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La pena que ahoga Linares: diez años de indolencia política y un estallido social
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RADIOGRAFÍA DE LOS DISTURBIOS

La pena que ahoga Linares: diez años de indolencia política y un estallido social

La ciudad jiennense sigue lamiéndose las heridas por el cierre de Santana, hace 10 años, o el golpe al comercio en esta pandemia: los linarenses están al límite y no ven salida

Foto: Foto: Javier Esturillo.
Foto: Javier Esturillo.

Hubo una época, en los ochenta, en que los linarenses se compraban los coches en Lleida para que en la matrícula luciera la ‘L’ y no la ‘J’ de Jaén. Cuarenta años más tarde, la rivalidad clásica de Linares y Jaén capital, un pique al estilo del de Murcia y Cartagena o Cádiz y Jerez, sigue ahí, pero ahora las dos ciudades principales de la provincia comparten también penas y lamentos. Se ha instalado un sentimiento de agravio, de frustración, de queja, por el ninguneo de las administraciones y las promesas incumplidas agudizado por la pandemia y de la mano del declive de un modelo, el del poder omnipotente del PSOE y sus redes clientelares.

Linares (57.353 habitantes), con un paro del 25% que se dispara al 50% en el caso de los jóvenes, además de síntomas de depresión y agotamiento, emite señales evidentes de orgullo y amor propio. El tren para en la barriada de La Estación, territorio de uno de los clanes de la droga, en una ciudad donde varias familias rivales pujan por el control de estupefacientes que hacen parada en Linares antes de partir hacia Madrid y otras capitales de Europa, procedentes del Campo de Gibraltar. Los Mallarines, los Pikiki, los Alicantinos... son clanes que forman una pequeña parte del paisaje de una ciudad que no tiene índices de delincuencia ni inseguridad ciudadana por encima de la media. En 2017, una batalla campal de la Policía contra estos clanes, que celebraban un cumpleaños, ocupó también las noticias nacionales. Nada que ver con lo que ocurrió el pasado fin de semana.

En tiempos de la mina, había embajadas de Holanda, Alemania o Reino Unido. Aquí se abrió la segunda sucursal del Banco de España

Al pasar al baño, un policía le pegó un codazo a un hombre que apuraba un café. “Uno a cero”, le dijo el agente al que se llevó el golpe. “A ver si vamos a empatar”, replicó. Hasta ahí la broma. “¿Qué quiere este gilipollas?”. “Lo serás tú”. A partir de ahí, están las imágenes de una violenta y agresiva pelea contra este hombre y su hija, de 14 años. Un juez ha metido a los dos agentes de la Policía Nacional en prisión preventiva con un auto demoledor que habla de un delito de lesiones agravado por el empleo de formas “peligrosas”, “ensañamiento” y “tortura o tentativa de detención ilegal”.

Foto: Las banderas multicolor ondean en Linares. (Plataforma Todos a una por Linares)
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Isabel Morillo. Linares (Jaén)

“¿Has visto ‘Antidisturbios’? Sale el Centro de Prácticas Operativas de La Enira, por el que han pasado los protagonistas. Los creadores de la serie fueron asesorados por instructores de esta academia de Linares donde se forma este cuerpo policial de élite, la Unidad de Intervención Policial”. Lo cuenta Javier Esturillo, periodista, fundador de ‘El Observador’. Él se volvió de Jaén a Linares 25 años después para contar una ciudad que conoce bien. A la que se quiere y se odia con intensidad, porque el linarense ama su equipo de fútbol, Linares Deportivo, y es capaz de meter a miles de personas en un estadio de tercera después de reinventarse en 2009, tras la desaparición de su antecesor, y soñar con la Primera División. “Linares es como Liverpool, una ciudad industrial, con una profunda convicción de lucha obrera, que ama el fútbol, con grafitis y artistas callejeros de fama mundial”, cuenta Esturillos. “Pero también está enrocada en un estado de ánimo pesimista y tóxico porque le han dado muchos palos”.

