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En la cárcel Junqueras no tiene Twitter pero parece que lee 'El Conde de Montecristo'
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ERC recupera la iniciativa política

En la cárcel Junqueras no tiene Twitter pero parece que lee 'El Conde de Montecristo'

Puigdemont y Junqueras están desplegando dos formas opuestas de hacer política. El 'expresident' apuesta por lo digital y la distancia. El 'exvicepresident', por lo personal y la cercanía

Foto: Oriol Junqueras, en una foto de archivo, a su llegada a la Audiencia Nacional el pasado 2 de noviembre. (Reuters)
Oriol Junqueras, en una foto de archivo, a su llegada a la Audiencia Nacional el pasado 2 de noviembre. (Reuters)

En la cárcel no hay Twitter. Es una de las limitaciones de la prisión y la Generalitat las está cumpliendo todas. Pero lo que parecía una desventaja para el presidente de ERC, Oriol Junqueras, se está demostrando un punto a favor. Desde la prisión está desplegando una acción política más reflexiva, cocinada a fuego lento. Pero que se está demostrando letal. La cárcel le ha dado Junqueras tiempo y, como un moderno Edmundo Dantés, encarcelado, traicionado por sus aliados, ha preparado de manera metódica pero implacable cada una de sus respuestas. El golpe de convertirse en cabeza de lista para las europeas ha sido el último de una larga lista para no dejarse doblegar por el empuje de Carles Puigdemont desde Bruselas.

Sin Twitter no hay dudas. No hay rectificaciones. Se trazan los planes y luego se ejecutan. Un día se descabezan las primarias independentistas de un plumazo designando a Ernest Maragall para la alcaldía de Barcelona, una decisión personal de Junqueras desde prisión, según aseguran fuentes del partido. Otro, se elimina cualquier tentación de lista única encabezando él mismo la candidatura para las europeas.

Mientras, sus rivales en el soberanismo no dejan de dar bandazos. Un día, Puigdemont dice que su regreso será antes de lo esperado. Otro, que tardará 20 años

Mientras, sus rivales en el soberanismo no dejan de dar bandazos. Un día, Puigdemont dice que su regreso será antes de lo esperado. Otro, que tardará 20 años. Un día, invita a la desobediencia. Otro, pide un referéndum pactado con España en su último libro. Lo mismo pasa con Quim Torra, que prefiere ir a una escuela de Sant Adrià donde lo abuchean que a la cumbre empresarial para pedir el corredor del Mediterráneo. Se improvisa un Consell Executiu en Sant Julià de Ramis (Girona) pero se evita la rueda de prensa. Se felicita a los manifestantes acampados en Plaça Sant Jaume pero luego, días después, se envía a los Mossos a cargar contra los independentistas.

El duelo es apasionante porque son dos tipos de hacer política que no tienen nada que ver. Puigdemont ejerce un liderazgo digital. Digital porque nombró a dedo a Torra. Pero digital también porque despacha por Skype, marca el ritmo desde Twitter, como Donald Trump, y muestra una gran habilidad con las redes sociales. Puigdemont ejerce su poder a distancia y por delegación.

En cambio, desde que está en Lledoners, el líder republicano explota la cercanía, el contacto humano. Junqueras despacha cada semana con sus más estrechos colaboradores, como Sergi Sol, el líder del grupo parlamentario, Sergi Sebrià; o el vicepresidente Pere Aragonès; además del presidente del Parlament, Roger Torrent. En Estremera la distancia no le permitía hacerlo. Pero Lledoners se encuentra a solo 70 kilómetros del Palau de la Generalitat. Apenas una hora en coche. Los vuelos con Bruselas no pueden competir con algo así.

Viejo estilo

Frente a la modernidad hiperconectada de Puigdemont, Junqueras parece un personaje de Las amistades peligrosas, de Pierre Choderlos de Laclos, anunciando sus jugadas por carta en el vertiginoso mundo de internet. Al contrario que Choderlos de Laclos, un militar que había teorizado sobre la defensa de las fortalezas y que luego sobre el terreno se dedicó a atacar los mismos emplazamientos objeto de su obra, Junqueras ahora quiere defender la fortaleza que hace un año él mismo estaba asaltando. Y no se trata de España, no; esa fortaleza es el catalanismo.

Foto: Manifestación en Bilbao organizada por Gure Esku Dago el pasado año en apoyo al referéndum soberanista catalán. (EFE)

El independentismo hiperventilado le acusa de traidor. Pero se olvidan de lo más importante. A Lledoners no llega Twitter. El impacto de las críticas arriba frío, desbravado, a través de la prensa de papel. Y ERC se ha convertido en un motor diésel que ha tomado al asalto el calendario electoral, mientras que el proyecto de partido de Puigdemont, La Crida, ni siquiera sabe si podrán presentarse. A su alrededor, en cambio, todo el mundo lo tiene claro: no, no se presentarán.

Cuadros estables

Junqueras se mantiene impertérrito. Sus segundas líneas son las de siempre. Acusan de machismo a Lluís Salvador y ahí sigue, de diputado de ERC en el Parlament. Pere Aragonès cuenta con toda su confianza. Incluso la huida Marta Rovira sigue ejerciendo su puesto de jefa de máquinas del partido.

Carles Puigdemont está cambiando de forma constante sus segundas líneas, en cambio Junqueras opera con su equipo de confianza

En el banquillo de al lado, Puigdemont no deja de cambiar la alineación. El último este mismo fin de semana en Madrid. Míriam Nogueras pasa a ser responsable de acción política en la capital española y Ferran Bel es el nuevo secretario de organización. Por el contrario, ha eliminado el cargo de portavoz y el presidente del partido, David Bonvehí, mantendrá las funciones comunicativas. Los diputados Jordi Xuclà y Carles Campuzano, quienes lideraron el apoyo a la moción de censura de Pedro Sánchez, quedan así apartados.

Junqueras se muestra conservador, frío. Puigdemont busca la fórmula de la Coca-Cola. Cuando empiece la campaña veremos si el efecto Lledoners se mantiene. Con el juicio oral abierto, Junqueras querrá utilizar sus declaraciones ante el Tribunal Supremo como mítines de campaña. En cambio, Puigdemont podrá moverse por toda Europa. Si el expresidente catalán se presenta, veremos quién mantiene la iniciativa.

En la cárcel no hay Twitter. Es una de las limitaciones de la prisión y la Generalitat las está cumpliendo todas. Pero lo que parecía una desventaja para el presidente de ERC, Oriol Junqueras, se está demostrando un punto a favor. Desde la prisión está desplegando una acción política más reflexiva, cocinada a fuego lento. Pero que se está demostrando letal. La cárcel le ha dado Junqueras tiempo y, como un moderno Edmundo Dantés, encarcelado, traicionado por sus aliados, ha preparado de manera metódica pero implacable cada una de sus respuestas. El golpe de convertirse en cabeza de lista para las europeas ha sido el último de una larga lista para no dejarse doblegar por el empuje de Carles Puigdemont desde Bruselas.

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