 días. "Durante 10 días, no pude mover el brazo. No podía peinarme ni vestirme por mí misma. Y me tuve que someter a 20 sesiones de rehabilitación", señala la víctima a este diario.

El independentista llegó a decir que ideológicamente estaba más cerca de la víctima que del independentismo

Francisco fue condenado por un juzgado de Barcelona, con el "agravante de discriminación por ideología": le impuso una multa de 1.710 euros, alejamiento a más de 200 metros de la víctima durante un periodo de 2 años y a indemnizarla con 3.400 euros por las lesiones causadas y 1.000 euros más por el daño moral causado. Ahora, la Audiencia Provincial tuvo en cuenta una de las motivaciones del recurso y aceptó una atenuante por dilaciones indebidas (por haber tardado en notificar la sentencia más de 9 meses), pero solo rebajó la multa a 630 euros. Los demás extremos de la sentencia quedaron incólumes o inalterados. "El apelante pretende sustituir el relato de los hechos fijado en la sentencia por uno particular sin sustento probatorio alguno", critica la sentencia de la Audiencia. La sentencia solo admite recurso de casación "exclusivamente por infracción de precepto penal de carácter sustantivo" contemplado en los artículos 847.1-b y 849.1 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

El independentista llegó a decir que ideológicamente estaba más cerca de la víctima que del independentismo, pero los hechos se empeñan en contradecirle. La sentencia recuerda que el artículo 22.4 del Código Penal hace referencia a "los motivos racistas, antisemitas, religiosos o creencia de la víctima, la etnia, la raza o nación a la que pertenezca, su sexo, su orientación sexual, razones de género, enfermedad que padezca o discapacidad. Es decir, trata de colectivos que presentan unas situaciones objetivas de vulnerabilidad que el legislador tiene en cuenta para proteger de forma especial y conformar un modelo social de tolerancia y de convivencia pacífica, sancionando conductas que perturban, o ponen en peligro, la necesaria tolerancia".

Amenazas a un vecino

El suceso fue uno más en los tiempos duros del procés, cuando el independentismo trataba de imponer por las buenas o por las malas sus normas con la aquiescencia de los poderes públicos catalanes. "Yo salí muchas veces a quitar lazos. Lo hacía por convicción. Nunca nos metimos con nadie. Algunos compañeros se tapaban el rostro porque llegó a haber problemas laborales para los constitucionalistas. Yo iba a cara descubierta, por lo que el agresor sabía que estaba maltratando a una persona mayor", recuerda Carmen Sierra. Además, asegura que el amigo que les llamó para quitar lazos en su barrio "sí recibió amenazas. A mí nunca me llegó nada, porque yo era de un barrio en el extremo opuesto de la ciudad".

También rememora que en aquella dura época, los constitucionalistas que se dedicaban a quitar lazos amarillos del mobiliario público (nunca de una propiedad privada) eran a menudo amenazados y agredidos. "Lo más bonito que nos llamaban era 'hijos de puta y españoles de mierda', pero intentábamos no responder nunca a las provocaciones, a los insultos y a las actitudes amenazantes", dice Carmen.

El suceso ilustra a la perfección lo que fue la revolución de las sonrisas en Cataluña. Pese a lo que se dijo siempre y a lo que pregonaban sus dirigentes, el procés siempre ha sido un movimiento excluyente, en el que solo tenía cabida una ideología y que no reconocía el derecho a la discrepancia. Entre otras cosas, optó por colonizar el espacio público y reclamaba el único derecho a utilizar política y partidistamente las instituciones, en un ejercicio de dudosa ética democrática. De hecho, el expresident Quim Torra fue inhabilitado por desobedecer las sentencias que le obligaban a retirar una pancarta partidista e ideológica del balcón de la sede del Govern.

Carmen Sierra era una ciudadana normal hasta que se cruzó en su camino un energúmeno. Sucedió el 15 de abril de 2018. Carmen se encontraba a la 1.30 de la madrugada, junto a dos amigos, quitando lazos amarillos sujetos al mobiliario público en una plaza del barrio de la Trinitat de Barcelona cuando Francisco Chaves la agredió. Eran los tiempos duros del procés, con la tensión política en máximos históricos y grupos de violentos secesionistas intentando imponer su ley en las calles de Cataluña. "Els carrers seran sempre nostres (Las calles serán siempre nuestras)", decía el principal lema independentista repicado hasta la saciedad en aquella época. Y lo aplicaban al pie de la letra.

Noticias de Cataluña Independentismo
El redactor recomienda