Violencia policial

El sábado, hasta 500 personas, según fuentes del ayuntamiento, se llegaron a reunir a las puertas del juzgado a esperar a los policías que habían propinado la paliza al vecino que apuraba su café. Un hombre sin antecedentes, que se dedicaba a limpiar cristales de escaparates y que antes fue portero de alguna discoteca. Entre 200 y 300 personas, según fuentes de la Subdelegación del Gobierno, que se fueron calentando y que acabaron enfrentándose a la Policía en una batalla campal que acabó con 14 detenidos, dos menores de edad, y 20 agentes heridos. Allí había de todo. Delincuentes habituales que fueron a aprovechar y ajustar cuentas, vecinos indignados por la violencia de una paliza que corrió en vídeo por las redes sociales y gente muy joven. Interior investiga por qué una escopeta disparó balas que no eran de fogueo e hirió a dos personas. Desde la hipótesis de que fue “un error” y que se cargó una munición que nunca debió usarse. Una explicación que no convence nada a los vecinos. Los policías detenidos no tenían ningún expediente abierto, pero sí había quejas verbales sobre sus formas. Desde el ayuntamiento, reclaman que se llegue hasta el final y se extirpe cualquier cáncer que exista dentro del cuerpo policial.

Foto: Una de las calles cortadas por la policía (EC)

“En Linares, hay una atmósfera de crispación social, laboral, económica, es un momento conflictivo desde el punto de vista de la seguridad”, admiten fuentes del Gobierno. Acordarse de Linares es fácil viendo a Javier Bardem en ‘Los lunes al sol’. El cierre de los astilleros de Vigo, Ferrol o la comarca minera del Bierzo tiene ingredientes similares en su historia. Pedro Gálvez espera en perfecta forma física y chándal, apoyado en la reja del Museo Hospital de los Marqueses de Linares. El hospital donde murió Manolete tras la cornada mortal de un miura y donde había una unidad pionera de silicosis, la enfermedad de los mineros. Porque en Linares, en los tiempos de la mina, había embajadas de Holanda, Alemania o Reino Unido y se abrió la segunda sucursal del Banco de España, tras Madrid, en 1910 y la primera oficina de Banesto tras la de Recoletos. Era una potencia económica y una capital industrial. Aún hoy, pese a su tasa de paro, tiene la segunda renta per cápita más alta de Jaén.

placeholder Foto: Javier Esturillo.
Foto: Javier Esturillo.

Gálvez fue el presidente del comité de empresa que en 2011 firmó la extinción de Santana, la mítica planta de automóviles, que prejubiló a 800 ‘santaneros’. El ERE dejó en la calle a 60 trabajadores menores de 50 años que tuvieron que conformarse con una indemnización y a 200 empleados del sector auxiliar. El resto se prejubiló en nómina de la Junta con un convenio especial y sigue cobrando el 80% de su salario. De eso siguen viviendo muchas familias de Linares, los prejubilados y sus hijos. “Con un 50% de paro juvenil, ya me dirá qué va a pasar cuando no estemos”, señala Gálvez. “El franquismo fue capaz de darle una alternativa a la decandencia de las minas. Trajo a Santana. En plena democracia, el PSOE no ha sido capaz de traer una alternativa”, señala el último sindicalista de la empresa del motor.

"El franquismo fue capaz de darle una alternativa a las minas. El PSOE a Santana, no"

Gálvez entró en Santana en 1977, cuando dentro se vivía un régimen disciplinario militar y no se podía hablar entre los trabajadores. Estuvo en 1994, cuando 70.000 personas plantaron cara a la japonesa Suzuki. Asistió a la conversión de Santana en una empresa pública de la Junta. Vivió en primera persona el ‘dedazo’ del entonces ministro de Defensa, José Bono, para que el vehículo militar Aníbal se fabricara allí. “Se lo pidieron [Manuel] Chaves y [Gaspar] Zarrías”, cuenta. Lo recuerdan ahora que Jaén se ha levantado en armas porque acusan a la vicepresidenta Carmen Calvo de haber mediado para que Córdoba se lleve la base logística del Ejército de Tierra, el último gran palo a la provincia. Los linarenses recuerdan cuando un PSOE hegemónico ‘mimaba’ a Jaén y “el virrey”, como se refieren con sorna al socialista Zarrías, daba a dedo inversiones. Los ‘santaneros’ llegaron a ser 5.000, tenían economato y cantina, un convenio propio, mucho mejor que el del metal, donde se cobraba plus por traslado por pasar de una cadena de montaje a otra. Se convirtieron en pseudofuncionarios y dejaron de ser competitivos. Durante mucho tiempo, dominaron la escena de la ciudad.

