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Históricos socialistas se movilizan contra la amnistía ante un PSOE "sovietizado"
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Traspasa una nueva línea roja

Históricos socialistas se movilizan contra la amnistía ante un PSOE "sovietizado"

Alfonso Guerra secundará las declaraciones de Felipe González para denunciar que la amnistía no cabe en la Constitución. El partido se pliega a Sánchez y deja a García-Page el papel de verso suelto

Foto: El expresidente Felipe González. (EFE/Isaac Esquivel)
El expresidente Felipe González. (EFE/Isaac Esquivel)
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"Me costó votar al PSOE en las últimas elecciones". En la confesión del expresidente Felipe González a Carlos Alsina en Onda Cero se vieron ayer reflejados muchos de los llamados socialistas históricos. El 23-J votaron “con el corazón”, reconoce un veterano en conversación con El Confidencial. La cabeza les pedía otra cosa. Buena parte de los fundadores no se reconocen en las siglas, que, según lamentan, han dejado de representar “los intereses de la mayoría de los españoles”. La negociación de Pedro Sánchez para sacar adelante su investidura con los votos de Carles Puigdemont supone traspasar una nueva línea roja para el viejo socialismo.

Sobre la mesa esta vez está una ley de amnistía que desde la Moncloa ya se trabaja para sacar adelante en tiempo y forma. El líder de Junts dejó claro ayer que es la llave de un futuro diálogo que permita a Sánchez seguir al frente del Ejecutivo. El debate pasa por darle un encaje dentro de la Carta Magna que para parte del PSOE no tiene. González lo dejó ayer claro: “La Constitución no es un chicle, no caben la amnistía ni la autodeterminación”. En los próximos días será el exvicepresidente Alfonso Guerra quien remache esta idea fuerza ante los medios. Los viejos son conscientes de que Sánchez no los escuchará, pero no dejarán de alzar la voz. La reflexión mayoritaria es que ahora ya no está en juego el partido, “sino España”.

Foto: El expresidente catalán Carles Puigdemont. (EFE/EPA/Olivier Matthys)

El felipismo se ha movilizado para subrayar el imposible encaje de un indulto generalizado en la España del 78. Exministros como Virgilio Zapatero o Nicolás Redondo Terreros han vuelto a dar un paso al frente estos días para denunciar que las costuras del partido que hace unos meses celebraba la histórica victoria de un González deslegitimado por la actual dirección se rompen. “El PSOE está sovietizado”, denuncian mientras constatan que “nadie está dispuesto a jugarse el cargo”. “¿Es que no hay ningún compañero de partido que piense lo que nosotros?”, se pregunta un histórico. Él mismo deja claro que sí y recuerda cómo la propia Carmen Calvo renegaba de la amnistía.

En los territorios ya solo queda Emiliano García-Page. Su mayoría absoluta le permite disentir a costa del ostracismo interno. La relación con Sánchez es inexistente. Su fortaleza reside en el 45% de votos que logró en las elecciones autonómicas. Resistió. No lo hicieron ni Javier Lambán ni Ximo Puig. El valenciano suena en las quinielas como ministrable, el aragonés sabe que sus días al frente del partido están contados. Ha hablado con Alberto Núñez Feijóo, aunque ni uno ni otro reconocerán los contactos, que no van más allá de constatar que el PSOE no repetirá en ningún caso una abstención para que el PP gobierne.

García-Page tampoco tiene capacidad de maniobra. Mantendrá su discurso, pero reconocen desde su entorno que es minoritario. Sánchez ha hecho un PSOE a su imagen y semejanza que las bases, asumen sus críticos, bendicen. El castellanomanchego no se esconde. Deja claro que una amnistía a los líderes del procés “vulneraría la ley” y “choca con la Constitución”. Cada declaración es una enmienda al secretario general de su partido que, si logra una investidura, llevará a cabo una renovación en el partido a nivel territorial. Castilla-La Mancha será una isla, dado que los otros dos presidentes, María Chivite en Navarra y el asturiano, Adrián Barbón, son confesos sanchistas.

En privado, hay otros líderes territoriales “incómodos” con la deriva de las negociaciones para la investidura. Confiaban en que Sánchez se mantendría firme en la amnistía, pero ahora aseguran que el PSOE, como ocurrió con los indultos, ya lo ha interiorizado. Suscriben cada palabra de González. Alguno mantiene relación con el expresidente pese a que desde Ferraz se les ha hecho llegar la “inconveniencia” de aparecer junto al padre del socialismo. El propio González ha reconocido que le han mandado callar varias veces, pero puntualizando que “quienes lo hacen no creen en la libertad”.

Foto: Pablo Iglesias en una imagen de archivo. (EFE/Cati Cladera)

El 23-J frenó los conatos de rebelión contra Sánchez que se venían fraguando con la expectativa de que el PSOE retrocedería por debajo de los 100 escaños y Feijóo sería presidente. Las espadas estaban en alto. González tenía su propio candidato. La vieja guardia estaba dispuesta a recuperar el PSOE. Sánchez no solo resistió, sino que mejoró. Confeccionó unas listas que le blindarían de cara a resistir en el Congreso. El grupo parlamentario está a prueba de fisuras. El proyecto del presidente en funciones pasa por Cataluña, que se ha convertido junto con el País Vasco en su granero de votos. “Ya no conocen a su partido”, zanja un ministro preguntado por los antiguos roqueros. “El PSOE es hoy otro”, sentencia.

"Me costó votar al PSOE en las últimas elecciones". En la confesión del expresidente Felipe González a Carlos Alsina en Onda Cero se vieron ayer reflejados muchos de los llamados socialistas históricos. El 23-J votaron “con el corazón”, reconoce un veterano en conversación con El Confidencial. La cabeza les pedía otra cosa. Buena parte de los fundadores no se reconocen en las siglas, que, según lamentan, han dejado de representar “los intereses de la mayoría de los españoles”. La negociación de Pedro Sánchez para sacar adelante su investidura con los votos de Carles Puigdemont supone traspasar una nueva línea roja para el viejo socialismo.

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