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El encaje de Begoña Gómez en la (no) cultura política de las primeras damas españolas
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El encaje de Begoña Gómez en la (no) cultura política de las primeras damas españolas

Carmen Romero y Ana Botella, esposas de González y Aznar, tenían una vida pública como diputada y alcaldesa de Madrid. El resto, incluida la mujer de Sánchez, se han dedicado a la familia o a su carrera privada

Foto: Begoña Gómez, en un homenaje a Nadia Calviño. (EFE/Rodrigo Jiménez)
Begoña Gómez, en un homenaje a Nadia Calviño. (EFE/Rodrigo Jiménez)
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Sonsoles Espinosa, Carmen Romero y Amparo Illana son hijas de militares. Las dos primeras fueron las esposas de José Luis Rodríguez Zapatero y Felipe González durante sus años en Moncloa. La tercera fue la mujer de Adolfo Suárez. La de José María Aznar, Ana Botella, fue alcaldesa de Madrid, mientras que la esposa de Mariano Rajoy, Elvira Rodríguez, pidió una excedencia en Telefónica para tres meses que se convirtió en un parón profesional de años. Pilar Ibáñez-Marín no estaba con Leopoldo Calvo-Sotelo en la noche del 23-F y Begoña Gómez se contagió de covid en los primeros momentos de la pandemia. Cada esposa de los jefes de Gobierno que ha tenido España ha entendido su papel de una forma distinta, algo lógico, ya que es una figura que no tiene ninguna regulación a pesar de que acapara cada vez más foco. Y, como le ocurre ahora a la mujer de Pedro Sánchez, no siempre por un motivo positivo.

"No hay un marco jurídico, la figura la van construyendo quienes van ocupando esa posición", explica Cristina Monge, doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de Zaragoza. Y eso tiene sentido porque España se organizó después de la transición como una democracia parlamentaria y no presidencialista. Es en ese tipo de regímenes donde la primera dama tiene un papel prefijado, como ocurre en Francia o en EEUU, donde la mujer del presidente —aún no ha habido un marido de la presidenta— tiene incluso un equipo. "Y cuando no hay tradición, la persona marca mucho", añade Pablo Simón, politólogo de la Universidad Carlos III de Madrid. Pero no solo es el carácter lo que influye, sino también la estrategia política. Y de eso también puede dar cuenta el papel de Begoña Gómez y la evolución que ha tenido.

Hay una imagen icónica del inicio de la carrera de Pedro Sánchez, cuando todavía no se había rebelado contra el aparato de su partido. Se presentó como candidato a las elecciones de junio de 2015 con un acto en el Circo Price, delante de una enorme bandera de España y acompañado por su mujer, que llevaba un vestido rojísimo. "Aquello fue un acto inspirado en unas primarias a la americana", recuerda Simón, que alude a un tiempo político que todavía estaba influenciado por la pareja presidencial que formaban Barack y Michelle Obama. "Entonces Sánchez era candidato, ahora es presidente", matiza, para explicar cómo Gómez, a pesar de que no ha desaparecido de la vida pública, tiene un papel mucho menos relevante que en esos inicios.

De vez en cuando, esta bilbaína licenciada en Marketing y con experiencia en el campo de las ONG, tiene apariciones llamativas. En la campaña del pasado 23 de julio, Gómez fue una de las primeras en ponerse esas chapas que sirvieron para resignificar el meme de perrosanxe. Fue en el mitin de Getafe donde el PSOE cerró la carrera a las urnas con una actuación de Menta y un ambiente de euforia.

Foto: Begoña Gómez, el pasado 15 de febrero, en la Mercedes Benz Fashion Week Madrid. (Europa Press/José Oliva)

La esposa del presidente, también estuvo en primera fila en la manifestación del 8 de marzo de 2020, polémica porque la oposición se lanzó contra el Gobierno por una supuesta irresponsabilidad a orillas de la pandemia de covid. Pero la mayor parte del tiempo está en un segundo plano, dedicada a su labor en el IE África Center, que es la ocupación que le está generando ahora dolores de cabeza por sus reuniones con el CEO de Globalia, la compañía matriz de Air Europa.

"Queremos hacer dos cosas incompatibles, no incorporar al entorno de los presidentes, pero condicionar lo que tienen que hacer", señala Berta Barbet, doctora en Políticas por la Universidad de Leicester, que admite que es muy difícil evitar que la carrera profesional de una persona cercana al presidente del Gobierno se vea afectada por el cargo de su allegado. "Es un hecho que hay un valor añadido", insiste Barbet, que cree que hay que poner el foco en la Administración para que esa condición adquirida no se traduzca en la "extracción de rentas o directamente en corrupción". Hay que recordar que la mujer de Pedro Sánchez no figura en el sumario del caso Delorme y que en Moncloa insisten en que se trata de la vida privada de Gómez y rechazan que el asunto esté entre sus preocupaciones.