placeholder Pedro Gálvez. (Javier Esturillo)
Pedro Gálvez. (Javier Esturillo)

Planes que son humo

“Me duele que fui el último presidente y firmé creyendo lo que nos estaban contando. Que iba a faltar espacio para albergar todas las empresas que iban a venir”, recuerda el sindicalista. Esas naves siguen hoy vacías. Ahora piensan que los engañaron y que el plan era liquidar la empresa. Lo hicieron sin alternativas. El Plan Linares Futuro, presentado a bombo y platillo por cinco consejeros de la Junta, se quedó en humo. El caso ERE saltó y las ayudas de Santana se vieron envueltas en el escándalo judicial. El suelo de Santana, en manos de la Agencia IDEA, la empresa pagadora de los ERE, quedó yermo. La empresa pública no solo no ha conseguido instalar ni una sola empresa en 10 años sino que ha obstaculizado cualquier inversión. Por miedo o por dejación, todo eran trabas. Si hay una ciudad de España donde los políticos hayan vendido crecepelo a los calvos, esa es Linares.

placeholder Concentración en Linares por el cierre de El Corte Inglés. (Javier Esturillo)
Concentración en Linares por el cierre de El Corte Inglés. (Javier Esturillo)

Hace pocos meses, el consejero de Hacienda, Juan Bravo (PP), el jiennense del Gobierno andaluz, se reunió con el equipo de la corporación municipal de Linares y los directivos de una gran multinacional. Mostraron interés por venir a la ciudad y elevaron la pregunta: “¿Cómo va el tema de la conflictividad sindical?”. Linares se ha quedado marcada a fuego por las movilizaciones de los ‘santaneros’. “Eso no es verdad, mira ahora, cierra El Corte Inglés y no hay protestas”, dice Gálvez. Se despiden esta gran superficie y Zara, que echa la persiana el día 22. Tras perder su industria, Linares potenció su comercio, era el gran centro comercial de la comarca. Esa fue su apuesta. Las franquicias acabaron con el negocio tradicional. Ahora, se marchan. Ha sido el último gran palo con el covid como excusa.

Foto: Imagen: El Confidencial Diseño
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Noelia Justicia, teniente de alcalde del ayuntamiento y concejala de Economía y Hacienda, espera en el consistorio. Gobiernan PP y Cs en minoría tras romper con los independientes de CILU-Linares. Una placa da cuenta de que el presidente Juan Manuel Moreno lo inauguró el pasado enero, entre abucheos, después de 16 años de rehabilitación. Esa es la plaga bíblica de la ciudad. Más que el paro. Cualquier paso hacia delante se atasca en la burocracia o la dejación de las administraciones. Todos los planes incumplidos tienen ya 10 años. La concejala, de Cs, tiene 34 y no habla como una política. Estudió Empresariales, se hizo consultora, la despidieron y montó su propia empresa. Asesoraba a las administraciones para captar fondos europeos. Volvió a Linares para pelear por su tierra. “Es frustrante”, admite lejos de cualquier argumentario. Es directa y pragmática. “Aquí ha existido una Administración mastodóntica que para mover un papel tardaba meses y eso la empresa privada no lo admite”, explica Justicia. Ahora, la Junta trabaja en un convenio para ceder los suelos de Santana al ayuntamiento, junto a un paquete de 11 millones de euros para recuperar unas instalaciones obsoletas y dar incentivos a la instalación de empresas. La concejala explica la cartera de proyectos que podrían ver con buenos ojos venir a Linares. Tendrán alfombra roja. Bullen las ideas. Faltan aún los hechos. Los linarenses no se creen nada.

placeholder Noelia Justicia. (Javier Esturillo)
Noelia Justicia. (Javier Esturillo)

En 2009, se prometió un Puerto Seco y un ramal ferroviario que llegaría al parque empresarial de Santana. Nada de nada. La última promesa fue un programa ITI (inversión territorial integrada), arrancado a Europa por las plataformas ciudadanas, pero que “se vendió como una inversión incrementada y no es eso”, explica la concejala de Hacienda. En realidad, no es más que un plan para ordenar inversiones europeas que de cualquier otra manera también hubiera venido. “Otra decepción”. El paquete en manos del Estado está ejecutado al 50%, pero bajo conceptos que nada tienen que ver con la atracción de empresas, sino más sociales: rehabilitación, mejoras de colegios, centros de salud. La parte de la Junta está ejecutada en 90 de 220 millones de euros.

