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El escrito viral entre los independentistas que alienta la algarada callejera
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DESMIENTE EL MITO DEL PACIFISMO EN CATALUÑA

El escrito viral entre los independentistas que alienta la algarada callejera

Alienta un discurso que han abrazado últimamente los círculos más radicales del independentismo catalán, desde los CDR hasta otros grupúsculos dedicados en cuerpo y alma a la agitación en la calle

Foto: Manifestación unitaria del independentismo. (EFE)
Manifestación unitaria del independentismo. (EFE)

El pacifismo del ‘procés’ catalán no es tal. Es propaganda solapada fruto de una campaña política sin precedentes. De ahí que entre los círculos independentistas más radicales se viralizase, hace unas semanas, un escrito que desmonta el mito del pacifismo catalán. Su autor es Xavier Díez, doctor en Historia Contemporánea y profesor en la Universidad Ramon Llull, además de prolífico escritor. En las elecciones de 2015, se presentó en una posición simbólica dentro de las listas de la CUP.

En su escrito, llama a no engañar a la opinión pública. “En los últimos años, se ha instalado una creencia que, por muy bien intencionada que sea, resulta falsa y es peligrosa: la de la Cataluña pacífica”, explica en su artículo. Y añade: “Según esta, la catalana sería una sociedad siempre pacífica que trataría de resolver sus conflictos mediante la lucha no violenta, imbuidos de los métodos de lucha contra la segregación o por la independencia de la India”.

Para Díez, esta teoría es “un mito” extraordinariamente reciente. “Se forja a partir de finales de la década de 1950 y se difunde interesadamente durante una Transición que no tuvo nada de pacífica (están documentados al menos 714 asesinatos con motivaciones políticas, 10 veces más que en la guerra de independencia eslovena)”, subraya. Además, afirma, la teoría del pacifismo está vinculada “al catalanismo conservador, formulada en buena medida por el entorno opusdeísta de Vicens Vives (artífice, por otro lado, del mito del pacifismo)”.

"Mal que le pese al 'biempensantismo' de entidades como Òmnium y ANC, la catalana tiene una de las historias más violentas de Europa", dice el profesor

Y no se queda ahí, ese discurso tenía solo como objetivo “pedir una silla en el gran banquete de la corrupción franquista, así como rebajar la represión sistemática contra el país y, durante la Transición, buscar una especie de reedición de la Mancomunidad. Probablemente, la irracional y no demasiado inteligente actuación de ETA sirvió para vacunar a buena parte de la sociedad catalana sobre los peligros de la violencia política, capaz de fagocitar y desestructurar una sociedad”.

Según el profesor, “mal que le pese al 'biempensantismo' de entidades como Òmnium y ANC, la catalana tiene una de las historias más violentas de Europa”. Afirma que no solo fue una sociedad en guerras intermitentes durante siglos, sino que fue cuna del bandolerismo, famoso y denostado en toda Europa. “No está de más recordar —subraya— que Engels reconocía que Barcelona era la ciudad que más kilómetros de barricadas había levantado a lo largo del siglo XIX”.

Una historia cruenta

No se olvida de las guerras carlistas y libertarias que convirtieron la tierra catalana en una sociedad que vivía más en la excepcionalidad que en la normalidad. “Barcelona era la Rosa de Foc, indómita, con huelguistas, revolucionarios y pistoleros”. Recuerda que en 2019 se celebra el centenario de la famosa huelga de la Canadiense (compañía de transportes de Barcelona), “el éxito de la cual generó una guerra sucia donde la alianza entre burguesía catalana y monarquía corrupta implicó alrededor de 500 muertos entre sindicalistas, patronos y policías. La insumisión, los atentados, las barricadas y las movilizaciones constantes son una tradición catalana tan enraizada como el ‘Tió’ [muñeco navideño] o los ‘castells”.

Para el historiador, pues, "la Cataluña pacífica es más un deseo que una verdad histórica, una clase de proyecto pos Vicens Vives"

Según Díez, “la violencia revolucionaria, la capacidad de reorganizar rápidamente, y con el sabotaje del Estado, unas milicias antifascistas militarmente más eficaces de lo que la historiografía oficial le ha concedido, demuestra que, de pacifismo, muy poco”.

Para el historiador, pues, “la Cataluña pacífica es más un deseo que una verdad histórica, una clase de proyecto pos Vicens Vives que, como buen historiador, resultaba extraordinariamente cínico en sus proyectos políticos”. Y destaca: “Como en todo buen mito, el pacifismo de Òmnium y la ANC se alimenta de otros mitos como el de Gandhi o el de la lucha contra la segregación en los Estados Unidos. Y si Gandhi se plantó más de una vez para hacer huelgas de hambre, era porque estaba hasta la coronilla de la violencia, con millones de muertos que causaban los propios independentistas, especialmente contra los colaboracionistas, porque la independencia de la India fue todo un baño de sangre desde el principio hasta el final”.

Doblegar al Estado con el miedo

El historiador subraya también: “Espero que nadie interprete que deseo o avalo la violencia, al contrario. Pero el llevar lirios en la mano y tener unos discursos victimistas no va a ningún lado y resulta de una esterilidad absoluta respecto a un Estado que es la enésima mutación del residuo fascista en Europa”. De ahí que afirme que “el problema es que no es nada moral engañar a la gente. El pacifismo hasta el extremo no lleva a ningún sitio. Es preciso recordar que el objetivo es hacer una república como fórmula de combate contra un fascismo que tiene controlado al Estado español (y la mentalidad colectiva de una buena parte de españoles). Y que quemar contenedores, hacer pintadas o ejercer el derecho de legítima defensa, o comportarse como los chalecos amarillos de nuestros vecinos del norte, no es violencia sino protesta”.

placeholder Acción de protesta de grupos independentistas en la A-7. (EFE)
Acción de protesta de grupos independentistas en la A-7. (EFE)

Este es el discurso que han abrazado en los últimos meses los círculos más radicales del independentismo catalán, desde los CDR hasta otros grupúsculos dedicados en cuerpo y alma a la agitación callejera. Esas tesis son las que sustentan la fuerza de las algaradas e incluso reciben el ánimo y el aliento de instancias políticas catalanas. A pesar de esta lentitud en los postulados de la Administración, la banalización de la violencia se produce solamente cuando esta se provoca desde las filas independentistas, al tiempo que se producen insólitas denuncias contra los rivales (o sea, el Estado español). Una prueba de ello fue la denuncia por torturas contra policías que trasladaban a los miembros del Govern ante los tribunales porque en sus móviles tenían el himno de España, que sonaba cuando les llamaban.

Partiendo de esa base, el profesor concluye: “Una negociación solo será posible a partir del miedo a una revolución que se extienda como un incendio incontrolable, también en su propia retaguardia (…) Hemos de ser conscientes de que habríamos de interpretar nuestro tiempo como una protesta, si no como una revolución. Ante esto, se han de acabar los lirios. Si acaso, el pacifismo y la objeción habrán de salir, precisamente, del otro lado”. En otras palabras: lo que el escrito refleja son las teorías más radicales del soberanismo que se han convertido en la Biblia del separatismo desde hace unas semanas.

El pacifismo del ‘procés’ catalán no es tal. Es propaganda solapada fruto de una campaña política sin precedentes. De ahí que entre los círculos independentistas más radicales se viralizase, hace unas semanas, un escrito que desmonta el mito del pacifismo catalán. Su autor es Xavier Díez, doctor en Historia Contemporánea y profesor en la Universidad Ramon Llull, además de prolífico escritor. En las elecciones de 2015, se presentó en una posición simbólica dentro de las listas de la CUP.

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