Foto: La presidenta del Congreso, Francina Armengol. (Europa Press/Fernando Sánchez) Opinión

En puridad, a Gómez hay que colocarla en el grupo de mujeres de los presidentes del Gobierno de España que han optado por mantener su carrera en el ámbito privado. Solo dos de las primeras damas desde la vuelta de la democracia se salen de ese canon. Son Carmen Romero y Ana Botella. La primera mujer de Felipe González era su compañera en la militancia en un PSOE clandestino, en la Sevilla de los años 60. Cuando el líder socialista llegó a Moncloa siguió ejerciendo como profesora de instituto, pero acabó entrando en la política institucional en 1989 como diputada por Cádiz y ocupó escaño en el Congreso durante 14 años.

"No hay un estatuto especial para ser la mujer del presidente, solo luchar por no dejar de ser tú misma", dijo en una entrevista en El Mundo en 2016, cuando ya había dejado la política activa después de pasar por el Parlamento Europeo. Botella también entró en política institucional cuando su marido estaba en Moncloa y lo hizo como concejal del Ayuntamiento de Madrid, puesto que ocupó entre 2003 y 2011. En ese año, sustituyó en la Alcaldía a Alberto Ruiz Gallardón, que había sido designado ministro de Justicia en el Gobierno de Mariano Rajoy.

El resto de mujeres de los presidentes españoles viraron desde la vida familiar, como Pilar Ibáñez Martín, esposa de Calvo Sotelo, a mantener su carrera totalmente alejada de la política, como Sonsoles Espinosa. La esposa de Zapatero, muy celosa de su privacidad, es soprano y profesora de canto y es a lo que se dedicó durante los ocho años de mandato de su marido. Elvira Rodríguez, pareja de Mariano Rajoy, pidió una excedencia en Telefónica que acabó alargando durante todo el mandato del gallego, que aseguraba que se fiaba de su intuición. "La influencia informal es normal en política", explica Pablo Simón en referencia a este papel de consejeros informales que ejerce el entorno de los líderes políticos. A nivel autonómico también ocurre, como da cuenta Juanma Moreno. La esposa del presidente andaluz es politóloga y el propio dirigente popular ha explicado que tiene a su mujer, Manuela Villena, como una de sus consejeras de cabecera.

placeholder Ana Botella saluda tras ser proclamada alcaldesa de Madrid. (Europa Press/Eduardo Parra)
Ana Botella saluda tras ser proclamada alcaldesa de Madrid. (Europa Press/Eduardo Parra)

El caso de Begoña Gómez y su interés en asuntos como el desarrollo olas ONG es, hasta cierto punto, similar al de Amparo Illana, que se involucró en asuntos filantrópicos relacionados con el pueblo gitano. Este papel lo ejerció, por ejemplo, Eleanor Roosevelt en EEUU destacando como activista por los derechos civiles. "Lo importante es que haya transparencia y que los procesos de contratación sean lo más rigurosos posibles", detalla Berta Barbet, que cree que si existe esa transparencia no es un problema a que las parejas de los presidentes tengan un trabajo que se relaciona con la cosa pública. Y Cristina Monge aporta un punto de vista llamativo y que diferencia la figura de las primeras damas en función a la orientación política del presidente. "El electorado más progresista reivindica el papel de la mujer y no su figura como mujer de", apunta la politóloga aragonesa.

Pablo Simón añade un matiz que no es baladí, y es cómo en España se ha atendido más a la pareja de los presidentes en los últimos años, al mismo ritmo que ha crecido "la personalización de la política". "En España, lo central ha sido históricamente el partido, pero en los sistemas presidencialistas la proximidad al gran jefe es importante", abunda el politólogo de la Universidad Carlos III, que habla de la paradoja de la "presidencialización de nuestro sistema parlamentario". Sobre todo, cuando España tiene a la "presidencia más presidencialista que nunca", al mismo tiempo que tiene por primera vez en democracia a un Consejo de Ministros más plural, por su condición de coalición.

Sonsoles Espinosa, Carmen Romero y Amparo Illana son hijas de militares. Las dos primeras fueron las esposas de José Luis Rodríguez Zapatero y Felipe González durante sus años en Moncloa. La tercera fue la mujer de Adolfo Suárez. La de José María Aznar, Ana Botella, fue alcaldesa de Madrid, mientras que la esposa de Mariano Rajoy, Elvira Rodríguez, pidió una excedencia en Telefónica para tres meses que se convirtió en un parón profesional de años. Pilar Ibáñez-Marín no estaba con Leopoldo Calvo-Sotelo en la noche del 23-F y Begoña Gómez se contagió de covid en los primeros momentos de la pandemia. Cada esposa de los jefes de Gobierno que ha tenido España ha entendido su papel de una forma distinta, algo lógico, ya que es una figura que no tiene ninguna regulación a pesar de que acapara cada vez más foco. Y, como le ocurre ahora a la mujer de Pedro Sánchez, no siempre por un motivo positivo.

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