Al filo de 'Jaén Existe'

“Aquí hay una desafección brutal con la clase política. Da igual lo que comuniques, porque aquí nadie te va a creer. Han oído tantas cosas y a los linarenses les han contado tantas mentiras que ya nadie se cree nada”, señala la primera teniente de alcalde. Los vecinos están movilizados en activas plataformas. En 2017, sacaron a 37.000 personas a la calle. Muchos creen que la única solución es llegar al Congreso con una especie de Teruel Existe con Jaén detrás. “La indolencia no es de los linarenses, que es gente luchadora y emprendedora. Es de los políticos”, dice Justicia.

Muchos creen que la única solución es llegar al Congreso con una especie de Teruel Existe con Jaén detrás

En el Campus Científico y Tecnológico de Linares, la imaginación y el naranja cálido de algunas paredes pueden hacerte creer que estas en Google. Colores llamativos, espacios diáfanos, edificios de impecable planta y nueva construcción. Faltan los alumnos, recluidos por la pandemia. El edificio es imponente. Frente al campus de la Universidad de Jaén, Manuel Valverde está al frente de la Escuela Politécnica, que nació en 1892 como Escuela de Minas. Se cursan ocho grados de diversas ingenierías, tres másteres, uno de Telecomunicaciones íntegramente en inglés. Reúnen todos los certificados de excelencia. Hay unos 1.000 alumnos, unos 150 de otros países. Venezuela, Colombia, Perú, pero también Rusia, Dubái, Argelia o Marruecos mandan a sus estudiantes. El curso es barato. La calidad de vida en Linares es la de una pequeña ciudad o un gran pueblo, el coste de la vivienda es muy barato. Los alumnos pueden pasar el año, incluido alojamiento y manutención, con una beca anual de unos 3.000 euros. "Todo esto puede sumar para cualquier empresa", apuntan los docentes.

placeholder El alcalde de Linares, Raúl Caro. (Javier Esturillo)
El alcalde de Linares, Raúl Caro. (Javier Esturillo)

Valverde comparte charla con Francisco J. Iglesias-Godino, vicedecano, y enumeran los proyectos de un centro donde la aspiración es conectar universidad y empresa. Cosentino busca nuevos materiales a partir de residuos industriales, otro proyecto instala placas en camiones frigoríficos para captar contaminación del ambiente, hay un proyecto de biomedicina para acelerar la detección de casos covid... “Nosotros tenemos mucho que ofrecer. Lo que pido es que nos utilicen, aunque pueda sonar mal. Estamos al servicio de la sociedad. Nuestro objetivo es formar buenos profesionales, pero si podemos ayudar aquí, estamos para lo que sea. Linares es tierra de gente luchadora y emprendedora”, dice Valverde, hijo de ‘santanero’. Nadie, hasta ahora, les ha pedido nunca mediación, pese a la nutrida agenda de empresas internacionales que atesoran y la excelente red de contactos. “Lo urgente es que se cree empleo”, insiste Valverde. El 50% de egresados se va. Para los que se quedan, la empleabilidad es del 100%. Nada que ver con esos otros jóvenes sin formación, con fracaso escolar y un paro del 50%. “Esta sociedad tiene fatiga de materiales, está perdiendo ilusión”, admite Valverde. “Todo es reinventarse”. Linares se lame las heridas por la pérdida de Santana, hace ya una década, o por los últimos golpes al comercio. Las lágrimas no le dejan ver lo que tienen en este campus. Proyectos pioneros en eficiencia energética, reciclaje, robótica, ‘big data’, materiales... “La ingeniería siempre ha ido por delante”. A ese dedo es al que habría que mirar.

Hubo una época, en los ochenta, en que los linarenses se compraban los coches en Lleida para que en la matrícula luciera la ‘L’ y no la ‘J’ de Jaén. Cuarenta años más tarde, la rivalidad clásica de Linares y Jaén capital, un pique al estilo del de Murcia y Cartagena o Cádiz y Jerez, sigue ahí, pero ahora las dos ciudades principales de la provincia comparten también penas y lamentos. Se ha instalado un sentimiento de agravio, de frustración, de queja, por el ninguneo de las administraciones y las promesas incumplidas agudizado por la pandemia y de la mano del declive de un modelo, el del poder omnipotente del PSOE y sus redes clientelares.

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